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La nueva baraja de Santos
Las divisiones de los partidos opacaron el anuncio del relevo en el gabinete. ¿Qué tan buenos son los nuevos ministros?
El presidente Juan Manuel Santos, consciente de que después de seis años de gobierno su gabinete estaba desgastado, decidió volver a barajar y ampliar su base política. La estrategia era ‘desbogotanizarlo’, al darle representación regional, ideológica, étnica y de género. A nombre de la izquierda puso a Clara López; de las negritudes, a Luis Gilberto Murillo; de la provincia, a Jorge Londoño, Elsa Noguera, Jorge Eduardo Rojas y María Claudia Lacouture. Además de eso quería sumarle apoyo político a su gestión al meter a la mesa de Unidad Nacional a los verdes y al Polo, que hasta ahora decían que apoyaban la paz pero no al gobierno.
A pesar de las buenas intenciones, en términos de opinión pública el experimento no resultó. Buscaba refrescar la política y la gobernabilidad con ese revolcón pero produjo un cisma dentro de la Unidad Nacional. Por una combinación de egos y rivalidades burocráticas el remezón se sintió en cada uno de los partidos.
El Partido Liberal sintió que le pusieron conejo. Frustradas sus aspiraciones en la Contraloría, la Registraduría, y próximamente en la Defensoría, tenían puestas su ilusiones en la Fiscalía y en el nuevo gabinete. En los dos frentes los liberales se sintieron derrotados. Consideraron una bofetada haber incluido a Néstor Humberto Martínez en la terna y un desaire haberle quitado representación al partido en el gabinete. La indignación fue tan grande que Horacio Serpa se atrevió a darle sepultura a la Unidad Nacional. En términos prácticos, quiso decir que los rojos seguirían apoyando la paz, pero que de ahí en adelante la relación con el gobierno sería bilateral. En otras palabras, que el apoyo a las iniciativas oficiales no sería automático.
En el Partido de la U el malestar fue similar. A pesar de que Santos le dio uno de los ministerios más apetecidos, el de Transporte, el designado para representar a la colectividad, el exalcalde de Manizales Jorge Eduardo Rojas, no fue recibido con ovaciones. Según buena parte de la bancada, no es de la entraña del partido ya que uno de sus padrinos políticos, el parlamentario Luis Emilio Sierra, es conservador. Otro gesto que el presidente quiso hacerle a ese partido también fue mal recibido. Nombró a su presidente Roy Barreras representante del Congreso en la Mesa de Negociación en La Habana. Esto fue visto como un premio de consolación insignificante y unipersonal, a tal punto que el ala costeña de La U le pidió a Barreras renunciar a la presidencia del partido.
Algunas fuentes consultadas por SEMANA aseguran que en una reunión anterior en Cartagena Santos había dejado la impresión de que designaría a dos miembros triple A de ese partido: Sergio Díaz Granados y Carlos Eduardo Géchem, hijo del senador con el mismo nombre. El nombramiento de Díaz Granados es probable pues su nombre suena para reemplazar a María Ángela Holguín en la Cancillería dentro de unas semanas, pero el de Géchem quedó en el aire.
En cuanto al nuevo ministro, es un ingeniero civil con un perfil técnico que se destacó como alcalde de su ciudad. Es considerado ejecutivo y dinámico pero no es tan claro si tendrá el respaldo de Germán Vargas, como lo tenía su antecesora Natalia Abello. A pesar de que en el decreto en que se le asignan funciones al vicepresidente está la infraestructura, la articulación seguramente no será tan fluida como antes, cuando la persona que ocupaba la cartera era de su propio partido.
En cuanto al conservatismo, este siempre ha estado dividido entre un sector mayoritario que apoya al gobierno y uno minoritario que se considera independiente. Santos trató de complacer a quienes lo apoyaban al concederles el Ministerio de Minas, al que aspiraban. Nombró en ese cargo a Germán Arce, hombre conocedor del sector pues había sido director de la ANH (Agencia Nacional de Hidrocarburos). Era el candidato de Mauricio Cárdenas, quien lo había tenido como su viceministro en el Ministerio de Hacienda. A pesar de todas estas credenciales los senadores godos tampoco lo consideran representativo, aunque en la Cámara de Representantes hubo más aceptación.
Los anteriores conflictos tuvieron lugar en los partidos que ya formaban parte de la mesa de Unidad Nacional. Sin embargo, el despelote fue aún mayor en los partidos a los cuales el presidente les tendió una mano amiga para invitarlos a participar en su gobierno.
Estos partidos fueron dos: el Verde y el Polo. Para convocar al primero invitó a quien es prácticamente considerado el fundador del partido, el exgobernador de Boyacá Jorge Londoño. Con esa agrupación sucede algo raro. A pesar de que tiene un nombre asociado con progresismo y ecología, el verdadero origen es de exguerrilleros amnistiados y posteriormente de políticos profesionales encabezados por el recién nombrado Londoño. Este ha sido un veterano de la mecánica política con un importante electorado propio en el departamento de Boyacá. Es el dueño de la personería de ese partido que posteriormente les sirvió de plataforma política a los tres tenores, Peñalosa, Mockus y Garzón, y a veces a Fajardo. Esto último le dio un aire de renovación y progresismo a los verdes que no habían tenido en la etapa de Londoño. Hoy ninguno de esos cuatros nombres es verde y ahora, en su cuarta etapa, esa colectividad tiene como caras visibles a Claudia López y Antonio Navarro. Este último es un símbolo de moderación comparado con la agresividad con la que la senadora reaccionó al nombramiento del nuevo ministro de Justicia. Para ella ese es un acto de corrupción que busca seducir a ese partido para que renuncie a su independencia. Esa posición definitivamente no es unánime dentro del partido, pero como los tres que tienen eco en los medios son Claudia López, Angélica Lozano y Antonio Navarro, la sensación que quedó en los noticieros de televisión es que el presidente había tratado de dividir al partido y hacerles una mala jugada a los verdes.
En todo caso, el nuevo ministro tiene más perfil de jefe político que de jurista, en momentos en que la implementación de la reforma a la justicia es una de las mayores prioridades del país.
Un malestar similar al que vivieron los verdes por el nombramiento de Londoño ocurrió en el Polo Democrático. Santos tenía una deuda de gratitud con Clara López por la posición que ella tomó de apostarle a la paz al apoyar la reelección del presidente en contra no solo del uribismo, sino del sector más radical de su partido. Dada la estatura política de la excandidata presidencial, quien había sacado 2 millones de votos, algunos creían que debía tener un ministerio de mayor rango y más asociado con la paz que el del Trabajo. Sin embargo, la nueva ministra jugará un papel en el posconflicto, pues además de ser la intermediaria entre empresarios y sindicatos en un periodo de agitación social, será la encargada de liderar iniciativas para garantizar la reinserción de los desmovilizados.
Todo eso tuvo poco peso para el senador Jorge Enrique Robledo, quien no solo le pidió a López renunciar a la presidencia del partido sino que además anunció que de ahora en adelante sus mediáticos debates de control político tendrían como uno de sus blancos favoritos a Clara. Al igual que en el Partido Alianza Verde, esa posición no fue unánime pero fue la que más ruido hizo. Algunos representantes del Polo con votos pero no con voz consideran que la presencia de ese partido en el gobierno de la paz tiene lógica y sentido político.
En cuanto a la nueva ministra, las críticas del ala radical de su partido terminan por darle a ella cierta aceptación en algunos sectores más cercanos al centro que a la izquierda. Eso no le hace daño a una persona con aspiraciones presidenciales que requiere una base popular más amplia que la que tiene Robledo. Por otra parte, después de dos elecciones seguidas en menos de cuatro años, una experiencia en el gobierno le sumará un ingrediente más ejecutivo a su perfil político.
En medio de todas esas caras tristes que produjo el revolcón en el gabinete, había caras alegres en dos partidos: el Centro Democrático y Cambio Radical. En el uribismo, que no ha tenido aspiraciones burocráticas, la terna de la Fiscalía y las fisuras dentro de la Unidad Nacional han sido motivo de regocijo. Y en Cambio Radical, a pesar de que Vargas Lleras perdió el Ministerio de Transporte, mantuvo el de Vivienda en cabeza de Elsa Noguera y lo compensaron con el de Ambiente, a cargo de Luis Gilberto Murillo.
Elsa Noguera, por su exitosa gestión en la Alcaldía de Barranquilla, ha sido muy bien recibida en todos los sectores. Además de representar a la mujer y a la costa, representa la ejecución probada. Murillo, por su parte, es un personaje muy interesante. Hecho a pulso, vivió siete años en Moscú, donde se graduó como primero de la clase en la Facultad de Ingeniería. Fue gobernador del Chocó y secretario encargado de medioambiente en la segunda Alcaldía de Antanas Mockus. Cuando gobernó su departamento fue víctima de un escándalo bastante ridículo con trasfondo político que le costó el puesto. Le destinó 5 millones de pesos al arreglo de una escuela y la justicia lo acusó de peculado por cambio de destinación, pues esa partida originalmente tenía un fin diferente. Como tiene trayectoria en el mundo del medioambiente, su nombramiento ha sido recibido con beneplácito general.
A la nueva baraja del presidente Santos le sucedió algo que ha sido común en todos los gobiernos. El gabinete que más gusta siempre es el primero. No solo en ese momento el mandatario es popular, sino que nombra con más independencia y los ministros son recibidos con más esperanzas. Cuando al gobierno se le asoma el sol a la espalda los ajustes se basan más en la lógica política de la milimetría.
En esas circunstancias siempre son mejor recibidas las caras conocidas que las caras nuevas. Por eso en este caso tanto Clara López como Elsa Noguera y María Claudia Lacouture han caído bien a nivel de opinión pública.
En cuanto a Lacouture, aunque entró en representación del Partido de la U, es considerada ante todo una técnica muy competente y cercana a Santos. Su gran desafío va a ser trabajar de la mano de los empresarios para mejorar la productividad y, al mismo tiempo, mantener el pulso firme que había tenido su antecesora, Cecilia Álvarez, frente a los carteles que restringen la competencia. En todo caso cuenta con experiencia en comercio exterior y turismo pues trabajó en Proexport más de siete años y fue presidente de ProColombia otros seis.
La renovación del gabinete de Santos era muy necesaria pero por las circunstancias descritas anteriormente no le dio a su gobierno el nuevo aire que él deseaba. Una de sus intenciones era fortalecer el apoyo político de la coalición y este, por lo menos por ahora, parece haberse debilitado. Prueba de eso es que el Partido Liberal ya le está haciendo operación tortuga en el Congreso. La representación regional que tiene el nuevo equipo servirá electoralmente en el momento del plebiscito. Pero por ahora el sentimiento que hay en la Casa de Nariño es palo porque bogas y palo porque no bogas.