entrevista
“Ojalá mi hijo sea el presidente”: a sus 97 años, este es el sorprendente testimonio de la mamá de Rodolfo Hernández
Cecilia Suárez de Hernández, madre del candidato Rodolfo Hernández, recibió a SEMANA en Piedecuesta. Dijo que no quería que su hijo se metiera a la política. Explicó por qué lo regaña y contó la historia de su familia.
VICKY DÁVILA: Doña Cecilia, ¿qué piensa de que su hijo esté a punto de ser presidente de Colombia si gana las elecciones frente a Petro?
CECILIA SUÁREZ: Pues si Dios quiere, ojalá que sea el presidente. V.D.: Es cierto que cuando él le contó que se quería meter a la política, ¿le dijo que estaba loco?
C.S.: Sí, le dije eso.
V.D.: ¿Cómo fue?
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C.S.: Él llegó y me dijo mamá: quiero meterme a la política. Le dije: “No, le di estudio fue para ingeniero, no para político”. Y me dijo: “No, es que yo quiero”. Le respondí: “Usted verá, a mí no me venga a poner problemas de esos; usted no sabe lo que es la política”. Es soberbio, igual a mí de soberbio. Y me dijo: “Me manejo bien”. Le dije: “Si se ha de manejar como la gente, métase, de resto, ni le doy ese consejo”. Se quedó callado. Al final se metió ahí, él verá.
V.D.: ¿Cómo le fue siendo alcalde de Bucaramanga?
C.S.: Como que se iba pasando del genio que tiene. Le pegó por allá a un señor un pescozón en la nuca, y yo haciendo fuerza, ¡ay, que no le vaya a pegar otro! Ay, Virgen santísima.
V.D.: ¿Y lo regañó?
C.S.: Le dije: “Eso no se hace; no, mijo, va a salir que usted le pegó a un concejal”. Me contestó: “Me hizo emberracar, le di en la jeta”. Eso fue lo que me contestó.
V.D.: Pero no lo volvió a hacer.
C.S.: No.
V.D.: ¿Y qué le dijo cuando le contó que quería ser candidato presidencial?
C.S.: Le dije: “¿Se amañó? No, mijito, usted acaba su vida y nadie se lo agradece”. Dijo: “No, yo quiero”. Le dije: “Bueno, haga lo que se le dé la gana”. Ya eso no es manejar un muchacho. Es pesado, ellos se mandan, le pueden a uno (risas).
V.D.: Pero le ha ido muy bien en la campaña.
V.D.: ¿Sí? ¿Y por qué hace fuerza?
C.S.: Porque de pronto empieza a hablar y termina peleando con toda la gente (risas). Yo le digo: “No siga hablando”. Y él me dice: “Ay, déjeme hablar tranquilo”.
V.D.: Pero doña Cecilia, ¿Rodolfo es un buen tipo?
C.S.: Sí, y honorable.
V.D.: Eso es lo más importante. ¿Rodolfo es confiable?
C.S.: Pues sí, yo soy la mamá y les pido a Dios y a la Virgen que sea confiable, que sea honorable, que se maneje bien, que tenga muy buen carácter, sobre todo.
V.D.: Es bravo, santandereano.
C.S.: Yo manejé a 104 hombres aquí en esta finca. Hombres obreros. Me tenían miedo.
V.D.: Usted les daba la vuelta con un dedo.
C.S.: Me tenían miedo. “Ahí viene la patrona”, decían.
V.D.: (Risas)
C.S.: Y yo les andaba duro porque, dígame uno, dándoles de comer, pagándoles y que se queden sentados debajo de un caracolí, tiene que llamarles uno la atención.
V.D.: Usted cree, doña Cecilia, que si su hijo llega a la presidencia, ¿qué tiene que hacer?
C.S.: Pues cambiar un poco el modo de ser.
V.D.: ¿Y qué tendría que hacer en Colombia?
C.S.: Muchas cosas. Colaborar en los pueblos que sean más pobres. Yo le pedí: “Haga algo por Piedecuesta”. Él dizque va a hacer, dice, quién sabe. Este es mi pueblo.
V.D.: ¿Pero usted cree que Colombia tiene arreglo?
C.S.: Pues sí, claro, según los mandatarios se arregla un pueblo.
V.D.: Él dice que Colombia se empieza a arreglar si se acaba la robadera y se les quita la chequera a los politiqueros. ¿Está de acuerdo?
C.S.: Yo sí creo.
V.D.: Cómo era su hijo cuando era joven.
C.S.: Lo matriculé en la Universidad Nacional. Nos fuimos para Bogotá, pero Luis, mi esposo, no quería. Le dije: “No, yo ya dije que lo llevo, lo llevo por encima de todo”. Nos fuimos los dos para Bogotá en Copetrán. Lo metí a la Nacional y se graduó. Bendito Dios, no perdió un semestre, nada. Eso sí, era muy estudioso e inteligente.
V.D.: ¿Era parrandero?
C.S.: Sí, más bien.
V.D.: ¿Noviero?
C.S.: Sí, como todos los muchachos. Cuando veía que no servía la novia, le decía: “Mijito, esa no le sirve”. Él me decía: “Yo soy el que voy a casarme”. Le decía: “Bueno, cásese”. Y se casó bien.
V.D.: ¿Cuántos hijos tuvo, doña Cecilia?
C.S.: Cuatro varones. Ni una niña.
V.D.: ¿La buscó?
C.S.: Sí, pero no llegó. Entonces dejé el negocio quieto, eso era ponerme a buscar lo que no se me había perdido...
V.D.: ¿Rodolfo era obediente?
C.S.: Sí, era obediente. Decía: “Viene mi mamá”.
V.D.: ¡Le tenía miedo! Oiga, a mí me contaron que usted le cascaba, ¿eso es verdad.
C.S.: Sí.
V.D.: ¿Por qué le pegaba?
C.S.: Porque era necio. Le estaba uno diciendo una cosa y seguía. Entonces, hasta que no le daba su ‘cuescazo’ no quedaba contento. Le quitaba el cable a la plancha y con eso le daba.
V.D.: Pero eso ya no se usa, pegarles a los hijos …
C.S.: Pero para los que son alcahuetes (risas).
V.D.: Mejor dicho… Doña Cecilia, él la consiente y la adora. Se muere por usted, para él es muy importante su mamá.
C.S.: Porque yo, desde chiquito, lo empujé a que fuera algo en la vida. Él me hizo mucho caso.
V.D.: ¿Era el más inteligente de los hijos?
C.S.: Sí. Muy inteligente.
V.D.: Pero nunca se lo imaginó en política…
C.S.: No, no me imaginé que se metiera en eso. Le dije: usted se está chiflando.
V.D.: ¿Cuántos años tiene?
C.S.: 97 años.
V.D.: Pero está divina, perfecta mentalmente. ¿De cuál presidente tiene el mejor recuerdo?
C.S.: Quise mucho a este presidente que tuvo el poder dos veces y no acabó con la guerrilla, eso sí.
V.D.: ¿Quién será? Se reeligieron Uribe y Santos. ¿Cuál de los dos le gustó más?
C.S.: Uribe.
V.D.: ¿Por qué?
C.S.: Porque era como muy educado, muy decente, pero no tenía el brío que debía haber tenido.
V.D.: Usted lo quería más bravo…
C.S.: Claro, que se amarrara los calzones en su puesto.
V.D.: Pero le gustó…
C.S.: Sí, voté por él.
V.D.: ¿Y votó por Santos?
C.S.: No.
V.D.: ¿Usted les dice a los colombianos que voten por su hijo?
C.S.: Como ellos quieran.
V.D.: ¿Pero qué les recomienda?
C.S.: Que voten por Rodolfo. Como mamá que soy, cómo voy a decir que no. Y si no les sirve, que lo saquen.
V.D.: ¿Cómo se ha conservado tanto?
C.S.: El trabajo lo conserva a uno. Hoy por lo menos me levanté a las cinco de la mañana, me bañé y me arreglé.
V.D.: ¿Y a qué hora se acuesta, doña Cecilia?
C.S.: A las ocho en punto.
V.D.: ¿Siempre?
C.S.: Siempre.
V.D.: De su hijo también dicen que duerme temprano…
C.S.: Se acostumbró a dormir temprano porque yo no lo dejaba en la calle. El abuelo mío me decía: “Échelos a dormir, son las ocho de la noche”.
V.D.: ¿Cómo era Rodolfo de chiquito?
C.S.: Era ver a mi mamá Lola, mi mamá lo adoraba. Era el amor de ella.
V.D.: Descríbamelo…
C.S.: Yo tengo ahí los retratos.
V.D.: Que nos vayan trayendo los álbumes. Pero cuénteme cómo era…
C.S.: Era gordito. Un día, el doctor Parra Zuluaga me dijo: “Ala, ¿con qué crio usted a Rodolfo?”. Quién sabe qué le vio de raro. Le dije: “Con yuca y mazamorra”. Se iba muriendo de risa. Le dije: “¿Qué pensó, doctor, que iba yo a decir que eran manjares?”. Vea, aquí están las fotos de la primera comunión. También mire aquí a Rodolfo en el colegio de La Presentación, era monito, ojiclaro y gordito. También le puedo mostrar la foto cuando Socorro y él se casaron.
V.D.: Doña Cecilia, ¿qué piensa de Gustavo Petro, el contrincante de su hijo?
C.S.: No digo nada porque no me gusta. No me entra, no siento gusto por él.
V.D.: O sea, antes de que su hijo fuera candidato a usted ya no le gustaba Petro…
C.S.: No me gusta porque como que no le veo buenas intenciones con el pueblo. En un discurso trató de decir que de lo que tenían las personas, él les quitaba una parte y uno matándose trabajando para que un político le quite uno lo que trabajó. No, eso no es así.
V.D.: Y en ese sentido, ¿les recomienda a los colombianos votar por Petro?
C.S.: Como quieran. Lo mismo me da, ellos verán…
V.D.: Petro ha criticado mucho a su hijo Rodolfo en estos días. ¿Qué piensa?
C.S.: Envidia. Eso es envidia.
V.D.: ¿La tomó por sorpresa que su hijo pasara a la segunda vuelta presidencial?
C.S.: Sí, claro, no tenía ni idea.
V.D.: ¿Quién le dio la noticia?
C.S.: La radio.
V.D.: ¿Y llamó a Rodolfo?
C.S.: No, de la alegría se me olvidó hasta llamarlo (risas). No nos llamamos, y estas son las horas que no nos hemos hablado.
V.D.: Petro ha dicho que su hijo es un “millonario corrupto”.
C.S.: Eso sí que me lo diga a mí para echarle un diente. Él ha trabajado mucho y es ahorrativo. No heredó nada.
V.D.: ¿Es tacaño?
C.S.: No es tacaño. Conmigo no. Es un gran hijo. Yo le digo “Mijo, necesito tal cosa”, y él de una vez me lo da.
V.D.: ¿Es un mito o es verdad que usted hasta sabe disparar?
C.S.: Yo sí tengo un revólver, al pie de la cabecera de la cama.
V.D.: ¿Y qué marca es?
C.S.: Yo no sé qué modelo es, pero le pago al Gobierno porque hay que pagar el derecho a tenerlo.
V.D.: ¿Tiene salvoconducto?
C.S.: Sí, claro. Una vez se robaron una vaca en la pesebrera y yo me desperté. La vaca estaba bramando y el ternero también. Le dije a mi esposo: “Luis, se robaron la vaca”. Y él me dijo: “Yo no me paro”. Entonces me paré, saqué el revólver, la vaca la llevaban loma arriba y eché plomo. Salieron los trapicheros y dijeron: “¿Qué es lo que está pasando?”. Les dije: “Se robaron una vaca”. Entonces Luis se paró y dijo: “¿Y se pone a echar plomo?”. “Claro”, le dije, “para que la suelten o se mueren los ladrones”. Cuando veo, venía la vaca, la soltaron y me gané hasta un lazo nuevo. Los ladrones me hicieron un favor.
V.D.: ¿Y desde entonces tiene su pistola ahí?
C.S.: Sí, la tengo. Soy feliz echando plomo, me encanta que suene.
V.D.: ¿Todavía tiene alientos para disparar?
C.S.: ¿Y entonces?
V.D.: Mejor dicho, me tengo que portar bien en esta entrevista (risas)...
V.D.: No…
C.S.: Entonces vinieron los trapicheros y me dijeron: “Señora Cecilia, no haga eso”. Y dije: “¿Por qué?”. Me dijeron: “Porque él carga cuchillo”. Y saqué el revólver y dije: “Mire, cargo revólver, que venga con el cuchillo y lo paro a plomo”. Ahí me cogieron un miedo (risas). Dirían: esta vieja se alocó (risas).
V.D.: ¿Es religiosa o no?
C.S.: Sí, soy religiosa…
V.D.: ¿Y qué tal Rodolfo? ¿Rezandero o no?
C.S.: Ahora que fue a donde el papa llegó rezandero (risas).
V.D.: (Risas) ¿A usted le gustó que fuera a ver al papa?
C.S.: Claro…
V.D.: ¿Y le trajo algún rosario, alguna cosita?
C.S.: No, nada. Ni el cuento. Pero llegó muy suavecito, dicen.
V.D.: ¿Qué piensa de las Farc?
C.S.: Nada. Yo, en mi casa, con mis hijos, atendiéndolos, soy feliz de que me lleguen a almorzar.
V.D.: ¿Pero cómo se puede acabar con las disidencias, el ELN, el Clan del Golfo?
C.S.: Jum... eso es jodido, porque ya están acostumbrados a hacer lo que les da la gana.
V.D.: ¿Le gustó el proceso de paz de Santos con las Farc?
C.S.: No le paré ni media pelota…
V.D.: ¿Votó en el plebiscito?
C.S.: No, cero.
V.D.: Doña Cecilia, es usted una mujer muy elegante, muy echada pa’ delante…
C.S.: Toda la vida me ha gustado arreglarme…
V.D.: Sí, está muy pintosa, muy bonita…
C.S.: Caramba, de bonita no tengo nada…
V.D.: Mire, tiene 97 años y está intacta...
C.S.: Trabajar es que le toca a uno pa’ echar pa’ lante porque se está uno en la casa y se vuelve perezoso…
V.D.: ¿Cuántos años más quiere vivir?
C.S.: Pues unos cinco años más y descansar…
V.D.: O sea, quiere pasar de los 100 años.
C.S.: Sí, eso sí, seguro los paso…
V.D.: ¿Y por qué quiere llegar a los 100?
C.S.: Para ver a todas mis amistades que están dándome felicitaciones por el hijo.
V.D.: ¿Qué le dicen?
C.S.: Me felicitan. No se imaginaron que hubiera tenido un hijo inteligente. Les digo: “Bueno, gracias, se les agradece”.
V.D.: Usted es mujer y es la mamá de Rodolfo. Por estos días algunos críticos de su hijo dicen que él es brusco con las mujeres. Cuéntenos cómo las trata…
C.S.: Pues parece que bien porque no se ha separado.
V.D.: (Risas) ¿Y a usted si le gusta la nuera?
C.S.: Sí, claro.
V.D.: ¿La quiere?
C.S.: Bastante. Ni yo la visito ni ella me visita (risas). Por ahí hay unos nietos míos que quiero tanto, Rodolfo José y Luis Carlos, son muy buenos muchachos.
V.D.: ¿Qué le gusta comer a Rodolfo?
C.S.: Sancocho con chorotas.
V.D.: ¿Qué son chorotas?
C.S.: Son de maíz pelao y se les echa arroz y carne y todo, y se ponen a cocinar entre un sancocho y le encanta.
V.D.: ¿Y usted las prepara?
C.S.: Sí.
V.D.: ¿Todavía cocina?
C.S.: Sí, cocino y les enseño a las muchachas del servicio. A Rodolfo también le gusta su caldo de papa, con su huevo entero en el caldo al desayuno.
V.D.: ¿Su hijo es deportista?
C.S.: Jugó jabalina cuando estaba en el colegio Santander. Lo llevaba a que jugara y yo allá encaramada mirándolo tirar esa vara que botan y allá me estaba hasta que se acababa el juego y me lo traía para la casa, pa’ Piedecuesta. Le encantaba el deporte.
V.D.: ¿Cómo le iba a Rodolfo con el traguito?
C.S.: Pocas veces lo vi borracho. A mi casa no llegaba borracho.
V.D.: ¿Cree que Rodolfo va a ser presidente?
C.S.: Pues a ratos sí creo y a ratos no. Me parece que puede ser que sea el presidente.
V.D.: ¿Y si Rodolfo no gana la presidencia?
C.S.: Yo las mismas yucas arranco. Es decir, la vida seguirá igual.
V.D.: ¿Y se iría a vivir a Bogotá si él gana?
C.S.: No. Ese frío me mata.
V.D.: Pero no será que él quisiera que lo acompañara.
C.S.: No, para eso tiene a su mujer (risas).
V.D.: ¿Qué le recomienda si llega a ganar las elecciones?
C.S.: Tener buen genio con la gente. Y que ahorre. Pero no robando. Que ahorre el sueldo que le corresponde.
V.D.: Es que ese sueldo ya dijo que lo va a regalar, ¿cómo le parece?
C.S.: Bueno, mejor. Que lo regale, hay mucha gente que lo necesita.
V.D.: Él ha dicho que, si es presidente, va a quitar el tinto en la Casa de Nariño.
C.S.: Y las chequeras.
V.D.: ¿Y cree que eso sí funciona?
C.S.: Le dije: “No me quite la mía, quíteselas a los politiqueros”.
V.D.: ¿Y sí le da platica mensual o no?
V.D.: ¿Le da regalos?
C.S.: Sí, me da regalos. Eso sí.
V.D.: ¿Usted vive muy orgullosa de su hijo?
C.S.: Yo sí, lo quiero muchísimo.
V.D.: No hemos hablado de don Luis, el papá de Rodolfo. ¿Quién era?
C.S.: Era sastre, le gustaba vestir bonitos a los chinos. Pero era poco trabajador, era perezoso, era enamorado de otras. Yo recogía los tabacos, de casa en casa, en una camioneta, en la volqueta o lo que fuera. Me le encaramaba a lo que fuera, por eso me dieron medalla de oro en Piedecuesta, por ser la mujer más trabajadora. Y se la regalé en estos días a Rodolfo. Yo le dije: “Usted se merece esta medalla también”.
V.D.: ¿Por qué se casó?
C.S.: Porque mi mamá me obligó a casarme con él. Yo le decía: “Con ese viejo no me caso”. Yo tenía 16 años y él 40. Pero como le llevaba caramelitos a la suegra, pues imagínese.
V.D.: Y se tuvo que casar.
C.S.: Me casé con él y me salió bueno. Yo era la que mandaba.
V.D.: Le tocó casarse virgen y todo eso.
C.S.: Claro…
V.D.: ¿Le parece mejor así como le tocó, o como es ahora que las parejas conviven antes de casarse?
C.S.: Pues como me tocó a mí, mejor. Y si no sirve, se echa para afuera y se acaba la vaina. Él me tenía miedo. Pendeja la que se deje.
V.D.: ¿Y era un buen o mal papá?
C.S.: Buen papá, alcahuete. Íbamos a bailar y eso no sabía bailar ni nada, parecía recogiendo tusas.
V.D.: ¿Y Rodolfo sí baila?
C.S.: Sí, él baila. Me parece que sí baila bien. Yo sí de china bailé hasta que me supo a mico. Y todavía tengo amigos con los que bailábamos hasta nueva orden.
V.D.: ¿Y todavía baila?
C.S.: ¡Yo sí! Lo que se me olvidó bailar fue tango. Mi mamá le pagó a un señor que vivía en Piedecuesta y me enseñaba a bailar tango.
V.D.: ¿Y ahora qué baila?
C.S.: Pasodoble, bambuco. Boleros a la lata.
V.D.: ¿Y apretao?
C.S.: ¡No!
V.D.: ¿No? ¿Pero cómo baila usted un bolero?
C.S.: Nosotras las chinas, que éramos bastantes, cargábamos alfileres. Y había viejos que nos sacaban a bailar y nos apretaban y dele chuzo. Y nos juntábamos: “Bueno, ¿le dio chuzo al viejo?”. Y dele.
V.D.: ¿Es cierto que usted tiene carné del Partido Liberal?
C.S.: Tenía del Liberal y del Conservador.
V.D.: ¿Y por qué de ambos?
C.S.: Pa’ poder salir. Estaban ganando los conservadores y nosotros éramos liberales. Entonces, para que nos dejaran salir, una amiga me lo consiguió.
V.D.: O sea que se hacía pasar como conservadora…
C.S.: Sí, para poder salir, y si no, me tocaba no comer ni carne.
V.D.: ¿Es liberal?
C.S.: Sí, hasta que me muera.
V.D.: ¿Y su hijo es liberal?
C.S.: Quién sabe. Eso cómo que un poco es liberal y otro poco conservador, ni sé.
V.D. ¿Qué piensa del aborto?
C.S.: Me parece mejor que no aborten. Porque se está acabando la gente.
V.D.: ¿Y qué piensa de los matrimonios de parejas del mismo sexo?
C.S.: ¡Menos! Porque no me gusta eso, queda como feo.
V.D.: ¿Usted enviudó y nunca volvió a conseguir novio?
C.S.: No, eso para qué, vienen a ver que le sacan a uno.
V.D.: Si su hijo gana, y la posesión presidencial es fuera de Santander, ¿usted va?
C.S.: No. La veo por televisión. No voy a coger por allá tan frío, ¡no!
V.D.: ¿No le gusta Bogotá?
C.S.: No, no me gusta.
V.D.: ¿Le tiene miedo a la muerte?
C.S.: No. Cero. Descansa uno.
V.D.: ¿Y cómo se la imagina?
C.S.: Pues descansar.
V.D.: ¿Y cree en el cielo, en el infierno?
C.S.: Yo no creo mucho en eso.
V.D.: Pero cree en Dios…
C.S.: Eso sí.
V.D.: ¿Y usted cree que cuando fallezca para dónde se va a ir?
C.S.: ¿Yo? Para ninguna parte.
V.D.: ¿A Rodolfo lo ve vigoroso?
C.S.: Sí, claro.
V.D.: Algunos le dicen “el viejito”.
C.S.: Va pa’ viejito, pero todavía no está viejo. Y es muy amable con la gente pobre. Cuando estuvo en la Alcaldía, donó el sueldo y yo lo felicité.
V.D.: Gracias por recibirme.
C.S.: Tiene la finca a la orden.
V.D.: No me diga eso porque vuelvo.
C.S.: Venga, y le hago sancocho de chorotas.