ESCÁNDALO

Operación Balda

SEMANA cuenta la trama que rodea el intento de agentes de inteligencia ecuatorianos de secuestrar en Bogotá a un opositor de Correa.

26 de enero de 2013
Fernando Balda Flores es un joven político ecuatoriano que después de trabajar en el partido Alianza País del presidente Rafael Correa, se pasó junto a Lucio Gutiérrez, el gran opositor del gobierno.

Fernando Balda Flores es un personaje desconocido para la mayoría de los colombianos. Sin embargo, el nombre de este ecuatoriano empieza a ser objeto de escándalo en su país y puede dar mucho de qué hablar en Colombia. Este reconocido opositor al presidente Rafael Correa, quien estuvo exiliado en Colombia durante tres años y próximo al círculo del expresidente Uribe, es el protagonista de un oscuro episodio que ha pasado desapercibido, pero que podría llegar a tener graves repercusiones en las relaciones entre Colombia y Ecuador.

Durante meses, miembros de la inteligencia ecuatoriana realizaron labores encubiertas en territorio colombiano, se aliaron con un suboficial del Ejército colombiano, contrataron delincuentes e intentaron secuestrar el año pasado a Balda en pleno norte de Bogotá, con el fin de llevárselo a Ecuador. El intento fracasó por la reacción de la ciudadanía y la Policía cuando los secuestradores se lo llevaban en el carro para sacarlo de la capital. Tres meses después, en octubre, el ecuatoriano fue sorpresivamente deportado por las autoridades colombianas a Ecuador en un avión oficial y, la semana pasada fue condenado en su país por atentar contra la seguridad del Estado.

Todo esto ha ocurrido sin que el gobierno colombiano haya dicho una palabra sobre el caso. SEMANA revela todos los detalles de una trama que parece sacada de una novela de espionaje e intrigas internacionales.


Opositor perseguido

Fernando Balda Balda había sido compañero de viaje de Rafael Correa en su partido Alianza País, pero en 2009 se pasó a la oposición. Hizo parte de la Asamblea Nacional del Ecuador y asesoró al expresidente Lucio Gutiérrez, el mayor crítico de Correa. Integró el equipo que asumió la defensa de Juan Manuel Santos en el proceso judicial que se adelantaba en el vecino país por el bombardeo en el que murió Raúl Reyes. En entrevistas, blogs y páginas web, Balda se dedicó a realizar todas suerte de denuncias y críticas contra Correa. Entre otros, señaló al gobierno ecuatoriano de disponer presuntamente de una central secreta desde la que se estarían espiando políticos y periodistas no afectos al régimen. Fue demandado por injuria y buscó refugio en Colombia, primero en 2009 y luego desde mediados de 2010.

Una vez en Bogotá, donde se radicó desde entonces con su compañera, Vanessa Castelo y sus cuatro hijos, sus posiciones radicales contra Correa permitieron que tuviera acogida en el círculo más cercano del expresidente Álvaro Uribe, entre ellos con José Obdulio Gaviria. Desde Colombia, Balda continuó publicando toda suerte de denuncias contra Correa al tiempo que era invitado a conversatorios y conferencias por parte del círculo uribista y participaba con frecuencia en las actividades y debates de la Fundación Internacionalismo Democrático, presidida por Uribe. 

Uno de los últimos actos en los que participó Balda con esta fundación fue una conferencia, el 10 de mayo de 2012, en el hotel Las Lomas, cerca al aeropuerto de Rionegro, que sirve a Medellín. Allí presentó a tres compatriotas suyos llamados Luis Chicaiza, Wilson Jarrín y Daniela Gaibor. El primero se acreditó como miembro de una ong y los otros dos como parte de un movimiento político de oposición a Correa. Ese evento produjo una fuerte protesta de la embajada de Ecuador en Bogotá e incluso del propio Correa pues consideraron que se trató de una intromisión indebida en asuntos internos. 

A las pocas semanas, el 5 de julio de 2012, Balda fue objeto de un extraño operativo cuando salía de su apartamento en el norte de Bogotá. Tras abordar un taxi, fue interceptado por varios hombres y un policía disfrazado que lo llevaron a las autoridades de migración con el fin de deportarlo a Ecuador. Sin embargo, quedó libre a las pocas horas pues no había en ese momento orden de captura por parte de Interpol ni otro requerimiento en su contra. Balda denunció que había sido víctima de un intento de secuestro por un comando y fue tildado de paranoico por las autoridades de su país. 

Opositor secuestrado

Poco más de un mes más tarde, el 13 de agosto del año pasado, a las 7:40 de la noche, Balda se acababa de despedir de su compatriota Luis Chicaiza y caminaba por una calle del barrio Cedritos, en el norte de Bogotá, cuando una camioneta frenó a su lado y varios hombres lo subieron al vehículo a la fuerza. La suerte estuvo de su lado. Un taxista vio la escena y llamó a sus colegas y a la Policía. Se inició una persecución a alta velocidad por las calles del concurrido sector que continuó por la autopista norte. La policía instaló barricadas y los plagiarios no tuvieron otra opción que tomar una trocha a la altura de la calle 200 en donde dejaron abandonado el vehículo con el secuestrado y escaparon por los potreros. Ese fue el episodio que divulgó en su momento SEMANA. La Fiscalía inició una investigación de rutina por el intento de secuestro, pero lo que fueron descubriendo dejó sorprendidas a las autoridades.

Una de las primeras pistas para dar con los secuestradores fue que en el vehículo abandonado las autoridades encontraron varias huellas digitales entre las que estaban las de un residente de Puerto Tejada, Cauca (SEMANA conoce los nombres de este y otros implicados pero se abstiene de publicarlos para no entorpecer el proceso). Al día siguiente del intento de plagio un grupo viajó hasta ese municipio y localizó al hombre, quien acababa de llegar de Bogotá. Desconcertado por la rápida llegada de las autoridades a su vivienda, habló. 

Aceptó haber participado en el intento de secuestro de Balda. Contó que el 10 de agosto, tres días antes del secuestro, recibió una llamada de un amigo de infancia quien en ese momento se desempeñaba como cabo del Ejército de Colombia, en una unidad en el Meta. Este amigo le dijo que viajara a Bogotá para “una vuelta” y que un tercer participante le daría los detalles en Puerto Tejada. Este último le explicó que “la vuelta” consistía en secuestrar a una persona y llevarla hasta Ipiales, por lo que recibirían 30 millones de pesos. 

El sábado 11 de agosto los dos hombres viajaron hasta Palmira y se encontraron con otras dos personas, entre ellas una mujer. Todos abordaron un vuelo de Avianca. Al llegar a Bogotá, otros dos miembros del grupo los llevaron en una camioneta hasta el hotel Imperial House, a pocas cuadras de la embajada de Estados Unidos. Horas más tarde todos fueron a comprar ropa al centro comercial Salitre Plaza. 

Hacia el medio día del domingo 12 de agosto llegó hasta el hotel el cabo y durante toda la tarde estuvieron tomando licor. Entrada la noche, el suboficial y sus dos amigos de Puerto Tejada se fueron y continuaron bebiendo hasta la madrugada en un conocido burdel en la zona de tolerancia del barrio Santa Fe, en el centro de la capital. Hacia la una de la tarde del lunes, los tres fueron hasta un lugar cercano al hotel donde se hospedaban y compraron varios celulares. El suboficial del Ejército entregó 800 dólares a cada uno como anticipo del pago. De allí salieron hacia el barrio Cedritos para hacer un reconocimiento del sector en donde harían el fallido secuestro unas horas más tarde. 

El hombre que vino del sur

Hasta ese momento solo había colombianos involucrados en el intento de secuestro. Pero la investigación acabó por destapar que, tras toda la operación había agentes de inteligencia ecuatorianos que actuaron ilegalmente en Colombia. 

Los investigadores rastrearon las placas del vehículo abandonado en el que iba Balda. El dato los llevó hasta un sitio de alquiler de vehículos, no lejos del hotel donde se hospedaron los secuestradores. Allí dijeron a las autoridades que el campero había sido alquilado el sábado 11 de agosto por 6 millones de pesos por un hombre que firmó un recibo a nombre de Luis Raúl Chicaiza. 

Con ese dato buscaron en todos los hoteles y descubrieron que Chicaiza se había registrado el sábado 10 de agosto en el hotel Capital, sobre la avenida El Dorado, no muy lejos de donde estaban los secuestradores. Al inspeccionar los videos del Capital y la zona vieron a Chicaiza reunido con un hombre que resultó también viejo amigo del cabo. En otro video, del domingo 12, también se observa a estos dos hombres en el mismo hotel inspeccionando el campero utilizado para el intento de secuestro.

El nombre de Chicaiza guardaba aún más sorpresas a los investigadores de la Fiscalía colombiana. Al rastrear sus pasos, descubrieron que se había registrado en el hotel Las Lomas de Rionegro, cuando asistió, en mayo, como miembro de una ONG ecuatoriana a la reunión en la que estaban Balda, Álvaro Uribe y otros integrantes de la Fundación del expresidente (ver fotos). El desconcierto de los investigadores llegó al máximo cuando solicitaron información sobre Chicaiza a las autoridades ecuatorianas y estas les explicaron que se trataba de un sargento activo de la Policía de ese país. Su último ascenso había sido el 19 de mayo de 2009, había trabajado en los distritos policiales de las provincias del Guayas, Quito, Carchi y Bolívar y laboraba entonces para la Dirección General de Inteligencia de ese país. Tiene casi dos décadas de experiencia en inteligencia y ha sido condecorado varias veces.

Infiltrar un agente ecuatoriano activo en una reunión en territorio colombiano en la que participan un expresidente de la República y sus asesores más cercanos, en el marco de una operación ilegal encubierta, ya sería motivo suficiente para armar una trifulca diplomática entre Colombia y Ecuador, como la que tuvo lugar durante el bombardeo al campamento de Raúl Reyes, pero esta vez con los ecuatorianos violando la soberanía colombiana. Sin embargo, los investigadores pronto descubrirían que había aún más motivos para el escándalo. Chicaiza no parecía ser el único agente ecuatoriano clandestino en esta historia. 

Espías aprendices

Al revisar la lista de asistentes y los videos de la reunión de mayo en el hotel Las Lomas, los fiscales encontraron el nombre de un exintegrante de la inteligencia ecuatoriana. Se trata de Stalin Scoto, un capitán de inteligencia de la Policía de ese país que fue retirado del servicio cuando se vio involucrado en un intento de secuestro del ministro ecuatoriano Patricio Acosta en 2005, quien entonces era el hombre fuerte del entonces presidente Lucio Gutiérrez y cercano también a Balda. 

Las autoridades colombianas encontraron y siguen investigando otros nombres de posibles agentes ecuatorianos activos, quienes habrían estado en esa y otras reuniones en Colombia y habrían participado en el intento de secuestro. Se trata de un total de diez personas cuya identidad y filiación están siendo verificadas. La revista ecuatoriana,Vanguardia, que ha publicado sobre el caso, menciona a dos de estos personajes y dice que Chicaiza habría contado con fondos del Estado ecuatoriano y que a Balda lo estarían siguiendo dos agencias de inteligencia de ese país. 

Hoy ya se sabe que entre el 9 y el 31 de mayo, antes del primer intento de secuestro de Balda en Bogotá, miembros de la inteligencia ecuatoriana estuvieron hospedados en la capital haciendo labores de inteligencia para plagiarlo. Incluso, se analiza un video en poder de la Fiscalía colombiana en el que se ve a un grupo de hombres, que según testigos, tenían acento ecuatoriano, planificando ese primer secuestro cerca al apartamento de Balda en Bogotá. 

Las autoridades creen que las actividades de inteligencia que desarrollaron ilegalmente los agentes ecuatorianos en Colombia no iban dirigidas a espiar al presidente Uribe y su grupo, sino exclusivamente a planificar y ejecutar el secuestro del principal opositor de Correa. Sin embargo, si el solo hecho de adelantar una operación de ese tipo sin autorización ya es una violación de la soberanía, que se llegue en el curso de la misma hasta irrumpir en reuniones en las que participa un expresidente sería todo un escándalo, en caso de que se llegara a probar que el gobierno ecuatoriano pudiera estar involucrado. De ser así y con el precedente de la operación contra Raúl Reyes, el gobierno colombiano se vería en aprietos para hacer algún reclamo o manifestarse públicamente.

Ese involucramiento, por supuesto, dista de estar claro. Aunque se investiga a los demás participantes, el único miembro activo de inteligencia ecuatoriana cuya participación en el intento de secuestro está comprobada es un sargento y el otro es un capitán retirado hace algunos años del servicio. El caso es una bomba en potencia y se ha convertido en un ‘chicharrón’ para la Fiscalía, pero no hay un solo detenido. El cabo fue retirado del Ejército el pasado 12 de septiembre, un mes después del intento de plagio, y no se sabe nada de él. Nadie da razón tampoco de la suerte del agente Chicaiza y sus colegas ecuatorianos. Lo único que se sabe es que salieron del país pocos días después de la acción. 

Balda, por su parte, permaneció en Colombia hasta octubre pasado. El 11 de ese mes fue abordado por las autoridades migratorias colombianas quienes le informaron que tenían la orden de deportarlo, aduciendo que Ecuador lo había requerido por existir una sentencia de un juez en su contra por “injuria calumniosa grave” y que su situación migratoria era irregular (su mujer, Vanessa, y sus cuatro hijos, sin embargo, no fueron deportados y permanecieron en Bogotá). Esa misma noche fue llevado hasta el aeropuerto militar de Catam en donde un avión de la FAC lo transportó hasta Quito. Llegó a las ocho de la noche y fue recibido por Rommy Vallejo, jefe de la Unidad de Gestión de la Seguridad Interna de la Presidencia ecuatoriana. Dos horas más tarde fue llevado en otro avión hasta Guayaquil y recluido en la penitenciaría El Litoral de esa ciudad. Dos semanas después fue trasladado a un pabellón de alta seguridad del penal García Moreno, en Quito. El pasado 7 de enero un juez lo condenó por atentar contra la seguridad del Estado y está aguardando la notificación de su sentencia.

Toda esta novela ha sido tratada con total discreción por los dos gobiernos. Pero, dados los alcances de este caso, son muchas las preguntas a las que ambos deberían dar respuesta. ¿De quién es la mano tras esta operación de agentes encubiertos en un país vecino y amigo? En diplomacia es perfectamente comprensible que un caso de estos se ventile discretamente, pero, si el alto gobierno colombiano conocía del intento de secuestro de Fernando Balda, ¿por qué accedió a deportarlo a su país, donde era evidente que sería condenado?