NACIÓN

Pablo Escobar: así fue como el narcotraficante colombiano logró “importar” los animales de la hacienda Nápoles

El zoológico que el capo tenía en Puerto Triunfo, Antioquia, llegó a albergar más de 1.200 animales exóticos originarios de varios lugares del mundo.

0
20 de enero de 2021
Un rinoceronte en la Hacienda Nápoles. | Foto: Parque temático Hacienda Nápoles

Pablo Escobar, uno de los narcotraficantes más peligrosos y sangrientos de la historia colombiana, fue un personaje de contrastes. La mayoría de los colombianos lo recuerdan como un monstruo al que no le importaba ninguna vida con tal de lograr sus objetivos. Su familia, por su parte, sin justificar sus acciones, lo ha recordado como un esposo y un padre que les brindó cariño y amor incondicional. Y, finalmente, otra de sus facetas está ligada al lujo, pues el capo tenía gustos muy particulares que dejó ver, sobre todo, en la inmensa hacienda Nápoles, su casa de recreo en Puerto Triunfo, Antioquia.

De hecho, en la hacienda Escobar materializó la obsesión de tener un zoológico privado con especies de todos los rincones del mundo.

Todo empezó en 1981, cuando Pablo Escobar importó ilegalmente 4 hipopótamos, tres hembras y un macho para el particular lugar. Poco a poco, otras especies fueron parte de las atracciones más importantes de la hacienda: entre ellas elefantes, jirafas, flamencos, rinocerontes y cebras. Hacia mediados de los años 80, la hacienda Nápoles albergaba más de 1.200 animales exóticos.

Sin embargo, muchos se preguntan cómo hizo el capo para traer estos animales sin ser obstaculizado por las autoridades ambientales.

Pablo Escobar coronó la entrada de la hacienda Nápoles con la avioneta en la que transportó su primer cargamento de coca a Estados Unidos.

En su libro Pablo Escobar, mi padre, Juan Pablo Escobar, hijo del narcotraficante relató que en un viaje a Estados Unidos el narcotraficante encargó averiguar por la manera de conseguir elefantes, cebras, jirafas, dromedarios, hipopótamos, búfalos, canguros, flamencos, avestruces y otras especies de aves, de algún zoológico que ya existiera. Según el hijo de Pablo Escobar, en la lista de búsqueda había también tigres y leones, pero después desistieron de la búsqueda porque el capo quería que todos los animales estuvieran libres en la hacienda y estos podían significar un peligro.

Quienes trabajaban para Escobar, se contactaron con un zoocriadero en Dallas, Texas, que se especializaba en cazar animales en su hábitat natural y trasladarlos a Estados Unidos. Según detalla el libro, Escobar pagó dos millones de dólares en efectivo por los primeros animales.

Los primeros animales llegaron desde Estados Unidos al puerto de Necoclí, en la zona del Urabá y sobre el mar Caribe. Sin embargo, como los viajes en barco eran estresantes para los animales, luego comenzaron a llegar a través de vuelos clandestinos que aterrizaban en el aeropuerto Olaya Herrera, de Medellín.

“Mientras el enorme aparato aterrizaba sin apagar los motores, del hangar de mi padre salían numerosos camiones y empleados con varias grúas y con una rapidez asombrosa bajaban los guacales con los animales. Luego, el avión decolaba nuevamente. Cuando las autoridades llegaban, alertadas por el ruido, solo encontraban algunas cajas de madera vacías y muchas plumas y pelos en el piso”, le dijo el hijo del capo a El Tiempo en una entrevista sobre el libro.

Según lo indica el libro, Pablo Escobar utilizó también un avión DC-3 para traer una pareja de rinocerontes desde Estados Unidos. Sumados a estos, el narcotraficante también logró transportar una pareja de loras negras y dos delfines rosados.

Cuando el narcotraficante cayó, muchos de los animales salvajes fueron trasladados a otros zoológicos, mientras que algunos fallecieron. Sin embargo, los hipopótamos se adaptaron fácilmente a su nuevo hábitat lo que ha ocasionado una sobrepoblación de estos animales en la región, tanto así que según una nota publicada por el New York Post, la población de hipopótamos podría alcanzar en 2024 los 1.500 animales si no se detiene su reproducción, una problemática que los expertos están estudiando para determinar qué opciones existen para controlar la reproducción de los mismos y con ello proteger las otras especies que habitan en el Magdalena.