CONMEMORACIÓN
“Pablo Escobar Gaviria vio una oportunidad de oro. El M-19 le cuenta que está en esa operación y él la apoya”: lo que le dijo Popeye a SEMANA sobre la Toma del Palacio de Justicia
En una entrevista con SEMANA, meses antes de morir, el lugarteniente del capo contó su versión sobre lo que sucedió en la cruel toma y retoma que este viernes cumple 37 años. “El patrón odiaba a Belisario Betancur”, dijo.
Cada 5 y 6 de noviembre el país se enluta de nuevo recordando la toma del Palacio de Justicia. Sin embargo, lo que realmente pasó esos días de 1985 sigue estando lleno de misterios. Este 5 y 6 de noviembre se cumplen 35 años de ese triste suceso. Y a pesar de que durante décadas la justicia nacional e internacional han intentado develar la verdad, aún resta mucho por resolver de ese crimen que conmocionó al país.
Uno de los elementos que siempre ha sido un interrogante es si Pablo Escobar cumplió un papel en la planeación y financiación del holocausto de la justicia. Para el especial de los 30 años, Popeye habló con SEMANA sobre ese rol. “Yo soy la memoria histórica del cartel de Medellín”, le dijo al periodista que le hizo la entrevista en la capital de Antioquia. “El financiamiento por parte de Pablo Emilio Escobar Gaviria y el cartel de Medellín a la toma del Palacio de Justicia es una realidad; nótese que no digo supuestamente”, aseguró.
Según su versión, para la toma, Escobar le entregó armas y dos millones de dólares a Iván Marino Ospina, jefe militar del M-19, dinero que fue crucial para llevar a cabo el plan que venía rodando con meses de anticipación.
“El patrón les decía que no se metieran al Palacio, sino al Senado, porque el presidente Belisario Betancur sí iba a pelear por el Senado”, y ya en una supuesta negociación, lo primero que tenían que pedir los comandantes guerrilleros era que el Gobierno renunciara a la extradición de colombianos a los Estados Unidos, que era la lucha del cartel de Medellín. “El plan ‘B’ era matar la mayor cantidad de magistrados y quemar los expedientes, que fue el que se realizó porque ellos tenían un trabajo avanzado en la Corte, la tenían infiltrada”.
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Con vehemencia, Popeye aseguró que era mentira que Carlos Castaño haya financiado la toma, pues para la época era apenas un muchacho que se estaba preparando para ser un gatillero más del cartel.
“Pablo Escobar Gaviria vio una oportunidad de oro. El M-19 le cuenta que está en esa operación y él la apoya, porque él odiaba a Belisario Betancur, porque le había dado 5 millones de dólares para la campaña, y cuando estaba allá nombró a Rodrigo Lara Bonilla como ministro de Justicia, que era uno de los pactos que tenían. Cuando Pablo mata a Lara Bonilla, Belisario se convierte en el gran enemigo”.
Una de las grandes dudas que hay sobre el testimonio de Popeye, es que para la toma Iván Marino Ospina ya había muerto, pero este argumenta que la reunión de planeación había sucedido muchos meses antes, mientras se infiltraba y se estudiaban los movimientos en el interior del Palacio de Justicia. Sin embargo, en la mayoría de testimonios del exsicario, está la incertidumbre.
En su libro “El verdadero Pablo”, Popeye también había dado una versión sobre lo que había sucedido en la toma. El fragmento de ese episodio fue en su momento portada de la revista SEMANA. Este es el testimonio del fallecido lugarteniente del capo.
"Recuerdo claramente aquel día. Después de pedir una entrevista con el Patrón, los líderes del M-19, Iván Marino Ospina y Álvaro Fayad, llegaron a la hacienda Nápoles. En la larga reunión llevada a cabo allí, le cuentan el ambicioso proyecto que tienen en mente: atacar el Palacio de Justicia. Le dicen que quieren montar un espectacular operativo frente a los medios de comunicación del mundo, en plena Plaza de Bolívar, para denunciar al presidente de Colombia, Belisario Betancur, por haber incumplido y traicionado un cese del fuego y un diálogo pactado con la insurgencia...
“Belisario nos está tomando el pelo”, le dice Iván Marino al Patrón, y él le contesta: “No, no les está tomando el pelo, es que en este país los militares son dueños del presidente de turno y estos no están dispuestos a seguir apoyando el proceso de paz”.
“Si no hacemos estas cosas, Pablo, no seríamos fuertes negociadores en la mesa de diálogo”.
El Patrón les pide que le cuenten los detalles del operativo; de inmediato, Álvaro Fayad le empieza a explicar con no poco entusiasmo:
“La operación la vamos a bautizar Antonio Nariño, por los Derechos del Hombre; contamos con cerca de 50 efectivos. Veintiocho guerrilleros que ingresarán por el sótano, donde ya tenemos un infiltrado quien nos abrirá la puerta. Previamente, seis compañeros estarán dentro del Palacio, haciéndose pasar por abogados, y en la parte exterior tendremos 10 compañeros atentos con la inteligencia y listos para apoyarnos”.
Después de varias horas de discutir sobre el operativo, Pablo Escobar se pone de pie y les pregunta:
“Bueno, muy bien, todo suena perfecto y ¿qué necesitan de mí?”.
“Pablo, pretendemos tu financiamiento de toda la operación; a ti te conviene por lo de la extradición, por eso te buscamos”.
Le dice Iván Marino Ospina. “Estimamos necesario un millón de dólares; es preciso traer fusiles de Nicaragua y explosivos C-4”, complementa Álvaro Fayad.
Pablo se queda pensativo y les dice: “Yo les presto un avión que puede aterrizar en la hacienda Nápoles y así pueden ser trasladadas las armas y los explosivos”.
“Gracias Pablo”, le contestan ambos en coro, entusiasmados. “Pero les voy a proponer un negocio más interesante para ustedes. Debemos aprovechar esa entrada al Palacio para darle un golpe fuerte a la extradición” (...) “Les voy a entregar dos millones de dólares, pero va a haber cinco más esperándolos cuando hayan terminado el operativo. Dos de mis hombres irán con ustedes con la misión de quemar los expedientes de todos aquellos que van a ser extraditados de Colombia hacia Estados Unidos y de asesinar a Reyes Echandía, Medellín Forero, Medina Moyano y Patiño Roselli, por traidores a la patria”.
Los dos hombres se miran e Iván Ospina dice: “No, no nos parece muy buena idea que vayan personas diferentes al comando, ya que nuestros hombres llevan varios meses entrenándose para el operativo y sería demasiado riesgoso para el éxito de la misión”.
Bien, entonces ustedes se hacen cargo de que se cumpla este objetivo... Al Jefe le seduce la idea de ayudar al grupo guerrillero, para con ello, de paso, atacar el núcleo de la justicia colombiana con la que está enfrentado. Pablo necesita eliminar a todos aquellos jueces quienes, con su fallo, aprueban la extradición; por eso ha mandado a asesinar, antes que a los demás, al magistrado responsable de la aprobación de la extradición.
Los líderes del M-19 organizan la toma del Palacio de Justicia, terminando su entrenamiento en la hacienda Nápoles. Allí, los guerrilleros ya han recibido para la toma el envío de 20 fusiles y gran cantidad de munición, financiada por Pablo Escobar... El Ejército combate por 28 horas, eliminando a los guerrilleros; 28 horas de felicidad para el capo de capos, observando, como un niño emocionado, por televisión, en vivo y en directo, la culminación del plan urdido por el M-19 y financiado por él. No solo consigue desaparecer los expedientes por la quema, también evita el tener que cazar en la calle, a los firmantes de las extradiciones, quienes mueren incinerados y con una bala en su cerebro.
El periódico El Espectador denuncia la mano de Escobar en la toma del Palacio; don Guillermo Cano vigila con lupa los hechos que tienen el sello del Patrón y los denuncia sin ningún escudo.
“Pablo, mordiendo la esquina de una hoja de papel, nos dice: “Hay que matar a Guillermo Cano...””, aseguró el gatillero.
El M-19, tal como estaba planeado, niega nexos con la mafia para la toma. Iván Mario Ospina y Jaime Bateman se refugian en la infraestructura de Pablo Escobar en Antioquia, tras la persecución de las autoridades, después de los hechos. De por sí, Iván Marino Ospina se movía en Medellín como un parroquiano cualquiera. Para la época, una cédula falsa era suficiente para pasar los pocos controles de la Policía Nacional, en las calles y carreteras del país. Era un hombre sencillo del común, un guerrero como pocos; Pablo lo respaldaba siempre y fueron buenos amigos. En Medellín se sentía muy seguro, ya que Pablo tenía controladas a las autoridades policiales por medio del soborno económico, y nadie soñaría que allí el líder del M-19 se encontrara como en su casa. Utilizaba automóviles normales pertenecientes a Pablo Escobar; la mayoría de las veces se movía en un Renault 4.
Los dos millones de dólares prometidos le son pagados al M-19, recibiéndolos Iván Marino Ospina. Se les entregaron en un carro que tenía una caleta donde se encontraba escondido el dinero. Esto, adicional a los 40 millones de pesos recibidos anteriormente, mientras se preparaban para la toma, en concepto de ‘viáticos’.
El periodista Jorge Enrique Pulido también ataca y deja ver en su noticiero que Escobar tiene responsabilidad en el espinoso asunto. Y una vez más Pablo sentencia:
-Hay que matar a Jorge Enrique Pulido...
Pablo Escobar y Cuba
"...Pablo Escobar siempre busca la forma de llegar con su droga a las calles norteamericanas, a través de gobiernos no aliados y enemigos de los Estados Unidos de Norteamérica. Lo quiere hacer a gran escala; ya lo ha hecho a través de Nicaragua, en la época que este país estuvo en manos del gobierno sandinista.
Con ayuda de Jorge Avendaño, apodado el ‘Cocodrilo’, el ‘Patrón’ llega a Fidel Castro, en la isla de Cuba. Este lo conecta con su hermano Raúl y así se inicia una operación de tráfico de cocaína. Pablo Escobar conserva la amistad con Fidel Castro, desde su estadía en Nicaragua; nunca han hablado personalmente, pero sostienen permanente y fluida comunicación por cartas y terceras personas. La amistad se establece a través de Álvaro Fayad, el comandante del M-19, e Iván Marino Ospina.
...El trato se cierra y el ‘Cocodrilo’ viaja a la isla con un pasaporte falso; coordina todo en cabeza de Raúl Castro y por espacio de dos años trabajan de la siguiente manera:
La droga se empacaba en condones y luego se unían varios preservativos en paquetes de un kilo, envolviéndolos en bolsas plásticas que eran selladas con cinta adhesiva. Salía del puerto de Buenaventura navegando hasta las costas mexicanas, donde era recibida por los socios locales; inmediatamente llegaba, era subida a aviones con matrícula mexicana y despachada rumbo a Cuba. Con el apoyo de las autoridades cubanas, los aviones procedentes de México no tienen problema alguno. Allí, los militares cubanos, al mando del general Ochoa y el oficial Tony la Guardia, bajo instrucciones directas de Raúl Castro, se hacían cargo de la mercancía, custodiándola para posteriormente embarcarla en lanchas rápidas, tanqueadas con gasolina por cuenta de los cubanos, con destino a Estados Unidos, entrando por Cayo Hueso. Las lanchas iban y venían varias veces durante esas jornadas. Ya en costas estadounidenses, la droga era recibida por el ‘Mugre’, quien con su gente la trasladaba varias caletas, situadas en Kendall, Boca Ratón y el mismo Cayo Hueso. Estas caletas eran casas residenciales, en donde se perforaba el terreno y, en tubos de PVC, para que no se humedeciera la cocaína, se enterraba la droga, esperando a ser distribuida en pequeñas cantidades a los minoristas, para ser comercializada en todo Estados Unidos. Cada caleta tenía capacidad de almacenamiento de hasta 2.000 kilos.
Los cubanos reciben 2.000 dólares por cada kilo de droga transportada y 200 dólares por cada kilo custodiado. La tajada de la mafia en México, por el uso de su infraestructura, como puente a la isla, oscila entre 1.500 y 2.000 dólares por cada kilo, dependiendo de la importancia del embarque. La cercanía entre México y la isla cubana da margen para transportar más cantidades de cocaína y gastar menos combustible. Pablo estaba feliz con esta ruta. Decía que era un placer hacer negocios con Raúl Castro, pues era un hombre serio y emprendedor.
Esta ruta llenó las arcas del ‘Patrón’, quien se encontraba ilíquido al comenzar negocios con los cubanos, pues la guerra con el Estado colombiano le había demandado muchos recursos. En cada envío, hacia Cuba, por avión, se cargaba un promedio de 10.000 a 12.000 kilos.
Durante este operativo y en varias oportunidades, los dos enlaces cubanos el capitán Jorge Martínez Valdés y el oficial Amado Padrón viajaron a Medellín; los movíamos con documentos falsos y para no llamar la atención, por su acento, se los hacía pasar por costeños. Los viajes y la atención de estos en Colombia estaban totalmente a cargo del ‘Cocodrilo’.
Al comienzo de los negocios con los cubanos, los mexicanos se mostraron reacios a incluirlos, alegando que ellos querían cobrar mucho por participar. Pablo se impuso, pues antaño simpatizaba con la causa de la revolución y quería apoyar a Fidel.
Los dólares producto de la venta de esta droga en Estados Unidos llegaban a manos llenas, camuflados en electrodomésticos, que ingresaban a Colombia ante la mirada complaciente de algunos funcionarios de la Aduana, al servicio de Escobar. Desde allí, se repartía su participación a los socios mexicanos y cubanos.
La ruta cayó cuando se destapó todo el escándalo, al caer un gran cargamento decomisado por la DEA, proveniente de Cuba, y varios cubanos detenidos confesaron delatando la operación. La investigación lleva a la DEA hacia el cartel de Medellín y al gobierno cubano. El ‘Cocodrilo’ sale de Cuba rumbo a Colombia. La investigación llega hasta las más altas esferas del gobierno norteamericano. El tráfico es a gran escala y alegan que es imposible que los funcionarios de la isla no lo supieran. Esto pone al gobierno de Cuba en la mira de sus más encarnizados enemigos, los norteamericanos. Mucha cocaína quedó enterrada en suelo cubano.
Fidel Castro no se queda con los brazos cruzados y ordena una farsa de investigación, para de esta forma protegerse él y de paso, a su hermano Raúl. En la isla, se anuncia con bombos y platillos a los medios de comunicación, que “la Revolución Cubana fue penetrada por el narcotráfico, en manos de unos apátridas y malos hijos, enquistados en el ejército revolucionario”. Se acusa al general Arnaldo Ochoa y 11 personas más; en tiempo récord, el general es fusilado con sus más cercanos colaboradores, creyendo que con esto tapaban el sol con un dedo.
Ante la comunidad internacional, el gobierno cubano cree haber puesto una cortina de humo al escándalo. Sin embargo, frente a los norteamericanos, la cosa es a otro precio. Me cuenta Pablo Escobar que, en un computador de la CIA y en las oficinas del Pentágono, duerme el caso. Pero no ha muerto, simplemente lo tienen archivado con el sellito de “información clasificada”.
Después de ese suceso, las comunicaciones entre Fidel Castro y Pablo Escobar tuvieron que silenciarse. No obstante, Pablo propuso a los militares cubanos canjear armas de fabricación rusa por droga, pero este negocio nunca se concretó.”