Mientras que China logró aplanar la curva de la epidemia, en Europa y Estados Unidos apenas empiezan a tomarse medidas drásticas. Una gran alerta fue que Tom Hanks, el actor más querido en Estados Unidos, y su esposa, Rita Wilson, se contagiaron. Otros líderes mundiales están aislados por sospecha de contagio.

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Pesadilla... ¿sin fin?: 45 casos de coronavirus confirmados en el país

Mientras el mundo y Colombia toman medidas draconianas para contener la expansión del virus, los efectos económicos tienen a los mercados en pánico y a los empresarios con los pelos de punta. La salud prima sobre la economía; por eso hay que prepararse para un 2020 lleno de desafíos.

15 de marzo de 2020

Parece una película de terror. Quizás el argumento no se le habría ocurrido al más avezado guionista de Hollywood. Lo cierto es que lo sucedido en el mundo durante las últimas semanas más parece sacado de un guion de ficción que de la propia realidad.

El nuevo coronavirus que se descubrió a comienzos de este año en Wuhan, China, hoy tiene al mundo en pánico y a la economía al borde de una neumonía. En la última semana supera la cifra de 145.000 los casos de personas contagiadas y más de 5.400 muertes. Ya está presente en 138 países. La situación más dramática en la actualidad se presenta en Italia, que en las últimas semanas dobló sus cifras de contagios y el 11 de marzo, en solo 24 horas, los casos de muertes pasaron de 196 a 872, según el Daily Mail. En Colombia en la tarde del sábado se confirmó que el país había llegado a 24 casos. Dos de los contagios se reportaron en Medellín, uno en Rionegro y tres en Bogotá. “El Ministerio de Salud y Protección Social confirma seis nuevos casos de covid-19 en Colombia luego de resultados positivos a los análisis practicados y verificados por el Instituto Nacional de Salud”, anunció el ministerio a través de un comunicado.

Esta situación, sumado a los múltiples testimonios de médicos, que desde las trincheras de los hospitales italianos relataban al mundo a través de sus redes sociales cómo debían escoger a quién salvar y a quién dejar morir, ha esparcido el pánico. Lo que sucedió en Italia era la crónica de una muerte anunciada. Cuando comenzó la epidemia, las medidas fueron muy flexibles, y, en tanto avanzó el contagio, tuvieron que poner mano de hierro para controlarla.

Las imágenes de sitios que tradicionalmente están llenos de turistas de todos los rincones del mundo –como la Fontana di Trevi, el puente de Rialto de Venecia o la plaza del Duomo de Milán– quedaron desiertos de un día para otro. El virus pasó de ser una amenaza que venía de Oriente a convertirse en una realidad en Occidente.

Mientras que Italia sufría la mayor crisis de salud pública de las últimas décadas, en otros países de Europa las cifras de nuevos casos empezaban a subir exponencialmente. Al otro lado del Atlántico la situación no era mejor. En Estados Unidos el presidente Donald Trump, que semanas atrás había menospreciado la amenaza, declaró este viernes en la tarde la emergencia nacional por el coronavirus, al convertirse, junto con España, en uno de los países con mayor rapidez de contagio.

En China las cifras de nuevos casos diarios esta semana no pasaron de 24, según Worldometer. En cambio, en el resto del mundo están explotando, a tal punto que el nuevo epicentro de la epidemia es Europa.

Varios líderes mundiales tienen ya su salud comprometida por el covid-19, como Justin Trudeau y Jair Bolsonaro.

Esto provocó un terremoto a la economía mundial. El panorama en este frente no parece muy alentador. Caídas históricas en las bolsas de valores, el precio del petróleo hundiéndose y arrastrando de paso a las economías dependientes de él, mientras el dólar se fortalece a niveles impensados. Todo esto provocó gran alarma y movió a las autoridades económicas de varios países para precipitar recortes en las tasas de interés. Así lo hicieron Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Australia, entre otros. También inyectaron liquidez a las empresas: Estados Unidos, 1,5 billones de dólares y Europa, 120.000 millones de euros. Estas medidas buscaban evitar el colapso de las monedas y de los países. Pero todo indica que, por ahora, el coronavirus le está ganando la batalla a la economía.

Xi Jinping, presidente de China y Donald Trump, presidente de Estados Unidos. 

Colombia no fue ajena a este sismo. De tres casos aislados contabilizados a comienzos de esta semana, pasó a 34 el domingo. Y ahí cundió el pánico. La bolsa de valores colombiana cayó esta semana dos veces ante el temor de que la pandemia pasara a mayores y bajaron los precios del petróleo.

El golpe para el país es por partida doble. En paralelo a la crisis del coronavirus, Rusia y Arabia Saudita se enfrentan desde hace una semana por el mercado petrolero luego de que fracasara una propuesta de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) para recortar la producción diaria de crudo en 1,5 millones de barriles.

Rusia, que temía que esta decisión fuera excesiva para un mercado de por sí deprimido, provocó la ira del reino de Arabia Saudita, que respondió “guerra es guerra” y tiró al piso los precios del petróleo al aprobar un aumento en la producción diaria, que pasó de 9,7 millones de barriles a casi 12 millones.

La combinación de estas dos fuerzas hizo estallar el precio del dólar en el mundo. Aunque inicialmente se pensó que se trataba de una reacción exagerada ante una simple gripa, luego de la declaratoria de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el miércoles 11, se encendieron todas las alarmas. Y el mundo empezó a mirar con más rigor la situación. Eso puso en la balanza dos temas que no pueden resolverse sin sacrificios de algún lado: la salud y la economía.

En la actual coyuntura lo primordial es la salud y detener rápidamente el avance del virus, así haya algunas repercusiones económicas. No puede pasar lo que ocurrió en Italia, donde, para no herir la economía, no adoptaron medidas preventivas en etapas tempranas. Al final, tuvieron que tomarlas por la fuerza y paralizar el país. Como ya había ocurrido en Wuhan.

Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, y su esposa, Sophie Grégoire. Tom Hanks, actor de Hollywood, y su esposa, Rita Wilson. 

En China la producción se estancó por el coronavirus desde que comenzó el nuevo año lunar, a finales de enero. Según la firma de investigación económica Nomura, a partir del 8 de marzo ya había normalidad en un 74,1 por ciento la economía y en abril la producción estará al 100 por ciento.

Sin embargo, todavía en algunos países la controversia no se ha resuelto del todo y persisten las tensiones sobre qué se debe proteger primero. De la definición de prioridades depende en buena medida qué tan lejos llegue el contagio.

No es una simple gripa

Para calmar la ansiedad de la población ante el crecimiento del virus, algunos expertos dijeron inicialmente que se trataba de una simple gripa, que pasaría rápido y no tendría mayores consecuencias, aparte de un número ínfimo de muertos. Las cuentas parecían sencillas: el 80 por ciento de los contagiados se enfermarán levemente, esto es, con síntomas que se pueden manejar en casa. Pero alrededor de 15 por ciento requerirá hospitalización y 1 por ciento desarrollará complicaciones severas. En este grupo están personas de avanzada edad y otros con enfermedades de base como diabetes, hipertensión, problemas coronarios y epoc. Al ver estas cifras, hubo quienes pensaron que se trataba de un asunto que no requería cambiar la rutina diaria. Incluso desestimaron que los mayores índices de muertes se registraran entre personas mayores. En últimas, lo venían como una consecuencia lógica de la vida. Una visión perversa.

Pero en las cuentas no se advirtió que, si se disparaban los casos, los números de pacientes críticos empezarían a contarse por miles, como está sucediendo hoy en Italia. Nadie tuvo en cuenta que la mayor complejidad estaba en el desbordamiento de la red hospitalaria para la atención de los casos más severos. Ahí se vio que no era un problema solo de viejitos muriendo por coronavirus: lo que quedó en evidencia es que otras poblaciones empezaron a sufrir a raíz de la saturación del sistema de salud. Enfermos que requerían tratamientos como quimioterapia, diálisis o cirugías en algunos países tuvieron que esperar. En Italia pasó esto y los costos se están viendo.

Allí hubo un crecimiento exponencial de casos. Los centros de salud se llenaron no solo de pacientes mayores de 80 años, sino también de jóvenes y personas de todas las edades que se peleaban por los recursos médicos disponibles y limitados. Esto podría estar detrás de las cifras tan altas de mortalidad en ese país: no había muchos respiradores, que son fundamentales para salvar la vida de las personas cuyos pulmones estaban tan inflamados que no cumplían su función.

En ese momento, el problema dejó de ser el virus y el factor crucial era la escasez de recursos para atender a todos los pacientes que lo requerían. El personal médico comenzó a escoger a quién podía salvar y a quién no.

El presidente Iván Duque declaró esta semana la emergencia sanitaria y lanzó un paquete de alivios a empresas afectadas, como las de turismo y las aerolíneas.

Lo que está pasando hoy en Italia es un buen ejemplo de lo que no debe suceder en ninguna otra parte.Por evitar un daño económico no se tomaron las medidas que tocaba: mandar a la gente a sus casas –en una especie de encierro– y evitar el contacto social. Esto solo se logra si la gente se aísla y solo sale para lo urgente. Es lo único que reduce los riesgos de contagio.

Fabio Varón, neumólogo experto, asegura que el momento oportuno para decidir un encierro voluntario o cuarentena es de manera temprana. “Si estas decisiones no las tomamos en este momento, probablemente en algunas semanas o meses tendremos que enfrentarnos a situaciones más difíciles”. Por eso, asegura que en nuestras manos está controlar que no aparezca la epidemia de alta intensidad.

Contagio económico

La medicina utilizada por algunos países para bajarle la temperatura a la crisis de salud no ha servido para aliviar la fiebre que hoy registran los mercados financieros. A medida que crecen las alertas y se toman decisiones extremas, como cerrar las ciudades para reducir el contagio, la economía se ha paralizado, los inversionistas huyen de los activos de riesgo –como las acciones–, cae el petróleo, se dispara el dólar y crece la preocupación por la llegada de una nueva recesión mundial.

Este escenario ha servido para que algunos profetas del desastre anticipen que la crisis generada por el covid-19 es el cisne negro para el crecimiento mundial –un hecho sorpresivo de gran impacto económico– que anticipa la recesión. Y lo que ocurrió esta semana en los mercados mundiales parece darles la razón.

A comienzos de la semana se juntaron dos fenómenos que hicieron estallar los mercados. Por un lado, el temor al contagio exponencial del virus que registran Estados Unidos y Europa generó tal nerviosismo que precipitó la caída de las acciones en los mercados de valores, en los que muchos inversionistas salieron a vender para comprar activos de menor riesgo, como dólares y oro.

A este miedo se sumaron las tensiones entre Rusia y Arabia Saudita, que a instancias de la Opep se reunieron la semana pasada para analizar la conveniencia de recortar la producción diaria de petróleo y así impulsar el precio del crudo.

La Alcaldía de Bogotá declaró la alerta amarilla, que incluye la cancelación de eventos y refuerzos en la higiene de las estaciones de TransMilenio.

El encuentro terminó sin acuerdo porque los funcionarios rusos advirtieron que recortar 1,5 millones de barriles diarios, como proponía la Opep, era inconveniente en momentos en que la economía mundial muestra signos de debilidad. El reino árabe tomó mal la decisión rusa e inició una guerra de precios: el domingo anunció que subiría algo más de 2 millones de barriles diarios su producción y estaba dispuesto a vender a 30 dólares. Es decir, por debajo de lo que estaba el mercado.

Al fin y al cabo, la producción del barril de petróleo en Arabia Saudita está por debajo de los 15 dólares, mientras que para el resto de países es de casi el doble. Aunque esta semana hubo nuevos acercamientos entre las partes, el petróleo sigue cayendo mientras no haya un acuerdo formal entre rusos y árabes.

Esta combinación explosiva de factores, bolsas en pánico y petróleo por el piso provocó un terremoto de grandes proporciones para la economía y el 12 de marzo los mercados de valores globales vivieron un jueves negro que no se veía desde septiembre de 1987.

En las bolsas mundiales las caídas estuvieron cercanas al 10 por ciento –incluso más– y varias tuvieron que suspender operaciones mientras se tranquilizaba el mercado. El precio del petróleo llegó a rangos que no se veían desde 2015, y el dólar se trepó a nivel global porque sigue siendo uno de los activos más valorados.

En Colombia, el dólar no encontró techo el jueves y alcanzó a cotizarse a niveles cercanos a los 4.100 pesos, mientras que el petróleo Brent, de referencia para el país, estuvo por debajo de los 33 dólares el barril. Todo un polvorín para las finanzas del Estado y para el bolsillo de los colombianos, pues si el petróleo cae de los 60 dólares con los que fue elaborado el presupuesto, a unos 40 en promedio, el fisco deja de recibir al menos unos 2.000 millones de dólares.

La caída del precio del petróleo afectará los ingresos fiscales. La subida del dólar impactará el bolsillo de los colombianos.

Aún antes de que se registraran estos choques externos, algunos indicadores mostraban una situación preocupante. El crecimiento económico sigue siendo moderado, por debajo del potencial, pues el año pasado cerró en 3,3 por ciento y la mayoría de analistas lo veían este año por el mismo nivel. El desempleo desde hace varios meses está en dos dígitos, por encima del 10 por ciento. Y por si fuera poco, es creciente la preocupación de que el aumento en el precio del dólar termine afectando los precios de algunos productos de consumo básico de los colombianos y ponga en jaque la inflación.

Después de esta semana, la situación preocupa más: la expectativa de un menor crecimiento de la economía colombiana por el deterioro del sector externo; también, se presume que el Gobierno no tendrá en 2021 los recursos suficientes para financiarse, ya que el petróleo es uno de los que más le aportan a las finanzas, y si los precios se mantienen bajos, las transferencias de dividendos y el pago de impuestos serán mucho menores.

A esto se suma que el próximo año ya se sentirá plenamente la rebaja de impuestos contemplada en la reforma tributaria de 2019, que le podría abrir un hueco adicional de entre 5 y 8 billones a las finanzas del país. Un escenario bastante oscuro.

Como si fuera poco, algunas medidas que ha empezado a tomar el Gobierno nacional y algunos mandatarios regionales podrían afectar la actividad económica. La situación se torna más complicada.

El coletazo del coronavirus le está pegando directamente al turismo, al comercio, a las actividades de servicios y a las de eventos, que generan mucho empleo. A raíz de las medidas para contener el covid-19, ahora estos sectores están más expuestos a una desaceleración. Por esto algunos empresarios reclaman medidas de choque para enfrentar los efectos del virus sobre la actividad económica.

Estos impactos le llegan a la economía en un momento de gran vulnerabilidad, cuando el déficit externo es elevado y la situación fiscal luce bastante apretada. Y dada la alta dependencia en el frente petrolero, la caída del precio le propina un fuerte golpe, pues venía en recuperación.

El gran dilema

El margen de reacción del Gobierno y las autoridades económicas es bastante limitado. Mientras que otros países han adoptado recortes en las tasas de interés y hay mayor espacio fiscal para inyectarle recursos al sector productivo, en Colombia no hay cómo hacerlos. El Banco de la República está en una encrucijada, ya que el fuerte aumento del dólar podría incrementar los niveles de inflación. Y el Gobierno no tiene plata para gastar.

Algunos economistas le han propuesto al Gobierno reorientar su gasto hacia temas que incentiven un mayor crecimiento y generen empleo. Otros piden revivir los subsidios a la compra de vivienda de estratos medios para incentivar la construcción de edificaciones y acelerar la inversión en infraestructura en vías regionales, así como la ejecución de regalías, entre otros temas. Sin embargo, como ocurre con la atención del virus en la salud, los recursos son escasos.

Si bien hay un plan de contención en materia de salud, lo que debe esperarse en el plano económico es que se apliquen estos mismos principios de prevención para evitar que el virus del desempleo invada la economía. Sin duda, lograr el balance entre defender la salud sin afectar la economía será el gran dilema del Gobierno.

Las medidas para contener el virus podrían llevar al mundo a una recesión y frenar la economía.Y en Colombia, sin duda, afectarán el crecimiento porque las actividades más expuestas al mismo tiempo están entre las que más generan empleo.

Si el país quiere evitar una crisis, debe actuar ya. Ir más allá del lavado de manos y adoptar medidas contundentes, a pesar del costo asociado a la economía.

Solo así podrá salir adelante. Hoy son 16 casos, pero la experiencia de Wuhan muestra que detrás de cada infectado oficial hay muchos más que no han reportado aún síntomas, pero están generando un contagio exponencial. Se calcula que cada uno de ellos afectará a 2,4 personas más.

Contener el virus es todo un desafío, como lo demuestra el dramático caso de Italia: para el 21 de febrero había 16 casos en la región de Lombardía y el 2 de marzo ya tenían 2.000 infectados y 52 muertos. Dos semanas después, el país tuvo que adoptar la cuarentena general y paralizar todas las actividades económicas. El pasado viernes 13 de marzo ya había 17.660 casos y 1.266 muertes.

La experiencia demuestra que es mejor pasar un trago amargo duro pero corto y no prolongar la agonía. Porque el covid-19 se nos puede salir de las manos.