CRÓNICA
Así fue como el papa Francisco dio el primer paso por Colombia
La llegada del santo padre a Bogotá marcó el comienzo de las maratónicas jornadas que tendrá en el país. Miles de feligreses esperaron con ansias para ser partícipes de las primeras horas del papa en Colombia.
Desde primera hora de la mañana del miércoles cientos de colombianos comenzaron a ubicarse para ver la llegada del papa Francisco a Colombia. El cielo azul cobijaba a Bogotá mientras las tuercas de una inmensa maquinaria logística se ponían en marcha para dar paso al primer día de la visita papal.
El aeropuerto militar de Catam, en el occidente de la capital, estaba listo desde temprano. Los soldados de la Fuerza Aérea llegaron a las cuatro de la mañana con todos los preparativos. Banderas tricolores colombianas, por un lado, y pendones amarillos y blancos con los colores del Vaticano, por el otro, enmarcaban el camino hacia la tarima de recibimiento de Jorge Mario Bergoglio.
Antes de que marcaran las diez de la mañana, las docenas de periodistas nacionales e internacionales acreditados organizaron sus equipos para preparar la transmisión de la que sería la tercera vez que un santo padre de la Iglesia católica visita el país.
Pasado el mediodía, comenzaron a llegar todos los que participarían del día histórico. Mil fieles invitados, acompañados por autoridades políticas y civiles -algunos con la camiseta oficial del papa, otros de traje y corbata y algunos tantos a bordo de camionetas blindadas- entraban para ubicarse en sus asientos.
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En un bus para personas con capacidad reducida llegaron 25 soldados heridos en combate. Una veintena de niños enarbolaba pequeñas banderas oficiales de la visita. Fundaciones, institutos y organizaciones también se hicieron presentes.
Los 100 meseros que atenderían el evento saludaban mientras recibían órdenes para tener todo al punto para el evento y los pasteleros de Mila cargaban las ‘trufas de la paz’, postrecitos dorados exclusivamente preparados para la visita papal que desarrollará entre el 6 y el 10 de septiembre.
A las tres de la tarde, todos los presentes esperaban con expectativa el avión Pastor 1 de Alitalia que transportaría desde Roma al Santo Padre. Mientras tanto, la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro Alejandro Roca, tocaba piezas de Giuseppe Verdi, Gioachino Rossini y Wolfgang Mozart.
A su vez se organizaban las 13 parejas del grupo folclórico de danza Jocaycú, compuesto por jóvenes de estratos 1, 2 y 3, estudiantes y egresados del Colegio Oficial de Cali, que desde que fueron elegidos por el Ministerio de Cultura practicaron seis horas diarias para darle la bienvenida al papa a ritmo de cumbia.
Pasada una hora, obispos, feligreses, políticos, bailarines, soldados, directores de medios y periodistas vieron llegar al gabinete ministerial, que esperó de pie para recibir a Francisco. Acto seguido, entraron el presidente Juan Manuel Santos y su esposa, María Clemencia Rodríguez de Santos.
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A las 4:10, la ansiedad se disipó. El vuelo de Alitalia estaba a punto de aterrizar, a pesar de haber tenido que sobrepasar los inconvenientes generados por el huracán Irma, que hizo desviar un poco la ruta.
Foto: Carlos Julio Martínez / SEMANA
El auditorio rompió en aplausos y algunos de los presentes soltaron lágrimas de euforia. Tras una colosal bandera de Colombia, el avión bajó su velocidad, custodiado por varios helicópteros de las Fuerzas Armadas, y emprendió su llegada hasta la alfombra roja.
Cuando por fin llegó el momento esperado, a las 4:30 de la tarde, el nuncio apostólico en Colombia, monseñor Ettore Balestrero y el jefe de protocolo subieron a la aeronave para invitar a Francisco a descender y pisar territorio colombiano.
Sonriente, el papa descendió por la escalera y lo recibieron el presidente y su esposa. Miles de flashes y gritos de admiración hicieron temblar la pista de aterrizaje, mientras atrás sonaba Gloria de Antonio Vivaldi, la Marcha Triunfal de Tarpeja y el Aleluya de Cristo en el Monte de los Olivos de Beethoven.
Después de saludar a los integrantes del séquito papal, 22 niños con suéteres que decían paz y justicia recibieron la bendición del papa.
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Pero hubo uno que llamó especialmente la atención y que fue nada menos que la cuarta persona en saludar al santo padre en Colombia: Emmanuel, el hijo de Clara Rojas, nacido en cautiverio cuando su madre estaba secuestrada por las Farc. El joven de 13 años le entregó una paloma al papa, como símbolo de reconciliación.
Foto: César Carrión / Presidencia
Cuatro mujeres de cada una de las Fuerzas Armadas presentaron honores. La alférez bogotana Sarai Camila Virviescas en representación del Ejército, la cadete sanandresana Kenisha Manuel Hooker de la Armada, la cadete bogotana Leslie Angélica Peña de la Fuerza Aérea y la cadete Claudia Milena León, oriunda de Santa Rosa de Viterbo, representante de la Policía cargaron ante el papa dos banderas de Colombia y dos del Vaticano.
Y luego de saludar al vicepresidente y a todos los ministros, además de a algunas víctimas del conflicto y soldados y policías heridos en combate, el santo padre observó encantado la interpretación de Yo me llamo cumbia, la reconocida canción de Félix Morgan, por los caleños de Jocaycú.
Francisco caminaba hacia el final de la alfombra roja, donde se encontraba el papamóvil, cuando algunos de los creyentes comenzaron a gritar “¡Bienvenido!” mientras agitaban pañuelos blancos.
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Entre aplausos y ovaciones, el sumo pontífice abandonó el acto de bienvenida en el papamóvil para tomar la calle 26 y recorrer 15 kilómetros hasta la Nunciatura Apostólica, acompañado por el cardenal Rubén Salazar, obispo de la Arquidiócesis de Bogotá.
Las calles estaban a reventar. Miles de feligreses corrían por la Avenida El Dorado para poder tocar el papamóvil o por lo menos tomarle una foto, mientras otros cantaban “Francisco, hermano, ya eres colombiano”.
De pie, el papa saludaba a los creyentes. La caravana se salió del carril exclusivo de TransMilenio para estar más cerca de los fieles y debió bajar la velocidad dos veces, pues la aglomeración y las multitudes que saltaban las barandas para entregarle ofrendas impedían el paso. Entre gritos de “¡Que viva la paz!”, los escoltas de la Policía debieron intervenir en varias ocasiones para lograr que el papamóvil llegara a su destino.
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A su llegada a la Nunciatura, las primeras palabras del obispo de Roma conmovieron a los asistentes: “Sigan adelante, no pierdan la alegría”. Y cuando comenzó a rezar todos se unieron a la oración.
Foto: Juan Carlos Sierra / SEMANA
Luego, unos jóvenes del Idipron le dieron la bienvenida y le entregaron una ruana confeccionada por ellos mismos. A ritmo de rap y cumbia, el papa presenció la segunda presentación del día.
Antes de despedirse, Francisco dijo: “No se dejen robar la esperanza” y pidió que oraran por él. Luego fue a reunirse a la capilla con el personal de la Nunciatura, para después ir a cenar y a descansar pues el 7 de septiembre promete ser un día ajetreado de la agenda papal en Bogotá, antes de partir hacia Villavicencio, Medellín y Cartagena.
En el primer día de la visita, el primer paso a dar, según el sumo pontífice, fue claro: alegría y esperanza.