| Foto: José Guarnizo

CRÓNICA

La Cartagena que esconden para los grandes eventos es la que conocerá el papa

Así es vivir en San Francisco, un barrio sin transporte público en el que sus habitantes se sienten olvidados y alejados del mundo. Allí viven más de 8.000 personas, la mayoría de ellas afrodescendientes.

9 de septiembre de 2017

Por José Guarnizo

La hermana Blanca Nubia López entendió lo duro que es vivir en el barrio San Francisco el día en que una niña de 12 años llamada María la abordó en un andén para decirle: “Mi abuela me echó a la calle porque no tiene plata para mantenerme, ¿usted me puede ayudar?”.

Esas son las cosas que a Blanca Nubia le rompen el corazón y ante las que se enfrenta todos los días desde que decidió irse a vivir a San Francisco para sacar adelante -y con las uñas- un programa para prevenir que 70 niñas caigan en la prostitución o sean víctimas de la trata personas. Esas mismas chicas a las que ahora les da indicaciones en el último ensayo para la presentación ante el papa Francisco este domingo.

En el parque principal del barrio, allí donde los taxistas le advierten a uno que es preferible no andar solo, no vaya y sea –insisten- que le saquen un revólver por robarle la cámara o el celular, las jovencitas escuchan a Blanca Nubia entre nerviosas y distraídas.

San Francisco es una barriada en la que viven unas 8.000 personas, la mayoría de ellas afrodescendientes. Esos mismos que no mojan primeras planas en los pomposos eventos que cada año alberga Cartagena, la segunda ciudad con más porcentaje de pobreza de Colombia, según la red de Ciudades Cómo Vamos. Blanca Nubia dice que San Francisco es la margen a la que nadie voltea a mirar cuando viene un alto dignatario.

Desde el gimnasio del piso 17 del hotel Hampton by Hilton, en Bocagrande, se puede entender a la perfección que San Francisco es otro mundo en una misma ciudad. Los enormes edificios que se aprecian desde el ventanal, las luces destellantes de los avisos de las discotecas y las tiendas de marca, son una prueba elocuente de lo que significa un mundo dispar.

En San Francisco no hay ni siquiera transporte público. La gente se moviliza en mototaxi o en viejos camperos Nissan que hacen las veces de colectivos. El padre Elkin Acevedo, el joven párroco del barrio, habla de esa pobreza que a veces se traduce en que hay padres de familia que no saben leer ni escribir.

Hace 50 años, San Francisco comenzó a formarse con casas de invasión a pocos minutos de donde hoy flanquea el Aeropuerto Internacional Rafael Núñez. Medio siglo después en el barrio han flotado toda suerte de males. Desde hace años se ha dado una guerra de pandillas por el control del microtráfico que solo vino a amainar el año pasado por gestiones de la Alcaldía. Pero eso no quiere decir que la violencia se haya acabado. Lo dicen en San Francisco.

El enfrentamiento entre las bandas de los ‘Trikis Nike’ y los ‘Wenceslaos’ ha trazado fronteras invisibles, que es lo mismo que decir que hay pelaos que viven encarcelados en sus propios territorios. Valentina Torres, una líder social de la parte media de San Francisco, dice que la inseguridad ha bajado un 40 por ciento respecto a lo que se vivía hace un año. “Pero queda ese 60 por ciento”.  En noviembre pasado, a Valentina la atracaron en frente de su casa. La desnudaron en plena calle y le quitaron todo lo que tenía.

A unas cuantas viviendas de donde vive Valentina se asoma una mujer por la ventana. Dice que no es bueno que un extraño ande por ahí, que es mejor hacerse acompañar por alguien del barrio. La puerta de su casa está resguardada por un enorme candado y una reja a través de la cual se cuela una canción cristiana de Jesús Adrián Romero.

La mayoría de la gente en San Francisco vive del rebusque. Desde muy temprano en la mañana se ven peregrinar hacia Bocagrande y el centro histórico vendedores ambulantes en busca de la plata para el diario. El síntoma más evidente del atraso de este barrio por el que deambulan perros hambrientos, son las calles destapadas por donde un niño descalzo llamado Giovanny intenta con vientos de septiembre elevar una cometa.

El deterioro del barrio se ve sobre todo en la parte central. Esta zona en 2011 padeció una falla geológica. La tierra se abrió y unas 550 casas se cayeron como si fueran fichas de dominó. El resto, unas 1.200, quedaron agrietadas y alto riesgo de colapso.  

Y esas son las vías por las que pasará el papa Francisco al menos por unos minutos. En la Arquidiócesis de Cartagena dicen que al pontífice lo que le interesaba era conocer las márgenes de la ciudad de la que habla la hermana Blanca Nubia. El líder Leandro González Díaz considera mucho mejor que el papa vea el barrio como es, sin maquillajes innecesarios. “Para nosotros es muy importante la bendición del papa porque eso va a permitir que el país nos voltee a mirar”.  

Ese San Francisco del que el turismo ni se entera estará durante una mañana en el foco de la prensa internacional. El mundo sabrá que existe un programa que se llama Thalita Cum (que en arameo significa: ‘niña, a tí te digo, levántate‘) que dirige una hermana llamada Blanca Nubia, la mujer que hace tres años renunció a su comunidad religiosa para no tener que irse de San Francisco.

Y es que el proyecto era auspiciado por la comunidad de Nuestra señora de la caridad, El buen pastor. Pero se quedaron sin fondos y le pidieron a Blanca Nubia que se devolviera. Y ella prefirió renunciar y más bien quedarse a luchar por esas jovencitas que estaban y siguen estando en un ambiente de total vulnerabilidad. Y no fue fácil. Al principio Blanca Nubia no tenía ni para pagar el arriendo. Y fue cuando la Arquidiócesis se animó y decidió apoyarla.

Pero Francisco se irá con las cámaras detrás de él. Es lo que piensan muchos. Y entonces quedarán Blanca Nubia y el padre Acevedo en ese trabajo silencioso que cada tanto da frutos. María, la niña que algún día la abuela echó a la calle, ya cumplió 15 y no falla a las reuniones de la hermana todas las tardes. Además de hacer las tareas, ahí hablan de proyectos de vida, de futuro, de esperanza. Y ahí va.