MEDIO AMBIENTE
Los extraordinarios santuarios a los que ni siquiera sus guardaparques pueden entrar
La muerte del guardián de la Sierra Nevada del Cocuy dejó en evidencia la grave situación que viven los Parques Nacionales y los héroes que los cuidan. 12 han sido asesinados en los últimos años y hoy 31 de ellos sufren graves amenazas.
Los parques nacionales, quizás uno de los mayores orgullos de los colombianos, hoy viven una guerra sin cuartel: “Estos sitios sagrados fueron víctimas silenciosas del conflicto y hoy lo son también del posconflicto”, dice Eugenia Ponce de León, reconocida ambientalista que escribió un libro sobre cómo la guerra ha golpeado a estos ecosistemas y a quienes los cuidan. “Detrás de la protección de los bosques, de los humedales, de las playas, de los nevados, hay gente. Gente que expone su vida y eso a la gente se le olvida”, agrega.
Vea el video que narra la tragedia detrás del asesinato de Yamid Alonso Silva Torres, el guardaparque de la Sierra Nevada del Cocuy
En estas áreas protegidas confluyen los problemas de orden público del país: hay 8 mil hectáreas de coca sembradas y 500.000 hectáreas arrasadas y convertidas en potreros para la ganadería ilegal.
Los guardaparques, operarios y contratistas viven una situación alarmante alarmante. Tanto, que un grupo de ellos se está organizando para presentar su caso ante la Jurisdicción Especial para la Paz y la Comisión de la Verdad. Los funcionarios representan la única presencia que el Estado ha tenido por décadas en los territorios más recónditos. Esperan que estos nuevos organismos puedan narrar las penurias que han vivido por cumplir su labor y, a través de eso, hacer justicia por sus muertos.
Vea el Especial Multimedia sobre la grave situación que se vive en los Parques Nacionales
En Parques Nacionales, cada asesinato sacude hasta lo más profundo. “La muerte de Yamid tiene un efecto devastador en nosotros, porque trabajamos en medio de las peores amenazas. Cuando estas se materializan, la sensación de vulnerabilidad se multiplica. Tenemos miedo, y mucho”, cuenta un funcionario de otro parque. En este organismo hay una vocación verdadera por cuidar la naturaleza y muchos resisten el fuego cruzado hasta que llega la muerte a respirarles en la nuca.
Lo que pasó con Yamid produjo en los guardaparques el más aterrador déja vu. El año pasado, por esta misma época, esta violencia se llevó a Wilton Fauder Orrego León, en la Sierra Nevada de Santa Marta. Su papá, Amilcar Orrego, recuerda haber escuchado los disparos a lo lejos el 14 de enero de 2019. “¡Es Wilton!”, le gritaron los vecinos a este campesino que llegó a vivir a la Sierra para huir de las balas de La Guajira en los años noventa. Orrego recogió a su hijo con tres disparos en la cabeza y otros en el cuerpo y lo llevó hasta Santa Marta mientras se desangraba poco a poco, en un viaje que hoy narra entre lágrimas. A la fecha, por este crimen no hay justicia. “Pregunto qué ha pasado con su caso y me dicen que deje de molestar. Hay quienes me advierten que puedo perder la vida por seguir en esa búsqueda, pero cuando uno pierde un hijo, pocas ganas quedan de vivir”, dice. Después de este asesinato, en ese parque todo cambió. El director, Tito Rodríguez, quien llevaba décadas de proteger este lugar sagrado tuvo que salir huyendo a otro país.
Un gran número de parques permanecen hoy vedados incluso para quienes los cuidan. La Procuraduría ha registrado 31 amenazas a funcionarios en regiones tan distantes del país como El Tayrona (Sierra Nevada de Santa Marta), Galeras (Nariño), los Farallones (Cali), Picachos (Caquetá y Meta), Utría (Chocó), Puracé (Cauca y Huila), Bahía Portete (Guajira) y Las Orquídeas (Antioquia).
Tres días antes del asesinato de Yamid Alonso, otro guardaparques recibía amenazas en el Parque Nacional de Tinigua, en el departamento de Meta. Un lugareño abordó al funcionario y le dijo que, a través de un audio por Whatsapp, la guerrilla había dicho que si encontraban con algún trabajador de esta entidad lo mataban.
El procurador, Fernando Carrillo, ha lanzado una alerta por esta situación. “Los parques están siendo utilizados por las mafias y sus funcionarios terminan en peligro por descubrir las rutas y sus desplazamientos”. El funcionario advierte que se necesita una mayor presencia de la fuerza pública y de Policía, pues lugares que despejaron las Farc después de la firma de la paz hoy están desprotegidos por el Estado. “La recuperación del control físico territorial ha sido imposible y por lo tanto existen en el país parques vedados”, sostiene.
Que los funcionarios de Parque Nacionales no puedan ejercer su labor es una tragedia humana, pero también una catástrofe ambiental. Cada uno de esos lugares que ellos ahora no pueden pisar esconde una enorme riqueza en riesgo. El Chiribiquete, por ejemplo, es un santuario del Amazonas y uno de los pocos bosques vírgenes que le quedan al planeta. En el Parque Nukak, del que también han tenido que salir sus funcionarios, están las últimas comunidades nómadas de Colombia, que hoy tienen que vivir en cambuches al lado de San José del Guaviare. En la Macarena, donde les han llegado panfletos, está el refugio de Caño Cristales, el llamado Río de los Siete Colores. Y la Sierra Nevada y el Tayrona alberga al único nevado del mundo cercano al mar, del cual depende la estabilidad del agua de toda la región Caribe.