SEGURIDAD
Las grandes pandillas brasileñas reclutan disidentes de las FARC
Los mandos separados de la guerrilla por no sumarse al acuerdo de paz han tendido puentes con el temido PCC, la mayor organización criminal del gigante suramericano. Busca expandir sus operaciones en Colombia.
La disidencia de las FARC se podría convertir en una mafia trasnacional. La facción de la guerrilla que decidió desvincularse del proceso de paz y ha convertido Amazonas en un refugio estratégico encontró un nuevo empleador en las grandes organizaciones criminales de Brasil, que buscan afianzar su dominio del narcotráfico en la región.
El temido Primer Comando de la Capital (PCC), la mayor organización criminal del gigante suramericano, está reclutando a los desertores de la guerrilla fogueados en el uso de todo tipo de armamento, una experiencia de combate que les permitiría redoblar su desafío a las autoridades brasileñas, de acuerdo con un reportaje de The Wall Street Journal.
Según Lincoln Gakiya, un fiscal que ha estado investigando por diez años al PCC, esa organización está intentando hacerse con las rutas de contrabando en Brasil que controlan otros grupos y busca eliminar los intermediarios para trabajar directamente con los proveedores de cocaína colombianos. "El PCC está obsesionado con conseguir entrenamiento militar", asegura Gakiya en el reportaje del WSJ.
Alertadas por el fenómeno, las autoridades de Defensa de ambos países se reunieron el martes en Manaos para compartir información sobre cómo el PCC está contratando a los guerrilleros que se niegan a entregar las armas. Acordaron reforzar la vigilancia fronteriza, compartir información y coordinar sus acciones para "desmantelar esas organizaciones e impedir que colaboren entre ellas para convertirse en amenazas transnacionales", dijo el ministro de Defensa Luis Carlos Villegas.
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Tanto las fuerzas especiales como los agentes de inteligencia a lado y lado de la frontera tienen la orden de evitar que los disidentes y su armamento caigan en manos de facciones como el PCC, que opera principalmente desde Sao Paulo; el Comando Vermelho de Rio de Janeiro, y la Familia do Norte de Amazonas.
Brasil es el segundo mayor mercado de cocaína después de Estados Unidos, y esos grupos buscan controlar los negocios relacionados con el narcotráfico. También han sido protagonistas de las recientes masacres de centenares de muertos en prisiones brasileñas, desde las cuales se ordena todo tipo de operaciones criminales.
Una disidencia con historia
Las conexiones de las FARC en Brasil se evidenciaron al menos desde el 2001, cuando las Fuerzas de Despliegue Rápido del Ejército colombiano arrestaron en las selvas del Guaviare a Luiz Fernando da Costa, más conocido como Fernandinho Beira Mar, en la operación conocida como ‘Gato Negro’. El Ejército estuvo durante dos años tras sus pasos y comenzaron a rastrearlo desde las propias favelas de Rio donde montó su imperio. En su momento, Fernandinho llegó a controlar el 60 % del mercado de drogas de la ‘cidade maravilhosa’, según autoridades brasileñas. El capo hacía negocios directamente con las FARC, un alarmante antecedente al considerar la situación actual.
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Aunque el acuerdo de paz avanza hacia su implementación con la concentración de las FARC en las zonas veredales donde dejarán de existir como grupo armado bajo la supervisión de la ONU, al menos el 5 % de los guerrilleros no se acogerá al proceso, según cálculos del Gobierno. El primer campanazo llegó el año pasado cuando se hizo pública la disidencia del Frente Primero, que desencadenó en diciembre la expulsión de cinco mandos rebeldes en Guaviare, separados por las FARC por "entrar en contradicción" con su línea "político-militar".
Entre ellos estaban Gentil Duarte y John 40, que serían los enlaces con los grupos criminales brasileños. Duarte estuvo en La Habana y originalmente fue enviado por las FARC a la zona para lidiar con los primeros desertores del Frente Primero, a los que terminó sumándose.
Por su parte, John 40 es un socio apetecido para las pandillas brasileñas, pues desde hace años era considerado el mayor narcotraficante de la guerrilla, con gustos extravagantes como su reloj de oro, las camionetas 4x4 de lujo y los caballos de paso, más dignos de un capo que de un comandante guerrillero. Además de fiel seguidor del Mono Jojoy, fue el encargado de las finanzas del Bloque Oriental después de la muerte del Negro Acacio, quien a su vez había hecho negocios con Fernandinho.
El camino de la paz "no debe ser obstaculizado por un grupo de insensatos que desconociendo los anhelos de paz (...), se lanzan por el despeñadero de la ambición personal disfrazando sus innobles propósitos tras fraseología de apariencia revolucionaria", dijeron las FARC en su momento, en una nada velada advertencia a los disconformes que prefirieron seguir lucrándose del narcotráfico que silenciar los fusiles.
Los disidentes, según los estimativos de las autoridades colombianas, pueden ser entre 150 y 300, cuyos servicios pueden ser requeridos por grupos como el PCC. Impedir la conexión entre esas facciones se ha convertido en una prioridad para las autoridades, aquí y allá.