POLÍTICA

Peñalosa, desgastado pero no acabado

Varias razones explican por qué, a pesar de su baja popularidad y con tres años de estar en el cargo, el alcalde de Bogotá tiene oxígeno y gobernabilidad.

7 de diciembre de 2018

Nunca antes un mandatario bogotano había llegado al nivel de impopularidad que alcanzó el alcalde Enrique Peñalosa. En la última encuesta de percepción ciudadana Bogotá Cómo Vamos recibió una imagen desfavorable de 76 por ciento. En su peor momento, Samuel Moreno, quien cumple una pena de 10 años de cárcel por el conocido carrusel de la contratación,  llegó al 72 por ciento de desfavorabilidad y, sin embargo, Peñalosa lo supera en 4 puntos. A pesar de su imagen, el alcalde cuenta con un apoyo en el Concejo que cualquiera de sus pares podría envidiar.

En el cabildo Peñalosa tiene unas mayorías aplastantes. De los 45 concejales, cuenta con unos 37. Su oposición se reduce a 4 concejales del Polo, Juan Carlos Flórez, Hollman Morris, Marco Fidel Ramírez y María Fernanda Rojas. Tiene tanto apoyo que de los múltiples proyectos solo ha tenido dificultades para aprobar dos: el de valorización, que de todas formas pasó hace unos días con 27 votos a favor; y el de una sobretasa al servicio de estacionamiento para disminuir las pérdidas de los buses SITP. Solo este se le ha hundido.

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Varias teorías explican por qué, a pesar de su baja popularidad, Peñalosa tiene altos niveles de gobernabilidad. La primera considera obvio que los concejales que impulsaron su alcaldía también lo apoyen en su agenda de gobierno. En campaña, el alcalde logró el respaldo de Cambio Radical, del Centro Democrático y de varios sectores del Partido Liberal. Consiguió parte de ese apoyo a partir de una narrativa contra Gustavo Petro y las candidaturas de izquierda, que conservó en el gobierno. Para convertirse en el anti-Petro de la ciudad, se ha servido de la oposición que le ha hecho el exalcalde y hoy senador.

Consecuencia de lo anterior, la segunda teoría tiene que ver con el argumento que esbozan muchos de los concejales de la coalición de gobierno en el sentido de que “si a Peñalosa le va bien, hay menos riesgo de que regrese Petro”. Peñalosa es más administrador que político y por eso es difícil ubicar sus planteamientos en el espectro ideológico. Pero en el Centro Democrático, a pesar de que este partido no votó la valorización, asumen a Peñalosa como un alcalde propio y alineado con el presidente Iván Duque. De alguna manera, las bancadas de gobierno del alcalde y el presidente se asemejan: por fuera de ellas están parte de La U y los liberales, el Polo Democrático y la Alianza Verde.

La tercera teoría dice que el Concejo, como el Congreso, se mueve a punta de mermelada. En el cabildo distrital dicen que el alcalde tiene un espíritu pragmático, y que el exsecretario de gobierno Miguel Uribe, quien busca llegar en 2019 a la alcaldía, es experto en llevar la milimetría política. Se asume, por ejemplo, que Cambio Radical tiene un amplio espacio burocrático en entidades como Hábitat, la Uaesp y la Caja de Vivienda Popular. Así mismo, que los liberales tienen representatividad en las alcaldías locales, las cuales también dependen de la Secretaría de Gobierno.

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Algunas de las decisiones de Peñalosa no han tenido el apoyo de la ciudadanía.

Una de ellas, el metro elevado. Aunque el alcalde dice que no tiene reversa y que ya asumió el reto de dejarlo licitado el próximo año, los expertos aseguran que la administración “no ha podido mostrar los estudios de factibilidad”. “Esto es gravísimo. Está demostrado que una obra sin estudios de factibilidad termina demorándose y costando mucho más”, explica el concejal independiente Juan Carlos Flórez.

Otra obra controversial es la construcción de una troncal de TransMilenio por la carrera Séptima, también en medio de los estudios de prefactibilidad. Varios vecinos del sector han manifestado su inconformidad porque este sistema de transporte tiene una imagen muy desfavorable. También está la idea de promover el crecimiento urbano en la zona de la reserva Thomas Van der Hammen, criticada por los ambientalistas, y la renovación de los árboles de Bogotá, que ha implicado talas numerosas. A eso se suma el aumento de hurtos, que ha incrementado la percepción de inseguridad.

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Además del petrismo, algunos antiguos aliados del alcalde han recalcado esos aspectos de la gestión. Recientemente, Germán Vargas sugirió en una columna que la administración había entregado mermelada a cambio de que los concejales, incluido parte de Cambio Radical, votaran la valorización. Y Claudia López, formada políticamente en las filas del peñalosismo, aseguró hace poco que “Peñalosa pasará a la historia como el alcalde que dejó a Bogotá sin metro no una, sino dos veces”. El expresidente del Concejo, Roberto Hinestrosa, también peñalosista,  presentó un informe en el que mostraba una baja ejecución del plan ‘Bogotá mejor para todos’, sobre todo en temas de movilidad. “Ni el metro elevado está muy avanzado ni la troncal de TransMilenio por la Séptima. Ha dado la pelea por ellas, pero no están concretadas”.

En medio de la controversia política y las tradicionales dificultades de comunicación del mandatario, algunos logros han pasado de agache. En el ámbito social, en 2017 cayeron los homicidios en un 11,3 por ciento y las cámaras de seguridad pasaron de 270 a 1.600. Mientras que en 2015 se presentaron 15.308 nacimientos en adolescentes, el año pasado esta cifra disminuyó a 11.980, y la deserción escolar bajó a menos de la mitad. Y el Distrito construyó y reconstruyó 12 colegios, 14 jardines infantiles, 31 comedores escolares que garantizan la comida de calidad a cerca de 900.000 estudiantes diariamente. Además, junto con Cali, Bogotá ha liderado el trabajo de acoger a la población venezolana.

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En materia de infraestructura, ahora hay más de 1.000  parques iluminados, 76 canchas sintéticas y 48,5 kilómetros de espacio peatonal.  Pero, sobre todo, a pesar de las controversias, el alcalde será recordado por intervenir el Bronx y transformarlo en un centro de economía naranja. Finalmente, el alcalde avanzó en algunos procesos que venían de administraciones anteriores, pero que hasta ahora se pueden concretar. Entre ellos están la semaforización inteligente, el nuevo sistema de aseo, el TransmiCable y la renovación de la flota de TransMilenio que contará con 672 buses diésel Euro V y 711 a gas.

En una reciente entrevista con El Tiempo, Peñalosa explicó que requirió un año para conseguir recursos, hacer diseños y formular licitaciones. Sin embargo, a diferencia de su administración anterior, es predecible que la ciudadanía no compre ese argumento. A diferencia de hace 20 años en su primer periodo en la Alcaldía, en esta oportunidad las obras se demorarán  más en tomar cuerpo. La ciudad ya vivió una revolución urbanística en los noventa, que ahora no es novedad. Por si fuera poco, también vive un ambiente de polarización casi idéntico al nacional.

Pero Peñalosa no se preocupa. Tiene la gobernabilidad del Concejo garantizada, la popularidad no lo trasnocha y ya tiene claro que se desinfló el proceso de revocatoria ciudadana que en algún momento lo iba a tumbar. En un año exacto, los bogotanos darán su veredicto definitivo.