JUDICIAL

Guacho, el disidente de las Farc que llevó el terror a la frontera

Un otrora humilde comerciante ecuatoriano, se convirtió en el cruel jefe de un grupo que controló miles de hectáreas de coca y decenas de rutas del narcotráfico. Ahora es el blanco militar principal de Ecuador y Colombia. Así fue su ascenso.

6 de abril de 2018
Cortesía | Foto: Cortesía

En 10 años, Walter Patricio Arizala pasó de ser un humilde comerciante ecuatoriano a una de las cabezas visibles del narcotráfico en el sur de Colombia, y una de las amenazas más serias al orden público en el país tras el desarme de las Farc. Su alias, Guacho, empezó a conocerse ampliamente en Nariño a finales del año pasado, cuando lo señalaron de algunos ataques ocurridos en la zona. El secuestro de tres periodistas ecuatorianos que al parecer fueron asesinados fue el crimen que lo puso en el radar del país, pero fue solo uno de una larga cadena de crímenes. 

Desde que tomó la decisión de formar rancho aparte de las Farc, a mediados de 2016, el perfil de Guacho creció en relevancia. Llegó a controlar buena parte del territorio con más coca cultivada en el mundo, tiene contactos con carteles mexicanos y rentas multimillonarias que, según el fiscal general Néstor Humberto Martínez pueden llegar hasta 25 millones de dólares semanales. Y lo que sería más grave es que era uno de los miembros de una especie de coordinadora de las disidencias, junto a otros excomandantes de la guerrilla que no le caminaron a la paz. 

El prontuario de Guacho se abrió en 2007, cuando fue reclutado en Ecuador para que formara parte de las columna Daniel Aldana de las Farc. En una entrevista que le dio a RCN, dijo que se movió siempre entre el Alto y el Bajo Mira, precisamente la zona que concentra la mayor cantidad de cultivos ilícitos del país y donde comienzan varias rutas del narcotráfico hacia el exterior.

En video: Lo que piensan las Farc sobre milicias disidentes en Tumaco

En menos de una década aprendió el negocio y para cuando el proceso de paz de La Habana entró en su recta final, él, al igual que otros comandantes como Gentil Duarte en el suroriente, decidieron desligarse de la guerrilla. "Nosotros no nos acogimos al proceso de paz, no era porque no estuviéramos de acuerdo sino porque hubo una desigualdad en los guerrilleros medios y la tropa. Miramos que no era necesario continuar en un proceso en el que no nos están cumpliendo", le dijo a RCN. 

La decisión la tomó a comienzos de 2016. Entonces, junto a sus hombres, bautizaron la disidencia como el frente Óliver Sinisterra, el nombre de uno de los guerrilleros con los que compartió armas en el pasado. El grupo arrancó con alrededor de 250 personas armadas, más los milicianos con los que cuentan a lo largo de su zona de influencia. 

Guacho empezó a tomar visibilidad luego de la masacre en El Tandil, en Tumaco, donde 7 campesinos fueron asesinados el pasado 5 de octubre. La Policía culpó a los hombres de Guacho del crimen y los campesinos señalaron a la fuerza pública como la que perpetró el ataque. Las cámaras de televisión lo buscaron entre la selva y se conoció su figura alta, morena y joven. De paso, sus tropas negaron haber participado en el tiroteo por el que hoy están respondiendo dos oficiales de la fuerza pública.

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Con la salida de las Farc de su escenario, Guacho y Cachi -su hombre de confianza- quedaron a cargo de una amplia red de laboratorios de cocaína alrededor de Tumaco. Desde entonces, abandonaron cualquier interés político y se dedicaron de lleno al narcotráfico. Solo una de sus cocinas, que fue destruida por el Ejército y la Policía en octubre pasado, tenía capacidad para producir 2 toneladas de clorhidrato de cocaína cada semana.

Con la relevancia que ha adquirido en el escenario criminal, las acciones de las autoridades contra Guacho también se intensificaron. Vinieron las capturas de los miembros de su disidencia y la incautación de armas, que fue rompiendo su red criminal. 

Ante esa arremetida, Guacho intentó demostrar su fuerza. Por eso cometió el secuestro de los periodistas ecuatorianos, a los que pretendía canjear por tres disidentes presos en ese país. La muerte de los comunicadores provocó la indignación en Colombia y Ecuador. 
Luego vinieron nuevos crímenes como el secuestro y asesinato de una pareja ecuatoriana y la masacre de una unidad del CTI de la Fiscalía, que fueron atacados cuando viajabana por la vía Pasto-Tumaco, que se volvió uno de los puntos más peligrosos del país.
A la altura del corregimiento La Guayacana los aguardaba al menos una decena de miembros del frente Oliver Sinisterra, los hombres de Guacho, que emboscaron la camioneta y asesinaron a tiros a los investigadores. Luego les prendieron fuego al vehículo y a dos de los cuerpos. Los asesinos tomaron las armas de los agentes y huyeron, mientras enviaban chats a otros integrantes de la banda en los que, en medio de chistes y risas, confirmaban la matanza. Eso se supo por los celulares incautados a 14 delincuentes detenidos después del atentado.
Mientras tanto, la ofensiva contra Guacho continuaba. En julio pasado, soldados del Ejército llegaron a donde se pensaba que era la guarida de Guacho, en un punto muy cercano a la frontera con Ecuador. 

Guacho estaba escondido en una casa de madera de dos pisos, rodeada de cultivos de coca, a 20 metros de un chongo donde se procesa la hoja, y emplazada sobre un morro estratégico para vigilar el área. Muy cerca había una caneca repleta con 150 kilos de explosivos, con los que pensaba levantar una barrera de minas alrededor de la vivienda, para convertirla en su fortaleza.

Los helicópteros entraron disparando en medio de la oscuridad. Los soldados desembarcaron desde el aire, saltaron a 5 metros del suelo y emprendieron la persecución. Guacho dormía en una habitación, mientras sus escoltas, los últimos 3 hombres que lo acompañan de una estructura de 71 delincuentes, pasaban en vela en el cuarto contiguo. Ellos fueron los que escucharon el rotor de las aeronaves en ese silencio nocturno. Entraron a la habitación y lo lanzaron por una ventana. No alcanzó ni a vestirse, salió en calzoncillos, su ropa quedó tirada en el suelo.

Del otro lado de la ventana había un barranco de 50 metros por el que se escurrió como un animal de monte. Los soldados lo persiguieron en la penumbra. Pero a escasos metros pasa el río Mataje, donde se acaba el territorio colombiano y empieza Ecuador. Guacho habría cruzado al otro lado y los soldados le perdieron el rastro. Se salvó por un segundo.

Guacho ha estado desde hace varios meses saltando de escondedero en escondedero. “Se ha llegado a sus áreas bases en la zona de frontera, y lo estamos asfixiando en coordinación con las tropas ecuatorianas. Estamos sobre su anillo de seguridad más cercano y bloqueando su economía y su logística”, explicó hace unas semanas el general Jorge Hoyos, comandante de Hércules.