JUSTICIA

Iván Velásquez, de desterrado en Guatemala a ganador del Nobel alternativo

Este abogado nacido en Medellín enfrentó a Pablo Escobar, paramilitares, parapolíticos y al presidente de Guatemala. Su labor le ha valido amenazas y hasta el destierro, pero también premios y el apoyo de un pueblo que se ha volcado a las calles a respaldarlo.

24 de septiembre de 2018
| Foto: Daniel Reina

Iván Velásquez es una especie de desterrado. Trabajó más de 20 años para la justicia colombiana y tuvo que irse del país tras convertirse en un objetivo de persecuciones y seguimientos desde la inteligencia estatal. Cuando encontró un segundo país para ejercer su vocación, Guatemala, el mismo presidente le prohibió la entrada a esa tierra.

Como la mayoría de personajes que influyen de manera tan directa en la realidad de un país, a la par que su lista de rivales crece, también el reconocimiento a su trabajo. La fundación Right Livelihood le acaba de otorgar el que se considera como el Premio Nobel Alternativo, por su lucha contra la corrupción en Guatemala. En 2015, la revista ‘Foreign Policy‘ lo había destacado como una de las personas más influyentes del mundo. Y el pueblo guatemalteco se ha volcado a las calles, varias veces y en masa, a respaldar su gestión.

"Hazlo, y si te da miedo, hazlo con miedo", dice uno de los mensajes más recientes de Velásquez en su cuenta de Twitter. El miedo o el deber es la ecuación que ha marcado la trayectoria del abogado nacido en Medellín. Durante los años 90 y como procurador de Antioquia, se enfrentó a Pablo Escobar, ese personaje que encarnaba lo peor del crimen.

Durante esos días tuvo una misión temeraria. Recoger pruebas para exponer la forma en que el capo del Cartel de Medellín transformó su sitio de reclusión, la cárcel de La Catedral, en algo más parecido a un complejo turístico donde sus deseos eran órdenes. Lujos, fiestas y vicios tenían lugar allí y Velásquez fue uno de los que lo expuso con su trabajo.

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Meses después de que Escobar se fugó de La Catedral, en 1992, Velásquez asistió a una reunión con la esposa del narcotraficante en la que se esbozaba un nuevo intento de entrega del criminal. En esa cita, autorizada por el entonces presidente César Gaviria, Velásquez compartió sillón con el entonces senador Álvaro Uribe Vélez, quien 15 años después se convertiría en uno de sus mayores contradictores.

Durante esos años detrás de la pista del Cartel de Medellín, Velásquez fue amedrentado por los gatilleros de Escobar. A finales de los 90 volvería a vivir situaciones similares, entre intimidaciones y amenazas, cuando empezó a seguir el rastro del paramilitarismo desde su cargo de fiscal regional en Antioquia. Allí le tocó manejar varios de los expedientes más complejos de esos años, como el de las masacres de El Aro y La Granja y el asesinato del defensor de derechos humanos Jesús María Valle.

Por esos años tuvo que vivir uno de los episodios que, en entrevistas con medios, ha calificado como los más duros de su carrera: el asesinato de compañeros suyos del CTI a manos del paramilitarismo. Sería su salto al escenario de los altos tribunales el que lo catapultaría como un "investigador estrella". En el año 2000 llegó a fungir como magistrado auxiliar en la Corte Suprema de Justicia.

Seis años después, cuando las investigaciones contra la parapolítica tomaron vuelo, Velásquez fue nombrado como el coordinador de esos casos. El récord que consiguió le ganó tanto reconocimiento como enemigos. Durante ese tiempo, la Corte Suprema de Justicia condenó alrededor de 50 congresistas por sus nexos con el paramilitarismo. Eso le consiguió el mote de "el magistrado estrella de la parapolítica", pese a que nunca fue designado como un togado titular del máximo tribunal.

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Pero solo fue hasta 2007 que Velásquez salió de su relativo anonimato, cuando el entonces presidente Uribe lo señaló de estar presionando pruebas en su contra. Luego fue sindicado por el paramilitar Tasmania de haberle ofrecido beneficios jurídicos a cambio de declaraciones. En últimas, se le señaló de urdir un complot contra el mandatario. Finalmente, se demostró que el montaje era en contra de Velásquez, quien salió fortalecido de ese escándalo. Luego se supo que era uno de los objetivos de las chuzadas ilegales del DAS, y hasta se le investigó disciplinariamente por haber sacado copias de expedientes paramilitares de la Corte.

Pero la situación que desató su salida de la corte fue que lo relevaran como coordinador de la parapolítica pese a sus evidentes logros, en 2012. Al año siguiente, en medio de las persecuciones en contra suya y de su familia, que quedaron documentadas, se fue del país. Esa salida pudo leerse en su momento como que Velásquez se había cansado de sufrir las consecuencias de su ejercicio. Sin embargo, dos años después reapareció en un país que le era ajeno, pero que afrontaba una crisis institucional de corrupción.

Velásquez llegó a Guatemala designado por Naciones Unidas como la cabeza de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), un actor independiente con el objetivo de apoyar los entes judiciales guatemaltecos, que existía desde 2006 pero que tomó mucho protagonismo con la llegada de Velásquez.

Entonces, el abogado antioqueño junto a la fiscal general Thelma Aldana lideraron la investigación de La Línea, un caso de defraudación aduanera al que terminaron vinculados varios altos funcionarios del gobierno de Guatemala. Finalmente, las pesquisas llegaron hasta la vicepresidenta Roxana Baldeti y al presidente Otto Pérez Molina, quien renunció a su cargo y terminó preso mientras enfrenta su juicio. Entre las críticas contra el colombiano se dijo que estaba en una cacería de brujas, obsesionado por tumbar presidentes.

"Yo lamenté que el expresidente Pérez Molina resultara involucrado en las investigaciones", dijo entonces Velásquez, quien en un inicio no calculó el alcance que tendría su investigación junto a la fiscal. En medio de esa crisis institucional, el pueblo guatemalteco se volcó como nunca a las calles a respaldar el trabajo de la Comisión y a condenar la corrupción.

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Velásquez siguió trabajando en otro casos. Entre esos, tocó al sucesor de Pérez, a Jimmy Morales, el nuevo mandatario que se posesionó en 2016. y a su círculo familiar. El hijo y el hermano de Morales terminaron presos y vinculados a un proceso por lavado de dinero y fraude, cargos de los que se declaran inocentes. Velásquez también pidió que se levantara el fuero del presidente frente a otras pesquisas por la supuesta financiación ilícita de su campaña.

Esos choques con el mandatario desembocaron, hace un año, en la expulsión del exmagistrado colombiano de ese país: "Declaro non grato al señor Iván Velásquez y ordeno que abandone la república de Guatemala", dijo Morales. Sin embargo, un tribunal guatemalteco frenó esa decisión. Pese a que Velásquez cuenta con el apoyo de buena parte de la ciudadanía guatemalteca, el descontento de la clase política hacia su figura ha crecido. En esencia, el argumento que esgrimen en su contra es que su trabajo es una intromisión internacional en la soberanía local.

En medio de esa crisis que atraviesa el ejercicio de Velásquez en Guatemala, llegó el premio considerado el Nobel Alternativo. "Thelma Aldana e Iván Velásquez han estado al frente de uno de los esfuerzos anticorrupción más exitosos en el mundo", resaltó la fundación Right Livelihood al otorgarles el galardón, para luego resumir así su labor:

"Aldana y Velásquez han jugado un papel crucial en la configuración de una era definitiva en la historia de Guatemala, al tiempo que han reconstruido la confianza en las instituciones públicas. Como consecuencia, se han enfrentado a una resistencia sostenida y han soportado un gran riesgo personal. Su valiente y ejemplar trabajo ha desembocado en más de 60 estructuras criminales identificadas, más de 310 condenas y 34 propuestas de reformas legales".

Es la cuarta vez que el galardón va para Colombia, desde que se empezó a entregar en 1980. Sin embargo, es la primera que se lo gana una persona en particular, pues antes lo habían merecido el Festival de Poesía de Medellín (2006), el Programa de Consolidación del Amazonas, Coama (1999) y la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (1990).

El colombiano declaró ante medios que recibe el galardón como un espaldarazo. En últimas, un motivo más para seguir apostándole al deber sobre el miedo.