HISTORIA

¿Al fin quién mató a Escobar y quién se quedó con su pistola?

Hugo Aguilar, el hombre que asegura haberle pegado el tiro al capo, confiesa que se la robó. Sin embargo la versión del general Naranjo en el libro de Julio Sánchez es diferente. Semana.com reproduce un extracto del libro número uno en ventas.

9 de mayo de 2017
Hugo Aguilar, coronel (r) de la Policía | Foto: Archivo SEMANA

A propósito de la columna de Daniel Coronell sobre la pistola perdida de Pablo Escobar, una Sig Sauer que el capo llevaba el día de su muerte, Semana.com reproduce el un fragmento del libro El general de las mil batallas.

General Naranjo, vamos al 2 de diciembre de 1993. El día final de Escobar. ¿Cómo fue?

El golpe final a Pablo Escobar fue una operación absolutamente limpia en mi opinión, basada en inteligencia electrónica, en la que no intervinieron los ‘Pepes’ ni ninguna agencia extranjera. Y se originó en Residencias Tequendama cuando la mujer del capo, Victoria Eugenia Henao y su hijo Juan Pablo, empezaron a hacer llamadas buscando a Escobar en Medellín. El desenlace de esta historia se había iniciado a finales de noviembre de 1993, cuando conocimos la intención de la familia Escobar de viajar a Alemania para buscar un eventual asilo. Entonces surgieron tres razonamientos que nos llevaron a pensar que esa movida del capo era peligrosa para el país y por ello había que lograr que no los recibieran en esa Nación: uno, porque si su familia estaba resguardada, él se endurecería y sería más violento porque ya no tendría nada que perder; dos, porque justamente la familia era una de las posibilidades que teníamos para localizarlo; y tres, porque si lo del asilo de su familia funcionaba, él tendría un respiro internacional que dificultaría las operaciones en marcha.

¿Y entonces qué hicieron?

El embajador alemán en Colombia jugó un papel fundamental. Él fue visitado por el director de la Policía, mi general Gómez Padilla, quien le hizo ver la gravedad que significaba para Alemania recibir de manera permanente o temporal a la familia de Escobar. Sin embargo, mientras se hacían las consultas y las cancillerías de los dos países examinaban el tema, los Escobar salieron del país el 27 de noviembre, pero el general Gómez Padilla logró que dos oficiales de la Policía viajaran encubiertos en ese vuelo que cubría la ruta Bogotá-Frankfurt.

Cuando se confirmó públicamente que la familia del capo fue devuelta al país, Escobar llamó a la Casa de Nariño, enfurecido, a proferir todo tipo de amenazas. ¿Cómo observó eso?

Me sorprendió la serenidad del presidente Gaviria, que por el contrario ratificó las órdenes de seguir avanzando en la persecución de Escobar.

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Los Escobar fueron forzados a regresar casi inmediatamente. ¿Qué hacer con ellos?

Soy responsable de haber sugerido que ellos deberían ir a Residencias Tequendama por razones de seguridad. Todo sobre la base de que llegarían a pedir protección porque Escobar estaba seguro de que los ‘Pepes’ los iban a matar. Entonces se les hizo saber que los cuidaríamos, como en efecto se hizo, siempre y cuando aceptaran estar en ese hotel. La idea era tenerlos bajo vigilancia en un sitio que pudiéramos controlar, entre otras cosas porque la oficina del Comando Especial Conjunto quedaba en el piso 28. Por eso hicimos que alojaran a los Escobar en el piso de abajo.

La estrategia fue tenerlos cerca para espiar sus movimientos…

Sí, cuando ya era un hecho que los deportaban de Alemania, instalamos micrófonos inalámbricos de ambiente, muy artesanales, que nos permitían escuchar todo lo que decían en el apartamento. Y también controlamos las líneas telefónicas.

¿Qué decían los Escobar?

Una vez llegaron empezamos a notar cierto desespero, principalmente de Juan Pablo, por hablar con su papá, por contarle lo que había pasado. La mamá le decía que había que esperar, tener paciencia, pero el muchacho insistía en localizar a su padre.

Entonces era cuestión de tiempo que Escobar apareciera…

Así es. Era seguro que se comunicarían y por eso llamé a Medellín al teniente Martínez y le dije que estuviera pendiente porque Escobar aparecería de un momento a otro. Y sucedió. A medida en que ese 2 de diciembre se fueron repitiendo las llamadas entre Escobar y el conmutador de Residencias Tequendama, el teniente empezó a triangular las zonas desde donde se originaban las llamadas y así se fue cerrando el círculo. Era impactante escuchar el reporte del teniente cuando empezó a acercarse al barrio La América, lugar donde se suponía que estaba el capo: “mi mayor (era yo), estoy llegando, tenemos señal a ocho cuadras, a cinco cuadras, a tres cuadras; mi mayor, llegamos a la cuadra donde está el tipo; mi mayor, llegamos a la casa donde está Escobar”.

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¿Qué pasó luego? Cuál fue el instante preciso en que se produjo la muerte de Escobar. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Cómo se enteró el Presidente? ¿Qué dijo?

Esa operación coincidió con la presencia de mi general Gómez Padilla en Medellín, y por lo tanto el mando institucional estuvo informado en tiempo real y al instante del desarrollo de esas acciones.

¿Quién le pegó el tiro final a Escobar?

Para ser preciso, un miembro de la Policía que en la historia muy cerrada de la Institución y con el ánimo de protegerlo se le ha conocido siempre como ‘Sangre e’yuca’, por su apariencia muy blanca, perteneciente al Bloque de Búsqueda, fue quien atravesó la humanidad de Escobar con un tiro de fusil. Él cubría la huida del capo por la parte posterior de la residencia, mientras el grupo del mayor Aguilar, que ingresaba por el frente, neutralizó a alias ‘Limón’, el último de los guardaespaldas de Escobar. Una vez recibió el impacto de ‘Sangre e’yuca’, Escobar sería asegurado por otros disparos del mayor Aguilar.

¿Es decir, que no fue el mayor Hugo Aguilar, como se ha dicho siempre?

Pues si uno se remite a quién produjo el disparo letal que terminó con la vida de Pablo Escobar, habría que decir que no fue él. Lo cual no quiere decir que no haya tenido una participación directa en la operación.

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¿Y entonces todo ese cuento de que él se enfrentó a bala con Escobar, que Escobar le pegó un tiro en el chaleco antibalas?

Lo cierto es que internamente en la Policía ha habido varias versiones sobre ese episodio y yo francamente me atengo a la que he narrado, en el entendido —como lo dije antes— de que no solamente el mayor Aguilar sino otros oficiales tuvieron una participación en el procedimiento de baja del capo.

¿Qué piensa de la afirmación de Juan Pablo Escobar de que su padre se suicidó cuando se vio perdido?

De todas las versiones, la menos creíble es la del suicidio y esta es una historia que está plagada de protagonismos, donde yo particularmente nunca he entendido por qué tanto interés en acreditarse la muerte de un criminal o hacer esfuerzos por desvirtuarla y convertirla en suicidio.

Usted asegura que agentes estadounidenses no participaron en la operación, pero las fotografías mostraron a uno de ellos en el tejado de la casa.

Sí, él llegó después y además hoy hay que decir que en las series internacionales que hablan de la muerte de Pablo Escobar, para los norteamericanos esa es la fotografía oficial emblemática que da fe de la participación de las agencias de ese país en la lucha contra el cartel de Medellín.

En un libro, alias ‘Don Berna’ sostuvo que su hermano, alias ‘Semilla’, fue quien mató al capo…

No puedo decir que no estuvo presente. Yo no sé si él estaba con una de las patrullas de la Policía que llegó allá. Es posible porque él ya era informante. De lo que estoy seguro es de que ‘Semilla’ no dio la información para llegarle a Escobar por el testimonio que recibí del propio teniente Martínez en su momento.

William Rodríguez, hijo del capo de Cali Miguel Rodríguez, dijo en otro libro que algunos oficiales del Bloque de Búsqueda recibieron 10 millones de dólares por la muerte de Escobar. ¿Usted qué sabe de eso?

Tristemente esa versión ha ensombrecido la historia de la Policía y su lucha contra el cartel. En mis años como oficial de inteligencia no tuve evidencia cierta de que eso fuera así.

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También se ha dicho que el primero en enterarse fue Miguel Rodríguez.

Esa operación fue tan pública y notoria en plena ciudad de Medellín y fue tan directa la participación de la institución policial a través de unidades del Bloque de Búsqueda, que la información fluyó inmediatamente por los conductos regulares al mando en tiempo real.

¿Qué piensa de todas las versiones que a lo largo de los años han intentado desvirtuar lo que sucedió en la operación que terminó en la muerte del jefe del cartel de Medellín?

Siempre he notado un ánimo muy protagónico buscando adjudicarse la muerte de Pablo Escobar. Pienso que es natural que sea así, pero al final ese protagonismo ha terminado por confundir y desvanecer los esfuerzos institucionales que terminaron con la neutralización del capo. Para completar, habría que decir que aún hoy en Medellín circulan versiones que contra toda evidencia sostienen que Pablo Escobar está vivo… algo parecido sucede con el ‘Mexicano’.

A lo largo de los años, los Rodríguez Orejuela han insistido en que los equipos con los cuales fue localizado Escobar los suministraron ellos.

No, la Policía tenía dos equipos, los Thompson, que están en el museo de la institución, guardados. Son dos minicontenedores de dos metros por dos metros, unas cajas grandes, de origen francés. Y los radiolocalizadores portátiles eran americanos, entregados por la embajada de Estados Unidos.

Hablemos del final. Pablo Escobar está muerto. ¿Usted qué pensó?

Lo primero fue una sensación de gran tranquilidad y de descarga emocional; era el fin de un demonio, pero quienes estaban conmigo en ese momento, las tres personas que me acompañaban en la oficina de Residencias Tequendama, pueden dar fe de que no hice manifestación alguna de celebración; es cierto que era el final de Pablo Escobar pero era cierto también que ese delincuente se había llevado a su paso la vida de miles de colombianos. Al mismo tiempo, dejó tantas heridas abiertas que si hoy seguimos hablando de Escobar es porque esas heridas no están totalmente
curadas.

*Fragmento del libro El general de las mil batallas, de Julio Sánchez Cristo (Planeta).