El excandidato a la alcaldía de Medellín es un político antioqueño. | Foto: Archivo SEMANA

PERFIL

Vélez Uribe, de héroe a villano

El gerente de la campaña del No, hasta ahora uno de los hombres más leales al expresidente Álvaro Uribe, cayó en desgracia en menos de tres días.

7 de octubre de 2016

Juan Carlos Vélez Uribe (Medellín, 1965) es un hombre de fe. Católico, apostólico y romano. De esos que nunca fallan a la misa del domingo, de los que aún comulgan, de los que todavía se confiesan. De buenos modales, trato amable y de fácil sonrisa. El excandidato a la Alcaldía de Medellín es un político antioqueño. Conservador desde la cuna, pero no de partido. De olfato suficiente para saber a qué árbol arrimarse. Quizás el que mejor provecho ha sacado a su segundo apellido, y a la combinación con el primero, sobre todo. Desde cuando cabalgó a lomos del Vélez Uribe, escaló peldaños de forma sorprendente. Fue su apuesta. Ser el más cercano al Uribe Vélez presidente de la Seguridad Democrática.

Bachiller del Colegio Alemán de Medellín, soldado bachiller en el Urabá antioqueño y abogado de la Universidad de Medellín. Hizo política de la mano de Juan Gómez Martínez y trabajó en el gobierno de Andrés Pastrana como director de la Aeronáutica Civil, puesto que años atrás tuvo el propio Álvaro Uribe Vélez.

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Fue uno de los conservadores que se quitaron la camiseta azul para ponerse la de ‘la U’. En el 2005 se matriculó en el partido que organizaba Juan Manuel Santos para reelegir a Uribe. Se postuló al Senado, sacó 24.000 votos, pero no fue elegido. En el 2008 se hizo senador por la vía de la sustitución, para ocupar la curul de Mauricio Pimiento, uno de los tantos congresistas de la parapolítica. La prensa nacional empezó a tenerlo en el radar.

En el 2010 no tuvo que esforzarse para hacer campaña. Sus afiches y vallas se redujeron a dos palabras y dos fotos. Las de Uribe Vélez, las de Vélez Uribe. La fórmula le resultó exitosa. Así como Jesucristo multiplicó los panes y los peces, gracias a los apellidos del expresidente multiplicó por tres su votación, hasta alcanzar 62.000 votos.

Y así Vélez Uribe se convirtió en la voz de Uribe Vélez en el Congreso. Él y Juan Lozano fueron los únicos de los 26 senadores que le guardaron lealtad al expresidente, los únicos que no se pasaron a la orilla de Juan Manuel Santos.
Mientras hacía oposición dentro del partido de gobierno, Juan Carlos Vélez también se convirtió en un adicto a las redes sociales. No sólo se le veía pegado del i-pad, sino que se convirtió en un estudioso de las tendencias en Twitter. Tenía un ranking diario de los políticos del mundo con más seguidores en las redes, y señalaba con orgullo que en Colombia nadie destronaba la popularidad de su jefe, Álvaro Uribe Vélez. Con más veras se quitó la camiseta de La U para vestir la del Centro Democrático.

Volvió a apostar por el Vélez Uribe, y su lealtad al expresidente, para ilusionarse con llegar la Presidencia de la República. Uribe lo señaló como sus precandidatos. Como no renunció a tiempo a La U, no pudo medirse su apuesta en las urnas. No desapareció. El expresidente lo nombró uno de los jefes de debate de la campaña política del 2014. Sacó pecho cuando el partido obtuvo 21 curules en Senado, se tomó la foto sonriente cuando Óscar Iván Zuluaga ganó la primera vuelta y pareció graduarse de exitoso estratega.

En ese mundo, Juan Carlos Vélez ya había comprobado las consecuencias y el impacto de cualquier movimiento en las redes sociales, sobre todo de los pasos en falso. Un día trinó un artículo del Daily Currant (vea la chispoteada de Juan Carlos Vélez) donde se registraban las muertes de 37 personas por sobredosis de marihuana en Colorado en el primer día de la legalización de esa sustancia. En tono irónico, Vélez se preguntó en las redes: “¿La legalizamos también?”

Lo que no sabía Vélez es que el Daily Currant es un reconocido medio de sátira donde se burlan, entre otras cosas, de las tesis más conservadoras de los gringos. Antes, también en las redes, lo pillaron en un plagio a un proyecto de ley. Gajes del oficio que sirvieron para curtirlo, allí aprendió a calcular los trinos para no volver a pasar por el ridículo. Es probable que haya comprobado la reacción en cadena que cualquier información, verdadera o falsa, podría generar en el más desprevenido.

En el 2015 tuvo la oportunidad de aplicar en carne y hueso sus dotes de estratega. Se lanzó a la Alcaldía de Medellín, de nuevo como el candidato de Uribe Vélez. Lideró todas las encuestas y llegó a las urnas como el virtual mandatario de la capital antioqueña. El día de las elecciones amaneció eufórico, pero se fue a la cama con una derrota que no supo cómo explicar.

Parecía que su fórmula se había agotado. Refugiado en los cuarteles de invierno, se mantuvo alerta a una nueva misión. Llegó el 17 de agosto. Ese día regresó al capitolio, pero a la oficina de Uribe Vélez. De allí salió como gerente de la campaña por el No en el plebiscito, pero sin plata, con las encuestas en contra, sin la posibilidad de reposición de votos y quejándose por lo desequilibrada que veía la contienda. Como quien saca el paraguas para no ser el sacrificado de la derrota que le auguraban.

Pero en la noche del 2 de octubre, cuando el No se impuso por 51.000 votos en el plebiscito, las miradas se voltearon hacia él. ¿Cómo lo hizo? En ese momento Juan Carlos Vélez parecía convertirse en el nuevo Fabio Echeverry para Álvaro Uribe, el mismo gerente de la campaña presidencial del 2002, y el de la reelección del 2006.

Resulta que Juan Carlos Vélez, quizá llevado por la euforia de un triunfo que sorprendió al país, cometió un garrafal error. Reveló su estrategia. La de la campaña “más barata y más efectiva de la historia”. Más simple de lo que se esperaba. Una estrategia que comenzó con un mensaje.

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“Descubrimos el poder viral de las redes sociales. Por ejemplo, en una visita a Apartadó, Antioquia, un concejal me pasó una imagen de Santos y ‘Timochenko’ con un mensaje de por qué se les iba a dar dinero a los guerrilleros si el país estaba en la olla. Yo la publiqué en mi Facebook y al sábado pasado tenía 130.000 compartidos con un alcance de seis millones de personas”, confesó en la ya célebre entrevista al diario La República.

No sólo eso. Dos estrategas le recomendaron dejar de explicar los acuerdos de paz a cambio de mensajes de la indignación. “En emisoras de estratos medios y altos nos basamos en la no impunidad, la elegibilidad y la reforma tributaria, mientras en las emisoras de estratos bajos nos enfocamos en subsidios. En cuanto al segmento, en cada región utilizamos sus respectivos acentos. En la costa individualizamos el mensaje de que nos íbamos a convertir en Venezuela. Y aquí el No ganó sin pagar un peso”.

Un nuevo ejemplo de la consigna de Nicolás Maquiavelo, la del “fin justifica los medios”, que los dolidos simpatizantes del Sí señalaron enfurecidos.

El senador Armando Benedetti conoce muy bien a Juan Carlos Vélez tras seis años como compañero de partido y de comisión en el Congreso, y sabe que es un tipo sincero y leal, pero también ingenuo y hasta tierno. “El señor Juan Carlos Vélez estaba hablando sin presión, sin hostigamiento, sin libreto. Fue sincero”.

Una sinceridad que le valió el mayor jalón de orejas que haya recibido de su jefe Uribe Vélez, quien lo desautorizó en público, pues con sus palabras, Vélez Uribe, el que cabalgó con el apellido del expresidente, le ponía un manto de duda a la victoria del No. Craso error. Juan Carlos Vélez aplicó la fórmula de Maquiavelo, pero pecó por transparente.