PLEBISCITO

El Brexit colombiaNo

Como ocurrió con la consulta sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea, los electores se pronunciaron en contra del consenso mundial.

2 de octubre de 2016
| Foto: Foto: SIG

En tres elecciones convocadas para este año en distintos países, el mundo ha tomado claramente partido de antemano sobre la que considera la opción sensata. Así ocurrió con la consulta sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea, se está dando en las presidenciales de Estados Unidos con el pintoresco Donald Trump de candidato y, en el resultado tal vez más sorprendente, se confirma en el plebiscito para refrendar el acuerdo final en Colombia. En las dos que ya están resueltas, poco les importó a los votantes la opinión de la comunidad internacional, y de hecho algunos la consideraron una injerencia indebida.

En Gran Bretaña, la otrora inconcebible opción de retirarse de la UE ganó la partida en junio. En Colombia, el No contra la refrendación de lo acordado en La Habana se impuso este domingo. En ambos casos, el resultado arrojó al país a un período de incertidumbre que tardará en resolverse. De este modo, el Brexit se constituye en un espejo inevitable para establecer paralelos y diferencias.

Aislamiento internacional

Diversos observadores habían advertido el aislamiento internacional que le podría provocar a Colombia rechazar los cuatro años de negociaciones con las FARC. El periodista británico John Carlin incluso llegó a bautizar esa opción como el “plebiscidio”. Y en efecto, los colombianos lo cometieron.

En el caso británico, la posición mundial, emanada tanto de dignatarios como de expertos y de instituciones como el FMI, también era bastante clara. Aunque las opiniones extranjeras fueron un gran respaldo de la campaña por el Brimain (como se conocía la opción de la permanencia), por momentos parecieron contraproducentes, especialmente después del llamado del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

“Yo nací en un país, Gran Bretaña, que acaba de hacer un ridículo mundial, me refiero al referéndum sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea, decidieron que No ante la estupefacción del resto del planeta. Esa estupefacción multiplícala por 50 en caso de que Colombia diga No a los acuerdos de paz. Colombia tiene la oportunidad de hacer lo mismo pero más a lo grande porque esto es cuestión de vida o muerte”, había advertido en los días previos Carlin en una entrevista a Semana.com. En el mismo sentido se manifestó el colombianista Daniel Pécaut, entre muchos otros.

De nada sirvieron los abundantes pronunciamientos a favor del acuerdo de líderes internacionales, muchos desde la propia Asamblea General de la ONU. Los colombianos hicieron caso omiso de todas las advertencias, y, a juzgar por los resultados, no les caló la idea de que iban a hacer un ‘oso’mundial.

Consulta innecesaria y futuro incierto

“David Cameron pasará a la historia como el político irresponsable que puso en juego el interés general del Reino Unido y de Europa para resolver un problema personal y de partido”, escribió en su momento, lapidario, el expresidente del gobierno español Felipe González. Junto a él, muchas voces consideraron innecesaria la consulta.

Nada obligaba al gobierno británico a embarcarse en semejante aventura, que no era vinculante pero Cameron había prometido respetar. El entonces primer ministro se la sacó de la manga para resolver problemas internos del Partido Conservador.

La oposición consiguió imponer la idea de que no se podía confiar en Cameron, y muchos lo consideraron el principal lastre de la campaña por haber sido euroescéptico. Con esos antecedentes, la primera y más obvia consecuencia del Brexit fue jubilarlo de la política.

El escenario presenta paralelos con el presidente Juan Manuel Santos, quien tampoco estaba obligado a aprobar en una consulta popular lo negociado en Cuba, pero tomó la decisión política de someter a las urnas el acuerdo final para darle mayor legitimidad. Aunque la intención de refrendar popularmente los acuerdos era buena, también constituía un riesgo innecesario. Al igual que ocurrió con Cameron, la oposición asegura que no se le puede creer y muchos lo consideran un negativo en campaña por sus bajos niveles de popularidad.

En noviembre del año pasado Santos, en una entrevista con la BBC, dijo que si perdía el plebiscito estaría en serias dificultades, e incluso insinuó la posibilidad de renunciar. Algunos voceros del Centro Democrático ya habían señalado que el triunfo del No debería poner esa opción sobre la mesa, aunque el propio Santos pareció descartarla en su discurso al país tras conocer el resultado.

El pasado frente al futuro y los mensajes emocionales

En Gran Bretaña, el tema de la inmigración (y la xenofobia) terminó por protagonizar la recta final de la campaña; en Colombia, en gran medida, la supuesta impunidad y la participación política de las FARC. Entretanto, la campaña por quedarse agitó el temor de las consecuencias económicas y de quedar aislado, como de alguna manera se alcanzó a mencionar en el país.

El mensaje del bando que iba por el Brexit (especialmente del Partido por la Independencia del Reino Unido, el UKIP, por su sigla en inglés) fue más emocional que racional, con afirmaciones como que las islas se iban a inundar de inmigrantes, que habría ataques terroristas y que los ciudadanos perderían sus empleos frente a los inmigrantes. Quizás el único argumento del No que se puede comparar en este punto es el de los injustos sueldos que recibirían los guerrilleros desmovilizados.

Entre los mensajes de último minuto de Cameron estuvo: “Voten por sus hijos y nietos, ellos no podrán deshacer la decisión que tomemos, la siguiente generación tendrá que vivir con las consecuencias”. Fue similar al mensaje sobre el futuro que transmitieron los principales promotores del Sí, pero en ninguno de los dos casos parece haber terminado de calar.

La campaña por permanecer en la UE aseguraba que retirarse pondría en riesgo la economía y la seguridad, traería menos empleos, menos aliados y mayores precios, como en efecto parece estar ocurriendo. Votar por salir era un salto al vacío, que en cualquier caso los británicos decidieron dar.

Por otro lado, en la campaña por el Brexit, en medio de muchas medias verdades, mentiras abiertas y afirmaciones populistas, imperó el mensaje de recuperar el control y la autonomía, para poder tomar decisiones según las prioridades nacionales y no las del bloque. De algún modo, la idea de imponer la renegociación de los acuerdos que promovió el uribismo también puede considerarse un llamado por recuperar el control.

Han pasado 100 días desde cuando los británicos aprobaron abandonar el bloque continental, pero de la salida sólo se sabe que no tiene marcha atrás, como sugiere la frase "Brexit es Brexit" de la primera ministra, Theresa May, el relevo de Cameron después de las turbulentas jornadas que siguieron a la votación. Colombia, como ocurrió con el Reino Unido, se encamina a una crisis de liderazgo con consecuencias difíciles de predecir.

Al final, los promotores del Brexit, como el exalcalde de Londres Boris Johnson y el dirigente del UKIP Nigel Farage, salieron en desbandada al no poder confirmar las cifras y argumentos con los que convencieron a los votantes, principalmente a las personas mayores, de votar por la salida. Falta ver en el caso colombiano cuál será la actitud de los promotores del No cuando el país se enfrente al limbo jurídico que produjo su promesa de renegociar los acuerdos, algo que está, al menos por el momento, en el campo de la incertidumbre.