ORDEN PÚBLICO
Las sicarias que mandan en el Clan del Golfo
Hace dos semana fue capturada alias "Lola", una de las más temidas, cuya seguridad estaba a cargo de "Laura Acuña", "Estella" y "Wendy". Van 200 mujeres capturadas como parte de la primera banda criminal del país.
En el mundo sicarial de Medellín siempre ha existido el mito de la mujer fatal y pistolera que, amparada en su feminidad, se burla de las autoridades y de sus enemigos. Además de sus atributos físicos, tiene ojo de lobo y un dedo rápido y preciso para disparar. Ya Jorge Franco describió una historia de estas en su novela Rosario Tijeras, que propagó ese mito de la mujer fatal del mundo del hampa. Sin embargo, se conocen muy pocas historias de estas mujeres, a excepción de casos notables como el de la patrona de Pablo Escobar, Griselda Blanco —a quien apodaban la viuda negra—, quien pagó prisión en Estados Unidos después de traficar toneladas de cocaína y murió vieja y baleada en una carnicería del barrio Belén, en Medellín.
Ahora, el mito se ha ido convirtiendo en realidad de la mano de nuevos grupos criminales que basan su poder en negocios ilegales y en una amplia estructura militar, como el Clan Úsuga, hoy conocido como el Clan del Golfo. La Policía de Antioquia ha capturado este año en ese departamento a 200 mujeres, 40 de ellas con mandos importantes en las pandillas y grupos delincuenciales que sirven en los pueblos al Clan del Golfo.
Hace dos semanas, en un operativo que dejó maltrecha a la banda El Laberinto, una de las más temidas del oriente antioqueño, las autoridades capturaron a Stefanía Narváez Otálvaro, de 23 años, conocida como Lola. Además de ser una integrante importante de esa organización, se le sindica de estar supuestamente involucrada en el asesinato de uno de sus hombres, de quien se vengó porque estaría entregando información a sus enemigos. La cúpula designó comandante a Lola, pese a llevar solo tres años en ese grupo, luego de que todos los hombres que lideraban la banda terminaron capturados, uno tras otro, en poco tiempo.
Ya en el poder, Lola se rodeó de mujeres para que administraran las diferentes dependencias del negocio, en especial del narcotráfico. Entre ellas estaba Laura Vanessa Cardona Ciro, de 18 años, conocida con el alias de Laura Acuña. También estaban alias Estella, Wendy, Yésica y Cristina. Lola cayó presa en Medellín, cuando planeaba reunirse con altos mandos del Clan del Golfo.
En la Policía creen que las mujeres están adquiriendo un rol importante en las organizaciones “debido a que pasan desapercibidas ante las autoridades y pueden camuflar armamento, droga, pues solo una mujer policía puede requisarlas. Además, algunas utilizan sus atributos físicos para engañar a sus víctimas, ya sea para el sicariato o para la venta de estupefacientes”.
SEMANA conoció la historia de Cata, de 19 años, que hasta hace poco hacía parte del Clan del Golfo. Empezó su vida criminal a los 14, cuando llevaba drogas a varias plazas del barrio Antioquia, un sector residencial cerca al aeropuerto Enrique Olaya Herrera, quizá la plaza de vicio más grande del país. “A nosotras nos utilizaban para ‘placiar’ (venta de droga). Nos tenían un lugar donde trabajar, porque pasábamos desapercibidas por los policías, escondíamos la droga entre los bracieles [sic] o debajo de la ropa interior. También colaboramos transportando las armas hasta donde ellos van a hacer el homicidio. Ellos lo hacen y nosotros volvemos con el arma hasta el punto de encuentro. Yo llegué a Rionegro cuando tenía 16 años (…) El cargo mío era vender vicio en el barrio Laberinto”.
La Inteligencia de la Policía de Antioquia ha detectado que los cabecillas del clan prefieren a mujeres en puestos claves porque son más confiables. “Muchos de los hombres encargados de las finanzas se han apropiado del dinero y se han fugado. Igualmente, los hombres son más delatores, una vez que son capturados por las autoridades”.
Usar mujeres no es una práctica nueva en esa organización. Darío Úsuga, alias Otoniel, jefe del Clan del Golfo, involucró en sus negocios ilegales a su esposa Blanca Madrid y a sus hermanas María, Sandra y Martha. Sin embargo, que el mismísimo Otoniel fuera engañado por su mujer demuestra que en el mundo del hampa, donde la fortuna es volátil, el riesgo enorme y la vida frágil, la traición no es una cuestión de género, sino de agallas.