POLÍTICA

¿Qué va de los Names a los Ñoños?

Bernardo Elías y Musa Besaile, dos de los senadores con las más altas votaciones en el Congreso, marcan un quiebre en la historia de la politiquería en Colombia.

15 de marzo de 2014
Bernardo ‘ñoño’ Elías - Musa Besaile

En otras épocas el símbolo de la politiquería en Colombia era la referencia a dinastías como los Names. Pero como todo cambia con el tiempo, el término contemporáneo equivalente sería decir los Ñoños. ¿Qué va de los Names a los Ñoños?

Por los Names se entendía una generación de caciques políticos que tenían una clientela propia y cuyo apoyo era decisivo en cualquier elección presidencial. En esa categoría estaban también los Guerra Serna de Antioquia, los Santofimio de Tolima, los Faciolince de Bolívar y otras dinastías. De ahí que el triunfo de presidentes como Julio César Turbay o Virgilio Barco se atribuyó en gran parte al apoyo colectivo de esos veteranos políticos.

Esa era quedó atrás, pues hoy día hay mucho más voto independiente y la televisión es más definitiva que el apoyo de los caciques. Los Ñoños ya no son el requisito necesario para llegar a la Presidencia. Son más bien el símbolo de ese nefasto matrimonio que se está presentando entre la política y la contratación de obras públicas.

Por los Ñoños se entiende la llave de Musa Besaile y Bernardo ‘Ñoño’ Elías, ambos de La U, que se convirtieron en el fenómeno de las elecciones parlamentarias del pasado domingo. Con 145.402 y 140.143 votos, respectivamente, alcanzaron la segunda y tercera mayor votación individual del Congreso, solo superados por Jorge Robledo, del Polo, con 191.910. Sin contar la lista cerrada de Álvaro Uribe.

Y no recogieron esos votos gracias a su desempeño en el Congreso. Musa Besaile y Ñoño Elías no se han destacado por sus debates de control político o por presentar sesudos proyectos de ley. Los dos son el resultado más refinado de esa figura que ha ido ganando fuerza en la política colombiana en los últimos diez años: los elegidos en las urnas gracias a la maquinaria de la contratación pública. Y ya no, como los caciques de antes, a la clientela cultivada a punta de burocracia.

Estos dos senadores fueron precisamente los congresistas más beneficiados por la mermelada oficial, según documentos revelados por el uribismo. En su momento se dijo que, entre 2011 y 2012, Ñoño Elías habría recibido por concepto de cupos indicativos 90.000 millones de pesos y Besaile 68.000. Por cupos indicativos se entiende las partidas que el gobierno les adjudica a los congresistas para que lleven a cabo obras en sus departamentos. Fueron una creación de Juan Manuel Santos cuando era ministro de Hacienda de Andrés Pastrana y las demandó el entonces senador Álvaro Uribe Vélez, denunciándolas como la resurrección de los prohibidos auxilios parlamentarios. Santos los defendió con el argumento de que se trataba de un proceso tecnocrático con destinación específica y no una repartición a dedo robable como había sido en el pasado. La Corte Constitucional le dio la razón y hoy son legales, pero la transparencia de ese proceso tecnocrático se ha diluido con los años. Hoy el expresidente Uribe cuando se refiere a la palabra mermelada se refiere exclusivamente a estas partidas.

Ñoño Elías fue entre julio de 2011 y julio de 2012 el presidente de la Comisión Tercera del Senado y Musa es actualmente el presidente de la Comisión Cuarta. Esas dos comisiones son las más poderosas del Congreso porque son las que aprueban leyes fundamentales para el gobierno de turno como el presupuesto y el Plan de Desarrollo. Los datos de cuánto se entregó en 2013 todavía no se tienen, pero el uribismo está al acecho esperándolos.

En todo caso, esos contratos multimillonarios se transformaron en votos. En el caso de Musa Besaile, por ejemplo, le dieron 59.000 millones de pesos para 20 vías terciarias en 17 municipios de cinco departamentos. Y según los resultados del domingo pasado, Musa sacó la mayor votación en siete de esos municipios, y en otros dos, Sahagún y Nechí, quedó con la segunda.

La motivación de Musa y Ñoño, tal y como lo han dicho ambos en medios radiales, era obtener la máxima votación en el Partido de la U porque el ganador, según acuerdos internos del partido, será el próximo presidente del Congreso.

Es curioso que ambos son de Sahagún, el pueblo de Córdoba con más congresistas per cápita en el país. A pesar de tener solo 120.000 habitantes, en 2006 logró cinco curules y ahora –después de la purga de la parapolítica– mantiene todavía dos senadores: Ñoño y Musa. En la costa dicen, a manera de chiste, que en Sahagún los niños aprenden a leer con el reglamento del Congreso.

Los dos senadores, además, han sido aliados de Emilio Tapia, también de Sahagún, el gran eslabón del cartel de la contratación de Bogotá. No solo hicieron sus pinitos en la contratación pública, cuando ellos eran representantes a la Cámara, sino que, según informó El Espectador, intercedieron en 2011 ante el gobierno para que le dieran un sitio de reclusión privilegiado a Tapia.

Los dos pertenecen a familias reconocidas de Sahagún. Ñoño es sobrino del expresidente del Congreso y preso por el proceso 8.000, Jorge Joche Elías Nader. Y Musa es hijo de un sirio libanés que montó una exitosa arrocera y amasó una pequeña fortuna.

El primero en entrar a la política fue Besaile. En 1998 hizo su primer intento como segundo renglón de la Cámara de Miguel Alfonso de la Espriella, condenado por la parapolítica, pero logró la curul en 2002, como fórmula del liberal Juan Manuel López Cabrales, también condenado por lo mismo. En 2010 saltó al Senado, sorprendió al sacar 62.050 votos, y el pasado domingo sorprendió aún más al ser elegido con 145.402 votos, es decir 83.343 más que antes.

El senador Musa Besaile explicó la fórmula de su éxito: “Mi equipo político cuenta con 44 alcaldías. No está solo en Córdoba y Sucre, también tengo candidatos a Cámara en Antioquia, Bolívar, Magdalena y La Guajira”. Y en efecto, en todos esos departamentos sacó votos.

De otro lado, Bernardo Elías ha convertido su movimiento en lo que él llama la Ñoñomanía: seguidores jóvenes y amantes de la música vallenata que festejan el día de las madres con rifas y electrodomésticos de regalo.

Si bien la compra de votos no es una novedad en la costa, lo que hace distinta esta jornada electoral, comparada con otras, es el poder económico de muchos de los candidatos. Y la explicación tiene que ver con que si bien antes los caciques pedían burocracia para atender a su clientela y esta les retribuía en votos, ahora, los votos se consiguen a través de los contratos de obras públicas que logran que el gobierno les asigne. Según le explicaron un contratista y dos senadores a SEMANA, algunos congresistas no solo sacan un porcentaje de los contratos que luego les sirven para comprar votos sino que también convierten en aliados para las elecciones a los alcaldes de los municipios beneficiados por las obras.

Es cierto que mermelada siempre ha existido –en otra época se le llamó ‘lentejas’ o ‘auxilios parlamentarios’– pero la diferencia ahora es que en Colombia se ha sofisticado el sistema de las mordidas en la construcción de obras públicas, tal y como lo demostró el carrusel de la contratación de Bogotá.

El gobierno argumenta que es su obligación legítima llevar desarrollo a las regiones. Los congresistas cuestionados alegan que los votos vienen de pueblos agradecidos porque ellos hicieron posibles obras allá. Sus contradictores consideran que así aceitan la ‘maquinaria’.

Por todas estas razones, si antes los caciques eran decisivos para la elección del presidente, ahora en la era del voto de opinión y de internet las cosas son diferentes. Los Ñoños pueden barrer a nivel departamental en las elecciones parlamentarias, pero cuando las redes sociales revelan la cantidad de mermelada con que el presidente los consiente, en vez de sumarle votos en las presidenciales, podrían restarle.