ENTREVISTA

“Más que polarización hay una radicalización de la extrema derecha”

El politólogo Francisco Gutiérrez, uno de los mayores expertos en el funcionamiento de la democracia colombiana, habló con SEMANA sobre la oposición política en Colombia y sus perspectivas en un país dividido.

22 de abril de 2017

SEMANA: Vivimos en una etapa de fuerte polarización de la política colombiana ¿Cómo describe esa polarización?

Francisco Gutiérrez: Lo de la polarización es en parte cierto y en parte no. Calificaría la actual como una coyuntura de polarización asimétrica, basada en una radicalización muy fuerte del uribismo y de lo que yo llamo el conservatismo selvático: sectores conservadores con posturas fundamentalistas y de derecha, representados en personajes como el exprocurador Alejandro Ordóñez o Marta Lucía Ramírez.

SEMANA: Y esa polarización asimétrica que usted describe, ¿en qué consiste?

F.G.: Cuando uno habla de polarización quiere decir que las fuerzas políticas se desplazan hacia dos polos, por lo general ubicados en la izquierda y en la derecha. Pero en Colombia, más que polarización, hay una radicalización de la extrema derecha. Santos, la Unidad Nacional y buena parte del espectro político se mantienen en el centro, siguiendo una tradición histórica en Colombia, y no se han radicalizado. Por otra parte, la izquierda tiene una posición muy confusa que no le permite tomar un camino hacia la radicalización. Además de que está muy dividida, tiene un caudal electoral que hoy día la hace menos viable que la derecha. Y es claro que sus protagonistas no están radicalizados: ni Clara López, ni Jorge Robledo, ni Gustavo Petro, incluso ni siquiera las Farc, están dispuestas a adoptar una agenda radical o volcada hacia la extrema izquierda.

SEMANA: ¿Usted está insinuando que las Farc van a ser moderadas políticamente? ¿No es un poco ingenuo?

F.G.: Yo lo veo así. Lo mismo sucedió en El Salvador, Guatemala y Uruguay donde las guerrillas que vuelven del monte adoptan, por muchas razones, algunas de estrategia política y otras de convicción, una posición más moderada de lo que esperaba la sociedad. Por eso llegaron al poder en varios países.

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SEMANA: ¿Entonces no hay ningún otro actor político que pueda polarizar en una orilla contraria a la derecha?

F.G.: No veo en la otra orilla del espectro político a un actor capaz de polarizar como lo hace Uribe. O bien porque sus contendores son débiles electoralmente, o porque no están tan cohesionados o han modificado su discurso. Clara López, por cuenta de su paso por el gobierno, seguramente se acercará más al centro. Robledo es un antineoliberal radical, pero es una especie de reliquia histórica: ¡un maoísta!, con una agenda distinta a todas las demás. Petro fue chavista pero ahora viendo el desastre de Venezuela no defiende ese proyecto, al menos públicamente. Y Piedad Córdoba que es radical, tiene índices de popularidad muy bajitos.

SEMANA ¿Cómo se articulan la polarización asimétrica y el ejercicio de una oposición que hoy es de derecha?

F.G.: Hay que diferenciar dos momentos. Uno es cuando comenzó esta polarización asimétrica y otro, cuando ese sector polarizado se convierte en oposición con lo cual, lógicamente, se aumenta esa polarización. Con respecto al primer fenómeno, se podría decir que comenzó con Uribe. Desde el Frente Nacional, Colombia había sido un país centrista en el que a los políticos asociados con opciones radicales les iba mal en las elecciones. Por eso a la izquierda le fue siempre mal. Uribe, que desde que fue gobernador de Antioquia ha sido un radical, motivó a la clase política a asumir posiciones extremas para convocar electores. El segundo momento, cuando se convirtió en oposición, fue cuando consideró la apuesta de Santos por la paz no como una propuesta política sino como una traición, como una concesión al ‘castrochavismo’. Contrario a lo que se cree, la radicalización de la derecha no fue con el plebiscito sino que viene desde 2010, con la elección de Santos. En ese momento quedó en evidencia que el uribismo es tan radical, que no considera posible una alternación en el poder. Cualquier diferencia con las tesis de su líder, es vista como un gran riesgo para el destino del país.

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SEMANA: ¿Cuáles son las características de la oposición de derecha, frente a las de la oposición que históricamente hacía la izquierda en Colombia?

F.G.: Esta oposición incorpora tácticas, que desde el Frente Nacional no utilizaban los partidos tradicionales y que eran del repertorio de la izquierda. Por ejemplo, las movilizaciones callejeras o el hecho de apelar a actores internacionales para que disciplinen a los gobernantes nacionales. La diferencia es que antes la izquierda enviaba defensores de derechos humanos a las cortes internacionales para que la comunidad mundial pusiera el ojo en las autoridades colombianas, mientras que ahora es un partido político el que pide a las autoridades internacionales que intervengan en Colombia. Eso es inaudito y desde el Frente Nacional nunca se había visto.

SEMANA: ¿Qué tanto peso tuvo el plebiscito en la consolidación de la polarización que usted llama asimétrica?

F.G.: El plebiscito fue una burrada monumental de Santos que permitió agrupar distintos elementos inconexos. Entre ellos el inconformismo de una sociedad conservadora que no cree en los derechos LGBTI, ni los valores laicos; el malestar de los sectores afectados con el estancamiento económico y los críticos al proceso paz, entre otros. El plebiscito se convirtió en el grito de emancipación con motivos e intereses dispersos y que solo un político hábil como Uribe puede unir alrededor del No.

SEMANA: En este sentido, ¿a qué aspira el uribismo?

F.G.: La máxima aspiración del uribismo es la reelección indefinida y para eso necesita llegar al poder. Si hay una cosa en que tienen razón es que Uribe es irreemplazable. Inicialmente él pensó en dos criterios para escoger a sus candidatos: lealtad y elegibilidad política. Pero con el desplome de Óscar Iván Zuluaga, ninguno de los que hay hasta ahora cumple los dos requisitos simultáneamente. El uribismo tiene un serio problema de sucesión.

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SEMANA: ¿En algún momento existió alguna oposición tan fuerte en Colombia?

F.G.: Claro, bajo la República Liberal con la oposición que hacía Laureano que era un radical. Aunque cualquier analogía histórica es problemática, peligrosa y limitada, establecer una comparación entre Uribe y Laureano no es descabellada. En muchos sentidos Uribe es el Laureano de la economía cocalera y minera. Laureano fue el gran líder de oposición de la economía cafetera y Uribe es su análogo en un país urbano, cocalero y minero. Con la famosa disciplina que aplicó en el conservatismo y con la renuencia que alguno de sus partidarios aceptara puestos burocráticos pudo denunciar la corrupción del régimen liberal, que en verdad existía, y lo hizo de una manera implacable y con lo que hoy llamamos posverdades. Sus mentiras más sonadas fueron la existencia de 1.800.000 cédulas falsas y el asesinato de Mamatoco. La diferencia entre los dos es que Uribe no ha tenido que criticar la democracia.

SEMANA: ¿Cómo va influir ese tipo de polarización en el panorama político de 2018?

F.G.: Sin duda el dilema va a ser si gana Uribe –en cabeza de su candidato– o cualquier otro. Y cuando digo cualquier otro me refiero a un abanico tan variopinto que va desde Vargas Lleras hasta Petro, pasando por Fajardo y De la Calle.

SEMANA: ¿Eso significa que Uribe será el factor que defina la agenda política en el mediano plazo?

F.G.: Sí. El uribismo es una fuerza política muy fuerte. Y mientras represente más del 30 por ciento de la opinión pública no hay otra opción que tomarlo muy en serio.