POLÍTICA
El Polo Democrático en su laberinto
El principal reto de este partido es lograr la unidad de cara a 2018. ¿Quién reemplazará a Clara López –ahora ministra– en su presidencia?
El nombramiento de Clara López en el Ministerio de Trabajo causó en el Polo Democrático Alternativo (PDA) un terremoto del cual no se ha podido reponer. A los sectores ortodoxos de la colectividad, que critican con vehemencia al gobierno excepto en cuanto a los diálogos de paz, se han sumado nombres menos radicales que creen que hacer parte del gabinete pondrá en duda la legitimidad de un partido de izquierda y de oposición.
El nombramiento de Clara “rompió la unidad que habíamos consolidado”, dijo a SEMANA un alto dirigente polista. Como él, la mayoría de los miembros del Comité Ejecutivo añoran los tiempos de unidad que vivieron en los dos gobiernos de Álvaro Uribe. Mientras el talante derechista del exmandatario generó una unidad de cuerpo en el Polo y lo posicionó como líder de la oposición, las iniciativas de paz de Juan Manuel Santos lo ubicaron en un terreno menos claro. “El Polo surgió como una opción de izquierda que rechaza la lucha armada y respalda las salidas civilistas. Con este gobierno nos enfrentamos a la paradoja de oponernos a la mayoría de sus políticas, excepto la paz, su bandera principal”, insiste el directivo.
Esa misma ambivalencia había causado otra crisis anterior -en la campaña a la reelección de Santos- en la que Clara López también había sido protagonista. En medio del pánico generado en la izquierda por la posibilidad de que Óscar Iván Zuluaga ganara la segunda vuelta presidencial en 2014, el Comité Ejecutivo del Polo descartó la opción de invitar al voto en blanco, decidió dejar en libertad a sus militantes y se comprometió a respaldar el proceso de paz. Aunque con esa decisión se mandó un mensaje sutil de apoyo a Santos, entre muchos parlamentarios del partido causó sorpresa el nivel de entusiasmo con que Clara López hizo campaña por la reelección. Para quienes la criticaron, una cosa era dejar en libertad a los miembros del partido y otra, muy distinta, que la excandidata del mismo, que acababa de conseguir 2 millones de votos con la camiseta amarilla, saliera en televisión para anunciar su voto por el presidente-candidato y repitiera un eslogan que legitimaba el primer cuatrienio santista: “Para seguir avanzando”.
El nombramiento ministerial de Clara dejó en evidencia la grieta que venía abriéndose de tiempo atrás y que hoy separa a varios sectores. Uno, encabezado por el senador Jorge Enrique Robledo, líder del Moir, quien señaló que “Clara no ha debido aceptar el ministerio” y que debía renunciar a la presidencia del partido. Aunque Robledo no representa a un sector mayoritario, su protagonismo en el Congreso y ante los medios sumado a la legitimidad de haber obtenido la mayor votación entre los parlamentarios hacen que su voz sea una de las más fuertes del PDA.
Otro sector, mayoritario y denominado Polo Social o Polo Paz, es más cercano a Clara López y cuenta con al menos 17 de los 30 miembros del Comité Ejecutivo. En él se encuentran el dirigente sindical Jaime Dussán, fundador del partido, el senador Senén Niño, y los concejales de Bogotá Álvaro Argote, Venus Albeiro Silva y Celio Nieves. Hasta hace poco, de este sector hicieron parte al menos seis dirigentes como el senador Alexander López, el representante Wilson Arias y el exparlamentario Wilson Borja, que apoyan la paz pero que creen que los dirigentes del Polo no deben ocupar ninguna posición en el gobierno. Por ello, hoy en día y junto con el Moir de Robledo, son considerados parte del llamado Polo Ortodoxo.
Finalmente está el senador Iván Cepeda, quien, junto con el representante Alirio Uribe, ha jugado un papel crucial en el proceso de paz con las Farc. Aunque ha estado más bien por fuera de las discusiones sobre la minucia política, Cepeda también expresó reservas frente al nombramiento de Clara en la cartera de Trabajo y señaló que la dirección de la colectividad se encargaría de definir si la renuncia de la ministra a la presidencia del partido se hacía efectiva o no. Y así sucedió, el 26 de abril el Comité Ejecutivo en pleno la aceptó y reafirmó que el Polo Democrático se mantendría en la oposición.
En medio de este debate interno, los dirigentes tendrán que tomar dos decisiones cruciales: quién asumirá la dirección del partido y de qué manera este se jugará las cartas en la campaña presidencial. Frente a la primera, la posibilidad que más suena es la de conformar una dirección colegiada en la que podrían estar Iván Cepeda, Jaime Dussán, un representante del Polo Ortodoxo y eventualmente alguien del Moir. Frente a la segunda, se prevé un debate complejo de ahora a mayo de 2017, cuando el partido efectúe su próximo congreso nacional.
Aunque por ahora Robledo es el que más se perfila como candidato, en este año se espera que surjan nombres de los otros sectores y que la misma división que salió a la luz con el nombramiento de Clara se refleje en la formulación de las reglas de juego para escoger el abanderado presidencial. Mientras el Polo Ortodoxo y el Moir creen que el partido debe tener un candidato propio, y se niegan a aliarse con sectores de izquierda radical como el Partido Comunista –expulsado del Polo en 2012 por su vinculación con Marcha Patriótica, movimiento señalado de estar infiltrado por las Farc— el ‘pragmático’, en cabeza de los más fieles a Clara López, no deja de considerar esas alianzas u otras posibles con fuerzas de centro izquierda.
Pero las tensiones entre el radicalismo, la ortodoxia y el pragmatismo sin duda tomarán nuevos visos una vez las Farc entren a la vida civil y se organicen para hacer política. Por un lado, porque la participación activa de los excombatientes en la política podría incidir en que sectores conservadores del establecimiento dejen de ver a los partidos de izquierda como cercanos la guerrilla o defensores de la misma. Por otro, porque el hecho de que las Farc constituyan un partido antisistema más radical que el PDA, hará que este se ubique en el centro político. Eso facilitaría la coalición con los liberales, deseada por algunos en las toldas amarillas y por otros en las rojas.
En el corto plazo, el reto para el partido es recuperar la unidad proclamada en sus estatutos fundacionales y en todos los congresos que este ha realizado desde que nació hace 11 años. Si esta unidad no se mantiene, el PDA podría correr el riesgo de perder líderes nacionales como Robledo o Cepeda, siguiendo con una tradición que le ha impedido lograr un mayor poder electoral. Con el paso de los años, las diferencias internas han incidido en la deserción de varios de sus líderes más significativos. Es el caso de Luis Eduardo Garzón, quien salió de la colectividad después de ser alcalde de Bogotá. También el de Gustavo Petro, quien confrontó al Polo y armó una disidencia en 2006 argumentando que el partido no era lo suficientemente radical en su rechazo a las Farc y materializó su salida en 2010, criticando a sus colegas por la debilidad para sancionar a Samuel Moreno por su protagonismo en el cartel de la contratación. Y el de Antonio Navarro, que después de ser gobernador de Nariño dio un salto al partido Alianza Verde. A las anteriores pérdidas se suma la de Carlos Gaviria, un respetado protagonista de la izquierda colombiana, quien falleció hace un año.
Las crisis en el Polo no son nuevas y son propias de un partido que surgió como sumatoria de diferentes tendencias de izquierda. Pero a diferencia de otras coyunturas, ahora es más evidente su necesidad de lograr consensos. La firma de la paz se acerca, y con ella tendrán lugar nuevas definiciones en el espectro político. “El Polo no va a romperse por ahora”, dicen líderes de todas sus tendencias, mientras hacen esfuerzos por llegar a un acuerdo inmediato sobre con quién llenarán la vacante que dejó en el partido la nueva ministra de Trabajo.