NACIÓN

Popeye: la historia del jefe de sicarios de Pablo Escobar que murió de cáncer

Jhon Jairo Velásquez murió este jueves de un tumor incurable. Exhibicionista, polémico y uno de los hombres más sangrientos de Escobar, confesó haber asesinado a más de 300 personas y coordinar el crimen de al menos otras 3.000.

6 de febrero de 2020
La Fiscalía le dictó una nueva medida de aseguramiento para que responda por su supuesta participación en el crimen del exdirector de ‘El Espectador‘ Guillermo Cano. | Foto: Fotografía: León Darío Pelaez

Jhon Jairo Velásquez –alias Popeye–, según su propio testimonio, mató personalmente a unas 300 personas y coordinó el asesinato de otras 3.000. Por cuenta de su sometimiento a la justicia, pasó 23 años y 3 meses en la cárcel. Después de salir intentó aprovechar la tribuna de YouTube para lavar su pasado y luego sorprendió al país con su aspiración al Congreso de la República. A todas luces, que uno de los pistoleros más sanguinarios del planeta se convirtiera en senador era legalmente imposible, pero eso no evitó que la noticia causara indignación en el país.

Desde que quedó en libertad, en 2014, Popeye ha encabezada numerosos titulares por sus comentarios en redes sociales, sus posiciones políticas y por sus andanzas con narcotraficantes. Aunque ha reconocido en varias ocasiones que está arrepentido, su pasado siempre vuelve a él.

Hace un año fue capturado en el marco de una investigación por sus supuestas alianzas con una "oficina" de ajuste de cuentas que estaba amenazando a sus víctimas en Medellín y en mayo de 2019 cuando estaría a punto de recobrar su libertad, la Fiscalía le dictó una nueva medida de aseguramiento para que responda por su supuesta participación en el crimen del exdirector de ‘El Espectador‘ Guillermo Cano, asesinado en diciembre de 1986.

Hace un par de semanas, el exjefe de sicarios de Pablo Escobar volvió a ser noticia por su estado de salud. Según se conoció, Popeye estaba en su fase terminal por un cáncer de esófago incurable. El diario El Tiempo reveló que se encuentraba hospitalizado en el Instituto Nacional de Cancerología de Bogotá, donde recibía un tratamiento específico con carácter paliativo. Este jueves el Inpec confirmó su fallecimiento. Ante la noticia, el país recuerda que a las miles de víctimas del exsicario. Más allá de su prontuario delictivo piden que sean ellas quienes reciban respeto y protagonismo.

La noticia generó todo tipo de comentario en las redes sociales donde, sorprendentemente, el expistolero a sueldo llegó a tener miles de seguidores. No es difícil entender por qué John Jairo Velásquez Vásquez sigue despertando tanto morbo e interés. El rosario de muertes que el ejecutó o mandó ejecutar lo ubican en la categoría de uno de los asesinos en serie más notorios en todo el mundo. Su jefe Pablo Escobar en toda su vida no mató a más de 20 personas, según lo que relata el propio Popeye.

La sinceridad de Popeye raya en el exhibicionismo. Ha contado que la primera persona a quien mató era un chofer de bus y que no sintió absolutamente nada después de meterle un tiro en la cabeza. “La teoría de que uno no puede dormir después de matar a alguien definitivamente no se aplica a mí”, dijo una vez.

De sus 300 asesinatos por mano propia, el único que lo impactó fue el de la mujer que amaba, Wendy Chavarriaga. Ella tenía contacto con una persona del bloque de búsqueda y Pablo Escobar al enterarse le pidió que la asesinara. Cuando se trataba del Patrón, órdenes eran órdenes.

‘Popeye‘, el marchante que avergüenza al uribismo

Fuera de esa nota de humanidad, Popeye dio la impresión de gozar cada vez que repetía todas las barbaridades que hacía como jefe de sicarios de Pablo Escobar. Estas incluyeron participar en el asesinato de Luis Carlos Galán, ministros, magistrados, periodistas, más de 500 policías y haber puesto docenas de bombas en lugares públicos que le quitaron la vida a miles de colombianos inocentes. Con la misma frialdad con que cuenta esos episodios reconoció que calculó en 80 por ciento las posibilidades de que lo mataran una vez quedó en libertad.

Horas antes de volver a acariciar la libertad, en 2014, Popeye valoró enormemente la seguridad que sentía en la cárcel de Cómbita, Boyacá, en donde estuvo 10 de los 24 años que pasó tras las rejas: “Aquí es muy seguro. Ni siquiera hay ladrones”. A pesar de su largo historial críminal, ‘Popeye’ se sentía allí confiado y reivindicaba este lugar porque creía, como en efecto ocurrió, que no sufriría ni un rasguño.

Era el único habitante del Pabellón de Recepciones, el lugar de llegada de los presos de máxima seguridad. Pasaba las horas hablando con los guardias y con las trabajadoras sociales que le daban clases de temas tan disímiles como la Biblia o educación sexual. Asumió con tanto rigor su formación que obtuvo una veintena de diplomas que guardaba con satisfacción en una carpeta plástica.

Quien quisiera acercársele debía pasar por cinco puestos de seguridad con escáneres, sentarse en una silla eléctrica que detecta metales, y dejar joyas, relojes, correas y plata. Todo se queda afuera... "aunque aquí no hay ladrones", decían en chiste los guardias. Las paredes de Cómbita son de cemento crudo, el cielo de los patios está cubierto con rejas y la temperatura adentro, en ocasiones, se mide en grados bajo cero.

Libertad, excesos y condenas

A pesar de que prácticamente todos sus colegas de terrorismo terminaron siendo asesinados, Popeye consiguió su libertad y siguió con una vida llena de escándalos, aspiraciones políticas, nuevas condenas y hasta un canal de Youtube. La mayoría de sus excompañeros fueron dados de baja durante la guerra del gobierno contra los carteles. Y los que estuvieron en la cárcel fueron asesinados como el Titi, desaparecieron como el Mugre o lograron salvarse como el Arete, quien tuvo que huir a España después de que lo liberaron.

Apenas se anunció que Popeye iba a quedar en libertad se abrió un debate sobre si los 23 años de cárcel que pagó eran suficientes para la magnitud de sus crímenes. ¿Cómo se llegó a esa cifra? En el momento en que se sometió a la Justicia la pena máxima era de 30 años. Las rebajas por trabajo y estudio, y el hecho de que ya había cumplido tres quintas partes de su pena le dieron su boleta de libertad.

Las opiniones sobre si en ese caso se hizo justicia o no están divididas entre los familiares de sus víctimas. Julia Valencia, la hija del asesinado magistrado Carlos Valencia; Luz Adriana González, quien perdió a su hermana en la bomba del barrio Quirigua; Rosa Roldán, hermana del fallecido gobernador de Antioquia Antonio Roldán; Federico Arellano, quien perdió a su papá en el avión de Avianca, y otros, consideran que es absurdo que una persona que confiesa haber participado en 3.000 homicidios pueda quedar tan campante después de sus 50 años.

Otros como la familia Galán; Juan Guillermo Cano, hijo del fallecido director de El Espectador; Andrés Villamizar, hijo de Maruja Pachón, secuestrada por Escobar y de Alberto Villamizar, víctima de un atentado; así como Leonor Cruz, esposa del coronel Franklin Quintero, asesinado el mismo día que Galán, creen que mal que bien ha sido uno de los pocos bandidos de esa guerra sin cuartel que cumplió con su condena.

Ahora que con motivo del proceso de paz se ha repetido una y otra vez que lo que se busca para los perpetradores de la violencia es que se haga justicia, se conozca la verdad total, muestren arrepentimiento y hagan algo de reparación, hay que reconocer que el caso de Popeye tuvo varios de esos elementos. Popeye pasó 23 años tras las rejas y ningún guerrillero, paramilitar o narcotraficante en Colombia ha estado en la sombra tanto tiempo.