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Por qué ganó el No

Aunque la firma de la paz parecía fácil de vender, una campaña del No basada en el temor, sumada a la débil movilización política del Sí llevaron a los colombianos a votar en contra de refrendar los acuerdos con las Farc.

3 de octubre de 2016
| Foto: Revista semana

Con el triunfo del No en el plebiscito quedó en evidencia que en la elección pesaron más las emociones que los argumentos. Mientras el gobierno nacional y los promotores del Sí se concentraron en defender con cifras, estadísticas y proyecciones económicas las ventajas de la refrendación de los acuerdos con las Farc, la campaña del No prefirió moverse en las profundidades de la psicología colectiva.

Así, mientras el equipo de negociación del gobierno dedicó las últimas semanas a asistir a cientos de foros por la paz convocados por universidades, gremios y organizaciones de la sociedad civil, los defensores del No, en cabeza del uribismo, se dedicaron a convencer a los indecisos de que los acuerdos de paz estaban en contravía de los valores considerados esenciales para los colombianos.

Un ejemplo de ello sucedió en Cartagena el 26 de septiembre: horas antes de que el presidente Santos y Timochenko protagonizaran el acto de la firma de la paz, Álvaro Uribe lideró una marcha en otro sector de esa ciudad en compañía del exprocurador Alejandro Ordóñez y del pastor evangélico Miguel Arrázola, uno de los más importantes de la costa. En esa movilización contra los acuerdos se centró en señalar que –además de promover el castro-chavismo– el enfoque de género incluido en los mismos vulneraba la institución de la familia.

Desde agosto, Uribe, el exprocurador y la bancada del Centro Democrático habían comenzado a apalancarse políticamente en las Iglesias evangélicas y otros sectores conservadores para defender el No. Con una exitosa estrategia comunicacional lograron unificar el rechazo a las cartillas de educación sexual del ministerio del ramo con su rechazo al gobierno de Santos y su oposición a los acuerdos de paz .“Abanderados de la familia” y “No a los acuerdos”, decían los dos carteles más llamativos en la manifestación frente al ministerio.

La campaña del No se apoyó con éxito en el recurso de convencer a los votantes de que en los acuerdos de paz había un temible demonio escondido, y también en el de señalar que los acuerdos de paz traerían de la mano al castro-chavismo. El uribismo logró vincular la propuesta política de las Farc con el temor a que en Colombia pudiera tener éxito un populismo de izquierda como el iniciado por Hugo Chávez en Venezuela, que tiene hoy al vecino país en una crisis humanitaria.

El uribismo y los defensores del No también se apoyaron en la línea del miedo: Óscar Iván Zuluaga, director del Centro Democrático, afirmó días antes que la refrendación de los acuerdos implicaría nuevos impuestos para los colombianos; Uribe insistió en que lo discutido en La Habana atentaba contra la propiedad privada y la dignidad de las Fuerzas Militares; José Obdulio Gaviria insistió en que si se refrendaba el acuerdo el terrorismo llegaría al poder y en varias ciudades del país aparecieron vallas que simulaban una candidatura presidencial de Timochenko. Todos esos temores expresados mediáticamente se trasladaron a las redes sociales, en donde también cumplieron el objetivo de conquistar a muchos que prefirieron votar No por pánico a que ganara el Sí.

Mientras la campaña del No siguió en forma unificada las directices del uribismo, la del Sí resultó dispersa. Y eso se debe a una razón política: mientras solo el Centro Democrático defendió el No, 17 partidos y movimientos sociales defendieron el Sí con campañas poco unificadas. Entre ellos convivían el Sí con condiciones de Cambio Radical, el Sí con constituyente de Gustavo Petro, el Sí con oposición del Polo Democrático, el Sí desganado de los conservadores y el Sí incondicional de los verdes, los liberales y La U. Todas esas campañas, por cuenta de sus diferencias de origen, no se pudieron unificar en un solo mensaje y sus promotores terminaron, más que contrarrestando los argumentos del uribismo, defendiendo propuestas de carácter emocional. Las campañas del Sí no sustentaron valores como la esperanza, el futuro, la alegría y, desde una perspectiva emocional, solo evocaron la práctica del perdón.

Tampoco le funcionó al Sí tratar de posicionar a los contradictores de los acuerdos como defensores de la guerra. Una vez el expresidente César Gaviria, coordinador político del Sí, señaló que si los acuerdos no eran refrendados las Farc volverían al monte, el uribismo adaptó su estrategia y comenzó a mostrarse defensor de una paz diferente. No en vano, Uribe y sus alfiles repitieron el discurso de que si ganaba el No los acuerdos se podrían renegociar. “Decir No, es pensar en recomponer el camino”, mencionaba el expresidente en sus discursos.

La campaña del No también se apoyó inteligentemente en los bajos niveles de imagen del presidente Santos y en convertir el plebiscito en una votación contra el gobierno. Así, utilizaron para oponerse a la refrendación la misma imagen gráfica del No que usaron en las multitudinarias marchas de ‘resistencia civil’ del 2 de abril con el lema ‘No más Santos’. Ni las alusiones de la prensa internacional, ni el reconocimiento de figuras de talla mundial –como el presidente Barack Obama o el papa– lograron contrarrestar la imagen desfavorable de un presidente tildado por la oposición como débil ante el terrorismo de las Farc.

A lo anterior se suma que, además de convertir el plebiscito en un ‘plebisantos’, como algunos lo denominaron, los defensores del No hicieron de esta una votación sobre las Farc y no sobre la paz. En otras palabras, supieron capitalizar que solo el 22 por ciento del los colombianos afirman que aceptarían a las Farc en política y al 88 por ciento les gustaría verlos tras las rejas.

Por último, y desde una perspectiva meramente electoral, las maquinarias políticas –que mayoritariamente estaban por el Sí– no funcionaron como se esperaba. El plebiscito tuvo una lógica propia, diferente a la de una votación presidencial. Al no estar en juego candidatos ni intercambios de favores políticos, los congresistas no se iban a movilizar con entusiasmo. “No teníamos nada tangible que ofrecer a los electores”, dijo un senador de La U a SEMANA, refiriéndose a la dificultad de convocar votantes en un país acostumbrado al clientelismo. Mientras los del No convirtieron su campaña en una cruzada moral muchos del Sí pensaron que jugaban en una contienda tradicional, pero sin serlo.

El triunfo del No dejó en evidencia una profunda distancia entre los formadores de opinión y las decisiones ciudadanas. No fueron suficientes editoriales, declaraciones de artistas, testimonios de víctimas y expresiones de perdón, para contrarrestar los temores asociados a la refrendación. La paz, que en principio debería ser una propuesta fácil de transmitir a la gente, no logró conquistar el corazón de una mayoría que, acudiendo a una frase trillada en la campaña, no estuvo dispuesta a “tragarse tanto sapo”.