ELECCIONES 2018
Las cinco razones que explican el triunfo de Iván Duque
Hace cuatro años muy pocos colombianos sabían quién era Iván Duque. Sin embargo su triunfo en las presidenciales parecía cantado desde hace algunas semanas. ¿Cómo logró semejante salto? Hay cinco claves tras la victoria. La primera, Álvaro Uribe.
¿Cuándo y cómo conoció Iván Duque a Álvaro Uribe? Es necesario responder esa pregunta para comprender el éxito de Duque, que acaba de ganar la presidencia de la república, al aspirar por primera vez a un cargo de elección popular.
El expresidente Álvaro Uribe e Iván Duque.
La joven estrella del Centro Democrático, cuyo nombre de pila es Iván Duque Márquez, trabajó durante 12 años, hasta 2013, en el Banco Interamericano de Desarrollo. Este paso en su carrera breve y encumbrada marcó la diferencia ya que allí conoció al expresidente Uribe, el hombre que se convirtió en su mentor político, la razón esencial para entender que con 42 años alcanzó la jefatura del Estado.
Álvaro Uribe e Iván Duque en el Congreso.
Duque fue asesor del expresidente en las Naciones Unidas; también trabajó con él en el proyecto para la elaboración de sus memorias y fue su profesor asistente en la Universidad de Georgetown, en Washington. Después, el exmandatario lo invitó a ser parte de su bancada en el Congreso. A través de lista cerrada Duque se hizo con una de las curules conquistadas por el Centro Democrático en 2014, pero una vez se puso el traje de senador hizo lo suyo. Hablando con soltura y propiedad de temas económicos el joven senador descolló como un nuevo líder. No en vano fue elegido el mejor parlamentario, y reconocido en varios escenarios como una voz joven, potente y fresca. Cuando la campaña aún estaba en el horizonte lejano ya se avizoraba que Duque podría ser el “que diga Uribe”.
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Para lograrlo Duque tuvo que enfrentar a cuatro de las figuras tradicionales del uribismo, activos y disciplinados militantes del Centro Democrático: Carlos Holmes Trujillo, Rafael Nieto, María del Rosario Guerra y Paloma Valencia. El mecanismo usado fue el de encuestas semanales. En esta consulta se impuso la sangre nueva con 29,47 por ciento frente a al 20,15 por ciento y 20,06 por ciento de Trujillo y Nieto respectivamente.
Con la camiseta de Uribe puesta, Duque pasó de ser un desconocido al probable presidente de Colombia. Al igual que en el pasado con Óscar Iván Zuluaga, el respaldo del expresidente le dio a su discípulo una popularidad aplastante para sus contradictores. Ni los críticos del apadrinamiento lograron restar en las urnas.
Iván Duque con parte de su familia durante la campaña.
“Como no le pueden ganar los debates a Iván Duque, entonces lo acusan de ser títere mío. Iván Duque es un hombre respetable, con una gran formación intelectual; no es títere mío, ni es títere de las Farc, ni es títere de Chávez ni de Maduro, ni de Castro, ni de Santos, ni de Petro”. Con expresiones como esta Uribe defendió a su candidato durante toda la campaña.
Lo cierto es que Duque, de la mano de Uribe, llegó a la Casa de Nariño. Juntos en tarima y en Twitter se ganaron el corazón de las mayorías en Colombia. Con el triunfo de Duque se reafirma que el fenómeno electoral de los últimos 30 años en Colombia se llama Álvaro Uribe Vélez.
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El miedo a Petro
El segundo factor determinante del triunfo de Duque es su adversario: Gustavo Petro. Y decir Petro, en la campaña, fue decir miedo a la implementación de esquemas económicos que provocan pavor entre millones de colombianos. La imagen del candidato de la Colombia Humana llenando plazas por todo el país, incluyendo la Plaza de Bolívar a la que asistieron casi 60.000 personas durante el cierre de campaña, fue el motor para que el 27 de mayo lograra la votación más importante de la historia para un candidato de izquierda.
Campañas de Gustavo Petro e Iván Duque.
Pero detrás de esos nada despreciables 5 millones de votos, había un potencial electoral que Petro necesitaba conquistar para segunda vuelta; esos votantes (del centro y la exigua derecha no uribista) que al ver los ríos de gente en las pantallas solo podían temer de una Colombia que le siguiera los pasos a Venezuela.
Por ello, la campaña de Gustavo Petro para la segunda vuelta se concentró en espantar el fantasma del castrochavismo, de la expropiación de tierras y de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Esta última había sido una propuesta promovida desde el día cero de su candidatura.
Entonces, Petro se lanzó en el horario triple A con comerciales en solitario, reflexivo, con su fórmula a la vicepresidencia, Ángela María Robledo, escuchando a la gente en las calles. También selló alianzas estratégicas con líderes políticos como Claudia López y Antanas Mockus, que daban la sensación de ponerlo en cintura frente a sus posturas más extremas. Con compromisos firmados en mármol de no expropiación a empresarios y de no convocar a una constituyente emprendió una conquista, pero no lo logró. El electorado indeciso acusó a Petro de inconsistente y reconoció coherencia en Duque.
Ángela Robledo, Gustavo Petro, Antanas Mockus, Claudia López e Íngrid Betancourt
Esas imágenes de enormes manifestaciones en la plaza pública finalmente le terminaron sumando al candidato del Centro Democrático. Duque le apostó a tener un discurso económico sereno que les dio tranquilidad a muchos empresarios y trabajadores en los que el miedo de una izquierda radical no desapareció.
La repartición del centro
Entre Sergio Fajardo, Humberto de la Calle y Germán Vargas Lleras estaba la votación que Petro necesitaba sumar para llegar a la presidencia. Sumarle a los 5 millones de votos de la izquierda, los 7,5 millones de votantes que se mantuvieron en primera vuelta con los candidatos que tenían posturas de centro, no eran una ecuación que se pudiera sacar de manera automática.
Por ello, muchos de los protagonistas de este sector trabajaron para que fuera posible. Antanas Mockus, Clara López, Angélica Lozano e Íngrid Betancourt se la jugaron a fondo por ese propósito. Pactaron alianzas con Petro brindando una garantía de contención frente a los radicalismos. Pero así mismo, hubo un sector renuente: Sergio Fajardo, Humberto de la Calle y la elegida representante verde, Juanita Goebertus –fenómeno electoral en Bogotá– se negaron a embarcarse con la izquierda. A pesar de las insistencias optaron por mantenerse neutrales abrazando el voto en blanco, al coro de una serie de influyentes columnistas.
Con todo ello, en la diseminación de los votantes de centro el beneficiado terminó siendo Iván Duque. Al verse obligados a escoger, los votantes prefirieron las posturas del candidato de Uribe con relación al lento crecimiento económico del país y las promesas de recortar los impuestos. Petro pasará ahora a ser el jefe de la oposición más votado de la historia, que incluye entre sus seguidores a un desinflado centro que lo acompañará a recuperar su lugar como el mejor senador del país.
Su juventud
En Medellín, la tierra del uribismo, el entonces fuerte candidato Germán Vargas Lleras intentó quitarle fuerza al aspirante del Centro Democrático poniendo un reparo sobre la edad de este. “Me parece buen muchacho, inteligente, pero muy pollo, sin experiencia para manejar las difíciles circunstancias que se están viviendo en Colombia. A la presidencia no se puede llegar a aprender”, dijo Vargas.
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Pero el efecto político de esta afirmación fue a la inversa. Este énfasis en los 41 años de Duque terminó por sumarle votos en su carrera a la presidencia de la república. A pesar de estar apoyado por toda la clase política tradicional, un alto porcentaje de los votantes que le dieron la bendición este domingo lo hicieron porque tiene una imagen refrescante, joven y amable. Alejada de la burocracia, de las roscas electorales que sí traen consigo los caciques políticos tradicionales. La ausencia de un pasado en altos cargos también le permitió llegar a la presidencia sin ningún cuestionamiento.
Duque convirtió eso que su competidor consideraba una desventaja en una fortaleza para su campaña. La revista Time calificó al candidato como el Macron colombiano, en una publicación que fue viral en Colombia. Emmanuel Macron es un fenómeno en Francia por llegar a la presidencia a los 40 años; y al igual que él, Duque es percibido internacionalmente como la cara fresca de las elecciones. Sus contradictores creían que se enfrentarían a un “pollo” y les salió fue un “gallo con espuelas”, subrayó el expresidente Álvaro Uribe al término de uno de los mejores debates de su candidato en Barranquilla. De esta sensación se contagió el electorado colombiano a quienes Duque y el mismo Uribe se encargaron de recordarles las ventajas de la juventud en la política.
Voto en blanco como opción
El debate de la segunda vuelta giró en buena medida sobre la razón trascendental o el absurdo del voto en blanco en el embalaje decisivo. Durante varias semanas fue candente esta discusión. Y no era para menos. El caudal de votos “huérfanos” que dejó Sergio Fajardo tras su tercer lugar en la primera vuelta se volvió el acontecimiento político que más incertidumbre generó de cara al futuro de esta contienda electoral.
La pregunta de a dónde irían esos 4,6 millones de votos se la trasladaron al excandidato, quien respondió que de manera personal su preferencia se mantendría coherente y su voto sería en blanco. Ni por Petro ni por Duque. Esa decisión la mantuvo hasta el final y a esta se sumaron Humberto de la Calle, y otras personalidades como Héctor Abad, Andrés Hoyos y la ya mencionada Goebertus.
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Petro le restó poder a la manifestación de inconformismo que representa el voto en blanco, y en cambio, aseguró que le servirá para apoyar a Duque: “en realidad creo que un voto en blanco hoy es simplemente un apoyo a Uribe/Duque”. El candidato pretendía pescar en el antiuribismo los votos necesarios para acortar la distancia que mantenía.
A pesar de las críticas –que inocuo, que contrario a Petro– el voto en blanco se mantuvo como una opción en la segunda vuelta y, en términos prácticos, terminó siendo un factor funcional a Iván Duque, el nuevo presidente de Colombia.