VIDA MODERNA

¿Por qué hay que tomar en serio el juego en los niños?

Pedagogos y especialistas en juego, educación y niñez de tres continentes estuvieron esta semana en Bogotá. Se encontraron para conversar sobre el valioso papel que tiene lo lúdico en el desarrollo integral de los niños y la forma en la que puede sacársele el mejor provecho.

13 de octubre de 2018
El juego que no se da a través de una pantalla, sino mirándose a los ojos es esencial para la formación. | Foto: Flickr

“En este mundo de pixeles los niños van a las ludotecas a mirar a los otros a los ojos. Mirar al otro es uno de esos lujos que nos vamos a perder”.

Esa es una sentencia del profesor argentino Víctor Pavía. Una eminencia en su país, pero también en México, España, Portugal y Cuba, entre otras naciones, donde ha dictados diferentes cursos y talleres; todos relacionados con juego, creatividad y educación, áreas en las que tiene más de 35 años de experiencia.

Cursó licenciaturas y maestrías en Actividad Física y Deportes y en teorías y políticas de la recreación y ahora combina la docencia con la investigación.

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Pavía fue el encargado de abrir el VII Encuentro Internacional de Juego, Educación y Ludotecas: Entornos Protectores para la Infancia, convocado por Corporación Juego y Niñez, en alianza con la Universidad Minuto de Dios (Uniminuto). Al encuentro asistieron expertos en juego, ludotecas, educación y niñez de Sudáfrica, Brasil, España, Uruguay, México, Brasil y El Salvador, así como de diferentes zonas de Colombia, para conversar sobre estos temas con 350 ludotecarios y maestros de diferentes regiones del país.

Los ponentes internacionales y algunos de los nacionales se reunieron con altos funcionarios de los ministerios de Educación y Cultura, del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Presidencia y el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) para explicarles la importancia del juego en el desarrollo de las competencias emocionales, sociales, éticas y creativas en los seres humanos. Para decirles que las ludotecas, esos espacios pedagógicos especializados en juego, son importantes y requieren recursos y ludotecarios preparados que los dirijan.


Víctor Pavia, profesor argentino experto en juego y educación, estuvo en Bogotá.

“El juego es importante porque le abre las puertas a la imaginación y la posibilidad de imaginar es la base de cualquier postura política”, les dijo Pavía.

Por la misma línea estuvo Angélica Sátiro, doctora en Pedagogía, magíster en Creatividad Aplicada y experta en filosofía para niños. Es brasileña, pero está radicada en España desde hace varios años: “Jugar a pensar desde lo lúdico es acceder a varios niveles de pensamiento necesarios para formar mejores ciudadanos y más participativos. Nos debe interesar que la infancia pueda participar y para eso debe tener criterio”.

De las conferencias, charlas y entrevistas con algunos de los conferencistas se pueden extraer siete lecciones sobre el papel del juego en la formación de los seres humanos, especialmente de los niños.

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Desarrolla el pensamiento, la creatividad y las competencias socioemocionales: los expertos aseguraron que el juego es el camino, el elemento que permite al niño representar su realidad y encontrar las maneras de expresarse y por tanto de participar en la comunidad. Es el mejor recurso para pensar y pensar de manera crítica, creativa y ética.

Con el juego los seres humanos desarrollan la capacidad de percibir, sentir e interactuar con los demás, consigo mismos y con su entorno. Jugar con otros los lleva a dialogar, llegar a acuerdos, controlar emociones, expresar sentimientos sin herir a otros y entender diferentes puntos de vista. Les permite ponerse en los zapatos del otro y ser solidarios. “Es como un caldo de cultivo para el desarrollo integral del niño porque le permite desplegar todas sus capacidades. Lo hemos comprobado con el estudio de Ludotecas Naves que estamos realizado desde hace 4 años. Los niños que asisten a ellas desarrollan competencias ciudadanas, emocionales y creativas. Y entre más asisten más las desarrollan”, aseguró Rita Flórez, investigadora de la Universidad Nacional de Colombia.

Es un derecho de todos: el juego es un derecho de todo ser humano, que en el caso de los niños está consagrado en el artículo 31 de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño. Este señala que el niño tiene derecho al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad.

“Ese derecho se ensombrece con el trabajo infantil, la guerra, las relaciones sociales violentas. Se ensombrece con la soledad, el aislamiento, con la imposibilidad de jugar con otro niño”, indicó Pavía.

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Se aprende jugando: el solo hecho de jugar tiene ya un elemento educativo que está primordialmente en desarrollar competencias para crear y recrear formas variadas de juego, imaginativas e ingeniosas. A eso se agrega que el juego le da un factor lúdico a la educación, permite que los aprendizajes se den de una manera natural sin que los niños sientan que hubo una fractura con su cotidianidad. Les permite aprender de una forma placentera.

El modo importa: jugar con muchas reglas, para competir y ganar y con excesivo formalismo no siempre es divertido ni formativo. Pavía asegura que el mejor modo de jugar, el auténtico, es el “de mentira”. Ese en el que los niños crean su juego, con sus efectos especiales, escenografías invisibles y sus propias reglas. “Con altos niveles de permiso para probar, arriesgar y experimentar (ya que siempre podrá decirse: ¡pero si estamos jugando!) y confianza en que nada perjudicial va a pasar (mejor aún: en que lo que va a pasar es bueno ya que se trata, precisamente, de un juego)”, agrega el profesor.

No todo es ludoteca: el espacio en el que los niños y adolescentes van a jugar con otros niños, orientados por un lutocario que está preparado para ese fin, es considerado una ludoteca. “Es donde va un niño y pierde todo el complejo a jugar… Es el lugar en el que extraen lo mejor de cada niño a la hora de relacionarse con iguales y con las familias”, señaló Ramón Vilchez, responsable del programa de ludotecas catalanas (España). “Las ludotecas no son el montón de juegos y juguetes que la gente cree, tienen un trasfondo. Vamos hacia lo lúdico del uso de costumbres y tradiciones, por ejemplo”, explicó Mónica Juárez, de la Asociación Internacional de Ludotecas (ITLA).

Ludotecarios deben ser profesionales: quienes tienen a su cargo las ludotecas deben tener la formación que se requiere para relacionarse con los niños y sus familias. Para motivarlos a emprender nuevos caminos en el juego y, sobre todo, para asumir los desafíos que impone una ludoteca anclada en la comunidad. “Las ludotecas tienen un marco, unos lineamientos, pero deben trabajar con y para el territorio. Para ello deben realizar alianzas con otras organizaciones, con colegios, asociaciones. Gestionar recursos que les permitan funcionar para la comunidad”, aseguró Lidia Arrousi, del programa de Juegotecas de barrio de la ciudad de Buenos Aires (Argentina). Monica Stach, de las ludotecas de Sudáfrica, insistió en que los ludotecarios requieren formación para ser una especie de guardianes de los derechos de los niños, pues al estar en contacto permanente con ellos pueden saber qué está pasando con los niños e informar a las autoridades. De esa manera logran que las ludotecas sean verdaderos entornos protectores.

Juego en la política pública: para que el juego sea tomado como un asunto serio, las ludotecas deben contar con lineamientos y recursos que les aseguren sostenibilidad y el cumplimiento de unos indicadores de calidad, algo que no puede depender de la buena voluntad de los mandatarios de turno. Por ello las ludotecas deben estar en la política pública, como ocurre en Cataluña y en Brasil. En este último los hospitales que tienen pediatría están obligados a contar con ludotecas para los niños internados. “Colombia y Brasil han pasado por situaciones fuertes de violencia y las ludotecas permiten tener una forma diferente de relacionarse”, aseguró María Cecilia Malta, de la Asociación de Ludotecas de Brasil.

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