Migración
“Porque era ‘veneca’ me decían que era una muerta de hambre”: joven de 15 años víctima de xenofobia
Argumentos como esos hace que se intensifiquen las agresiones sexuales, según un informe presentado por Plan Internacional en el Día Mundial del Refugiado. La menor, que vive en Soledad, Atlántico, asegura que desde que llegó a Colombia ha sido víctima de constantes ataques por ser migrante venezolana. Pero ella es solo una de las tantas niñas que se sienten inseguras en países de Latinoamérica.
Durante varios meses la organización Plan International realizó el estudio de “Niñas Venezolanas: Voces de la Migración”. En este, las niñas y adolescentes narraron sus experiencias en la casa, en la calle y en los colegios, lo que permitió hacer un panorama de sus realidades.
Según el estudio realizado en Colombia, Ecuador y Perú, las violaciones, el abuso, el acoso y la explotación sexual comercial infantil se encuentran en la cima de las vulneraciones expresadas por las participantes de la investigación.
“Yo fui a asear el baño porque mi cuarto no tenía el baño adentro, tenía el baño afuera que era compartido con otros dos apartamentos. Bueno cuando fui, empezaron a hablar y decían: ´Uy mira la hija de la limpia todo´ (…). Y dijo: `No pues sí se ve muy buena en la cama, pero ¿qué será que le hacemos a la niña?´ Yo ya sabía que estaban hablando de mí; me paralicé, yo no me quería mover en ningún momento porque temía que me fueran a secuestrar, a violar o lo que sea”, dijo una adolescente que vive en Quito, Ecuador.
El estudio que fue realizado por Plan International requirió escuchar a ceca de 500 niñas y adolescentes refugiadas y migrantes de Venezuela entre los 10 y los 19 años, residentes en los tres países. Luego de varios análisis con expertos en sociología, psicología y otras especialidades se evidenció cómo el ser niña y migrante aumenta la violencia basada en género, que se suma a la xenofobia, generando riesgos más altos de lo habitual para las niñas y adolescentes migrantes.
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Las niñas se sienten inseguras incluso con las personas más cercanas a su entorno. “Aquí le faltan mucho el respeto a uno (…) el señor de al lado tiene una carpintería y de ahí uno de los trabajadores le ofreció plata a mi mamá para salir conmigo. Pensaron que yo era una, no sé, como una prepago, algo así, entonces mi mamá le dijo que le iba a denunciar y él suplicó que no porque el señor ya estaba denunciado por violación”, relató una menor de 16 años que vive en Tumbes, Perú.
Entre los hallazgos más importantes se evidenció que el 50 % de las encuestadas reportó sentirse insegura en las calles de los tres países; el 21% y el 13% de las niñas y adolescentes, respectivamente, ha atestiguado situaciones de violencia, abuso sexual o agresiones verbales en contra otras niñas y jóvenes.
Muchas de las niñas encuestadas están en mayor riesgo por no asistir al colegio, casi un tercio de las niñas y adolescentes migrantes está fuera de los sistemas educativos, lo equivalente al 28 %. Son varias las dificultades para acceder a educación, como la falta de documentación necesaria, escasez de cupos, embarazos tempranos, falta de recursos económicos, necesidad de trabajar, entre otros.
Igual de preocupante es que quienes pueden ir a las aulas de clases sufren discriminación debido a su nacionalidad. “Cuando entré por primera vez al colegio me llamaban ‘veneca’, me hacían bullying, que, porque era ‘veneca’, que era una muerta de hambre”, narró una quinciañera que llegó al Caribe colombiano y vive en Soledad, Atlántico.
Muchas de las niñas venezolanas que viven en estos tres países, en realidad se acuestan sin comer, por eso las bromas pesadas generan mayor afectación, pues al deterioro físico se suma la tensión psicológica.
“Como estoy mal alimentada, tenía anemia y no me querían porque no tengo seguro. (…) todo el mundo pasa hambre, nadie quiere ayudar[le] a uno (…) duran hasta 5 días sin comer ya tienen que salir a pedir pa’ la calle (…). Lo único que hay que hacer es comer y tomar vitaminas. Pero como hace uno ni siquiera tiene para comer y cómo vamos a comprar vitaminas”, reflexionó una de las adolescentes que participaron en la investigación.
Pensar que si no hay atención oportuna esa realidad se puede convertir en un circulo viciosos resulta preocupante para los analistas, quienes identificaron varios embarazos a temprana edad.
La edad promedio en la que las participantes asumen un embarazo es a los 16 años, cuando en realidad consideran que lo ideal, según ellas, sería a los 25 años. “Una diferencia de 9 años que repercute en la pérdida de oportunidades durante la adolescencia y la migración”, dice el estudio.
Progresar para estas jóvenes madres es una opción cada vez más lejana partiendo de las realidades que experimentan. Según dijo una de las jóvenes que vive en Soacha, Cundinamarca: “Colombia no es que sea un país donde uno pueda progresar, ¿sí? Entonces él consiguió un trabajo donde él vende almuerzos y le pagan mil pesos y pues con eso es que más o menos le compramos los pañales a la niña y más o menos sobrevivimos”.
Colombia es uno de los países con más barreras para acceder al servicio de salud al igual que Perú (47 % cada uno), en comparación con Ecuador (25 %). Una de las razones principales para que esto se dé es la falta de regularización de su estatus migratorio, la falta de cobertura y el costo.
Para la directora ejecutiva de Plan International en las Américas, Débora Cóbar: “Las niñas tienen derecho a una vida libre de violencia y todos somos corresponsables con la realización de este derecho. Sin embargo, los Estados, deben garantizar el acceso de las niñas a los sistemas de justicia. El no tener documentos legales no puede ser una barrera para la denuncia, la investigación y el restablecimiento pleno de los derechos de una niña que haya sufrido algún tipo de violencia, especialmente, de violencia basada en género”, por lo que hizo un llamado a los gobiernos para que se implementen políticas publicas enfocadas al bienestar de las niñas migrantes, que en realidad sean efectivas.