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Gobierno de Duque: un despegue con ventarrón
El llamado de Duque por la unidad del país fue empañado por el beligerante discurso del presidente del Senado. ¿Puede esto afectar la gobernabilidad del nuevo mandatario? Análisis de SEMANA.
Desde cuando ganó las elecciones, el presidente Iván Duque le ha dado prioridad a mostrar su independencia. Ante la percepción de la influencia que podría tener el expresidente Álvaro Uribe en su gobierno, era necesario dejar claro que una cosa es el aprecio y otra el fuero presidencial. Poco a poco empezó a cumplir ese propósito. La primera prueba fue la conformación del gabinete. Ahí quedó claro que el joven presidente seleccionó a sus ministros y no su mentor. Nombró en su mayoría a personas jóvenes, competentes y tecnócratas que correspondían al perfil de renovación que el entonces candidato había prometido. Solo incluyó tres uribistas puros –Carlos Holmes Trujillo García, Alicia Arango y Guillermo Botero– y dos cercanos –Nancy Patricia Gutiérrez y Alberto Carrasquilla–.
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Los nombramientos claves en Palacio también fueron duquistas, con la única excepción de Carlos Enrique Moreno, cuñado de Álvaro Uribe. Sin embargo, como este renunció a la presidencia de Corona y es uno de los empresarios más respetados del país, su llegada a la Casa de Nariño ha sido considerada más un apoyo clave al nuevo gobierno que una cuota del expresidente. En todo caso, Duque se cuidó de no llevar a su equipo algún nombre que le pudiera molestar a Uribe.
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Por otra parte, el performance de Duque ha gustado. A excepción del ‘resbalón’ con el rey de España, en sus intervenciones ha mostrado aplomo y seguridad. Ha compensado su falta de experiencia con su nivel de conocimiento y su capacidad dialéctica. El nuevo presidente puede hablar de casi cualquier tema con propiedad. Aprendió buena parte de eso antes de ser candidato y durante la campaña estudió lo que le faltaba. Varios expertos en algún tema cuentan que se sorprendieron cuando les pidió cita para que le explicaran asuntos concretos que tendría que manejar en su gobierno. Tomando notas como un buen estudiante, daba la impresión de una persona juiciosa y responsable. En todo caso, no de un títere de alguien.
El presidente del Congreso, Ernesto Macías, en su discurso en la ceremonia de transmisión del mando recogió los principales puntos incluídos en avisos pagados por el Centro Democrático en varios medios impresos. Foto Esteban Vega La-Rotta
Ese buen comienzo fue opacado por el discurso del presidente del Senado, Ernesto Macías, durante la posesión. El país ya conoce el contenido y el impacto negativo que tuvo esa intervención. La importancia es que iba en contravía del llamado del presidente a la unidad nacional. Inmediatamente surgieron varios interrogantes: ¿fue Uribe?, ¿sabía Duque?, ¿era parte del libreto? o ¿era una notificación del Centro Democrático a Duque que lo tomó por sorpresa?
Pronto quedó claro que Uribe no solo sabía, sino que le pareció, según sus propias palabras, “necesario”. Si Duque estaba enterado, nadie lo sabe. Se podría pensar que sí porque el discurso circulaba seis horas antes de la ceremonia. Además, en la mañana del día de la posesión aparecieron avisos de prensa suscritos por el Centro Democrático que en página entera resumían el mismo corte de cuentas con el gobierno Santos que en la tarde reiteró Macías.
Los partidos que habían apoyado a Santos y ahora están con Duque por su moderación dejaron saber su inconformidad con el radicalismo de Macías
Sin embargo, también se podría pensar que no lo conocía y que no le gustó porque le hizo mucho daño. La polarización y los ánimos exaltados que el nuevo mandatario buscaba dejar atrás en lugar de disminuir aumentaron y, más grave que eso, el país vio un estado de ánimo revanchista en el partido del presidente.
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El círculo de uribistas del Congreso recibió bien el discurso de Macías. Pero a los no uribistas los asustó. Sobre todo después de que se conocieron las imágenes de la celebración privada de la bancada del Centro Democrático publicadas por Noticias Uno. Entonces no quedó duda de que el héroe de la jornada para ellos había sido Macías y no el recién posesionado presidente. Del discurso de este no hablaron. Álvaro Uribe hizo la única excepción al decir “menos mal que no mencionó lo de la consulta anticorrupción”. Esa frase revolvió el avispero, pues durante la campaña el expresidente le había dado su apoyo a esa iniciativa. Además, pocas horas antes Duque, ya como presidente, había reafirmado su respaldo a esta. Al día siguiente, Uribe frenteó el tema en el Senado y confesó que no le gustaba la consulta y que prefería los proyectos de ley anticorrupción que el Centro Democrático estaba presentando ante el Congreso.
#Exclusivo / Cómo habla el uribismo en privado → https://t.co/gKhHxbvycZ pic.twitter.com/5C8ewbKxr2
— Noticias Uno (@NoticiasUno) August 8, 2018
Después del juramento de Duque, la bancada del Centro Democrático se reunió con el expresidente Álvaro Uribe. Un video de ‘Noticias Uno’ captó el momento y se convirtió en viral en las redes. Uribe dijo que “el discurso de Macías era necesario”.
Apenas dijo eso el jefe, prácticamente toda la bancada del Centro Democrático también se bajó del bus de la consulta. Eso fue inesperado, pero no absurdo. La consulta anticorrupción es una causa muy popular, pero no va a tener un camino fácil. La pregunta que más votos da es la de bajarles el sueldo a los congresistas. Esta es una bandera populista que jalona a mucha gente, pero que representa un ahorro marginal y tiene poca utilidad contra la corrupción en la práctica.
Foto: Esteban Vega La-Rotta
Por otra parte, la consulta para ser aprobada requiere 12 millones de votos y esa cifra es muy difícil de obtener en fechas que no coincidan con época electoral. Llegó el congreso con las firmas de más de cinco millones de colombianos, una cifra que hay que duplicar en las urnas. Aun así, y a pesar de que costará 300.000 millones de pesos, la noble iniciativa de Claudia López y Angélica Lozano ya no tiene reversa y lo mejor por esperar es que se convierta en un mensaje simbólico de rechazo a la corrupción.
Los interrogantes que surgieron del discurso fueron: ¿Fue Uribe?, ¿sabía Duque?, ¿era parte del libreto? o ¿era una notificación del Centro Democrático a Duque?
Sin embargo, el veto uribista a la consulta no es importante por la inefectividad de la misma, sino por la contradicción alrededor de este tema entre el presidente y su bancada. Hasta la semana pasada se suponía que esta iba a ser la punta de lanza del gobierno entrante para hacer aprobar sus reformas en el Congreso. Pero con las diferencias que han salido a flote por cuenta del discurso de Macías, el aviso en El Tiempo y el reversazo de Uribe sobre la consulta comienzan a aparecer pequeñas fisuras.
Eso no es bueno si se tiene en cuenta que Iván Duque necesita no solo al Centro Democrático, sino a otros partidos para gobernar. Por eso sorprendió que el presidente del Senado, sin tener las mayorías garantizadas, en vez de extenderles la mano a los otros partidos de la coalición de gobierno, los pusiera contra la pared por su radicalismo y agresividad. Colectividades como el Partido Liberal, La U y posiblemente Cambio Radical, que habían apoyado a Santos en su proceso de paz y que están respaldando a Duque, se sintieron incómodas.
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El nuevo Estatuto de Oposición obliga a que los partidos, en el mes siguiente al comienzo del gobierno, se declaren como bancadas de gobierno, independientes o de oposición. El ventarrón del 7 de agosto puede llevar a La U y a Cambio Radical a quedarse como independientes. Definitivamente, haber generado ese sentimiento no ayuda a conformar mayorías en el Congreso. Y tampoco sirve para enterrar la duda sobre quién manda.
Como esa incertidumbre le hace daño al liderazgo de Iván Duque, los grandes interrogantes son ¿por qué se llegó a esta situación? ¿Por qué el presidente de la república tiene más oposición en su propio partido que en las bancadas que no lo apoyaron? ¿No se dieron cuenta Álvaro Uribe, Ernesto Macías y los entusiastas que el discurso “necesario” era una zancadilla para el presidente y su convocatoria al pacto nacional? O, como creen los más críticos, ¿se trataba de la estrategia del policía bueno-policía malo que consiste en aplicar simultáneamente el garrote y la zanahoria para maximizar resultados? En otras palabras, darle a la opinión pública las dos caras del uribismo: la amable de Duque y la dura del furibismo.
El discurso de Macías puede llevar a la U y a Cambio Radical a quedarse como independientes. El tono no ayudó para conformar mayorías en el Congreso en favor del Gobierno, en un momento clave.
Según la hipótesis del buen policía y el mal policía, todo estaría bajo control. La despachada de Macías no sería más que una arenga a la tropa, y el discurso de Duque, un saludo para el resto. El reversazo de Uribe sobre la consulta anticorrupción no sería una desautorización a Duque, sino un genuino escepticismo sobre la utilidad de ese proyecto. La diferencia de posiciones entre Duque y su bancada obedece a que el presidente ha apoyado la consulta desde la campaña.
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Esa es la interpretación benévola, pero para los malpensados hay otra. Según esta, al igual que sucedió en la campaña, la línea dura del uribismo no ve con buenos ojos la moderación de Duque. Aunque esta ha aumentado su popularidad en sectores de centro, para los radicales es una desviación. El discurso de Ernesto Macías sería, bajo esta segunda hipótesis, una notificación al presidente para que se acuerde qué piensa el partido y su líder.
¿Cuál de las dos interpretaciones será la real? En poco tiempo se sabrá. Pero no hay duda de que la coincidencia del bueno y el malo que se vio en la posesión presidencial confundió y dividió al país, lo cual no es bueno para un presidente que busca la unidad. Las opiniones de Macías son duras y tiene el derecho a expresarlas. Pero hacerlas públicas en ese escenario fue totalmente inoportuno y le dio un alcance político que ha sido contraproducente. El politólogo y columnista Álvaro Forero Tascón hizo una original interpretación sobre las consecuencias de ese discurso. Después de la ceremonia del 7 de agosto afirmó: “Macías logró un milagro: crear el santismo el día en que se acabó el gobierno de Juan Manuel Santos”.