Santrich empezó a cultivar la fama de irónico la primera vez que el país lo vio en la televisión. | Foto: Archivo SEMANA

PROCESO DE PAZ

Las ironías de Jesús Santrich

El hombre de gafas oscuras que le habla al oído a Iván Márquez es la cuota de sarcasmo en la mesa de La Habana. Aunque ayude a distensionar los diálogos, sus comentarios incomodan a más de uno, pues lo ven como un radical.

26 de febrero de 2016

Prepotente y provocador han sido adjetivos que Jesús Santrich, el alias de Seusis Pausivas Hernández, se ha ganado por cuenta de sus comentarios irónicos o salidas en falso, según se mire. Por sus gafas oscuras, sus pañoletas en el cuello y su inconfundible acento costeño, el país lo ha venido identificando entre los negociadores de la guerrilla en La Habana, entre otras, por el humor sarcástico de sus comentarios.

Santrich empezó a cultivar la fama de irónico la primera vez que el país lo vio en la televisión, el 18 de octubre del 2012, día en que se instaló el proceso de paz en Oslo, Noruega. Allí, al lado de Iván Márquez, el jefe de la delegación de las FARC, hizo de las suyas y le bastaron muy pocos minutos para darse a conocer.

El país recuerda que el proceso de paz se instaló con cierto traumatismo. El discurso pronunciado por Iván Márquez generó un enérgico rechazo del jefe negociador del gobierno, Humberto de la Calle, que no dudó en alzar la voz y cuestionar las pretensiones de la guerrilla.  

Cuando el salón de prensa del hotel Hurdalsjoen, en las afueras de Oslo, estaba más encendido, Santrich fue el encargado de replicarle a De la Calle y, recordando una letra de un merengue de Juan Luis Guerra, entre sonrisas, le dijo: “Tranquilo, Boby, con calma”.  

Con esa frase, en lugar de calmar las aguas, las agitó. Y más aún cuando salía del salón. Un periodista de la Televisión Española le acercó el micrófono a Márquez y preguntó si las FARC pedirían perdón a las víctimas. Márquez abrazó a Santrich y le preguntó: “¿Usted qué piensa, Santrich?” Y Santrich respondió, cantando, con el tristemente célebre “Quizás, quizás, quizás”, que generó indignación entre víctimas y críticos del proceso de paz.

La más reciente ironía de Santrich se produjo a pocas horas de que el Gobierno y las FARC se reúnan en La Habana tras el “impasse” de Conejo, el corregimiento de La Guajira donde Santrich, Iván Márquez, Pablo Catatumbo y Joaquín Gómez hicieron proselitismo armado con la población civil.

La presencia de los jefes guerrilleros en la plaza principal de Conejo, pronunciando discursos en tarima, repartiendo panfletos, regalando gorras y despachando desde la escuela del pueblo provocó que el Gobierno suspendiera las visitas pedagógicas de las FARC a sus campamentos y se convirtió en un golpe que afectó la confianza del proceso, precisamente en la recta final del mismo.

Pese a las advertencias del presidente Santos de que no permitirá que se repitia lo sucedido en Conejo, Santrich dijo en entrevistas que “Conejo se replicaría por todo el país”. Y para colmo, en su Twitter dejó un comentario cargado de ironía: “Comienzo a sentir que el conejo es mi mascota preferida”.

Dicen que Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo han tenido que llenarse de paciencia para soportarlo. Primero por la influencia que tiene sobre Iván Márquez, quien no toma una sola decisión sin consultarla con él. 

Guillermo Rivera, quien como congresista alguna vez se sentó con los jefes guerrilleros, aseguró en ese entonces que parecía el "cerebro” de las FARC.

Es cierto que hay ocasiones en las que sus apuntes distensionan las discusiones. En otras, Santrich y sus comentarios se convierten en una piedra en el zapato. Lo mismo pasa con las entrevistas que concede. Recientemente dijo que el 23 de marzo no se firmaría la paz.

Las pullas de Santrich, sin duda, han sido protagonistas del proceso de paz, y probablemente sigan siéndolo ahora cuando el Gobierno y las FARC vuelven a verse las caras tras el “impasse” de Conejo.