POLÍTICA
El año del proceso de paz
En 2014 el proceso de paz marcó el debate nacional: definió la reelección de Santos; redibujó el mapa político y se conocieron sus primeros acuerdos pero no bajó el escepticismo.
Decir que este año fue crítico para el proceso de paz no llega a dimensionar el impacto que tuvieron los diálogos con las Farc en la agenda pública. Las elecciones presidenciales se convirtieron en un referendo sobre la Mesa de negociaciones y el país literalmente se dividió en dos, entre quienes querían continuar y los que buscaban su fin. Las discusiones sobre la agenda de La Habana saltaron de esa isla caribeña para tomarse los debates políticos, los programas de opinión y la intimidad de los hogares. A finales de 2014, más que logos de partidos políticos o iniciativas del gobierno, la postura ante el proceso de paz es simultáneamente factor de unión y división entre los colombianos.
El mayor impacto de los diálogos en Cuba en este año fue político. Tanto las elecciones presidenciales como los comicios parlamentarios giraron en torno a la paz. El Centro Democrático, bloque liderado por el expresidente Álvaro Uribe, se lanzó a conseguir votos con una plataforma en contra de los diálogos con las Farc y se convirtió en la segunda fuerza en el Congreso que tomó posesión en julio pasado. El aspirante presidencial Óscar Iván Zuluaga ganó la primera vuelta con esas banderas opositoras y empujó a la Unidad Nacional y la izquierda a unir fuerzas para impedir un regreso del uribismo a la Casa de Nariño.
La paz no solo marcó la principal diferencia entre Zuluaga y Santos sino también constituyó el discurso con el que el mandatario garantizó su reelección. La campaña santista enmarcó la segunda vuelta presidencial como una prueba ácida sobre el respaldo de los colombianos a su apuesta de negociación con la guerrilla. Mientras el Centro Democrático recibió el apoyo de un importante bloque de conservadores, la coalición de gobierno atrajo a la mayor parte de los dirigentes de izquierda. Tanto el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, como la excandidata presidencial del Polo Clara López contribuyeron a la victoria santista para garantizar la continuidad de los diálogos de La Habana.
La campaña en torno al proceso de paz fue todo menos pacífica. El nivel de confrontación personal e ideológica convirtió la contienda electoral en una de las más agresivas de la historia reciente en Colombia. Escándalos que involucraron tanto a la campaña santista como a la uribista salpicaron la competencia y aún hoy no se han aclarado del todo. Hasta la tradición de neutralidad de las Fuerzas Militares frente a las elecciones quedó en medio de la división entre los dos bloques. Incluso infundados señalamientos de fraude desde las huestes del Centro Democrático enrarecieron la decisión de los colombianos.
Con el 51 por ciento de los votos, Juan Manuel Santos ganó su reelección con el mandato inequívoco de continuar con el proceso de paz con las Farc. De igual manera, los 39 miembros del bloque uribista, encabezados por el propio expresidente, ocuparon sus escaños en el Capitolio con las banderas opositoras a la Mesa de negociación. Los debates de la campaña electoral del primer semestre se trasladaron a las sesiones del Congreso en el segundo semestre. Lejos de terminar el día de la segunda vuelta, el pulso entre santismo y uribismo por la paz no solo sigue vivo sino que tendrá una ‘tercera vuelta’ en las elecciones regionales de 2015.
Un año de avances
A la par que la paz se convertía en protagonista de las elecciones en Colombia, en Cuba el proceso empezó a mostrar adelantos importantes. En plena campaña gobierno y Farc anunciaron el acuerdo parcial sobre narcotráfico que se sumó a los ya firmados sobre desarrollo agrario y participación política. Literalmente, en ninguno de los intentos de negociación del pasado la guerrilla y el Estado colombiano habían conseguido acuerdos en temas tan cruciales para la dinámica del conflicto interno como la sustitución de cultivos ilícitos, propiedad de la tierra y circunscripciones territoriales de paz, entre otros.
La dinámica del proceso llevó a que entrara a la Mesa de diálogo la delicada agenda de las víctimas, la Justicia y el fin del conflicto. Comisiones de víctimas de los distintos actores de la guerra visitaron La Habana en medio de duros debates en el país. La postura de las Farc en este tema sensible fue equívoca: mientras aceptaban haber victimizado miles de colombianos, reclamaban ellos mismos su condición de víctimas del Estado. Incluso atacaron con infamia a la hoy representante a la Cámara Clara Rojas y al general retirado Luis Mendieta, dos de sus exsecuestrados más representativos.
Tras la victoria de Santos en las urnas gracias a la bandera de la paz, el ritmo de las negociaciones bajó notablemente. Las expectativas positivas sobre los diálogos, generadas por la contienda electoral, se chocaron con los lentos avances de la Mesa. A lo anterior se añadió el hecho de que la agenda inicial del segundo mandato estuvo más concentrada en la reforma de equilibrio de poderes y el debate tributario que en agilizar los resultados de La Habana. El optimismo del primer semestre del año dio paso a un creciente escepticismo de la opinión pública en la segunda mitad.
Otro momento crucial se presentó en septiembre cuando el gobierno decidió publicar los textos completos de los acuerdos parciales de la Mesa ya que la guerrilla los había empezado a filtrar. Si bien el ejercicio de transparencia le permitió a la Casa de Nariño desmentir los rumores sobre concesiones generosas a las Farc que promovía la oposición, faltó una mayor pedagogía ciudadana sobre el significado y alcances de lo acordado. El uribismo respondería con un documento de 68 ‘capitulaciones’ que contenían tanto alarmas legítimas como abiertas exageraciones y falsedades.
La apatía sigue
Una de las asignaturas que el equipo de paz del gobierno perdió este año fueron las comunicaciones. La exitosa campaña de reelección y el comienzo de un nuevo gobierno no se tradujeron en que la ciudadanía comprendiera mejor los sacrificios que implicaría la firma de los acuerdos con las Farc. Una revisión a las principales encuestas muestra que los índices de rechazo a la participación política de los comandantes guerrilleros continúan en niveles similares a los del año pasado. Una tendencia similar han tenido el porcentaje de colombianos que se resisten a la idea de que los guerrilleros no paguen cárcel por sus crímenes. La confianza en la intención de paz de las Farc así como su deseo de reparar a sus víctimas se mantiene en bajos índices.
Una de las razones de esta resistencia ciudadana radica en la dificultad de negociar en medio del conflicto. El dilema de esa condición se reflejó abruptamente en la primera y más grave crisis de lo corrido del proceso de paz: el secuestro por las Farc y posterior liberación del general Rubén Alzate. El uniformado se convirtió no solo en el oficial activo de más alto rango en poder de la guerrilla, sino también el más severo golpe dado a las Fuerzas Militares en el conflicto armado. Si bien el presidente Santos suspendió los diálogos ante el secuestro de Alzate, su rápida liberación fue interpretada por el gobierno como una muestra de compromiso con el proceso.
Durante 2014 otras dudas empezaron a crecer alrededor de la Mesa de La Habana. La primera es de origen fiscal: ¿de dónde saldrán los recursos para que el Estado colombiano asuma el alto costo del posconflicto? De hecho, como la negociación con las Farc no ha terminado, aún es prematuro el cálculo de cuánto costaría aplicar los acuerdos de paz. La segunda concierne a los tiempos para la refrendación popular. Para que la consulta a los colombianos se haga el mismo día de las elecciones de octubre próximo –que ayudarían a movilizar mayor número de votantes– los puntos restantes de la agenda deberían definirse en los primeros meses del año entrante. No obstante, el ritmo actual de los diálogos no da razones para el optimismo.
En conclusión, la paz tuvo un año agridulce. La reelección de Santos fue un referendo popular a favor de la Mesa de La Habana y las mayorías le dieron a la Casa de Nariño el tiempo necesario para finiquitar la tarea. Además el proceso avanzó en el acuerdo sobre narcotráfico, ganó en transparencia y ya se están discutiendo los temas más sensibles para los guerrilleros. Sin embargo, la oposición uribista ganó en las urnas un espacio político importante desde el cual ha seguido bombardeando las negociaciones. Por último, si bien el primer punto de la agenda nacional de 2014 fue la paz, los temores, el escepticismo y la confusión de los ciudadanos continúa.
El vuelo de la paz
¡Chuzados! - 3 de febrero
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Acuerdo sobre las drogas - 16 de mayo
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Víctimas divididas - 4 de agosto
Se realiza el primer foro nacional de víctimas, hay polémica entre víctimas de la guerrilla, del Estado y de los paramilitares. Fue evidente la politización de algunos sectores.
Militares a Cuba - 22 de agosto
Uniformados, liderados por el general Javier Flórez, se unen a la negociación. Por primera vez se sientan militares activos y guerrilleros para dialogar sobre desmovilización y reintegración.
Una carta horrorosa - 3 de septiembre
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Esto es lo que hay - 24 de septiembre
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Timochenko en cuba - 9 de octubre
El ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón revela que Timochenko viajó a Cuba. Lo que hubiera sido una noticia positiva sobre el compromiso de las Farc, generó preguntas sobre la lealtad de Pinzón con el proceso.
Las capitulaciones - 17 de octubre
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Sin general y sin paz - 16 de noviembre
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General libre - 30 de noviembre
Pastor Alape entregó al general Alzate y la guerrilla libera dos soldados en Arauca. Esto demostró que hay deseos de seguir adelante con las negociaciones, pero dejó cicatrices y muchas preguntas.
A la mesa - 10 de diciembre
Se reanudan las negociaciones en La Habana. Hay urgencia, en dos años de proceso solo se ha avanzado en el 50 por ciento de los puntos y el último gran acuerdo ya tiene más de siete meses.