PROCESO DE PAZ
Verificación de la ONU pero hecha a la medida
Tras la audaz propuesta del Gobierno y las FARC de que sea el Consejo de Seguridad de la ONU el que haga la verificación, ahora se debe negociar una resolución que sea ventajosa para Colombia.
El proceso de paz cada vez tiene menos reversa. Las partes están
decididas a encender los motores y acelerar la discusión de los puntos
pendientes y así cumplir con el plazo fijado para firmar el acuerdo
final, el próximo 23 de marzo.
No han pasado ocho días desde cuando el Gobierno y las FARC retomaron los
diálogos y ya se conocen resultados concretos. Este martes, a través de
un comunicado, los negociadores anunciaron que están de acuerdo con que
sea el Consejo de Seguridad de la ONU el que verifique el cese al fuego y
de hostilidades bilateral y definitivo, además del proceso de dejación
de armas.
Tener a Naciones Unidas jugando un papel de verificación es a todas
luces una garantía de que lo que se va a acordar en La Habana se va a
ejecutar en terreno. Como un tercero imparcial, la Comisión que delegue
el Consejo de Seguridad, apoyado en algunos países miembros de la Celac
(los países fronterizos no participarán), ayudará sin duda a superar los
escollos que surjan en el momento en que se implementen los acuerdos.
Sin embargo, para muchos el Consejo de Seguridad -donde encuentran las naciones más
potentes del planeta- será un toro difícil de lidiar. A pesar de que
Colombia llegó ante ese organismo internacional por su propia voluntad,
este tendrá cierta potestad para decidir.
En ese sentido, primero que todo el Gobierno y las FARC deberán diseñar
un proyecto de resolución lo más limpio posible para presentar
ante la ONU. Allí se excluirán los temas que no están vinculados en
forma directa a los acuerdos de paz.
El problema es que, en la práctica,
ese concepto es lo suficientemente amplio como para que se justifique
la intervención en todos los temas de los que se ocupa Naciones
Unidas. Y eso se hará en una instancia creada por los 15 miembros del
consejo, que tienen intereses geopolíticos muy diversos y no
necesariamente convergentes con los de Colombia.
Para la internacionalista Laura Gil, por ejemplo, el gran reto de cara
al país es "negociar una Misión de Mantenimiento de Paz para un contexto
específico. Que en vez de que nos apliquen la receta que llevan a uno y
otro lado, consigan armar una misión que se ajuste a nuestras
necesidades".
No es para menos la preocupación que tienen algunos sectores. A pesar
de que un eventual guiño del organismo a la propuesta de los negociadores
es un espaldarazo contundente de China, Francia, Rusia, Reino Unido y
Estados Unidos a los acuerdos, al Gobierno y las FARC les espera otra
negociación por librar.
Su acompañamiento tiene ventajas: la reconocida experiencia que tiene el
organismo monitoreando procesos de verificación y el alto apoyo político. Además, no deja de sonar tentador que el organismo asuma todos los
costos del despliegue.
"Es un mecanismo que garantiza la financiación de la Misión.
Independientemente de su tamaño, una misión de verificación es algo muy
costoso. Es mejor dedicar nuestros recursos a la implementación de los
demás acuerdos", informó el presidente Juan Manuel Santos minutos
después de que se conoció el acuerdo.
No cabe duda de que la eventual concentración de las FARC en varios
puntos del país necesitará de la presencia de un personal amplio, con
vehículos, recursos y capacidad de movilización. Y esto, dicen, sólo lo
puede hacer el Consejo de Seguridad.
Para algunos analistas consultados por Semana.com, el punto en cuestión
es la injerencia que pueda llegar a tener la ONU en el país una vez
empiece la implementación de los acuerdos. Sin embargo, el abogado de la
Universidad del Rosario Juan Ramón Martínez no lo ve grave en la
medida que el Gobierno sepa qué es lo que va a quedar consignado en la
resolución.
Pero también tiene contras. El gran problema es que los negociadores
entran con desventaja, pues Colombia tiene voz y voto para el diseño de
la resolución, pero la última palabra la tienen los miembros del
organismo.
"Se necesita el consentimiento del país para el despliegue. En teoría
Colombia tiene toda la capacidad de poder decir 'eso a mí no me gusta
por eso no recibo esa misión'. Pero en la práctica le toca al país
sentarse a negociar. No es lo que Colombia quiera. Es pactar cómo será
ese proceso de verificación", manifestó Laura Gil a este portal.
Agregó: "Colombia tiene toda la capacidad de decir lo que quiere y si
no le gusta lo que le ofrecen entonces decir no y muchas gracias. No los
recibimos. Hay países que han echado misiones de mantenimiento de paz
porque no les gustaba como operaban, pero el tema es que políticamente
eso es muy costoso".
Hablar de pérdida de soberanía o de injerencia indebida cuando no se
tiene luz de lo que se pactará resulta, para algunos, un poco
apresurado. Lo que no sobra son las advertencias que desde varios
sectores se hacen a los negociadores para que se fijen bien cómo van a
mover sus fichas. En sus manos está definir el alcance del mandato de
los observadores.
"El Gobierno debe tener muy claro lo que quiere y hasta dónde va a
ceder. Veo muy difícil una resolución del Consejo de Seguridad, por
ejemplo, que contemple solamente la verificación del cese al fuego sin
ningún elemento de derechos humanos. Es más, creo que sería errado",
agregó Gil.
Lo importante, dice Juan Ramón Martínez es que se aclaren las funciones de la futura misión. "¿Qué va a solicitar Colombia? Esa es la gran pregunta", puntualizó.