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Uribismo sin Uribe: ¿cómo le irá al Centro Democrático en el 2022?

Esta será la primera vez en 20 años que Álvaro Uribe no estará en la primera fila del frente de batalla en las elecciones presidenciales y legislativas.

13 de noviembre de 2021
Álvaro Uribe Vélez
Se presume que por la cercanía del fin de año, el proceso del expresidente Álvaro Uribe no avanzará lo suficiente y habrá que esperar a que la justicia le dé curso el próximo año. | Foto: Diana Rey Melo

Un fallo de la Corte Constitucional, en una apretada votación de cinco contra cuatro, determinó esta semana que el expresidente Álvaro Uribe seguirá vinculado a un proceso penal, formalmente imputado por fraude procesal y soborno.

La Corte dispuso que la indagación realizada por la Corte Suprema a Uribe, antes de que él renunciara a su curul en el Senado y su proceso pasara a la Fiscalía, equivale a una imputación de cargos. Esta decisión generó aflicción en sus seguidores y regocijo entre sus detractores.

“Están utilizando la justicia para sacar a Uribe de la política”, dijo la senadora Paloma Valencia, precandidata presidencial del Centro Democrático, tras conocer el fallo de la tutela interpuesta por los abogados del expresidente.

La decisión del tribunal deja a Uribe sentado en la silla de los acusados por un buen tiempo y no le permitirá estar activo en el debate electoral de más importancia para el país en muchos años.

Álvaro Uribe Vélez | Foto: Juan Carlos Sierra

Por su parte, la columnista Salud Hernández está segura de que los opositores de Uribe no descansarán hasta meterlo a la cárcel.

Aunque pasó el tiempo en su finca de El Ubérrimo, en Córdoba, Uribe ya estuvo privado de la libertad por orden de un juez en este mismo proceso.

La cercanía del fin de año hace pensar que en lo que resta de 2021 el proceso no avanzará lo suficiente y habrá que esperar a que la justicia le dé curso el próximo año.

Todo eso estará ocurriendo justo en el momento más tenso de la campaña por la presidencia y el Congreso. Uribe, un hombre formado en las luchas más duras, acusó el golpe de la justicia. Por ahora solo quiere fortalecerse espiritualmente para enfrentar sus propias batallas.

“En diálogo con mi ser busco más fuerza espiritual para defender mi reputación, seguridad jurídica, y luchar contra las amenazas tibias y radicales a la democracia”, trinó el exmandatario, con clara pesadumbre, el viernes.

Algunos de sus amigos más cercanos le han dicho que se dedique a él mismo y a su familia. Que abandone lo público, que se vaya del país a vivir tranquilo sus últimos años.

Poco se sabe, pero su silencio, además, es decisión de un juez que le impuso la orden de callar frente al tema. No puede controvertir el fallo de la Corte. Ni él ni sus abogados. El expresidente ya había advertido en diversas ocasiones que no intervendría en el debate electoral mientras estuviera vinculado al proceso penal.

“Soy consciente del daño que me han hecho”, dijo aludiendo al debilitamiento personal y político que le ha ocasionado el juicio penal en su contra.

Uribe cree que un apoyo suyo a cualquier candidato en estas condiciones, en vez de fortalecerlo, lo debilitaría. Se ha limitado a reivindicar su amor por la democracia y a señalar que con ella están sus afectos.

Una fuente muy cercana a Uribe le aseguró a SEMANA que, más allá de su congoja por el proceso penal, tiene una “pena” porque siente que ni Juan Manuel Santos ni Iván Duque, a quienes ayudó a elegir como presidentes, respaldaron plenamente su legado.

Precandidatos presidenciales del Centro Democrático.
primer debate de precandidatos a la Presidencia Rafael Nieto Loaiza. Alirio Barrera. Maria Fernanda Cabal. Paloma Valencia. Oscar Iván Zuluaga. Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana. | Foto: JUAN CARLOS SIERRA PARDO

Desde 2002, Uribe ha sido determinante en los resultados de las urnas, tanto para la presidencia como para el Congreso de la República.

La vida del país ha estado relacionada con su actuar en el día a día, tanto cuando ha ostentado el poder o como cuando Juan Manuel Santos, después de haber sido su mentor, se convirtió en su archienemigo. Tras sus dos mandatos (2002-2010), Uribe llevó de la mano a las urnas –literal– a quienes lo sucedieron, garantizándoles sus triunfos.

Primero lo hizo con Juan Manuel Santos, en 2010, y luego con Iván Duque, en 2018. A Óscar Iván Zuluaga, en 2014, lo hizo ganador en primera vuelta. En la segunda vino el revés.

Con Santos las cosas terminaron muy mal. Uribe siente que él lo “traicionó” y que terminó llevando al Congreso a los guerrilleros de las Farc que él combatió.

Hoy las relaciones de Uribe con Duque no son excelentes. Son de respeto, pero Uribe ha hecho observaciones muy duras pidiendo al Gobierno mejores decisiones en diversos campos.

“Gestos de autoridad, firme y transparente, por parte de las Fuerzas Armadas, son mucho más importantes que cualquier discurso o pronunciamiento que se haga o hagamos”, trinó Uribe hace unos meses pidiendo al Gobierno una respuesta más decidida frente a quienes destruían los bienes públicos en medio de las manifestaciones.

En varias oportunidades ha dejado sentada su protesta por el hecho de que su partido no esté en mejores condiciones para enfrentar la campaña por ciertas debilidades del Gobierno Duque.

“Es muy difícil para nosotros hacer la campaña sin que se consolide la seguridad, la política de ahorro y se amplíen las políticas sociales”, trinó en otra oportunidad, en un claro gesto de inconformidad con el Gobierno.

Rafael Nieto, uno de los precandidatos presidenciales del Centro Democrático, ha sido más contundente: “Elegimos presidente, pero no tenemos Gobierno”, ha dicho.

El hombre más poderoso de Colombia, el mayor protagonista del poder durante los últimos 20 años, bien sea desde el Gobierno o la oposición, está hoy ausente de la política activa. Por lo menos desde lo formal.

La ausencia de Uribe tendrá grandes repercusiones no solo para su partido y para la política colombiana, sino para el país entero.

Una consecuencia inmediata podría ser el resquebrajamiento de su partido. No hay autoridad que lo reemplace a él. La primera prueba de fuego de este proceso sin Uribe será la escogencia del candidato presidencial del Centro Democrático, este 22 de noviembre. Una encuesta lo definirá.

La mayor puja está entre María Fernanda Cabal y Óscar Iván Zuluaga. El partido ya tuvo que salir a decir que no es cierto que la victoria de Cabal esté cantada. Cabal y Zuluaga tienen los mayores índices de reconocimiento, un factor que determinará el triunfo. Rafael Nieto, Paloma Valencia y Alirio Barrera, los tres restantes, se someterán al resultado de la encuesta.

Este fin de semana surgieron versiones en el sentido de que si Cabal gana la candidatura presidencial, algunos dirigentes importantes del partido que no comparten su pensamiento se irían a apoyar a otros candidatos. Además, afirman que si bien Cabal tiene una fortaleza dentro de la militancia uribista, podría tener mucha dificultad para buscar las alianzas que se necesitan, pues esta podría ser también la primera vez que el uribismo no sea el ‘capo’ de una coalición, sino un gregario más.

Hoy, el uribismo no tiene la fuerza suficiente para ir solo a primera vuelta con su candidato oficial con opción de triunfo. Tendrá que hacer alianza con otros partidos de centroderecha para intentar pasar a segunda vuelta. Por eso el candidato uribista tiene que tener la fortaleza de convocar, incluso, a sectores de centro.

Podría surgir otra alianza de sectores de centroderecha, como los que hoy tratan de conformar la llamada Coalición de la Experiencia: Enrique Peñalosa, Federico Gutiérrez, Juan Carlos Echeverry y, posiblemente, Alejandro Gaviria, y otros, quienes podrían ganarle al uribismo en la primera vuelta.

Esta vez no se puede dar por descontado, como sí ocurría antes, que el uribismo será la divisa ganadora o definitoria en las urnas. Podría terminar siendo apenas gregario de un bloque de centroderecha que enfrente a Gustavo Petro.

El debilitamiento de Uribe y de su proyecto político se da al mismo tiempo que sus contradictores políticos están al alza.

La izquierda política está en su mejor momento. Gustavo Petro, su gran contradictor, es el único de todos los aspirantes que tiene hoy su tiquete casi garantizado para pasar a segunda vuelta. Eso revelan todos los sondeos sobre intención de voto.

La otra apuesta grande es por el Congreso de la República. La izquierda tendrá más bancas de las que hoy tiene en el Senado.

Petro pasará de ser un ‘llanero solitario’ en la Cámara Alta a tener su propia bancada. Y considerable. Y desde ahora se vaticina que la izquierda crecerá en el Congreso a expensas de Uribe y otros actores de centroderecha.

Pero todas estas expectativas estarán más decantadas al comenzar el próximo año y, sobre todo, después de las consultas internas de marzo.