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¿Qué opina María Isabel? El gran Khan dijo que no
El presidente invitó de visita al país al fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, para hacerle la extraña (y antipatriótica) petición de que reabriera sus investigaciones sobre Colombia. Respuesta: no las reabro, porque Colombia no es un país inviable, y cuenta con instituciones sólidas y capaces de impartir justicia.
¿Qué estará opinando María Isabel hoy miércoles 7 de junio en SEMANA? Pues la opinión gira en torno a la visita a Colombia del fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan. La esencia de este organismo es que tiene carácter complementario en relación con las jurisdicciones nacionales, es decir, entra a operar sólo cuando no lo va a hacer la justicia propia de un país.
Por eso no debió gustarles a las Cortes colombianas y tampoco, desde luego, a la Fiscalía, que fuera el propio presidente Gustavo Petro el que invitara al señor Khan a Colombia para solicitarle que reabriera la observación preliminar sobre nuestro país. Porque esto indicaría que nuestra justicia ha sido incapaz de juzgar las más graves conductas como los crímenes de lesa humanidad y los crímenes de guerra, y eso no es cierto.
Hemos avanzado un largo trecho en la lucha contra la impunidad de sus terribles crímenes. El señor Khan, sin embargo, no encontró justificada la solicitud del presidente colombiano. Muy claramente, dijo que “Colombia no es un estado fallido”, y por eso descartó que la CPI ejerza o termine ejerciendo cualquier acción a corto plazo en el país.
El examen preliminar se había cerrado como un gran logro de la credibilidad de la justicia del país durante el gobierno de Iván Duque, y fue muy claro en que la CPI sólo actuaría cuando un país no esté dispuesto o no tenga la capacidad, o sencillamente no quiere actuar. Sin embargo, esta petición, viniendo del propio presidente, de que la Corte Penal Internacional reabriera su caso sobre Colombia, fue considerada poco patriótica y una falta de respeto contra la Fiscalía, contra la JEP, la Corte Suprema y el Consejo de Estado. Algunos de esos organismos que, por cierto, no pasan por su mejor momento en sus relaciones con el Ejecutivo.
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En los últimos días, el presidente, primero, se ha declarado jefe del fiscal. Después, aunque lo negó, llegó a acusar al Consejo de Estado de estar desmantelándole su representación en el Congreso al Pacto Histórico, luego de que fue declarada la nulidad de la elección de Roy Barreras, y de paso la del contralor general. Esto condujo a una enérgica respuesta del organismo al presidente sobre sus insinuaciones, y nuevamente se le reclamó respeto por la separación de los poderes. Porque al presidente a veces se le olvida que eso es una institución en Colombia, la independencia de los poderes, eso se le olvida.
Y precisamente ayer, coincidiendo con la visita del señor Khan, la Fiscalía llamó a indagatoria a seis generales por el tema de los falsos positivos. Y al paramilitar Mancuso, que hace unos días lo vimos desfilar ante la JEP relatando cosas tremendas. Además, personalmente el fiscal Barbosa le explicó al señor Khan que la Fiscalía no solo está encima de los casos presentes, sino que el organismo que preside le colabora ―porque así está enseñado― a la JEP y a la justicia para prevenir que se sigan produciendo en el país violaciones de derechos humanos.
Aunque como producto de esta visita sí se firmó con la CPI un convenio de cooperación que implica tener un enlace permanente para que la Corte pueda seguir los avances en las investigaciones, aquí nos encanta tener testigos extranjeros para todo. Lo que no implica de ninguna manera que la CPI en Colombia tendrá un papel activo, ni que interferirá en los procesos en curso.
Total, “no”, que “no”. Esa fue la respuesta de la CPI a Gustavo Petro. El país y su justicia no ameritan que el organismo reabra su examen preliminar que mantuvo un tiempo y luego cerró sobre Colombia. Curioso que haya sido el propio presidente el que crea en la inviabilidad de nuestros organismos judiciales. Cosa diferente es que haya asuntos que mejorar en nuestra justicia, pero nosotros solitos podemos y lo hemos demostrado cuando queremos.
Escuche aquí la otra opinión de María Isabel Rueda del día de hoy:
¿Qué opina María Isabel? De lo que nos salvaron los audios de Benedetti
Que Benedetti no se llevaba bien con el canciller Leyva era un secreto a voces. Lo que no conocíamos era el desgobierno que se había creado ahí. Pero si Bededetti, como pretendía, hubiera logrado correrle la butaca a Leyva, o a Velasco en el Ministerio del Interior, ¿qué habría sido de nosotros?
A las seis y siete minutos de la mañana, ¿qué estará opinando María Isabel hoy miércoles 7 de junio en SEMANA? Pues la opinión gira en torno a los daños colaterales que reveló la crisis que se armó tras la publicación de los tremendos audios de Armando Benedetti en SEMANA.
No era un secreto, en esta misma sección lo habíamos comentado en varias oportunidades, que Benedetti y su jefe inmediato, el canciller Álvaro Leyva, no se podían ni ver. Resultaba muy curioso que cada vez que el canciller viajaba a Venezuela en asuntos oficiales, Benedetti aparecía en Colombia como por arte de magia, pero claramente para no encontrarse con el canciller.
Y que, para Leyva, Bendetti se hubiera vuelto ingobernable e inmanejable era un hecho. Sin embargo, no cayó del todo bien que el canciller resolviera entonces descalificar a Benedetti con esta frase: “¿Cómo se le puede creer a un drogadicto?”. Pues ese drogadicto, drogadicto o no, fue embajador de Leyva durante diez meses.
Lo que el canciller no le perdonaba a Benedetti es que le estuviera corriendo la butaca. No solo no lo veía como figura de autoridad y se lo saltaba a la hora de pedir su autorización para salir del país, Venezuela, donde ejercía su representación diplomática. Es que sencillamente Benedetti no consideraba a Leyva su jefe, sino un monigote pintado en la pared. El único jefe que reconocía como tal era a Gustavo Petro.
¿Alguien imagina cómo se pueden regularizar las relaciones con un país si el embajador no se habla con el canciller? Además, el embajador había sido enviado a Venezuela para tratar de eludir sus problemas judiciales. Eso tampoco es un secreto.
Pero el colmo de colmos es que, en uno de sus viajes a Estados Unidos, viaje al que Benedetti no contaba con la autorización respectiva de la Cancillería (que le era obligatoria pedir para viajar), el Gobierno colombiano hubiera tenido que pedirle al gobierno de Estados Unidos que no se reuniera con su embajador porque no estaba autorizado para ese viaje.
Esta situación de desgobierno, o sea Benedetti funcionando como un loquito suelto y Leyva aguantándoselo, sí no la conocíamos, porque todo este tiempo tuvo el estatus de consentido del presidente.
Ahora, no sabemos todavía por qué se aburrió tanto Benedetti en Venezuela, aunque lo podemos suponer. Sin embargo, pensar que Benedetti hubiera logrado correrle la butaca a Leyva con la Cancillería o a Luis Fernando Velasco con el Ministerio del Gobierno, produce un poco de risa. La historia de este escándalo habría sido bien distinta.
Porque, probablemente, para comenzar no habría habido escándalo, la cuerda entonces se habría reventado por otro lado. Después de conocer los audios de SEMANA, ¿qué suerte habría ocurrido en el país con Benedetti manejando la política desde el Ministerio del Interior o las relaciones exteriores de Colombia desde la Cancillería? Dios mío, siquiera no tuvimos que averiguarlo.