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¿Qué opina María Isabel? La negociación con los narcos que el Gobierno Petro negaba
Después de negarlo todo este tiempo, por fin ayer, el ministro Luis Fernando Velasco ya admitió lo que era evidente: que con los narcos sí se está negociando. O sea: impunidad habrá, con penas más bajitas y no extradición. Pero como se trata precisamente de una negociación, los narcos del Clan del Golfo ya comenzaron a ponerse exigentes.
A las 6:20 a. m., ¿qué estará opinando María Isabel hoy miércoles 10 de mayo en SEMANA? Pues la opinión gira alrededor de una verdad que ayer reconoció el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, acerca de algo que el país ya sabía, pero que hasta ahora el Gobierno ha negado: que aquí sí se va a negociar con el narcotráfico. ¿Y qué es lo que se va a negociar? Pues su sometimiento a la justicia con penas menos severas y probablemente no extradición de quienes estén pedidos en la actualidad o lo sean en el futuro.
Ese reconocimiento de la negociación con los narcos, en lugar de seguir negándolo, hizo anoche el ministro Velasco en entrevista con Yamid Amat en CMI. Lo que tiene de bueno es que este debate se abre con todas las fichas claras sobre el tablero; la ‘paz total’ incluirá tanto a los grupos con los que habrá una negociación política como el ELN y las disidencias, aunque aún no sepamos con cuáles disidencias y con cuáles no, sino también a los narcos.
Con los primeros, no resulta claro por ahora si pagarán o no penas de cárcel o restricciones a su movilidad, como se suponía que sería con las Farc y como parece hasta ahora que nunca fue. Por lo menos, llevamos siete años con nada de ello cumplido, siete años de impunidad total, distinto a unas verdades parciales que se han dicho y a un reparto parcial de bienes que se ha hecho, pero lo que es el castigo a los de cabecillas no ha habido, por el contrario, ellos están premiados con curules en el Congreso.
Con los segundos, o sea con los narcos puros, sí se supone que habrá cárcel porque es un sometimiento negociado; serán penas de cárcel corticas a las que ya los del Clan del Golfo en el máximo del descaro comenzaron a decir que ellos no las aceptarán, a lo que el ministro de Justicia les respondió esta vez con firmeza: “Pues esto es lo que hay sobre la mesa, o lo toman o lo dejan. Que no se sientan dioses porque lo que son es dioses de barro”.
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Pues este tipo de pataleos es lo que admite que esté abierta precisamente una negociación. ¿En las negociaciones qué se hace? Se negocia, y estas ni siquiera han arrancado, pero con lo que admitió anoche el ministro del Interior no hay duda de que aquí todo cabe. Tiene la ventaja de que el ponente de las leyes de sometimiento es el aguerrido politólogo Ariel Ávila, que no tiene precisamente pelos en la lengua.
Pero en la entrevista del ministro Velasco con CMI hubo otro detalle digno de comentario: la durísima ―y en ocasiones hasta un tanto irrespetuosa― manera como Velasco, que para nada es un político novato y además es liberal, trata al expresidente César Gaviria en la entrevista y que indica cómo está el ambiente entre el gobierno y el Partido Liberal.
Dice Velasco que las leyes no las aprueban los jefes de los partidos, sino los parlamentarios que son los que votan. Eso es cierto, pero no totalmente cierto, porque en virtud de la ley de bancadas que trató de ordenar la política, las posiciones de los partidos ante las leyes se fijan en bancada, en conjunto y se cumplen votando de acuerdo con una directriz. Es que, si no, el lentejismo se toma las relaciones de los gobiernos con el Congreso, como ha sucedido prácticamente siempre, y los partidos se siguen perrateando.
Pero el ministro Velasco, él mismo un disidente de la dirigencia gavirista en el liberalismo, termina su declaración con una durísima frase: “El mundo y Colombia son muchísimo más que un expresidente”. Y quizás, lo más curioso es que alcanzó hasta pactar, hace una semana larguita, un encuentro entre el expresidente Gaviria y Velasco, que este, sin ninguna explicación, canceló.
¿Qué opina María Isabel? Que nos explique la vice Francia Márquez su viaje a África
A nuestra vicepresidenta le ha dado por mandarnos al cuerno (no precisamente al cuerno africano) cada vez que se le pregunta o se le critica algo. Pero además cree que las explicaciones que le piden son por racismo, y lo que es racista es escudarse tras el color de piel para eludir las críticas o evitar dar explicaciones.
A las 6:35 a. m., ¿qué estará opinando María Isabel hoy miércoles 10 de mayo en SEMANA? Pues la opinión gira en torno a una respetuosa petición a la vicepresidente Francia Márquez, en realidad dos peticiones, repito, muy respetuosas.
La primera, que cada vez que le pregunten o le comenten algo que no le gusta, no se lo adjudique al racismo, porque eso precisamente es racismo. Escudarse tras el color de piel para esquivar las críticas. Y la segunda, que nos explique bien cuántas personas lleva en su comitiva al África, porque se habla de entre 60 y 80 personas. Que nos explique quiénes son, porqué se justifica su presencia en el continente africano y cuál es el propósito general del viaje.
Porque tampoco puede serlo sencillamente su origen afrodescendiente, y es que, ante las preguntas, la vice Francia responde como últimamente le ha dado por responder: mandándonos a todos al cuerno. Pero no precisamente al cuerno africano conocido como la Península somalí, no, es otro tipo de cuerno a donde nos manda. Uno más parecido al infierno, porque esta vez dijo que ella “no tenía nada que explicar”.
Pero antes había dicho que, si no nos gustaba que se la pasara montando en helicóptero, “pues de malas”. Ella sí está obligada a explicar como funcionaria pública y que no crea que lo preguntamos (porque) como dice su jefe Petro: “porque el viaje no es a Europa, sino a África” es racista también.
La sola gasolina nos costará a los colombianos 1.700 millones de pesos, luego, tenemos derecho a preguntar en qué serán invertidos. Que serían lo de menos, ese precio, ese valor de la gasolina, si este viaje deja abiertos, por ejemplo, caminos comerciales con el continente que será el futuro del mundo.
Yo solo quiero imaginar, por un momento, qué le habrían dicho, por ejemplo, a la exvicepresidenta Marta Lucía Ramírez si hubiera empacado en un avión a 60 u 80 personas con destino a cualquier parte del mundo, así sea aquí nomás en este continente latinoamericano. Se la habrían comido viva.