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¿Qué hay detrás del escándalo de los aviones rusos?

A finales de año se armó una discusión por cuenta de la llegada de dos bombarderos de Moscú a Venezuela. Pero esa jugada militar nada tuvo que ver con la tensión entre Colombia y su vecino, sino entre Rusia y Estados Unidos.

6 de enero de 2019
En recientes declaraciones, refiriéndose a Estados Unidos, VladÍmir Putin afirmó lo siguiente: “Nuestro más grande error fue creer en ustedes más de la cuenta” | Foto: Getty images / afp

“No podemos dejarnos provocar. No podemos dejar que Venezuela empiece a emplear este tipo de maniobras como herramienta de provocación”. Con esas palabras, el presidente Iván Duque, en entrevista para RCN televisión, condenó la medida de Nicolás Maduro de permitir que dos aviones de guerra TU-160, de fabricación rusa y con capacidades nucleares, aterrizaran en el vecino país para adelantar ejercicios conjuntos con el ejército venezolano.

Sin embargo, la realidad es que la llegada de los bombarderos a territorio vecino no tuvo absolutamente ninguna relación con el rollo entre Duque y Maduro. En los reportes de la noticia que hicieron los medios internacionales, la palabra Colombia prácticamente no apareció. Ese alarde y despliegue de poderío militar provienen exclusivamente de la actual guerra fría entre Estados Unidos y Rusia. Para entender lo que realmente está detrás de todo esto, es necesario devolver la película unos años.

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Entonces, el 6 de febrero de 1990, el presidente George H.W. Bush envió a James Baker, su secretario de Estado, a reunirse con el presidente soviético, Mijail Gorbachov, para tratar de convencerlo de que permitiera que las dos Alemanias se unificaran. La cosa no era fácil, se trataba de una tarea titánica. No obstante, el secretario sabía a lo que iba y le hizo al líder soviético una propuesta que no podía rechazar. Baker se comprometió, a nombre de Estados Unidos, a que la OTAN no se expandiría si Gorbachov permitía la caída del muro y la unificación de Alemania. Ese encuentro le salió muy bien a la potencia de Occidente. Los rusos no solamente le creyeron a Baker y permitieron a ese país reconstituirse, sino que, además, disolvieron el pacto de Varsovia, su alianza militar, y posteriormente, en 1991, no pudieron evitar la disolución de la Unión Soviética. Podría afirmarse que esa reunión definió el actual mapa de Europa.

Putin quería demostrarle a Trump que si estados unidos puede poner cohetes en el patio trasero de Rusia, él también puede ponerlos en el patio trasero de Estados Unidos.

A pesar de que Baker empeñó su palabra, Washington acabó por hacerle conejo a Moscú. En 1999, aunque ya había terminado la Guerra Fría, el presidente Bill Clinton invitó a varios países, antiguos miembros del pacto de Varsovia, a sumarse a la OTAN. Entre estos estaban Polonia, la República Checa y Hungría. Luego, en 2004, George W. Bush (el hijo) siguió toreando a los rusos y agregó a esta organización a Estonia, Latvia, Lituania, Rumania, Bulgaria, Eslovaquia y Eslovenia. Como si eso fuera poco, en 2008 la OTAN dejó claras sus intenciones de invitar a Ucrania y a Georgia. Para Putin esa actitud cruzó la raya y reaccionó muy pronto. De inmediato, con la ayuda del presidente de Georgia, invadió ese país para ponerle un tatequieto a la OTAN. A pesar de eso, la administración de Barack Obama continuó la expansión, al agregar a Croacia y Albania. Como resultado del incumplimiento del compromiso de los gringos, Putin acabó rodeado por cohetes de la OTAN en sus fronteras.

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Al final del ejercicio esa organización, que tenía 16 miembros al día de la promesa de Baker a Gorbachov, terminó con 29. Hoy día, de los antiguos miembros europeos de la Unión Soviética solo Bielorussia, Ucrania y Moldavia no han entrado a la OTAN. Este contexto histórico es fundamental para entender por qué la llegada de los aviones rusos a Venezuela no significa un favor que Putin le hace a Maduro para intimidar a Duque, sino un mensaje que Putin le manda a Trump para dejarle claro que los rusos también pueden ponerle misiles nucleares a Estados Unidos en su patio trasero. El hecho de que la maniobra militar incomode al gobierno colombiano no es para el líder venezolano más que una alegre coincidencia.

El fondo del problema gira en torno a Ucrania, donde está la manzana de la discordia. Este país tiene una mitad pro Estados Unidos y otra pro Rusia. En las elecciones de 2010, Yulia Tymoshenko (pro OTAN), se enfrentó a Viktor Yanukovych (pro Rusia). El segundo ganó y el país quedó de nuevo a merced de Putin. Tres años después empezaron unas protestas en Kiev (apoyadas por Washington), y el presidente prorruso huyó rumbo a Moscú. Putin aprovechó la situación de inestabilidad para invadir Crimea y anexar ese territorio a su país por medio de un dudoso referendo. Mientras tanto, Petró Poroshenko (pro OTAN) ganó la presidencia de Ucrania.

Las tensiones producidas por la bipolaridad de Ucrania han escalado una guerra fría que en Occidente pocos registran, pero que obsesiona a los rusos. Allá la gente se siente peligrosamente rodeada por países de la OTAN y gran parte del prestigio de Putin obedece a que se ha proyectado como el líder que ha enfrentado esa expansión.

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El presidente ruso tiene una relación amor-odio con Trump. Por un lado, ayudó a elegirlo y lo considera un presidente amigo. Pero por otro el magnate representa al establecimiento norteamericano, que considera que Estados Unidos manda en el mundo unipolar supuestamente resultante de la caída del muro de Berlín. Por eso Putin envía mensajes para recordarle al planeta que eso no es tan así. Uno de esos mensajes consistió en la llegada de los dos aviones supersónicos que aterrizaron en Venezuela. Pero hay otros de mayor calibre. Putin ya probó exitosamente su nuevo misil hipersónico y dijo que las fuerzas armadas rusas lo tendrán a su disposición desde 2019. Los rusos dicen que puede volar a una velocidad entre 5 y 20 veces más que la del sonido y que este misil es invencible, pues no existe aún un sistema antiaéreo capaz de derribar un objeto a semejante velocidad.

En recientes declaraciones Vladímir Putin afirmó lo siguiente refiriéndose a Estados Unidos: “Nuestro más grande error fue creer en ustedes más de la cuenta. Ustedes interpretaron nuestra confianza como debilidad y se aprovecharon”. Palabras más, palabras menos, la llegada de los aviones de Putin armados hasta los dientes a Venezuela, era su manera de decirle a la OTAN que se cansó de que quieran rodearlo. Para los rusos, la entrada de Ucrania a esa organización sería comparable a que Putin tuviera sus misiles instalados en México o en Canadá. Y no están dispuestos a permitirlo. Así que el presidente de Rusia quería, en plata blanca, mostrarle a Trump que él, por medio de sus aliados en América Latina, también puede tener armas nucleares en su patio trasero. Así las cosas, mientras los colombianos están distraídos pensando tontamente que el problema es con Colombia, en realidad se está agudizando, a nivel mundial, una nueva guerra fría de consecuencias impredecibles.