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¿Qué significa el rompimiento de relaciones con Israel que anunció Petro? El excanciller Julio Londoño lo explica
El decano de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario hace este análisis para SEMANA sobre la decisión tomada por el presidente.
El anuncio del presidente Petro, de romper relaciones con Israel, es tan sólo un paso más en el pugnaz intercambio que se ha dado entre los dos países, a raíz del ataque de Hamás en octubre del año pasado.
La actitud colombiana pasó del llamamiento a consultas de la embajadora de Colombia en Israel hasta la situación actual, pasando por la decisión de nuestro país de intervenir con otros 52 estados en la demanda instaurada por Suráfrica en la Corte Internacional de Justicia acusando a Israel de violar la Convención sobre el Genocidio de 1948.
Mucho se ha hablado de los efectos que tiene para Colombia la confrontación con Israel, especialmente en el ámbito militar. Sin embargo, habrá que determinar si los acuerdos en este marco se van a suspender o no, ya que son esencialmente de carácter comercial, como sucede en otros renglones en el intercambio entre los dos estados. De todas maneras, a mi juicio, debe prevalecer la posición colombiana en el ámbito internacional.
Nuestro Ejército, hace años, se abastecía con municiones producidas por la Suráfrica del apartheid, con el argumento de que le resultaba mucho más barato y seguro. El presidente Virgilio Barco dio instrucciones perentorias de suspender las compras.
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Se supone igualmente que el Gobierno y las Fuerzas Militares han previsto las medidas indispensables para sustituir la venta y el mantenimiento de equipos y de material de guerra procedentes de Israel. No es acertado depender exclusivamente de un estado en ese campo.
También hay que tener en cuenta que el Gobierno de Colombia rompe relaciones no con el pueblo o la nación israelí, sino con el gobierno actual, uno de los más cuestionados en el mundo, no solo por sus aliados incondicionales como los Estados Unidos, también por una importante masa de la población de ese país.
Para nadie es claro cuál será el futuro de Netanyahu y su gobierno. Incluso algunos afirman que podría ir a parar a la Corte Penal Internacional, especialmente después de los anuncios de que las fuerzas israelíes continuaran la ofensiva sobre la ciudad de Rafah, lo que se considera sería la culminación de una masacre generalizada.
Para algunos, el hecho que el primer ministro insista en las acciones ofensivas obedece a una estrategia para protegerse de medidas que podrían adoptarse cuando tarde o temprano culminen las hostilidades.
Es de esperarse, naturalmente, que la decisión del Gobierno colombiano de rompimiento de relaciones no afecte la condición de nuestros compatriotas que residen en ese país ni la de los israelíes residentes en nuestro país.
De igual manera, la actitud de Colombia no debe implicar que desconozca las acciones salvajes de Hamás, ni las de Irán, que entre las sombras ha generado una peligrosa inestabilidad en el Medio Oriente, que ha arriesgado a una confrontación nuclear.
Seguramente, cuando esa pesadilla y el actual gobierno de Israel terminen, se restablecerán unas relaciones que han sido tradicionalmente cordiales, no sin altibajos pronunciados en algunas oportunidades.