Nación
“Que traigan la espada de Bolívar”, la primera orden de Petro
La espada de Bolívar, robada por el M-19 en 1974, fue el símbolo central de la posesión del presidente Gustavo Petro. Se trata de la mítica arma de combate del Libertador.
El gigantesco evento de posesión del presidente Gustavo Petro, que dejó de lado la pomposa y tradicional cita con un restringido grupo de mandatarios y diplomáticos vestidos de gala para montar un evento popular y multitudinario, contó con una invitada tan simbólica como polémica: la espada de Bolívar. Desde un principio estaba contemplado que la mítica arma formara parte del evento, pero el mandatario saliente, Iván Duque, no permitió que fuera puesta en la mesa principal- El debate se dio durante todo el día y se cerró con la primera orden de Petro como mandatario: “Qué traigan la Espada de Bolívar”.
Tal era la exigencia del nuevo mandatario que hasta hizo una pausa en el evento de posesión hasta que llegara la espada, que fue llevada por cuatro hombres de la Guardia Presidencial, que la transportaron en la urna en la que está guardada en la Casa de Nariño.
Es una obsesión, no solo para Petro, sino para los autoproclamados revolucionarios bolivarianos, como el fallecido mandatario de Venezuela Hugo Chávez. Para el presidente es el símbolo de la lucha de Bolívar, que, a su juicio, no ha concluido. La prefiere desenvainada, porque así le da valor a las palabras del Libertador: “No envainaré jamás la espada mientras la libertad de mi pueblo no esté totalmente asegurada”, las mismas que dejó el M-19 en una nota, cuando la robaron.
Petro incluso cita en su libro Una vida, muchas vidas cómo conoció a Chávez, el vínculo bolivariano con él y hasta la importancia de la espada de Bolívar.
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“El venezolano era un militar que había intentado una insurrección y había fracasado. La izquierda venezolana no tenía capacidad de sacar el pueblo a las calles, por eso su sublevación se redujo a un golpe de Estado que tenía una plataforma ideológica profundamente bolivariana. Eso nos unía a él. El M-19 se había fundado sobre la idea de Bolívar como un eje de la construcción democrática. De ahí viene el símbolo de la espada de Bolívar”, se lee en el libro.
Son varias las espadas de Bolívar, y en realidad no hay certeza de que realmente le pertenecieran. Por los años de la gesta libertadora, la espada era un símbolo y un regalo que acostumbraban a darse entre altos mandos. Por eso no es del todo claro si la robada de la Quinta de Bolívar es en realidad la espada de combate. Tiene en su mango un escudo de la Gran Colombia, las tres estrellas de general y una decoración con hojas similares al olivo, que coincidencialmente simbolizan la paz.
En el discurso planteó que en su gobierno dejará las bases para que sea enfundada. Asegura que lo que sucedió en la Quinta de Bolívar, cuando el M-19 la hurtó, realmente fue “recuperarla”. Para Petro es un símbolo que vale más que 100.000 fusiles.
Coincide con el comunicado que publicó el M-19 en el momento de dar el simbólico golpe, hace 48 años, en el que aseguraban que Colombia cambió las cadenas españolas rotas por Bolívar, para pasar a la opresión por “el dólar gringo”.
“Bolívar no está con ellos –los opresores– sino con los oprimidos. Por eso su espada pasa a nuestras manos. A las manos del pueblo en armas. Y unida a las luchas de nuestros pueblos, no descansará hasta lograr la segunda independencia, esta vez total y definitiva”, son líneas publicadas en 1974 por el M-19, que más parecen una arenga de la campaña presidencial de Petro.
La obsesión bolivariana
Un discurso que es música para los oídos, pero radical. Fue el guion que repetían el M-19 y las Farc buscando, en medio del desastre de la guerra, una justificación revolucionaria cuyo apellido era Bolívar, incluso la negociación entre el Gobierno y diferentes guerrillas en 1987 denominó a esa suerte de coalición de ilegales como Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.
Una obsesión que, incluso, pone en el espejo una figura con la que siempre han relacionado a Petro: el expresidente de Venezuela Hugo Chávez, el mismo que le agregó las palabras “República Bolivariana” al nombre de su país.
Chávez llegó a ordenar una exhumación del cuerpo de Bolívar para demostrar su tesis de que no murió de tuberculosis. Nunca pudo probar el asesinato y lo único que logró fue presentar el “nuevo” rostro del Libertador a partir de los patrones óseos.
En sus discursos, Chávez también blandió otra espada (la de gala, que cuenta con piedras preciosas e incrustaciones en oro). La primera y más recordada, cuando habló frente a 35.000 personas, ciudadanos que Telesur definió como campesinos, obreros y estudiantes, quienes juraron, con fusiles en mano, lealtad a Chávez. “Juro por mi honor y por mi patria que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que consolidemos la independencia integral de Venezuela, construyendo el Socialismo Bolivariano”, arengaron.
El robo
El robo de la espada, recuperación a juicio de Petro y del M-19, es una historia de película, como los golpes que acostumbraba a dar esa guerrilla de raíces urbanas y cuyos cabecillas tenían perfil de universitarios, intelectuales y revolucionarios.
La idea fue de Jaime Bateman y lo secundó Luis Otero. La propuesta se la hicieron a las Farc y Tirofijo lo consideró un encarte. Así que quienes dieron el golpe fueron los del M-19; eso los catapultó en el escenario latinoamericano.
El golpe fue publicitado en días previos en medios de comunicación, pero nadie sabía de qué se trataba hasta ese 17 de enero de 1974, cuando Álvaro Fallad, en una operación que no requirió ni un solo tiro, la sacó de la Quinta de Bolívar; se montó en un carro en el que iban una mujer francesa y Carlos Sánchez, quien conducía.
La francesa bajó del carro con la espada en la calle 26 con carrera quinta. Llevó la espada a la casa de Ernesto Sendoya. Allá se tomaron las fotos con las que el M-19 dio a conocer el simbólico golpe. De ahí la llevaron a la casa del poeta León de Greiff, también en el centro de Bogotá.
En 1976 muere De Greiff, Bateman ordena llevarla a su casa, la tuvo por dos años. Luego estuvo en el barrio La Esmeralda en manos de dos amigos suyos. Eran tiempos del gobierno de Julio César Turbay, y el M-19 había dado otro golpe, el robo de las armas del Cantón Norte, por eso la represión y persecución no daban tregua.
La encaletaron en un tubo de plástico y la enterraron en un pueblo a las afueras de Bogotá, pero la orden era sacarla del país, y el aliado perfecto era Cuba.
Ahí estuvo bajo llave hasta 1985, el mismo año en el que el M-19 se tomó el Palacio de Justicia. Se trataba entonces de una guerrilla más sólida y poderosa que aprovechó la intención de paz del gobierno de Belisario Betancur para, por el contrario, arreciar en sus actos violentos y coger vuelo.
Álvaro Fallad pidió que la enviaran a Panamá, por si en medio de la guerra y negociación paralela con el presidente Betancur era necesario entregarla. Estados Unidos invadió a Panamá para capturar al general Manuel Antonio Noriega, y de inmediato la devolvieron a Cuba. No podía quedar en manos de los “gringos”.
Finalmente, la espada de combate de Bolívar regresó a Colombia para quedarse. El M-19 logró un acuerdo de paz con Virgilio Barco, el país estaba en júbilo y se venía una constituyente. Era el momento de entregar el símbolo más importante de la lucha.
Ni Navarro tenía claridad de su paradero; cuentan que Otty Patiño, a través del embajador de Cuba en Venezuela, pidió el regreso de la espada. El dictador cubano Fidel Castro aceptó, pero solo se la entregaría a Antonio Navarro Wolf, quien luego del asesinato de Carlos Pizarro se había convertido en la máxima cabeza la Alianza Democrática M-19, como se llamó esta guerrilla al dejar las armas. Uno de los principales testigos de este hecho fue el nobel de Literatura Gabriel García Márquez.
Navarro se la entregó al presidente César Gaviria y fue dejada en una bóveda del Banco de la República. Desde el 24 de julio de 2020, para la conmemoración de los 227 años del natalicio del libertador Simón Bolívar, fue trasladada a la Casa de Nariño.
Ahora la espada de combate fue la invitada de honor en la posesión de Petro como presidente. Las vueltas de la historia y de la vida hacen que un exmiembro del M-19, guerrilla que la robó hace 48 años, sea el encargado de su custodia. Con la advertencia de que la mantendrá desenfundada porque es el símbolo, a su juicio, de la lucha vigente por la libertad.