MEDIOAMBIENTE

¡Qué oso con chucho!

El animal que por primera vez recibió un habeas corpus, como si fuera humano, quedó enredado en una maraña judicial. Cuando al fin consiguió compañera en Barranquilla, su estancia en el zoológico resulta incierta.

20 de abril de 2019
Chucho vive hace dos años en el Zoológico de Barranquilla junto con una ejemplar de su misma especie. Quienes administran el lugar dicen que “no hay que humanizar a los animales”.

El oso Chucho nació hace unos 24 años como parte de un experimento para repoblar su especie amenazada de extinción. Pero la supervivencia de este espécimen andino o de anteojos se le salió de control a las autoridades, que terminaron condenándolo a pasar la mayor parte de su vida en completa soledad.

Hace dos años lo trasladaron al zoológico de Barranquilla con la esperanza de que al fin pudiera procrear con una compañera de su misma especie. Pero el encuentro ocurrió tarde. A ambos se les había pasado el cuarto de hora y estaban técnicamente fuera de su edad reproductiva.

La audiencia pública definirá el futuro de Chucho y si hay que garantizarles derechos fundamentales a los animales.

La historia de Chucho muestra la realidad de muchas especies nacidas en cautiverio en Colombia. Pero su caso salió del anonimato cuando la Sala Civil de la Corte Suprema le concedió el beneficio de habeas corpus. Ante la desaprobación de muchos abogados y los aplausos de los animalistas, Chucho tuvo por tres semanas un beneficio jurídico hasta entonces reservado para proteger la libertad de los seres humanos.

La decisión tenía la firma del magistrado Luis Armando Tolosa, un jurista también reconocido por haber fallado en favor de declarar el río Amazonas un sujeto de derechos, una figura del derecho civil restringida para la gente.

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En el marco de este reconocimiento, el magistrado dio un ultimátum de 30 días para que trasladaran al oso a un lugar digno que garantizara su pleno bienestar y libertad. Pero su fallo solo aguantó en firme 20 días. La Fundación Botánica y Zoológica de Barranquilla, que tiene a su cargo el cuidado de Chucho, impugnó el veredicto y demostró ante la Sala Laboral de la corte que un animal no puede ser parte en un proceso judicial. La Sala Penal le dio la razón.

De ese modo comenzó un mano a mano entre los magistrados que ahora llegó a la Corte Constitucional. Esta seleccionó la tutela y su estudio le correspondió al despacho de la magistrada Diana Fajardo.

Aunque en un comienzo la tutela del oso Chucho no fue seleccionada, la magistrada Diana Fajardo atendió la insistencia del abogado Luis D. Gómez. Ahora será la ponente del fallo. 

Sus colegas le acaban de dar la bendición para que en los próximos días realice una audiencia pública que permitirá decidir el futuro de Chucho.

Con la convocatoria, el Palacio de Justicia quedará convertido en un escenario en el que ambientalistas, animalistas, abogados, entes de control y entidades del Estado se muestren los dientes por un tema difícil de dirimir. ¿Es posible otorgar a los animales personalidad jurídica y derechos fundamentales? ¿Si no es de este modo, qué alternativas quedan para protegerlos?

Cambio de vida

En el día los turistas pueden ver a Chucho en un espacio de 175 metros cuadrados. El animal pasa su tiempo en la piscina, montado en unos troncos, o a la sombra de un árbol frondoso, rodeado de algunos primates como el mono araña. Amanece a diario en un espacio separado del de su compañera por una malla, aunque les permiten tener contacto visual y olfativo.

Este oso nació en cautiverio en una camada de cuatro crías, con Azúcar, Moisés y Clarita, en la reserva natural de La Planada, ubicada en Ricaurte (Nariño). Este lluvioso lugar de 3.300 hectáreas y exuberante vegetación está desde 2010 en manos de la comunidad indígena awá.

Cuando cumplieron los cuatro años –la edad de madurez sexual– los cuidadores trasladaron a Clarita y a Chucho a 780 kilómetros, a la reserva forestal protectora de río Blanco, al nororiente de Manizales. Los movieron básicamente por escasez de recursos, por lo que su cuidado quedó a cargo de los responsables de la reserva: Aguas de Manizales S. A. E. S. P. y Corpocaldas. Este nuevo hábitat les iba a permitir un régimen de semilibertad dentro de un programa de educación ambiental y de conservación. Pero no hubo las condiciones esperadas. Alimentaban a los osos con concentrado para perros y no les daban la asistencia veterinaria adecuada. Poco tiempo después, Clarita murió como consecuencia de un cáncer de útero.

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Con la muerte de su hermana, Chucho entró en depresión. El oso pasó décadas en solitario, en un espacio de media cuadra encerrado con alambre de púas y cerca eléctrica. Esta condición comenzó a generar estragos en su comportamiento. Escapaba del lugar, lo cual ponía en riesgo su vida y la de los humanos de la zona. Al final, Corpocaldas hizo trámites para reubicar al oso Chucho en Barranquilla.

Los osos de anteojos viven en las montañas tropicales cubiertas por niebla, en donde el clima oscila entre 12 y 23 grados centígrados. Este hábitat contrastaba con su nueva casa: una ciudad caribeña con una temperatura promedio de más de 31 grados centígrados.

Cuando los medios de comunicación dieron la noticia, el hecho llamó la atención del abogado Luis Domingo Gómez Maldonado, que vio este como un caso clave para litigar.

Mientras que el abogado asegura que el oso estaría mejor en la reserva nariñense, otras voces advierten de los riesgos que se derivarían de un nuevo cambio de ecosistema para el oso.

Christian Olaciregui, jefe del Departamento de Biología y Conservación del Zoológico de Barranquilla, explica que Chucho ha estado bajo cuidados humanos toda su vida y no podría conseguir la comida por sus propios medios. Afirma que los críticos desconocen la adaptación que tienen estos animales al clima. Cita, por ejemplo, casos en Perú en donde los osos andinos sobreviven en los bosques secos en alturas que comienzan a casi el nivel del mar. “El oso de anteojos, pese a que está habituado a zonas altas, aquí no tiene un clima tan extremo”, sostiene.

En 2016, el Código Civil reconoció a los animales como seres sintientes, lo que los ubicó en una suerte de categoría intermedia: ya no los consideran cosas, pero tampoco humanos.

Esta innovación que introdujo el Congreso tiene muchos pendientes por definir en cuanto a su alcance y aplicación. La corte se prepara para decidir una tutela que solo tendrá efectos en el caso de Chucho. Pero que de fondo podría aclarar el panorama para quienes abanderan este tipo de causas en Colombia. 

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El abogado 

Luis Domingo Gómez interpuso el habeas corpus en nombre del oso. “Estoy pidiendo que lo cuiden, no que vaya a la universidad”, dijo.

Corte Constitucional

El abogado Luis Domingo Gómez protagonizó el primer habeas corpus concedido a un animal en Colombia. Explicó que emprendió esta batalla legal porque aunque a los animales el Código Civil les reconoció la condición de “seres sintientes”, aún no hay mecanismos idóneos para defender sus derechos. Por ello, apeló a usar las normas disponibles mientras se llenan estos vacíos.

“No pretendo que Chucho vaya a la universidad, ni que se beneficie de programas para la tercera edad. Quiero que le brindemos el tratamiento y consideración que requiere una especie en vía de extinción”, señaló. Gómez es consciente de que el oso Chucho no está en condiciones de salir libre. Pero sí cree que tiene derecho a regresar a la reserva de La Planada, donde nació.

No obstante, la batalla del abogado va más allá. Considera que la Corte Constitucional debe sentar las reglas que eviten que animales pasen su vida encerrados, so pretexto de buscar soporte pedagógico. Y esto pasaría por eliminar el confinamiento de animales en los zoológicos y que las especies no autóctonas del país regresen a sus respectivos ecosistemas.