Rodrigo Tovar Puto, alias Jorge 40, el 9 de marzo de 2006
Rodrigo Tovar Puto, alias Jorge 40, el 9 de marzo de 2006 | Foto: León Darío Peláez- SEMANA

NACIÓN

¿Quién es Jorge 40, el exjefe paramilitar que regresó a Colombia?

Rodrigo Tovar Pupo regresa al país tras purgar 12 años de prisión en Estados Unidos por narcotráfico. En Colombia tiene cuentas pendientes de masacres, violaciones y todo tipo de vejámenes cometidas por las AUC.

28 de septiembre de 2020

De joven, en su natal Valledupar, sus allegados lo llamaban Papa. Allí, a finales de 1960, lo más cerca que estuvo de la muerte fue el día de su nacimiento. Según el médico que recibió al pequeño Rodrigo Tovar Pupo, el bebé tenía el cordón umbilical enrollado en el cuerpo, pero se repuso “y al tiempo dio muestras de gran hiperactividad”.

Así lo narra un amigo de su infancia, Alonso Sánchez Baute, en su libro Líbranos del bien, obra que hace un recuento de la vida de un hombre que, con el paso de los años, se transformó en Jorge 40, el temido jefe paramilitar de las AUC que hoy, a sus 60 años de edad, acumula al menos 35 órdenes de captura, 38 medidas de aseguramiento y 1.450 procesos judiciales, deudas con la justicia que deberá pagar tras su extradición desde EE. UU., donde purgó 12 años de cárcel por narcotráfico.

Fue en el piso de máxima seguridad de la cárcel distrital de Washington, conocida como DC Jail, donde se reencontró con uno de sus vecinos en la capital del Cesar, tras décadas de separación. Se trata de Ricardo Palmera, quien al ingresar a las FARC a mediados de los años 80 adoptó el alias de Simón Trinidad.

En celdas separadas, convivieron durante cinco años tras ser extraditados a la capital estadounidense. La vida los volvió a juntar luego de que Ricardo Palmera decidiera unirse a las FARC cuando tenía 36 años y Rodrigo Tovar hiciera lo propio con los paramilitares cuando cumplió los 37.

Llegaron a ser jefes en dos organizaciones en apariencia opuestas, pero en la práctica muy parecidas: sembraron de terror y muerte el país.

Es por eso que ahora, tras pisar suelo colombiano, Tovar Pupo deberá dar la cara en Colombia y responder por sus crímenes.

Jorge 40, excomandante del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, se desmovilizó en 2006, pero desde esa fecha ha sido poca su colaboración para esclarecer ante la justicia sus actos.

De las 48 versiones libres a las que lo citaron, Tovar Pupo no asistió a ninguna. Admitió algunos crímenes, pero solo por línea de mando, y negó haber ordenado reclutar menores, ejercer violencia sexual o secuestrar.

El único relato conocido del exparamilitar aparece en un diario incautado, de 111 páginas, en el que cuenta cómo se volvió combatiente de tiempo completo en las autodefensas. “Mi tiempo, a partir de ese momento, fue dedicado totalmente a la causa de la resistencia civil. Empezó en esos momentos el diseño de lo que sería el Bloque Norte”, escribió.

Su regreso se da luego de que el gobierno del presidente Iván Duque solicitara su deportación oficial a comienzos de septiembre, esta vez sin errores en el proceso, tras el lío hace unas semanas para regresar a Salvatore Mancuso.

Sin embargo, a diferencia de Mancuso, Jorge 40 no tiene beneficios judiciales, pues fue uno de los excomandantes paramilitares expulsados de Justicia y Paz. Por eso, se espera que cumpla penas ordinarias por los delitos que él y los hombres a su mando cometieron durante más de 15 años del conflicto armado, incluyendo masacres, desapariciones, torturas y violaciones.

Dos de las masacres por las que la justicia lo señala son las de El Salado, en Carmen de Bolívar, y la de Bahía Portete, en La Guajira.

En la primera, ocurrida entre el 16 y el 22 de febrero de 2000, paramilitares del Bloque Norte y Bloque Héroes de los Montes de María, de las AUC, torturaron, decapitaron y violaron a, por lo menos, 100 campesinos indefensos, todo bajo las órdenes de Jorge 40 y alias Cadena.

La segunda masacre fue perpetrada el 18 de abril de 2004, pocos días después de que el Gobierno se sentara con los paramilitares a negociar su desmovilización en Santafe de Ralito.

En La Guajira, el grupo ilegal asesinó a 12 personas y desapareció a una, llevando al desplazamiento forzado de 600 personas que tuvieron que atravesar la frontera hacia Venezuela para salvar sus vidas.

Aún no se conoce la versión de Jorge 40 por estos hechos. En el pasado reciente, intentó acogerse a la JEP, pero esa jurisdicción le cerró la puerta al considerar que los paramilitares no son de su competencia, un escenario que podría cambiar por cuenta de un proyecto de ley presentado por el senador Roy Barreras.

El parlamentario explicó que la iniciativa permitiría que los paramilitares acudan a ese tribunal en calidad de testigos comparecientes, “sin dejar de ser sujetos procesales de la Ley de Justicia y Paz”.

Por esto, se espera que Jorge 40 cambie de estrategia y empiece a colaborar con la justicia, pues son todavía cientos de víctimas que no han escuchado de parte del excomandante paramilitar un mea culpa y un relato clarificador sobre los vejámenes que las AUC perpetraron en casi dos décadas de historia del conflicto armado.