TURISMO SEXUAL

Quinchía: el eje del placer, trata de personas y prostitución infantil

En un pequeño caserío sin mar y sin playa del eje cafetero, germina un multimillonario negocio que esconde delitos en los que se reclutan a menores para realizar transacciones sexuales. Esta es la radiografía de una red de turismo sexual que tiene en jaque a las autoridades colombianas.

16 de agosto de 2018
Bajo la fachada de 'spas' de mensajes orientales y por medio de mensajes de textos son promocionados en el Eje Cafetero las actividades de turismo sexual.

Mientras el país se escandalizaba con las imágenes y los datos inéditos en torno a la red de prostitución con menores de edad en Cartagena, que al parecer lideraban una reconocida mujer y un exoficial de la Armada, en un pueblo del Eje Cafetero las autoridades daban detalles de otro escándalo similar.

Esta vez la operación tuvo lugar en Quinchía, Risaralda, un pequeño caserío sin mar y sin playa, pero con muchas montañas. Allí las víctimas no eran jovencitas con sueños de pasarela, ni había lujosos yates y clientes exclusivos.

Se trataba de una pequeña red de prostitución que al parecer reclutó a 25 niñas con edades de entre los 12 y 18 años. Hacían sus reuniones en tenebrosas habitaciones de una vivienda humilde y los victimarios eran desde una pareja de esposos hasta un exsecretario de Gobierno del municipio, según detallaron las autoridades.

Quinchía, Risaralda. Foto: Juan Pablo Gutiérrez.

Y lo peor: esa operación conjunta de la Fiscalía y la Policía fue apenas una de las tantas que cada año esas entidades realizan en el departamento, para contener un problema que parece desbordado y se manifiesta en delitos como trata de personas y prostitución infantil.

Un informe detallado de la Fiscalía alerta que entre abril de 2016 y 2018 abrió 488 investigaciones relacionadas con esos delitos y que el 79 por ciento de esos procesos se concentran en Bogotá, Antioquia, Valle y Risaralda. Pero en otro informe reciente, la Cancillería asegura que Risaralda es el tercer punto de origen de víctimas de trata de personas en Colombia.

De hecho, la Secretaría de Desarrollo Social de la Gobernación de Risaralda le puso la lupa al problema, hasta tal extremo que ya identificó varios focos o sitios vulnerables para delitos como la trata de personas. “Solo este año ya atendimos con las autoridades 24 casos, en los que había 16 mujeres y hombres víctimas”, explicó Teresa Peláez, jefe de esa cartera.

Hace pocos días las autoridades encontraron una red de prostitución que reclutó niñas entre los 12 y 18 años en Quinchía, Risaralda. 

Las transacciones sexuales son tan habituales que las autoridades han detectado negociaciones que muchas veces involucran a menores de edad en centros comerciales y establecimientos de comida. Además, existen alertas sobre municipios como Santa Rosa de Cabal, Belén de Umbría y Marsella, donde el fenómeno migratorio atrajo a turistas extranjeros en busca de nuevas experiencias sexuales.

Más allá de esas estadísticas y datos, lo cierto es que en ese departamento y el resto del Eje Cafetero (Risaralda, Quindío y Caldas) se mueve toda una industria alrededor del turismo sexual. SEMANA visitó la región para conocer de cerca la mecánica del negocio, costos, perfiles de las mujeres, clientes, fetiches y encontró esto.

Los servicios de escort o acompañante en Pereira, los más ofrecidos, arrancan con tarifas desde 70.000 hasta 200.000 pesos. También abundan en el centro de la ciudad las famosas salas de masajes vip con adiciones sexuales. Una de ellas extiende sus servicios a otras regiones del país como Bogotá, Cali, Medellín y Palmira (Valle).

En Armenia, Quindío, el negocio funciona mediante intermediarios. Se calcula que en esa capital hay por lo menos cuatro agencias que promueven encuentros sexuales con jóvenes universitarias, entre otros.

Los masajes eróticos comienzan en 70.000 pesos y llegan hasta 160.000. Por un máximo de hora y media de servicio, el cliente elige la masajista en un catálogo que muestra todo menos su rostro. Las edades oscilan entre 18 y 26 años.

Otras escorts prefieren recurrir a las redes sociales. Así lo hace Sofía, una joven que exhibe en detalle sus atributos y se contacta directamente con sus clientes por chat o por llamada de voz. Ofrece un discreto apartamento en el centro de la ciudad y precisa las tarifas de acuerdo con los gustos amatorios del cliente.

Todo arranca con 70.000 pesos y podría sumar hasta 300.000 pesos según las exigencias o los fetiches: “Si quieres besitos, caricias, trato de novios y masajito erótico, si deseas”, precisa la joven acompañante por su WhatsApp.

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En Armenia, Quindío, el negocio funciona mediante intermediarios. Se calcula que en esa capital hay por lo menos cuatro agencias que promueven encuentros sexuales con jóvenes universitarias, entre otros.

Un exempresario, que pidió omitir su nombre porque ya no hace parte del sector, aseguró que llegó a agenciar a 1.500 mujeres, “obvio, todas mayores de edad. Lo curioso es que nosotros no tenemos que salir a buscarlas o reclutar, ellas nos ruegan que las agendemos porque necesitan plata”, explicó.

Dijo que una escort se gana en promedio 5 millones de pesos al mes, que “el agente se queda con el 25 por ciento de las ganancias” y que las épocas más productivas son los tres primeros meses del año. “Por lo general están entre 19 y 35 años de edad. El 60 por ciento de ellas tienen hijos y casi todas llevan una vida doble”, aseguró.

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El exempresario del turismo sexual recalcó que los extranjeros vienen sobre todo de Estados Unidos, Holanda, Italia y Ecuador. “El servicio con ellos es un poco más discreto y exigente por seguridad. Por ejemplo, exigen que la acompañante vaya hasta el hotel donde él se hospeda”. También reveló que los turistas nacionales solicitan principalmente las famosas fiestas de intercambio de parejas, más conocidas como swinger: “Se hacen en fincas campestres, cuestan en promedio 200.000 pesos por pareja y no se permite el ingreso de hombres solos, pero las mujeres sí y entran gratis”.

Nadie duda de la belleza de las mujeres caleñas, pero pocos saben que su fama traspasó fronteras y se convirtió en una idea empresarial muy controvertida. El escándalo surgió el año pasado cuando varios medios internacionales publicaron la historia de un resort que ofrecía combos vacacionales con prostitutas en lujosas fincas campestres, spa y cabalgatas en Cali y Valle del Cauca.

Luego, La W retomó la historia y entrevistó al gestor de esa idea, el norteamericano Johnny Smith, quien sostuvo que su empresa promotora de turismo sexual, llamada Good Girls Colombia Sex Resort, es legal.

“Sin duda para nosotras los extranjeros son los mejores; pero también apreciamos a los turistas colombianos que vienen de otros países, ya que dejan propinas generosas y son muy tiernos”

En efecto, esa empresa hoy sigue funcionando y aunque eliminó la palabra Colombia de su nombre, promueve vacaciones en lo que ellos denominan sex island: prometen paquetes de tres noches y cuatro días con sexo, drogas ‘amistosas’ y licor ilimitados.

“Estamos dedicados a eventos de entretenimiento exclusivos para hombres, ofrecemos servicios y productos que van desde recibirlo en el aeropuerto, fiestas de yates de lujo, las mujeres más bellas y sexis, sexo ilimitado, drogas amistosas, alcohol gratis, sorpresas sexuales, todo esto en nuestro privado Island (…)”, aseguran en su página web. A juzgar por el video promocional, todo indicaría que se trata de una isla privada ubicada en el Caribe.

Sofía tiene 20 años, estudia una carrera en las ciencias de la salud y aunque ya perdió la cuenta de los hombres que han disfrutado de su juvenil figura, asegura que los problemas económicos la llevaron a vender su cuerpo. “Pudieron influir mucho las amigas que tenía en ese momento, que me mostraron ese camino como el más corto para cumplir mis sueños”, explicó la joven. Ella vive en una de las capitales del Eje Cafetero, precisamente uno de los destinos más apetecidos por nacionales y extranjeros para el turismo sexual. Sofía no es constante en su rutina como escort o acompañante, pero cuando lo hace, reconoce que mejoran sus finanzas. “Tengo claro que esto es un trabajo temporal; cuando termine mis estudios universitarios y acumule el capital para montar mi propia empresa, me retiro y eso será muy pronto”, explica.Ella tiene claro que su negocio tiene muchos riesgos. pero aclara que por fortuna ella nunca ha tenido que padecer malos tratos. “Sin duda para nosotras los extranjeros son los mejores; pero también apreciamos a los turistas colombianos que vienen de otros países, ya que dejan propinas generosas y son muy tiernos”, señaló.

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De los turistas extranjeros asegura que son los más extraños en cuanto a gustos sexuales y fetiches. “Varios de ellos solo nos piden que nos desnudemos y mostremos nuestro cuerpo en detalle, pero no nos tocan. Otros simplemente quieren charlar, bailar y beber o que los acompañemos por la región”, aseguró.

Como casi todas las escorts, ella tiene una doble vida. A su padre apenas lo ve dos veces al año porque viaja frecuentemente vendiendo productos agrícolas, por lo cual no tiene que mentirle. Pero sospecha que su mamá sabe a qué se dedica, al igual que su hermana menor. “Por mi hermanita sí me preocupo y le hablo mucho de lo difícil que es este mundo y trato de alejarla siempre. Mi novio sabe de este oficio, pero nunca me confronta ni me cuestiona”.

La agencia para la cual trabaja tiene ocho años de experiencia en el sector y la manejan un uruguayo y su esposa colombiana. Ellos realizan toda la negociación previa con los clientes, proporcionan el catálogo de mujeres, definen tarifas, tiempo de servicio, lugar, transportan a las chicas y proporcionan preservativos. Por esa labor se quedan con el 30 por ciento del dinero.

Una insistente llamada interrumpió la charla con Sofía. Era su agente, el uruguayo que cada hora le marcaba a su celular para constatar cuánto tiempo debe facturar por el servicio. No hay manera de mentirle por una sencilla razón: ellos la recogen por seguridad y para cuadrar cuentas.