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“Las visiones transformadoras son lo más importante”: Francisco Piedrahíta, rector del Icesi

“Si las universidades hacen bien estas tareas, la sociedad puede estar segura de que contará, en el futuro próximo, con ciudadanos y profesionales responsables e idóneos para los retos económicos y sociales del poscovid”.

26 de septiembre de 2020
FRANCISCO PIEDRAHITA
FRANCISCO PIEDRAHITA | Foto: ARCHIVO PATRICULAR

Por Francisco Piedrahíta, rector del Icesi

La educación superior debe jugar un papel muy importante en la reactivación del país; pero, sobre todo, en las transformaciones que exigirá el mundo pospandemia.

Los mejores cambios en educación producen resultados solo en el mediano y largo plazo. Por eso, es necesario actuar ya. Es oportuno citar aquí a John F. Kennedy, quien, en un discurso a estudiantes de la Universidad de California, en Berkeley, dijo: “… debemos pensar y actuar no solo para el momento, sino para nuestro tiempo”. Y, en seguida, contó una vieja historia del Mariscal Francés Louis Lyautey: este le pidió a su jardinero plantar un árbol; el jardinero se opuso, diciéndole que ese árbol era de crecimiento muy lento y que no llegaría a su madurez en cien años; el Mariscal le replicó: “En ese caso, no hay tiempo que perder; plántelo esta tarde”.

Visiones transformadoras, de mediano y largo plazo, son lo más importante que puede aportar el sistema Universitario. Hacen que la reactivación sea sostenible y progresiva.

A diferencia de otros sectores que han visto su actividad muy disminuida o paralizada, la educación superior no ha parado. Aunque muchas instituciones enfrentaron dificultades al pasar al tele-aprendizaje y al tele-trabajo en una semana; y aunque se requirieron auxilios para estudiantes, profesores y empleados con dificultades de acceso para el trabajo remoto; y aunque se debieron suspender proyectos de investigación y prácticas de aprendizaje experiencial que demandan acceso a laboratorios, talleres, comunidades o lugares distantes, los estudiantes se han matriculado y los procesos formativos y de investigación han continuado con diversos niveles de calidad y logro.

Este compromiso de los estudiantes con su proceso de formación profesional, pese a las dificultades impuestas por la pandemia, es esperanzador.

Para honrar esa confianza, las universidades tienen que preguntarse cómo realizar, de la mejor manera, su misión formativa. A raíz de su forzoso paso a educación remota, han reflexionado sobre su quehacer docente. Se escucha a directivos y profesores hablar, no solo de la importancia de mejorar competencias en el uso de las tecnologías como mediadoras y de aprovecharlas más; sino, y esto es mucho más importante, de cambiar modelos pedagógicos obsoletos, como la conferencia magistral, y adoptar aquellos que se centran en el estudiante y en su adquisición de competencias.

También están revisando los contenidos de sus cursos y los temas de sus clases. Y se oye hablar de profundizar o introducir transversalmente temas de estudio y de investigación urgentes como tecnologías de información y comunicaciones, analítica y ciencia de datos, calentamiento global, capitalismo consciente, inequidad, corrupción.

Si las universidades hacen bien estas tareas, la sociedad puede estar segura de que contará, en el futuro próximo, con ciudadanos y profesionales responsables e idóneos para los retos económicos y sociales del poscovid.

Pero, además de los esfuerzos del sector, el aumento en el compromiso del Estado no da espera. Más allá de los valiosos apoyos que ha prestado a algunos estudiantes y a algunas universidades, es importante, repitiendo las palabras de Kennedy, “pensar y actuar … para nuestro tiempo”. Y la inequidad en el acceso a la educación de calidad, principal motor de la movilidad social, es un problema muy serio en Colombia.

La situación de acceso a la educación remota ha sido poco menos que trágica para los más pobres; y solo el Gobierno puede sentar las bases para que eso se resuelva en poco tiempo.

Pero más grave es la reducción gradual que se ha venido dando en el acceso de estudiantes talentosos y preparados, de estratos socioeconómicos bajos, a las mejores universidades del país por el marchitamiento de los programas de subsidio a la demanda, mediante los que cada joven escoge dónde estudiar. Entre 2015 y 2017, se redujo en cerca de 70% la población elegible para recibir créditos de ICETEX con tasa de interés subsidiada; y a partir de 2019, se reemplazó el programa Ser Pilo Paga por Generación E Excelencia, reduciendo en un 60% el número de estudiantes beneficiados cada año.

El compromiso de los estudiantes con su aprendizaje, el de las Universidades con la innovación y la excelencia, y el del gobierno con el impulso de la equidad en el acceso a educación de calidad, son las mejores bases para garantizar la sostenibilidad y progresividad de la reactivación que esperamos.