POLÍTICA

Cristo deja de cargar la cruz del gobierno y busca candidatura presidencial

El liberal Juan Fernando Cristo renunció al gobierno tras casi tres años como Ministro del Interior. En su reemplazo, el presidente Juan Manuel Santos nombró al excongresista Guillermo Rivera.

25 de mayo de 2017
El saliente ministro del Interior Juan Fernando Cristo, con el presidente Juan Menuel Santos, y Guillermo Rivera, nuevo ministro del Interior.

Juan Fernando Cristo llevaba meses con una encrucijada entre pecho y espalda, tan difícil de cargar como la cruz de la implementación del acuerdo de paz. Debía resolver si quedarse en el Ministerio del Interior hasta el último día del gobierno, o privilegiar su apuesta de ser Presidente de la República.

La decisión la apuró hasta último momento, y solo 36 horas antes de quedar inhabilitado para el 2018 la dio a conocer. Tras dejarse convencer por quienes le auguran un lugar en las elecciones, al Ministro del Interior que más le duró a Santos (desde agosto del 2014), le fue aceptada su renuncia al gobierno.  

Quedarse en el gobierno era una petición directa del presidente Juan Manuel Santos. Seguir al frente del ministerio de mayor jerarquía del gabinete hasta que se aprobaran todas las leyes y reformas que le den vida al acuerdo de paz con las Farc. Es decir, Santos necesitaba de un experto en el manejo del Congreso para asegurar el legado del gobierno.

Saltar al ruedo presidencial, en cambio, era casi que un clamor de los senadores del Partido Liberal, quienes veían en Cristo no solo al hombre que le ha garantizado la gobernabilidad a Santos, sino la talla de candidato para sucederlo en la Casa de Nariño.

“Estoy evaluando si soy más útil para la consolidación de la paz afuera o adentro del gobierno”, le dijo a Semana a principios del mes de mayo, el de las definiciones. En el límite del plazo, dio a entender que su lugar es fuera del gobierno.

Una opción es dejarse seducir por los cantos de sirena y medirse en la consulta del Partido Liberal, con Humberto de la Calle (eventualmente) y el senador Juan Manuel Galán. Y aunque los liberales aspiran a tener candidato propio, no descartan liderar una gran coalición con otros partidos y tendencias para consolidar la paz.

Cristo tiene votos, principalmente en Norte de Santander, y podría tener respaldo de algunas maquinarias. Catorce años como senador,  tres como ministro de la política, le hicieron cosechar tanto amigos como enemigos.

Su paso por el Congreso estuvo marcado por la ley de víctimas, de la que fue autor tanto en el fallido intento del gobierno de  Álvaro Uribe, como en el exitoso que tuvo lugar en el gobierno Santos.

Ese hecho le dio ascendencia en sectores sociales, lógicamente entre las víctimas, pero también entre sindicatos, los defensores de Derechos Humanos, y hasta sectores de izquierda, a los que podría echar mano en una futura competencia electoral.  

La ley de víctimas, además, empezó a darle autoridad como defensor del proceso de paz, y posteriormente, su participación como plenipotenciario en la recta final de las negociaciones de La Habana, y su protagonismo en la implementación de los acuerdos de paz, le concedieron credenciales suficientes para liderar la consolidación de la paz. Cabe recordar que Cristo es una víctima directa del conflicto: el ELN asesinó a su padre. De ahí que el papel clave que jugó como interlocutor con las víctimas.  

Es probable que Cristo haya considerado que el 2018 fuera el momento indicado para privilegiar sus aspiraciones políticas, habrá preferido montarse al tren una candidatura de una vez antes que aguardar otros cuatro años a ver si vuelva a pasar.

De haberse quedado en el gobierno hubiera pasado a la historia como el Ministro del Interior que tradujo en leyes los acuerdos de paz. De hecho, Santos le había encomendado esa función, con la idea de que consiguiera la aprobación de la última de las reformas.

Más aún, después de que la Corte Constitucional le dio un golpe al ‘fast track’, al abrir la posibilidad de que el Congreso modificara los acuerdos. Y aunque el gobierno ha confiado en sus mayorías parlamentarias para superar estos obstáculos, el presidente veía en Cristo a la persona más indicada para garantizar su gobernabilidad en el parlamento.

El reto no hubiera sido sencillo para Cristo, sobre todo al tratarse del último de los ocho años del gobierno Santos, momento en que la relación con los partidos políticos ha sufrido un desgaste natural. La luna de miel fue cuestión de los primeros años, mientras que la última legislatura los que imponen las condiciones suelen ser los congresistas. Con el añadido que a estas alturas Santos no solo tiene una imagen desfavorable, sino que se le acaba la gasolina para aceitar las maquinarias que lo han venido respaldando.

Para la muestra, en noviembre del año pasado, cuando se refrendó el acuerdo de paz, las mayorías se hicieron sentir: 75 senadores (de 102) aprobaron el acuerdo. En la Cámara, 130 (de 166) representantes lo refrendaron. Votaciones que no volvieron a repetirse. La ley de amnistía se aprobó con el voto de 69 senadores; la de Voces de Paz, 54; el blindaje jurídico del acuerdo, 55; la JEP, 59; el estatuto de oposición, 53; y la creación del partido político de las Farc, 52.

Además, la fase final de la implementación de los acuerdos encontrará a unos parlamentarios en plena campaña, más pendientes de amarrar votos en sus regiones que en aprobar proyectos desde sus curules. En marzo del 2018 muchos aspirarán reelegirse.

Por si fuera poco, se avecinan tensiones entre el gobierno y los partidos por cuenta de la reforma política, que también hace parte de la implementación de los acuerdos de paz. Como el proyecto propone modificar las actuales reglas electorales, se mete directamente con partidos y congresistas. El tema de cerrar las listas de candidatos a corporaciones públicas es rechazado por varios partidos, por ejemplo Cambio Radical amenazó con votar en contra.

Cualquiera podría decir que Cristo abandonó el barco en el momento menos oportuno, pues su experiencia en el manejo del capitolio se advertía determinante para superar el fallo de la Corte sobre el ‘fast track’. Incluso, cuando se conoció la decisión, creció la versión de que el Ministro ya no renunciaría al gobierno. 

En últimas, a Cristo le tocaron los gozosos. Los dolorosos, en cambio, le corresponderán a su sucesor, el excongresista liberal Guiillermo Rivera (viceministro de Cristo) quien tendrá seis meses para mantener la gobernabilidad del presidente Santos, y para cargar la cruz de la implementación del proceso de paz, la que este jueves ha dejado de cargar el exsenador nortesantandereano.