Cuba
Reportaje desde Cuba: así se ha vivido la lluvia de piedras contra la revolución
El cubano Maykel González Vivero cuenta lo que vive la isla desde el pasado 11 de julio. Fue uno de los periodistas detenidos en las manifestaciones. “Si las autoridades esperaban esta crisis, no hicieron nada para contenerla”, dice.
Una mujer mayor se secaba la sangre del rostro con su mascarilla, pero no supo decir de dónde vino el golpe que le rompió la nariz. Las piedras llovían, lanzadas desde cualquier bando. Por primera vez en la historia de la Revolución cubana miles de personas salieron a las calles, en todo el país, para protestar contra el Gobierno. La mujer se refugió en un edificio mientras decenas de antimotines, policías comunes y agentes vestidos de civil, armados con palos, cargaban contra miles de manifestantes en las cercanías de la Plaza de la Revolución, la sede del régimen. Esa protesta fue la más numerosa. Eran cerca de 8.000 personas que caminaban desde La Habana Vieja, evadiendo los cordones policiales. El trayecto se hizo largo con tantos rodeos.
En un país como Cuba, donde las manifestaciones populares solo las convoca el Partido Comunista, esta marcha hacia la Plaza de la Revolución recordaba el desfile de un primero de mayo. La gente iba, sin embargo, por su cuenta y gritando consignas contra el Gobierno.
Si las autoridades esperaban esta crisis, no hicieron nada para contenerla. La economía cubana se desplomó 11 por ciento en 2020, por decir la única razón de protesta que puede expresarse con una cifra oficial. La carestía de productos básicos es absoluta, pero eso solo saben medirlo las familias. A la par, Cuba está más enferma del cuerpo. La epidemia de covid-19 llegó a su máximo nivel. Colapsaron los hospitales de la ciudad de Matanzas, en el occidente del país. La Habana lleva meses en toque de queda. La represión política completa el escenario de este 11 de julio.
En los últimos meses, en las redes sociales y medios de prensa crecieron las denuncias de violaciones de derechos humanos. Cada vez más personas se enteran del acoso contra grupos críticos como el Movimiento San Isidro y el 27N. Artistas como Luis Manuel Otero Alcántara, Maykel Osorbo o Tania Bruguera pasan un día común con un carro patrulla que les impide salir a la calle. El plato vacío, el policía empuñando el bastón, la herida sin sutura, son las imágenes que estaban en la mente de los manifestantes cuando gritaban lo mismo “libertad”, “medicinas y alimentos” o “abajo la dictadura”.
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Las protestas comenzaron en la pequeña ciudad de San Antonio de los Baños, de unos 50.000 habitantes. En la mañana del pasado domingo se supo por Facebook que cientos de personas estaban en las calles. Algunos usuarios transmitieron la marcha. Unas horas después, otras localidades decidieron manifestarse. El Gobierno denunció, a partir de ese día y durante los siguientes, que las protestas fueron estimuladas por cuentas falsas desde Estados Unidos, sin mostrar evidencias firmes de esa acusación.
Desde el primer momento, el presidente Díaz-Canel invitó a los partidarios del Gobierno a responder con violencia a las manifestaciones. “Estamos convocando a todos los revolucionarios del país, a todos los comunistas, a que salgan a las calles en cualquier de los lugares donde se van a producir esas provocaciones”, dijo en la televisión. Sus palabras fueron interpretadas en las redes sociales como un llamado a la violencia. “En Cuba las calles son de los revolucionarios”, precisó. La frase es un tópico del discurso político cubano.
Sin embargo, algunas zonas de La Habana fueron dominadas eventualmente por los manifestantes. La protesta al parecer más violenta se originó en La Güinera, un barrio empobrecido en la periferia de la capital. Allí mataron al único manifestante reconocido como víctima mortal por el Gobierno. Diubis Laurencio Tejeda, un hombre de 36 años, se enfrentó a las autoridades, probablemente como parte del grupo que intentó asaltar una estación de Policía.
La Calzada de 10 Octubre, una de las vías más transitadas del sur de La Habana, se veía como un campo de batalla. Patrullas volcadas, depósitos de basura rotos. La calle, sin reparar hace décadas, está más lastimada que nunca. Aunque no fue el tono general de las manifestaciones, en varios lugares del país fueron asaltadas las tiendas creadas por el Gobierno para vender productos en dólares estadounidenses. Esos establecimientos surgieron en 2019 y se generalizaron en 2020, en medio de la epidemia. Comerciar con alimentos y productos de aseo en una moneda extranjera, sin que existieran opciones en pesos cubanos, fue una de las medidas peor recibidas por la gente.
Para desautorizar las protestas, los medios oficiales han mostrado imágenes del saqueo de las tiendas. Las manifestaciones ocurridas en el centro de La Habana, sin embargo, fueron pacíficas y relativamente ordenadas. Después de que la Policía desalojó a los manifestantes de las cercanías de la Plaza de la Revolución, empezaron las detenciones.
Cientos de personas fueron maltratadas y arrestadas. Unas pocas, casi todas conocidas por el público o percibidas como menos peligrosas por las autoridades, quedaron libres el 12 de julio con la condición de no salir de sus casas. Los calabozos no podían recibir más personas esa noche. El hacinamiento duró hasta que algunos presos fueron trasladados a prisiones más distantes de la capital. También iniciaron procesos sumarios el mismo 12 de julio, a horas de las protestas.
El Vivac es una prisión provisional ubicada en el sur de La Habana. Muchos de los manifestantes acabaron allí. Varios días después, todavía no se conocía el paradero de algunos. La mayoría sigue incomunicada con sus familias. La mujer mayor que se secaba la sangre con la mascarilla no terminó detenida. Uno de los agentes vestidos de civil la dejó marcharse por la calle sembrada de piedras. A una observación de la mujer sobre la violencia, el agente le dijo que quién la mandó, tan vieja, a unirse a esa turba de delincuentes, y ella le respondió: “La culpa es de ustedes, que nos están negando la libertad”.
*Maykel González Vivero, reportero de Tremenda Nota, revista independiente que tiene su sala de redacción en La Habana.