ODISEA

La increíble historia del colombiano que pasó 85 días a la deriva en altamar

Se trata de Javier Eduardo Olaya, que fue rescatado por un buque chino luego de estar a merced del mar desde Ecuador hasta Honolulú, Hawái.

Samuel Salinas Ortegón, periodista de Semana.com
5 de mayo de 2016
Javier y sus compañeros salieron con la intención de pescar cerca del santuario marino protegido de la Isla Malpelo. | Foto: AP

La historia  de Javier Eduardo Olaya*, un náufrago colombiano rescatado por un buque mercantil de nacionalidad china y que estuvo a la deriva durante 85 días, tiene todos los ingredientes para que sobre ella se escriba un gran relato. 

Así lo entendió en su momento Gabriel García Márquez cuando narró la odisea que vivió Luis Alejandro Velasco, el infortunado tripulante de un buque militar que permaneció diez días a la deriva en medio del mar y que tuvo como única compañía los tiburones que lo rondaban en las tardes. El hombre logró salvarse y fue considerado héroe nacional. 

Ahora, 60 años después de que el nobel escribiera el Relato de un náufrago, aparece otro hombre que quedó a la merced de las aguas luego de que su embarcación se averiara en el océano Pacífico.

La historia del pescador podría incluso ser más épica que la de Velasco ya que este, de 29 años, permaneció 85 días en altamar y a lo largo de su odisea tuvo que ver morir a sus tres camaradas. 

Náufrago de nacionalidad colombiana con funcionarios del Consulado en San Francisco. Foto: Cancillería

La historia

El 2 de febrero Javier y tres de sus compañeros, incluido el capitán de la pequeña embarcación, zarparon desde un punto, por ahora desconocido, en Ecuador. Llevaban la firme intención de hacer una buena pesca cerca del santuario marino protegido de la Isla Malpelo.

Pero la mala suerte los acompañó: una tormenta con fuertes vientos dañó el motor y fundió el radio de comunicaciones. Al ya trágico episodio se sumó que la pequeña embarcación no tenía localizador.

Con la esperanza a cuestas, los cuatro pescadores confiaron en que serían rescatados en pocos días. Por ello racionalizaron algunas provisiones que, aun así, pronto se agotaron. La rutina del vaivén de las olas se sumó al desespero que empezó a hacer mella entre los tripulantes que no veían una embarcación que los salvara. “Mis tres compañeros empezaron a desfallecer”, contó Javier.

Lo que vino después es casi inenarrable. Uno a uno  los tripulantes empezaron a perder la voluntad de vivir. El capitán se tiró al agua y no se volvió a saber nada de él. A otro de los compañeros lo venció la depresión y un día terminó muerto. Uno más intentó sobrevivir comiendo partes de su cuerpo, al final murió de hambre y sed, “fueron días horribles”, dijo tras su regreso el sobreviviente.

No puedo dormir

El mar en las noches podría ser, incluso, más terrible que en el día. La oscuridad es total y el constante golpeteo de las olas a la embarcación llena de miedo a cualquiera. Así, este hombre tuvo que soportar días enteros y noches interminables.

El agua lluvia combinada con residuos de gasolina fue su mejor aliado para evitar la muerte. “Yo recogía el agua en una poma en la que se almacena el combustible y comía aves y pescaditos que lograba sacar utilizando calamar de carnada”, les dijo este hombre a los rescatistas.

Con el paso de los días Javier sólo esperaba un golpe de suerte, el mismo que no tuvieron sus compañeros de viaje que quedaron atrás en el inmenso mar.

Para el día 85 el viento cambió a su favor. A lo lejos, a 2.300 millas de Honolulú (Hawái), Javier divisó un buque mercantil, el Nikkei Verde, que luego supo que tenía bandera china. El rescate fue simple y de inmediato recibió los primeros auxilios.

Su cuerpo estaba invadido por las llagas derivadas de su permanente exposición al sol. El médico del buque dictaminó que este hombre tenía anemia y una preocupante deshidratación. Aun cuando pudo salvarse, las huellas imborrables de aquella trágica experiencia lo atormentan. “Estoy bien de la mente, pero no puedo dormir en las noches”, se le oyó decir tras el rescate.

Los funcionarios del consulado colombiano en San Francisco (Estados Unidos) lo recibieron en Honolulú (Hawái, EE. UU.) este 4 de mayo, luego de hacer múltiples gestiones que incluyeron llamadas a China, solicitudes y permisos, ya que el náufrago se encontraba indocumentado.

De inmediato, el consulado “procedió a organizar su retorno a su país de residencia”, se lee en un informe de la Cancillería. El gobierno colombiano corrió con todos los gastos para que el hombre se reencontrara con su esposa en algún lugar de Ecuador, el país que lo acogió desde hace años. Una increíble historia que, seguramente, será narrada en algún escrito o contada en alguna película.

Lo más triste para este hombre es que retornó a un país que se está recuperando de una tragedia natural que dejó cientos de víctimas. Aun así, su historia es un bálsamo entre tanto dolor.

*Nombre impreciso para proteger su identidad.