Nación
Reviva las impresionantes imágenes de la tragedia de Armero: se cumplen 39 años
El recuerdo de la tragedia sigue vivo en la memoria de los colombianos.
Este miércoles,13 de noviembre de 2024, se conmemoran 39 años de una de las tragedias más devastadoras en la historia reciente de Colombia: la tragedia de Armero.
La mañana del 13 de noviembre de 1985, el municipio de Armero, ubicado en el departamento del Tolima, fue arrasado por una avalancha de lodo y escombros proveniente del volcán Nevado del Ruiz, que entró en erupción de manera inesperada. Esta catástrofe natural, que sorprendió a miles de personas en su cotidiano vivir, dejó una huella profunda en la memoria colectiva del país.
📍#UnDíaComoHoy sucedió la tragedia de #Armero. Con estas imágenes digitalizadas por la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano conmemoramos este hito histórico nacional, cuando una avalancha en el río Lagunilla, producto del deshielo del Volcán Nevado del Ruiz, arrasó Armero. pic.twitter.com/GiYVGkf5Hm
— PatFílmicoColombiano (@patfilmcolombia) November 13, 2024
El Nevado del Ruiz había mostrado señales de actividad en los días previos, pero las autoridades no habían emitido alertas de gran magnitud, lo que generó una falsa sensación de seguridad. Sin embargo, a las 9:09 de la noche, el volcán entró en erupción de manera violenta, expulsando gases y cenizas a gran altura.
La erupción generó el derretimiento de los glaciares que cubrían la cima del volcán, dando lugar a la formación de grandes flujos de lodo, ceniza y rocas que descendieron por los ríos que surcaban la región, en particular el río Lagunilla, que atravesaba Armero.
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El flujo de lodo y escombros alcanzó la población de Armero alrededor de las 11 de la noche. En cuestión de minutos, las aguas cargadas de material volcánico arrasaron con las casas, calles y edificios del pueblo, dejando una estela de destrucción a su paso.
Muchos de los habitantes de Armero no tuvieron tiempo de reaccionar y la mayoría de las viviendas fueron sepultadas por una espesa capa de barro, que alcanzó hasta 10 metros de altura en algunos puntos. La magnitud de la tragedia fue tal que solo quedaron en pie unos pocos edificios, entre ellos la iglesia del pueblo, que quedó irreconocible, cubierta casi en su totalidad por la avalancha.
El saldo humano fue dramático. Se calcula que aproximadamente 25.000 personas murieron aquella noche, aunque algunos informes hablan de cifras aún mayores. Los sobrevivientes, miles de ellos heridos y desplazados, quedaron atrapados en una ciudad devastada, sin acceso a servicios básicos, sin refugio y, en muchos casos, sin la posibilidad de recibir atención médica inmediata.
Las escenas de desesperación fueron indescriptibles: familias enteras fueron sepultadas por el lodo y la ciudad quedó desolada.
La tragedia de Armero no solo fue un desastre natural, sino también un fracaso en la respuesta de las autoridades. La falta de prevención y de una alerta temprana eficaz contribuyó a la magnitud de la catástrofe.
Tras la tragedia, se conoció que el Gobierno no había tomado las precauciones necesarias para evacuar a la población, a pesar de que existían alertas sobre la actividad del volcán.
Los sobrevivientes, que quedaron varados en las ruinas, tuvieron que enfrentarse a la difícil tarea de rescatar a sus seres queridos y, en muchos casos, lamentablemente, no pudieron hacerlo.
Hoy, 39 años después, el recuerdo de la tragedia sigue vivo en la memoria de los colombianos, no solo como un recordatorio de la fuerza de la naturaleza, sino también como una lección sobre la importancia de la preparación ante desastres y la respuesta oportuna.
Armero quedó sepultado, el pueblo que desapareció en minutos se convirtió en un símbolo de la resiliencia humana, pero también en un emblema de la necesidad de mejorar los sistemas de alerta temprana y las políticas de gestión del riesgo en el país.
El sitio donde se encontraba Armero fue declarado zona de desastre y, con el tiempo, se ha convertido en un monumento en memoria de las víctimas de esa noche fatídica.
Cada año, familiares de los sobrevivientes, autoridades locales y organizaciones comunitarias se reúnen para recordar a las víctimas y rendirles homenaje, mientras siguen luchando por mantener vivo el legado de aquellos que perdieron la vida en un instante, víctimas de la furia de un volcán que cambió para siempre la historia de Colombia.