Politíca
Roy Barreras, contra “arrogante e ideologizada” Carolina Corcho; dice que su reforma a la salud es “revanchista”
El senador asegura que la ministra de salud Carolina Corcho no está gobernando para los 50 millones de colombianos y que se niega a construir sobre lo construido, prefiriendo destruir.
El presidente del Congreso, Roy Barreras estalló en contra de la ministra Carolina Corcho, quién lidera la reforma a la salud, tal como lo había advertido en entrevista con Semana calificó a la funcionaria como “arrogante”, “activista” y “radical” y se mostró “muy preocupado” por la reforma a la salud, una vez la leyó reafirmó su postura de que Corcho desde el ministerio de Salud está obrando mal, pues considera que es arrogante y eso le puede causar daño a todo el país. Según él, Corcho tiene una desafortunada característica que no es buena y no es justa en ningún ministro, la arrogancia, pues está rompiendo así el dialogo e imponiendo sus decisiones.
La más reciente declaración la dio el senador en entrevista con El Tiempo. Allí reafirmó que la ministra está ideologizada. “No escucha ni siquiera a sus pares en el gabinete, no escucha a los gremios y los descalifica y alimenta una especie de reforma revanchista contra lo que llaman la oligarquía”, dijo.
Su mensaje es acorde a lo que trinó arrancando febrero: “Soy médico. Como colega les pido excusas… Ustedes salvan vidas todos los días… los aplaudimos en la pandemia… se jugaron la vida y, ¿ahora son los culpables?”, escribió en su momento el presidente del Congreso como reacción a las declaraciones de la jefe de la cartera de Salud, en la que culpaba al sector médico de la situación fiscal que viven.
El senador se atreve a decir que la ministra está desautorizando al presidente de la República, Gustavo Petro, porque aunque se habló de que las EPS no van a desaparecer, el proyecto presentado apunta a todo lo contrario: “acabarlas”.
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“Son 30 años de experiencia en sistemas de calidad, en sistemas de información en línea, en sistemas de distribución de medicamentos, en sistemas de administración de las redes y en resultados eficaces”, con esa reflexión considera que Corcho no quiere construir sobre lo construido, en su análisis hace un llamando ano destruir y legislar para todos los habitantes de Colombia, no solo a una parte por el hecho de estar “atrinchera en una ideología”.
Cabe recordar que en Entrevista con SEMANA Barreras publicada el pasado 11 de febrero el presidente del Congreso afirmó que la ministra no puede ser activista. “La ministra de Salud, como cualquier otro ministro, no puede ser activista, sino ministra. Pero, además, tiene que ser ministra no de su sector, no de sus partidarios, no de su partido político, ni siquiera de su grupo de pensamiento radical, ni del Pacto Histórico. Tiene que ser ministra de todos los colombianos y escucharlos”, señaló.
Y agregó: “La orden del presidente es mejorar la calidad de la salud de los colombianos y la calidad de los trabajadores de la salud, y vamos a cumplir esa instrucción. La ministra debería hacer lo mismo. Lo demás es radicalización, dogmatismo y arrogancia”.
Sobre las posibilidades de que la reforma sea aprobada en el Congreso, afirmó: “Aquí hay dos posibilidades: que se apruebe una buena reforma a la salud, que es en lo que estoy comprometido, o que la hundan los dogmatismos de las dos extremas. Aquí se está jugando con la vida de la gente”.
De igual manera se manifestó preocupado por el sistema de salud. “Estoy muy preocupado, conozco el sistema desde siempre. Como médico y ahora como paciente. Trabajé 20 años en todos los hospitales públicos que había en esa época, en La Hortúa, en La Misericordia, en el Materno Infantil, en el Universitario del Valle y en Aguablanca. La gente estaba totalmente desprotegida. Las cifras más generosas decían que apenas el 29 por ciento de la población tenía acceso a los hospitales. Los índices de mortalidad eran altísimos. Tener 60 o 70 años ya era como estar muriéndose. Hoy la expectativa de vida ha aumentado a 80, 85 años. Ya no tenemos un 29 por ciento de cobertura, sino 99 por ciento. Entonces, esa mejoría no se puede echar a perder”, aseguró.
Y se mostró en contra de un sistema totalmente público sin la función que hoy cumplen las EPS. “Si el sistema de aseguramiento administrado por expertos del sector privado desaparece, de la noche a la mañana, no es cierto que usted pueda seguir yendo a las mismas clínicas a donde va. Si nadie les paga, pues se cierran. No es cierto que su médico que la atiende hoy la vuelva a atender. Le va a decir: vea, señora, llevan un año sin pagarme, yo la atiendo, pero págueme en efectivo. La intención de hacer totalmente público el sistema termina paradójicamente volviéndolo privatizado solo para los que tienen con qué pagar. Ese era el sistema del Seguro Social”, expresó.
“No se puede hacer una reforma destruyendo un sistema de información, de calidad, de administración de riesgos, que tiene 30 años”, subrayó.
“Hay que privilegiar la prevención. La salud tiene que ser un derecho y no un negocio. Cuando usted tiene a su hijito enfermo, cuando la mamá tiene una urgencia o se cayó el papá y se fracturó la cadera, usted coge un teléfono y sabe a quién llamar. Llama a su EPS para que le den una cita, le manden una ambulancia y lo lleven a una clínica. Si desaparece el sistema, ¿a quién van a llamar? ¿A un concejal de Ibagué? ¿Al alcalde de Tumaco a ver si el amigo político le consigue un cupo? ¿En dónde?”, sostuvo.
Lea la entrevista completa
Vicky Dávila: Senador Roy Barreras, tan pronto le diagnosticaron cáncer usted empezó a escribir un libro que está a punto de salir y que se llama Bailando con la muerte. ¿Le ha tocado torear o bailar con esa muerte?
Roy Barreras: Pues sí. La verdad es que los colombianos tenemos un dicho muy popular: en algunas épocas de la vida a uno le toca bailar con la más fea y la más fea pues es la flaca, la huesuda, la pelona, la Catrina. Entonces, a raíz de este diagnóstico del cáncer, yo decidí, en primer lugar, no dejarle espacios a la muerte. Me la bailo y la derroto si Dios me ayuda. Y estoy escribiendo un libro que se llama así: Bailando con la muerte.
V.D.: Y usted se ve muy bien.
R.B.: Bueno, eso sí desde chiquito (risas).
V.D.: ¿En algún momento ha pensado en un desenlace fatal?
R.B.: Por supuesto. Mi padre murió de este cáncer casi a la misma edad mía. Como hay cierta herencia, sumada al estrés, cada año me hago un chequeo. Entré tranquilo esa mañana, esperando que a las doce del día me dijeran: “Hombre, todo está bien”. Pues no. Cuando salí de la endoscopia, me dice el radiólogo: “Tiene un cáncer”. Eso fue no un baldado de agua fría, sino una sentencia de muerte. Cuando eres médico sabes que, si no te haces nada, tienes un par de años de vida. Es una sentencia sin defensa, sin abogado, pero con apelación. ¿Cuál es? El tratamiento. Entonces, ese día, por supuesto, pensé en esa posibilidad.
V.D.: La posibilidad de “me voy a morir…”.
R.B.: Todos nos vamos a morir. El asunto es que te están anticipando la fecha y decidí hacer muchos cambios en mi vida. El primero de ellos fue someterme al tratamiento porque tengo el propósito de derrotar la enfermedad. Ahora, le confieso un detalle: uno pasa por la vida tragándose la comida, cuando hay afán, sin saborearla. Hoy saboreo la comida, el paisaje, el afecto de mis hijos, que me han llenado de amor, y agradezco a mucha gente y a muchos amigos que me han expresado su solidaridad. Estamos en la tarea. Voy en la mitad del tratamiento y en abril sabremos si tuve éxito. Espero que sí, Dios mediante.
V.D.: ¿Qué cree que hay después de la muerte?
R.B.: Sin duda trascendemos y desencarnamos. No podemos saber ni usted, ni yo, ni el más ateo de los ateos o el filósofo más escéptico qué hay más allá. Hay vidas superiores y esa vida superior yo la llamo Dios, que es el amor que habita en nosotros.
V.D.: ¿Y usted cree que se va al cielo el día en que le toque irse?
R.B.: Pues por ahora estoy en el infierno de la política. Pero yo creo que, si eso sirve al menos de purgatorio, espero merecer encontrarme con el creador el día que me toque y espero poder visitarla y jalarle las patas.
V.D.: Si está en el purgatorio, ¿y las está pagando todas aquí?
R.B.: Yo creo que sí. Usted me ha hecho pagar varias, pero, bueno, cuando desencarne me las voy a cobrar.
V.D.: (Risas) Hablemos de política. Usted está prendiendo como unos rinconcitos de fuego y está tomando alguna distancia del Gobierno Petro. ¿Sí o no?
R.B.: Que no quede duda. No tengo ninguna distancia con el presidente Gustavo Petro. Tengo distancias argumentales con algunos de los intermediarios, los que no entienden la visión del presidente, quien tiene un compromiso de corazón con los más pobres, con la vida, con la paz, con el medioambiente. Él da unas directrices que se traducen en una palabra que se llama transición. De ahí para abajo hay unos que no entienden lo que hay que hacer o que lo entienden mal o que creen que, en lugar de transiciones, hay que hacer fracturas y arrasar con todo para empezar de cero. Otros simplemente no tienen la capacidad para entender que los cambios son las reformas y que las reformas hay que consensuarlas, planearlas, discutirlas y no se pueden imponer. Hay que oír todas las voces de Colombia.
V.D.: Quiero que me diga cuál es su mayor preocupación cuando el Gobierno cumple seis meses.
R.B.: La seguridad nacional, no tengo la menor duda.
V.D.: Gravísimo. ¿Por qué?
R.B.: Porque, por intermediarios, unos de buena fe y otros de mala fe, que echan a perder las intenciones nobles del presidente, han malinterpretado su directriz y su anhelo de una paz total. Yo creo que no hay alguien que no quiera que dejemos de matarnos, que no haya más víctimas, que no maten más líderes sociales, que no maten más soldados ni policías. ¿Cómo lograr eso? El presidente Petro dice: “Todos los violentos tienen que dejar las armas, construyamos un sistema para que todos se desarmen”, y da esas órdenes. Unos intermediarios piensan que es lo mismo conversar con una insurgencia como el ELN y con los narcotraficantes, como ingenuos de buena fe.
V.D.: ¿Pero quiénes son esos intermediarios? Póngales nombres, porque aquí hay un solo comisionado de paz, que es Danilo Rueda.
R.B.: Claro, hay un comisionado de paz. Pero hay una nube de abogados que uno no sabe quiénes son y que pululan por todas las cárceles y las calles ofreciendo lo que no tienen derecho a ofrecer. Hay algunos de buena fe, equivocados, porque con el narcotráfico no se negocian las leyes ni se hacen acuerdos de paz. Uno no imagina al Gobierno italiano o al japonés haciendo un acuerdo de paz con la Cosa Nostra o con la Yakuza japonesa. A los narcos hay que ofrecerles, y el presidente así lo quiere, una ley de beneficios que debe llamarse ley de sometimiento a la justicia penal ordinaria. Pero eso no se negocia con los narcotraficantes en las cárceles. En mi criterio, el Estado, con la justicia por delante, la Fiscalía, las Cortes, hace una ley y les dice: señores narcotraficantes, esto es lo que hay, hay unos beneficios, salve su propia vida y sométase. Y si no se somete, yo, el Estado, con la fuerza legítima, lo someto. Es indispensable en cualquier proceso de sometimiento y de paz con las insurgencias que haya la mano tendida de la paz y el puño firme de la fuerza legítima del Estado. Eso implica una política de seguridad que debe controlar el territorio.
V.D.: Entonces, ¿qué está pasando tras el decreto de cese al fuego?
R.B.: La buena intención del presidente en el territorio se tergiversa, porque lo que ocurre es que creen que hay un acuerdo de paz con ellos y que hay un cese de fuego con ellos. Por tanto, un capitán en un municipio del Cauca o en Policarpa, Nariño, qué hace si ve por la ventana de su comando a unos tipos con uniforme, rifles y botas pantaneras patrullando. ¿Sale y les pide un carné? A ver, señores, ¿ustedes son de la Marquetalia o mordiscos o golfos o elenos? Pues no. Tampoco puede dispararles porque estaría rompiendo con el cese al fuego, y no puede salir sin dispararles porque lo matan. ¿Qué hace? Pues se queda en el comando.
V.D.: ¿Qué implicaciones tiene eso?
R.B.: Quedarse en el comando puede implicar que el cese al fuego nace de un cese al fuego unilateral, el cese al fuego del Estado, y eso no puede pasar. Está toda la fe en el proceso de paz con el ELN, con cese al fuego pronto, pero con los narcos no hay justicia transicional. Lo que hay es sometimiento a la justicia ordinaria. Para ellos no hay cese al fuego. Lo que hay es oferta de sometimiento o sometimiento por la fuerza.
V.D.: Pero hoy hay cese al fuego con los narcos del Clan del Golfo…
R.B.: Creo que el derecho internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos no permiten que ningún Estado haga acuerdos de paz y por tanto ceses al fuego con narcotraficantes. Creo que eso no se puede.
V.D.: ¿Habría que derogar ese decreto de cese al fuego bilateral?
V.D.: ¿Usted se atrevería a decir hoy que lo mejor sería recomponer el camino, derogar los decretos y retomar el rumbo en esa búsqueda de la paz total?
R.B.: La ley de sometimiento debe derogar toda norma que le sea contraria. A los narcos aprovecho para enviarles este mensaje: todos los narcos que se creían reyes terminan muertos en un tejado, entregados por sus propios cómplices, traicionados, extraditados y sus familias perseguidas. Eso no es vida, salven sus vidas, aprovechen la noble oferta del presidente, esperen que la ley de sometimiento tendrá beneficios y dejen de matar y de ponerse en riesgo de morir. Reincorpórense a la vida ciudadana. Dejen a Colombia vivir en paz.
V.D.: ¿Alguien le está diciendo mentiras al presidente?
R.B.: Hay una cantidad de personas de buena fe que tienen una gran ilusión y creen que una especie de voluntarismo, de buena fe, es suficiente. No estamos conversando con angelitos, sino con criminales que matan para enriquecerse. Esos son narcotraficantes y unos aún peores que descuartizan, torturan, violan niños, hacen trata de personas. Esto implica una gran política de seguridad que, estoy seguro, el presidente está liderando e implica que la fuerza pública sea la que controle el territorio. Si nosotros caemos en el error de que de buena fe las Fuerzas Militares se repliegan por un cese del fuego con todos, lo que ocurre es que los criminales se toman el territorio aún más de lo que está ocurriendo ya en muchas regiones.
V.D.: ¿De quién fue la embarrada para que el presidente incluyera al ELN en el cese al fuego bilateral?
R.B.: Intermediarios de buena fe, incluyendo algunos miembros de su gabinete, en distintas áreas, incluyendo el comisionado de paz. Yo creo que piensan con el deseo. Y entonces le informan al presidente lo que todavía no está listo.
V.D.: Y lo hacen cometer errores…
R.B.: Por supuesto, pero que no se equivoquen los opositores que piensan que es una buena idea hacer que Petro fracase. Si ellos logran su propósito, el reclamo popular, como un arroyo de esos de Barranquilla, arrasa con todo. El hombre que tiene el liderazgo para canalizar ese arroyo del justo reclamo popular, llevarlo al Congreso y convertirlo en soluciones, que son las reformas, se llama Gustavo Petro. Déjenlo hacer su tarea. Ayudémosle a que le vaya bien que así le va bien a Colombia.
V.D.: ¿Por qué el Gobierno pidió el levantamiento de 16 órdenes de captura de narcos, entre ellos cinco extraditables, si el fiscal les había advertido que no se podía?
R.B.: Más allá de que le lleven información incompleta al presidente, se supo que no le informaron que había unos extraditables en esa lista. ¿Quién quiere a 16 narcotraficantes en una mesa? ¿Negociando qué? No pueden negociar un acuerdo de paz, porque no son insurgencia ni son entes políticos y no pueden negociar la ley. Hay una cosa más grave: la combinación en esos días era una receta para el fracaso. Estaba, además, ese cese que implica que las Fuerzas Militares no saben qué hacer y no tienen a quién dispararle.
V.D.: Y los resultados operacionales lo que demuestran es que están haciendo poco o nada.
R.B.: Entonces, hay unas Fuerzas Militares paralizadas, que malinterpretan la buena intención, y dicen: no persigo ni capturo a nadie, a los peores criminales. Fuera de eso, hay intermediarios en las cárceles diciendo, por ejemplo, que el señor Douglas, de la Oficina de Envigado, y no sé quién más salgan de la cárcel a cambio de un papelito de gestores de paz. Es decir, a los que no hemos capturado no los perseguimos y a los que están presos los vamos a soltar, con las fuerzas policiales paralizadas. Esa combinación es imposible. Si no se tiene mano firme, no hay paz posible.
V.D.: ¿Cuál es el futuro del país si se les da estatus político a los narcotraficantes?
R.B.: Es imposible, se genera un Estado fallido. A ningún país con Estado de derecho se le ocurre darle estatus político al narcotráfico.
V.D.: Y esa fue otra embarrada…
R.B.: No se les ha dado estatus político.
V.D.: La Fiscalía, cuando se niega a levantar las órdenes de captura, le dice al Gobierno que los narcos no pueden tener estatus político y por tanto no las puede levantar.
R.B.: Pero no es porque el Gobierno les haya dado estatus político, es porque los intermediarios, de buena fe o de mala fe, interpretaron mal la Ley 418 de orden público y creyeron que el diálogo era para dialogar la paz. No. La conversación con ellos es para que se puedan someter a la justicia.
Carolina Corcho es una mujer inteligente, valiente, empoderada y no improvisa. Se preparó para transformar la salud.
— Gustavo Bolívar (@GustavoBolivar) February 19, 2023
Los ataques de Roy Barreras se deben a q ella, como pocos en el Gobierno y en el Congreso se le paró en la raya y no cede a los múltiples intereses q él representa
V.D.: Senador, ¿está preocupado por el papel de Juan Fernando Petro, el hermano del presidente, en la paz total?
R.B.: Pues no, porque no lo conozco. Pero ya que usted me hace esa pregunta compleja, quiero enaltecer y resaltar la actitud del presidente Petro. En la conversación con el fiscal, el presidente Petro estuvo firme en sus convicciones y dijo que investiguen a todo el que tengan que investigar.
V.D.: ¿Inclusive a su hermano?
R.B.: Pues esa es una pregunta para el fiscal. Pero al que abuse de la confianza del presidente lo tienen que investigar, sea quien sea. Eso Petro lo ha dejado claro aunque pueda resultar doloroso para él.
V.D.: Es muy desafortunado que el hermano del presidente salga en todo esto.
R.B.: Siempre, en cualquier Gobierno, es desafortunado que algunos familiares terminen enredados en asuntos inexplicables. A veces es incomprensible y a veces es inevitable, porque un jefe de Estado, en ocasiones, no tiene tl sobre lo que hacen sus parientes. Pero eso no quiere decir que esos parientes tengan derecho a abusar de la confianza del presidente por ser su familiar.
V.D.: El propio Juan Fernando Petro reconoció que los narcos estaban pagando hasta 700 millones de pesos para tener una cita con él.
R.B.: Pues me imagino que, si están pagando eso, él no debería darle citas a nadie.
V.D.: Y un millón de dólares pagan los narcos para entrar a la paz total.
R.B.: Están muy equivocados, señores narcos, si están pagándoles a intermediarios de mala fe. Ustedes son hombres de negocios ilegales, no pierdan la platica, que nadie les va a garantizar estatus político. Nadie les va a cobrar por entrar a la paz total. Va a haber una ley de sometimiento a la justicia, y lo único que tiene que hacer es levantar la mano y decir: yo me someto. Es así de fácil, no tiene que pagar por eso.
V.D.: En campaña hubo un escándalo por las visitas de Juan Fernando Petro y Piedad Córdoba a las cárceles. Algunos críticos creen que hoy Petro les quiere cumplir a los narcos lo que les prometió antes de ser presidente.
R.B.: Por supuesto que no. El Gobierno no les ha prometido nada a los narcos distinto a que debe perseguirlos si no se someten a la justicia. La actitud vertical del presidente Petro en su conversación con el fiscal les debe dejar claro que Petro no se vende. Él es un hombre honesto que, como los seres humanos, puede tener todos los defectos del mundo, puede estar descachalandrado, y no le importa la ropa que se pone, ni tiene intereses económicos. Su interés es que la paz sea posible y que haya menos pobres. Ahora, ese deseo hay que volverlo reformas viables, no inviables ni reformas que no tengan asidero financiero. Petro no es solo una persona, es una ilusión colectiva. Aquí hay un deseo de cambio de los colombianos y unas transiciones que no se hacen en cuatro años, sino en ocho o doce años.
V.D.: El senador Gustavo Bolívar dijo en SEMANA que el 60 por ciento del Congreso es corrupto y pertenece a las mafias. ¿Es cierto?
R.B.: Eso no es cierto, pero si él tiene esa información, que presente las 62 denuncias penales en la Corte Suprema. El 60 por ciento son 62 congresistas. Si no, está haciendo una omisión de denuncia, que también es un delito.
V.D.: ¿Siente que Bolívar humilló a los congresistas?
R.B.: No solamente los humilló. Hay una cosa más de fondo. Algunos sectores fanáticos y radicales de las dos extremas, de derecha y de izquierda, piensan equivocadamente en que no se logren aprobar las reformas. Quieren que se hundan para poder decir: el nido de ratas del Congreso, junto con los empresarios y el establecimiento, hundieron el propósito de cambio. Muchedumbre, todos a incendiar el Congreso. ¡Qué gran error! Nos conducirían a una guerra civil, a un golpe de Estado, que nadie va a aceptar. No se equivoquen destruyendo las instituciones. No hay democracia sin parlamento, sin Congreso.
V.D.: Eso suena aterrador…
R.B.: Si creen que van a hacer la revolución en las calles, incendiando el Congreso, se equivocan, porque echan a perder el buen deseo del presidente de hacer las reformas sociales. Las reformas se hacen en el Congreso, y el Congreso tiene que escuchar a la gente. Petro, en un gesto bellísimo, dice: voy a oír a los que nunca han sido escuchados. Oírlos para obedecer ese mandato y hacer las reformas en el Congreso, no para cerrarlo a punta de piedra y con frases descalificadoras de las instituciones.
V.D.: Tengo que preguntarle por otras cosas que ha dicho Gustavo Bolívar…
R.B.: Pero si es su congresista favorito, tiene derecho a preguntar por él…
V.D.: Recuerde que ya es excongresista.
R.B.: De esmoquin, ¿no?
V.D.: ¿Le gustó la foto de la portada de SEMANA?
R.B.: No me gustó. El señor que fabricó el esmoquin no lo hizo para que se metieran al agua con el traje. Pero cada quien es dueño de sus excentricidades. Bolívar es un personaje de la televisión. No solamente hace series, las prepara y mercadea. Gracias a ustedes y a los medios, él mismo es un personaje de televisión. Tengo que decir que no lo conozco bien. Pero Bolívar es un tipo auténtico y es un hombre honesto.
V.D.: Pero él no piensa lo mismo de usted.
R.B.: No importa. Creo que está equivocado en muchas cosas; por ejemplo, en acabar con las instituciones.
V.D.: Bolívar dijo que usted en política no es intachable.
R.B.: No. Usted le preguntó 17 veces seguidas si yo era intachable.
V.D.: Y él dijo que en política no.
R.B.: No tengo ni idea, porque no me conoce. No tiene elementos de juicio para decir eso. En cambio, sí creo que su postura de defensa de los jóvenes de la primera línea es intachable. Yo creo que él auténticamente defiende a la primera línea. Él es original en eso.
V.D.: Le molesta que algunos piensen de usted, y excuse la pregunta…
R.B.: No, pero por qué…
V.D.: Sí, porque es maluca.
R.B.: Yo se la anticipo: que si me molesta que algunos digan que soy una rata, un cangrejo. ¿Cuántos animales más? Un camaleón.
V.D.: ¿Qué les dice a aquellos que creen que Roy es corrupto?
R.B.: Durante 23 años ejercí la medicina, Vicky. Era un hombre tranquilo y feliz. Nunca fui rico, no soy rico ni seré rico. No tengo ni finca, ni haciendas, ni empresas, ni acciones en el exterior, ni cuentas offshore. No tengo nada. Tengo lo que tenía cuando era médico. Soy un hombre de clase media y vivo tranquilo. Le agradezco a la vida que pude salir de una situación de pobreza. Soy orgullosamente hijo de una madre soltera, fui taxista en Bogotá, me eduqué en la universidad pública y pude salir de esa condición. Me parece milagroso que yo sea hoy el presidente del Congreso.
Mi objetivo nunca fue enriquecerme, quizás lo hubiera logrado. Mi objetivo fue ejercer la medicina por más de 20 años al lado de mi padre, a quien conocí en la adolescencia, y fue mi amigo. Mi madre, cuando yo era chiquito, me decía: “Su papá está ocupado, y usted no lo conoce, porque está ocupado salvando vidas”. Eso me marcó. Cuando Juan Manuel Santos, no Álvaro Uribe, en 1995, me invita a ayudarle en la Fundación Buen Gobierno, que era el primer intento de paz, y que en la revista SEMANA y otras de la época llamaron los “conspis”, me pareció que era una forma de salvar vidas.
Estoy feliz con lo que hago, sin ninguna pretensión. Creo que mi familia lo sabe y me regaña. Literalmente, me estoy jugando la vida por las reformas cuando me dicen: “Es que es su vida, usted tiene cáncer”. Yo digo: hay miles de personas que están más enfermas que yo y que necesitan un sistema de salud que funcione; si no, se mueren más rápido que yo. Que los médicos se encarguen de mi salud y que los odiadores se encarguen de insultarme. Soy un hombre honesto, nunca me he robado un peso, y todos los que me insultan con eso no tienen un solo elemento para decirlo. Lo que se inventan en las redes, pobrecitos los odiadores. No son felices.
V.D.: ¿Está preocupado por la reforma a la salud?
R.B.: Estoy muy preocupado, conozco el sistema desde siempre. Como médico y ahora como paciente. Trabajé 20 años en todos los hospitales públicos que había en esa época, en La Hortúa, en La Misericordia, en el Materno Infantil, en el Universitario del Valle y en Aguablanca. La gente estaba totalmente desprotegida. Las cifras más generosas decían que apenas el 29 por ciento de la población tenía acceso a los hospitales. Los índices de mortalidad eran altísimos. Tener 60 o 70 años ya era como estar muriéndose. Hoy la expectativa de vida ha aumentado a 80, 85 años. Ya no tenemos un 29 por ciento de cobertura, sino 99 por ciento. Entonces, esa mejoría no se puede echar a perder.
V.D.: En todo caso, hay cosas por mejorar…
R.B.: El sistema de salud hay que mejorarlo. Para que no haya ningún equívoco, sí se necesita una reforma, sí hay que acabar la posición dominante de la integración vertical de las EPS y es claro que muchas EPS han abusado. No solo abusan del personal médico, sino del paciente dándole citas a seis meses y no formulándole lo que necesita. Eso hay que mejorarlo y corregirlo.
V.D.: ¿Acabar las EPS?
R.B.: Claro que no. No se puede hacer una reforma destruyendo un sistema de información, de calidad, de administración de riesgos, que tiene 30 años. Estamos de acuerdo con la ministra Corcho en el 90 por ciento, pero sobre todo con el presidente Petro. La ministra Corcho, simplemente, es una tramitadora de la reforma. Hay que privilegiar la prevención. La salud tiene que ser un derecho y no un negocio. Cuando usted tiene a su hijito enfermo, cuando la mamá tiene una urgencia o se cayó el papá y se fracturó la cadera, usted coge un teléfono y sabe a quién llamar. Llama a su EPS para que le den una cita, le manden una ambulancia y lo lleven a una clínica. Si desaparece el sistema, ¿a quién van a llamar? ¿A un concejal de Ibagué? ¿Al alcalde de Tumaco a ver si el amigo político le consigue un cupo? ¿En dónde?
V.D.: ¿Hay riesgo de que se politice la salud en Colombia?
R.B.: Total. El sistema de aseguramiento no se puede destruir. Tiene que ser público y privado. ¿Qué hacen las EPS? Hoy, además de prestar el servicio, no deben ser juez y parte, no deben poner las reglas y tener las clínicas. Eso se llama integración vertical y hay que acabarlo. Pero ellas hacen muchas otras cosas, auditan 2 millones de facturas mensuales. Son 1.000 millones de servicios al año. Si usted desbarata todo eso, ¿quién va a hacer la revisión de las facturas? El Estado hoy, les pongo un ejemplo, y no estoy especulando, audita el 2 por ciento de esas facturas, que son las del Soat. ¿Sabe cuánto se demora en pagar? Un año y devuelve el 75 por ciento de las facturas. Es un fracaso, y el mayor fraude está en el Soat. Si no pueden con el 2 por ciento, qué van a poder con 1.000 millones de facturas sin tener el sistema de calidad y de información ni un sistema de administración.
V.D.: ¿Vendría un caos en materia de salud si se aprueba la reforma como dice la ministra?
R.B.: Yo creo que no va a ocurrir ese caos porque esa reforma que la gente imagina no va a pasar.
V.D.: Pero la ministra sí ha dicho que va a acabar con las EPS.
R.B.: Claro, pero allí creo que hay un error. Los intermediarios interpretan mal la buena intención del presidente. Le voy a poner un ejemplo: la ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, es miembro del Partido Comunista. A mí eso me parece un poco anacrónico, pero lo respeto mucho. Pero ella no está peleando con nadie, es una ministra dialogante, conversa con todos. Por eso, usted no ve en las calles ni en las redes una angustia horrible. La gente no está pensando en cómo será la reforma laboral. Pero la ministra Corcho como no habla y tiene una posición un poco arrogante... Hay un asesor de ella, el señor Pedro Santana, que de manera insólita sale en un diario de circulación nacional a explicarnos la reforma a los colombianos. Como si él fuera el Gobierno. Todo ese ruido genera miedo.
Les digo a mis colegas médicos, a las clínicas y, sobre todo, a los pacientes: no se preocupen. Eso no va a pasar. La incertidumbre la genera la falta de información. Cuando se radique la reforma y se tramite y se apruebe en el Congreso, porque la vamos a aprobar por mandato popular, la gente va a estar tranquila. No vamos a destruir el sistema. El Congreso es responsable. Hoy, mientras converso con usted, a unas horas de empezar las sesiones extras, no conozco el texto.
V.D.: El expresidente Cesar Gaviria, la presidenta de La U, Dilian Francisca Toro, y otros líderes de la coalición parece que no le van a caminar a la reforma de Corcho.
R.B.: Ni ellos ni yo tampoco. Ni el presidente Petro quiere acabar el sistema. Es el vocero de la ministra. Me parece que el cerebro de la reforma es el señor Santana, que salió a hablar.
V.D.: ¿La ministra Corcho ha sido responsable con el manejo de la reforma a la salud?
R.B.: Creo que ha habido un error en la manera en que la ministra ha querido imponer su criterio. Es muy radical.
V.D.: Un criterio muy radical, dice usted.
R.B.: Sí, el de ella es un criterio muy radical.
V.D.: ¿Le parece lógico que usted, siendo el presidente del Congreso, no conozca el articulado de la reforma?
R.B.: Me parece insólito que se haya creado semejante debate, incluyendo marchas a favor y en contra en las calles, y que la gente no conozca el texto. Ni sabe qué está defendiendo ni a que se está oponiendo. Eso solo sucede en Colombia. Eso se resuelve radicando la reforma. Le hago esta petición respetuosa al Gobierno: radiquen, por favor, todas las reformas. Esta legislatura es muy corta y es un año electoral. Si las ministras de Trabajo y de Salud, y lo digo con nombre propio, no tienen listas las reformas laboral, pensional y a la salud, el tiempo no va a permitir hacer los debates adecuados. Llevan siete meses preparándolas. No radicaron en julio, ni en agosto, ni en septiembre, ni en octubre, y ya estamos en febrero. No crean que, si las radican en marzo o en abril, el tiempo nos va a alcanzar.
V.D.: ¿La ministra de Salud se tiene que calmar?
R.B.: Muchos colombianos nos tenemos que calmar. Pero ella tiene que hacer el esfuerzo y comprender que un ministro, sobre todo, tiene que escuchar y ser respetuoso de los ciudadanos. A mí me llamó muchísimo la atención la actitud de la ministra frente a un vocero de los gremios.
V.D.: ¿Habla de lo que la ministra le dijo a la presidenta de Acemi?
R.B.: Varios han oído las mismas palabras de la ministra y ella les ha dicho: “Yo exijo lealtad absoluta conmigo”.
V.D.: Les ha exigido que no pueden hablar en los medios.
R.B.: Les ha dicho: “Si ustedes van a salir a los medios y al Congreso, no les vuelvo a dar citas, sino hasta dentro de un año”. Por favor, yo nunca he oído un ministro de ningún Gobierno que se atreva a decir que tienen que ser leales con él y no con los colombianos. Me parece que sobra esa arrogancia. Aunque tenga la mejor buena fe, no se puede ser al tiempo activista y ministro. Yo lo dije hace meses, necesitamos ministros que ejecuten las órdenes del presidente y no activistas.
V.D.: En el caso de la ministra Corcho, ¿tiene que entender que no es activista, sino ministra?
R.B.: Usted lo ha dicho.
V.D.: Dígalo usted…
R.B.: Pero si estoy de acuerdo, lo dije hace meses.
V.D.: Dígalo…
R.B.: La ministra de Salud, como cualquier otro ministro, no puede ser activista, sino ministra. Pero, además, tiene que ser ministra no de su sector, no de sus partidarios, no de su partido político, ni siquiera de su grupo de pensamiento radical, ni del Pacto Histórico. Tiene que ser ministra de todos los colombianos y escucharlos.
V.D.: La ministra no es una rueda suelta. Se supone que el presidente está de acuerdo con la polémica reforma a la salud.
R.B.: La orden del presidente es mejorar la calidad de la salud de los colombianos y la calidad de los trabajadores de la salud, y vamos a cumplir esa instrucción. La ministra debería hacer lo mismo. Lo demás es radicalización, dogmatismo y arrogancia.
V.D.: Si la reforma queda mal hecha y genera caos, al final se vuelve contra el Gobierno.
R.B.: Pues por lo menos contra la ministra.
V.D.: Contra el Gobierno.
R.B.: No es que vaya a quedar mal hecha.
V.D.: ¿Usted cree que se lo van a cobrar solo a la ministra? Se la cobran a Petro.
R.B.: Aquí hay dos posibilidades: que se apruebe una buena reforma a la salud, que es en lo que estoy comprometido, o que la hundan los dogmatismos de las dos extremas. Aquí se está jugando con la vida de la gente.
V.D.: ¿Puede pasar que se hunda?
R.B.: Eso puede pasar con cualquier reforma.
V.D.: El expresidente Gaviria dijo que les pide a los liberales que no dejen que acaben con el sistema de salud. Dilian Francisca dijo que no está de acuerdo. Vargas Lleras también ha lanzado alertas…
R.B.: Bueno, pero Germán Vargas está en la oposición. El Partido Liberal, La U y los conservadores forman parte del cambio.
V.D.: Y están pidiendo que no acaben con el sistema de salud.
R.B.: Y yo también. Nadie quiere que se acabe el sistema. Es acabar con la seguridad de 50 millones de colombianos. Aquí no se está improvisando, se está jugando es con la vida de la gente.
V.D.: Si la ministra no se alinea, ¿debe renunciar?
R.B.: Ni más faltaba. Sería un atrevimiento de mi parte usurpar las funciones del presidente.
V.D.: Hablemos de la ministra de Minas, Irene Vélez, que es otro dolor de cabeza para el Gobierno Petro. ¿Está de acuerdo?…
R.B.: Pues depende a quién le duela la cabeza…
V.D.: Ella ha generado unas turbulencias que son innecesarias..
R.B.: Una mujer que logra un doctorado en una universidad extranjera, con las dificultades y los techos de cristal que hay, es una mujer inteligente. Veo a una mujer de buena fe, que quiere acertar. Sin duda, la ministra de Minas ha tenido graves problemas de comunicación y ha tenido desencuentros conmigo, pero ella escucha…
V.D.: ¿La ministra de Minas escucha?
R.B.: Permítame hacer una comparación odiosa entre la ministra Vélez y la ministra Corcho. La ministra recién estrenada dijo que en Colombia no puede haber explotación petrolera, no más petróleo, porque nos estamos envenenando. Meses después ha dicho que hay que continuar con la exploración petrolera de los contratos que ya están y que son más de 200. ¿Con qué vamos a pagar las energías limpias, la eólica, la solar, que cuestan tiempo y plata? Pues con el petróleo. Vendámoslo a 100 dólares el barril. Si no sacamos petróleo para pagar la energía limpia, nos quedamos sin petróleo y sin energía limpia.
V.D.: Pero, en Davos, la ministra volvió a armar una tormenta.
R.B.: Y después corrigió.
V.D.: Pero un ministro no puede estar embarrándola y corrigiendo, ¿no cree?
R.B.: Pues es mejor una ministra que escucha, corrige y avanza que una ministra sorda que no escucha a nadie, y no le estoy poniendo apellido a la ministra sorda.
V.D.: Pero yo sé a cuál se refiere (risas). Por ejemplo, la embarrada de las cifras que presentó la ministra Corcho es incomprensible, ¿no?
R.B.: Hablé con los técnicos del Ministerio de Hacienda cuando la ministra de Salud dijo que las EPS debían 50 billones. Todos nos escandalizamos. Pensamos: “Pues claro hay que cerrar eso”. Después tuvo que corregir. Luego dijo: “Qué pena, eran como 23 billones”. No. Las cosas son así: hay unas facturas que están en trámite, hay otras EPS viejas liquidadas corruptas que ya las cerraron afortunadamente, y ojalá castiguen a los culpables de eso, que deben como 6 o 7 billones de pesos. No son deudas de las actuales EPS que sí deben cerca de 2,5 y 3 billones de pesos. Lo mismo que les debe el Gobierno y que no les quieren pagar. Bueno, la ministra no les quiere pagar.
V.D.: Con eso las asfixia, las desaparece y justifica la reforma que quiere hacer.
R.B.: Si el sistema de aseguramiento administrado por expertos del sector privado desaparece, de la noche a la mañana, no es cierto que usted pueda seguir yendo a las mismas clínicas a donde va. Si nadie les paga, pues se cierran. No es cierto que su médico que la atiende hoy la vuelva a atender. Le va a decir: vea, señora, llevan un año sin pagarme, yo la atiendo, pero págueme en efectivo. La intención de hacer totalmente público el sistema termina paradójicamente volviéndolo privatizado solo para los que tienen con qué pagar. Ese era el sistema del Seguro Social.
V.D.: Estábamos hablando de la ministra de Minas. ¿No le parece gravísimo que la exviceministra haya salido a decir que Irene Vélez mintió en el informe sobre las reservas?
R.B.: No creo que sea bueno que esas críticas personales se hayan ventilado. Eso no le sirve a nadie ni siquiera al país.
V.D.: Pero a mí me parece que al país sí le sirve, ¿cómo le parece? El país tiene que saber la verdad de lo que pasa en el Gobierno.
R.B.: Claro. Para eso están los órganos de control y los entes de investigación.
V.D.: ¿No cree que la ministra de Minas tiene que ser más prudente?
R.B.: Creo que ella y yo y todos debemos aprender más todos los días.
V.D.: Estamos hablando de una ministra que ha generado mucho ruido innecesario en el Gobierno.
R.B.: ¿La de Salud?
V.D.: Las dos. Pero ya estamos hablando de la de Minas. Pero usted quiere volver a la de Salud. La de Minas le parece fantástica.
R.B.: Como decíamos en la calle, en el barrio Las Cruces, donde yo crecí, ¿por qué se la tiene montada a Irene?
V.D.: ¿Le parece?
R.B.: Sí, porque lleva 17 preguntas contra la ministra.
V.D.: Vamos a empatar. Usted se la tiene montada a Corcho.
R.B.: No, usted me pregunta y yo contesto.
V.D.: (Risas) Por eso le estoy preguntando por la ministra de Minas. Por favor, conteste. ¿Está de acuerdo con que Irene Vélez renuncie?
R.B.: Por supuesto que no. La oposición tiene todo el derecho, pero ni más faltaba que en el primer año de un Gobierno del cambio vamos a permitir que tumben a una ministra que está empezando en su cartera.
V.D.: ¿Así la ministra haga tonterías?
R.B.: Así haga tonterías. Me recordarán, entonces, que yo lo hice con el ministro Botero en el Gobierno Duque.
V.D.: Ahí sí le encantaba tumbar ministros.
R.B.: Pero es que el ministro Botero estaba bombardeando niños y la ministra de Minas está tratando de bajar las tarifas de energía.
V.D.: Pero me gusta que reconoció que la ministra de Minas ha hecho tonterías.
R.B.: Yo no he dicho que está haciendo tonterías.
V.D.: Sí, lo dijo, usted lo repitió.
R.B.: No he dicho que está haciendo tonterías. Devolvamos la grabación. No he dicho que nadie esté haciendo tonterías.
V.D.: Sí lo dijo. Pero hablemos del llamado que hizo hace unos días el presidente para debatir las reformas en las calles. Algunos tienen temor de que esto pueda generar un estado de agitación. ¿Es acudir al estado de opinión?
R.B.: El que trajo esa práctica del estado de opinión a Colombia fue el expresidente Álvaro Uribe y, por supuesto, me parece que es una negación de las instituciones. Los sectores radicales piensan que es buena idea hacer una confrontación entre la calle y el Congreso. Seguramente, quieren que esto se vuelva como Perú. Eso no va a ocurrir porque Colombia no es Perú. Aquí hay instituciones públicas y privadas que también deben ser escuchadas y respetadas. Se equivocan los que creen que van a generar esa confrontación. Lo que el Congreso debe hacer es escuchar el justo reclamo popular y convertirlo en soluciones viables, que son las reformas. El cambio son las reformas, lo demás son trinos, activismo y gritería, como hacen algunos, digamos, extremos que piensan que el cambio es a punta de likes en las redes.
V.D.: ¿O sea que no es una buena idea de Petro?
R.B.: No es buena idea que haya una confrontación entre la calle y el Congreso. Es una pésima idea.
V.D.: Del presidente…
R.B.: No, el presidente no ha invitado a la calle contra el Congreso.
V.D.: Invitó a discutir las reformas en las calles…
R.B.: El presidente invitó a que la gente saliera a defender su Gobierno porque la oposición invitó el mismo 14 de febrero a salir a contradecir el Gobierno.
V.D.: Usted dice que el estado de opinión se lo inventó Uribe. Entonces, ¿Petro está haciendo lo mismo que el expresidente?
R.B.: ¿Saben cuál es el único origen común entre Petro y Uribe? En 2001, hubo un gran reclamo popular por la seguridad. Colombia estaba angustiadísima con el Caguán y el fracaso de Pastrana con las Farc. Hubo un hombre que encarnó ese reclamo de seguridad y se llama Álvaro Uribe. Veinte años después, hay un reclamo social por el hambre, el desempleo, y hay un hombre que encarna ese reclamo popular, que es Petro. Cuando hay un hombre que es la encarnación del pueblo, tiene un riesgo y es establecer una comunicación directa, sin ninguna intermediación, con ese pueblo, de manera que no haya ninguna voz crítica. Esas son las formas, digamos, en el mundo del populismo que hay que evitar. Pero Petro es un estadista.
V.D.: ¿Y Uribe no?
R.B.: Yo creo que Uribe también. Por eso, ninguno de los dos finalmente acabó con las instituciones. Lo intentó Uribe, de alguna manera, pero este no es el tema de esta entrevista.
V.D.: ¿Cuándo lo intentó?
R.B.: Cuando desconoció a la Corte Suprema de Justicia. En cambio, Petro demostró que dialoga con las instituciones. Se reunió con el fiscal y la procuradora. Es decir, Petro es un estadista no un populista.
V.D.: No olvide que Uribe fue su jefe político en algún momento.
R.B.: Uribe no fue mi jefe político, fue mi compadre. Todavía lo es, porque los sacramentos católicos no se deshacen.
V.D.: Pero usted era uribista, Roy.
R.B.: Yo, en 1995, en una oficina de la avenida Chile, de la calle 72 en Bogotá, busqué al subdirector de El Tiempo, Juan Manuel Santos. No lo conocía. Tenía barba. Le pedí que intentara ayudarnos a salvar a mi hermano que había sido secuestrado por las Farc. Tengo una gratitud enorme por la buena voluntad que él tuvo. En ese entonces, me habló de dos cosas: la apuesta por la paz y la regulación de las drogas para acabar con el narcotráfico. Yo dije: este hombre sabe lo que hay que hacer. Desde 1995 trabajo de la mano de Juan Manuel Santos. Ni voté por Uribe.
V.D.: Usted promovió la reelección de Uribe.
R.B.: No, eso fue Yidis, yo no era congresista.
V.D.: Usted le hizo campaña a Uribe para la reelección.
R.B.: Todo mi tránsito por el Gobierno Uribe fue de la mano de Juan Manuel Santos siempre.
V.D.: No de Uribe.
R.B.: No de Uribe. Por supuesto, no voté por Uribe, voté por Noemí Sanín y le hice campaña. Me parecía que Uribe era de derecha extrema, pero ganó la presidencia. Cuando me eligieron representante a la Cámara, él ya era presidente.
V.D.: Y usted se acomodó.
R.B.: Yo seguí claramente un plan de acción, una hoja de ruta, para que el hombre que podía hacer la paz, que era Juan Manuel Santos, fuera presidente. Y lo fue. Y para que no fuera Andrés Felipe Arias, y no le doy más detalles.
V.D.: Ahí me parece que es una cosa como medio macabra, Roy.
R.B.: No.
V.D.: Que usted se volvió “uribista” y trabajó con Uribe para que Juan Manuel Santos fuera presidente.
R.B.: ¿Qué hay de macabro en tener una capacidad de ver hacia el futuro? Yo juego ajedrez. Eso se llama estrategia política.
V.D.: Uno no le entrega su hijo a alguien en quien uno no confía o admira. Lo digo porque usted permitió que Uribe fuera el padrino de bautizo de su hijo.
R.B.: César Mauricio, que era un católico de camándula, me dijo: “Oiga, vi una foto de su hijo chiquito. ¿Ya lo bautizó?”. Le dije que no, que no lo iba a bautizar hasta que tuviera uso de razón. Me dijo: “¿Cómo se le ocurre? Está en pecado, eso no puede ser”. Llamó al capellán de Palacio. Yo lo vi tan preocupado, y soy católico, que dije: bueno, bauticémoslo. El presidente Uribe, en esa época, que es de todo menos un mal católico, porque es un buen católico, bajó con el capellán de Palacio y terminó siendo el padrino. Me parece un gesto generoso de él, pero eso fue idea de César Mauricio porque pensó que mi hijo chiquito estaba en el limbo. Yo no creo en eso, pero respeto las creencias de quienes creen que un bebé, si no se bautiza, se va al limbo.
V.D.: ¿Qué piensa de la actitud de Uribe hoy frente al Gobierno Petro?
R.B.: Yo le agradezco al expresidente Uribe que haya tenido la gallardía de aceptar la noble invitación del presidente Petro, de sentarse a hablar con él. Si uno se reúne con los amigotes a ponerse de acuerdo y deja a medio país por fuera, pues no hace la paz.
V.D.: Ese fue el error de Santos.
R.B.: No creo. El último día que estábamos en La Habana, cerrando la renegociación, donde hicimos 98 cambios de los 100 que nos pidió el presidente Uribe, ya íbamos a firmar. Nos quedaba por negociar con ellos solamente un tema, que era el número de emisoras comunitarias, me acuerdo. El presidente Santos llamó, a las seis de la tarde, al teléfono satelital de Humberto de la Calle. En un acto de respeto por la oposición, dijo: “No vayan a firmar todavía, voy para Rionegro a hacer un último intento con el expresidente Uribe, a ver si logramos que la paz sea apoyada por él y por todos”. Esa conversación con el expresidente Uribe finalmente también fracasó, como las 700 que tuvimos en esos meses con él. Salió a la calle a decir no a la paz en el plebiscito. Santos siempre tuvo la intención de que hubiera un acuerdo de apoyo de todos los colombianos y del uribismo. No lo logró porque el uribismo decidió que la gente saliera a votar emberracada, como lo dijo Juan Carlos Vélez, y con mentiras.
V.D.: Esa es una forma de ver las cosas. La otra es que Santos conejeó al uribismo y se burló de los ciudadanos porque el plebiscito lo ganó el no y, sin embargo, fue sí.
R.B.: Esa noche, en una reunión muy triste y apesadumbrada, a las ocho o diez de la noche, el presidente Santos dijo: “A mí me parece que hay que respetar ese resultado y creo que, desgraciadamente, el proceso de paz se perdió”. Discutimos entre todos. Ahí estaban Humberto de la Calle, el general Naranjo, Sergio Jaramillo, y le dijimos: “Presidente Santos, la paz es un derecho de todos los colombianos. Yo creo que usted tiene que reconocer el triunfo del no, pero abrir caminos alternativos. Invite al presidente Uribe a dialogar y, si es necesario, nos vamos a La Habana a explicarle a las Farc que hay que volver a negociar”. Eso hicimos. El Gobierno del presidente Santos negoció durante tres largos meses con Uribe. Entonces, había que buscar caminos. ¿Cuál era el camino? Constitucional, la refrendación en el Congreso. Yo presenté esa proposición, yo la firmé y el Congreso aprobó que avanzáramos en la posibilidad de la paz para Colombia.
V.D.: Quienes votaron no dicen que no votaron contra la paz, sino a ese acuerdo de paz de La Habana.
R.B.: No. Gobernaron cuatro años, hasta hace poquito, y en cuatro años no hicieron ni la paz ni derrotaron a los enemigos. Nos entregaron el país más violento y con el control territorial perdido. Eso fue lo que hicieron, ahí está el resultado.
V.D.: Timochenko dijo que era una víctima y que iba a buscar que los exmiembros de las Farc en la JEP fueran reconocidos como víctimas. ¿Está de acuerdo?
R.B.: Las Farc, el ELN, los paramilitares, los agentes del Estado, todo aquel que dispara contra otro ser humano o lo secuestra se llama victimario y no puede estar en el centro de las negociaciones.
V.D.: ¿Y no le parece que siete años después de los acuerdos que Timochenko diga que es víctima es perderlo todo? ¿Cuándo van a reconocer que, en su papel de Farc, fueron criminales?
R.B.: Salvador Arana decía que era un gobernador inocente y terminó confesando que era un asesino.
V.D.: Y está preso.
R.B.: Sí, claro.
V.D.: En cambio, Timochenko está libre…
R.B.: Hay una diferencia enorme, que es un debate larguísimo, entre los agentes del Estado que traicionan el voto popular y un señor que fue guerrillero desde chiquito y que decidió dejar las armas para apostarle a la paz.
V.D.: El que inició la comparación fue usted, no yo. Timochenko fue un criminal y nada le borra su pasado.
R.B.: Todo aquel que comete crímenes puede tener ese adjetivo, pero fue alguien que dejó el crimen para apostarle a la paz, y yo se lo agradezco.
V.D.: Y hoy dice que es víctima. Eso sí, no se lo podemos agradecer. Es un insulto a la inteligencia, a las víctimas y a sus familias.
R.B.: Yo no estoy ni para defender ni para resaltar las opiniones de otros dirigentes políticos, porque hoy Timochenko es el presidente de un partido legal.
V.D. ¿Se acuerda de los ‘petrovideos’?
R.B.: Me acuerdo muy bien porque usted me crucificó aquí con ellos.
V.D.: Bueno, en esos ‘petrovideos’, hay una parte interesante donde usted dice unas cosas tenaces para afectar la campaña de Alejandro Gaviria. Hoy él forma parte del Gobierno. ¿Le ha gustado como ministro?
R.B.: Sin ninguna duda, pero, además, no solamente está en el Gobierno. He tenido el honor de desayunar con él por lo menos unas tres veces en las últimas dos semanas.
V.D.: ¿Y él ya lo perdonó?
R.B.: Creo que sí. Él es un hombre muy noble, pero sabe que tiene que perdonar lo que simplemente es una estrategia política natural. Es como si derroto a alguien jugando ajedrez y le tengo que pedir perdón. No.
V.D. Cuénteme cómo invitaron a Carolina Soto, la esposa de Alejandro Gaviria, a ser fórmula vicepresidencial de Petro en la campaña.
R.B.: Yo mismo lo hice. En un restaurante, una noche, el día posterior a la elección parlamentaria, Carolina Soto, en una respuesta que la enaltece, me dijo: “Senador, muchas gracias, pero no puedo aceptar eso porque no he tenido la oportunidad de conversar largamente de economía con el candidato Petro. No he tenido el gusto de ser amiga de él y, pues, ser compañera de semejante reto sin conocer bien a una persona no me parece responsable. De manera que prefiero no aceptar”.
V.D.: ¿Y Alejandro Gaviria estuvo de acuerdo?
R.B.: Él, en un gesto de buen esposo, le tengo mucha admiración a él como ser humano, cuando le hice esa propuesta a Carolina, me dijo: “Senador, me emociona tanto. Ella ha hecho tantas pruebas de amor, por mí ha dejado tantas oportunidades. Es decisión de ella, yo respeto lo que diga, no puedo hacer otra cosa que apoyarla”. O sea, él estaba dispuesto a apoyar a su esposa amorosamente.
V.D.: ¿Y usted también le ofreció ser fórmula vicepresidencial de Petro a Luz María Zapata, esposa de Germán Vargas Lleras?
R.B.: Es cierto.
V.D.: ¿Y cómo fue eso?
R.B.: Petro me dijo: “Ayúdeme a recoger a los sectores de centro, liberales”. Entonces me puse en esa tarea y fue buscar la posibilidad de fórmulas vicepresidenciales que fueran de centro liberal. Invité a mujeres, porque la fórmula debería ser mujer. Una de ellas muy capaz, Luz María Zapata, la esposa de Vargas. Yo, por supuesto, no hacía ningún acercamiento sin la autorización del candidato Petro y estaba de acuerdo con que exploramos.
V.D.: ¿Y ahí qué pasó?
R.B.: Pues que finalmente el doctor Germán Vargas Lleras no estuvo de acuerdo.
V.D.: ¿Ella sí quería?
R.B.: Ella estaba dispuesta a servirle a este país y espero que siga dispuesta. Vargas Lleras estuvo de acuerdo en cuatro de las cinco reuniones y en la quinta ya no.
V.D.: ¿Y por qué?
R.B.: No sé, hay que preguntarle a él. Yo creo que no sentía que le fuera útil.
V.D.: ¿Y también la buscó después de las elecciones parlamentarias?
R.B.: La última reunión sobre este tema fue el lunes posterior a la elección parlamentaria, el mismo día en que hablé con Carolina Soto.
V.D.: El presidente dijo que los jueces se dejaron presionar para no dejar libres a los de la primera línea. ¿Está de acuerdo?
R.B.: Creo que las democracias liberales representativas requieren que las instituciones tengan un equilibrio de poderes. No hay democracia sin medios de comunicación libres, sin justicia independiente, sin Congreso que haga las leyes y sin un Ejecutivo que sea independiente. Yo creo que los jueces y todos sus fallos tienen que ser respetados.
V.D.: O sea, el presidente no tiene la razón.
R.B.: Yo no he leído esa declaración.
V.D.: Le estoy diciendo lo que dijo y es así.
R.B.: Creo que, cualquiera que sea la motivación de un juez, su sentencia debe ser respetada.
V.D.: Es decir, el presidente no tiene la razón.
R.B.: Hay que respetar los fallos de los jueces.
V.D.: ¿Escuchó las grabaciones que reveló SEMANA sobre el Departamento para la Prosperidad Social?
R.B.: Me parecen aterradoras y qué bueno que el presidente, en cuestión de minutos, ordenó que esa persona se fuera del cargo. Quienes nombraron a esa persona deberían responder políticamente, así como quienes recomendaron a esa persona para el cargo.
V.D.: ¿Qué va a hacer cuando se retire del Congreso?
R.B.: Depende de si me curo o no. Si tuviera que someterme a cirugías, me tengo que retirar de la política para dedicarme a mi curación, a mis hijos y a mi familia. Me dedicaría a escribir. Pero esperemos a ver qué dice la tomografía.
V.D.: ¿Qué ha sido lo peor del cáncer?
R.B.: Los síntomas secundarios de la quimioterapia.
V.D.: ¿Qué le producen?
R.B.: Todos los síntomas se pueden manejar. Para las náuseas y los vómitos hay antieméticos y para las jaquecas hay analgésicos. Pero hay unos síntomas que no se controlan bien, como la neuropatía. Y es que, por efecto del veneno que uno se inyecta en este catéter que tengo aquí en el pecho, las manos y las piernas se entumen. Entonces, uno dura después de la quimioterapia por lo menos cinco días o más con las manos entumecidas y las piernas. Si usted no piensa el paso, se cae. Y la segunda cosa que me ocurrió es que las venas se queman por la quimio. Tengo en este momento una trombosis. O sea, un trombo, un coágulo de 19 centímetros en esta vena cefálica que me obligó a la anticoagulación. Toca caminar más despacio. Usted sabe que me gusta andar rápido. Me molestó conmigo mismo tener que bajarle a la velocidad.
V.D.: Le deseo que se recupere, Roy, y se lo digo con toda la sinceridad. En 200 años, ¿cómo quiere que lo recuerden?
R.B.: Como un buen padre, como un hombre que le dedicó 23 años de su vida a salvar vidas en los hospitales, y el resto de la vida a salvar vidas sacándolas de la guerra.
V.D.: Iván Márquez, ¿con tratamiento político o sometimiento?
R.B.: Con tratamiento político, a pesar de que se acobardó por la paz y la traicionó.
V.D.: Pero usted formó parte de los acuerdos de La Habana y sabe que los reincidentes no tienen esa posibilidad.
R.B.: Para que tengan esa posibilidad, habría que reformar la ley estatutaria para esa gente.
V.D.: ¿Y le parece que eso es justo?
R.B.: Me parece que la guerra es injusta y que cualquier esfuerzo que se haga para evitar nuevas víctimas vale la pena.
V.D.: ¿El ELN le está mamando gallo al presidente?
R.B.: El ELN tiene la última oportunidad. Realmente, creo que lo está haciendo por primera vez con la convicción de reincorporarse a la sociedad y justificar su medio siglo de violencia, convirtiéndola en propuestas de cambio social
V.D.: Roy, le agradezco muchísimo por estar con nosotros en SEMANA en esta entrevista de casi tres horas. No hubo vetos, hablamos de todo.
R.B.: Sobre todo, a palo seco, un solo café frío en tres horas. Muchas gracias por la oportunidad. Me parece sano que podamos conversar en un medio que, confieso, he calificado de hostil. Me parece que cualquier gobernante, y, sobre todo, un presidente del Congreso tiene la obligación de atender a todos los medios de comunicación.
V.D.: Ahí me toca decirle lo siguiente: no podemos ser unos lambericas, nos toca hacer la tarea de periodistas como corresponde.