NACIÓN
Sahagún, la cajita menor de la corrupción donde la ñoñomanía ahora se vive sin euforia
El movimiento que fundó Bernardo 'Ñoño' Elías ya no despierta emoción en el municipio que lo vio nacer y lo consolidó como una fuerza política arrasadora en épocas electorales. Sin mermelada las campañas no son tan dulces.
Por la avenida principal de Sahagún una pequeña pero ruidosa fiesta política se pasea por los andenes con altavoces, camisetas blancas y banderas amarillas al ritmo de un jingle de campaña reciclado que alguna vez le funcionó a Bernardo Miguel Elías. Ahora son Julio Elías -hermano del Ñoño- y Joche Tous los dos aspirantes a Cámara y Senado quienes deambulan por el pueblo acompañados de seguidores con débil euforia. Los sigue, como una sombra, un tipo vestido de pajarraco amarillo que además luce una peluca con los colores de la bandera de Colombia y que intenta sacar a flote una pasión política que ya no parece tan viva.
Atrás quedaron las tarimas con artistas reconocidos y miles de personas.
Elías y Tous entran a una ferretería, saludan al que atiende con un abrazo fuerte y hacen como si lo conocieran. El otro les responde con una tímida sonrisa al tiempo que mira a la horda de uniformados que invade su local. Todos se forman alrededor de Elías y Tous, incluyendo un policía vestido de civil, con camiseta y gorra blanca como los demás.
Sahagún arde de calor. A medio día, cuando la temperatura puede llegar hasta los 39°C, las calles dan el aspecto de un pueblo fantasma. Todo el mundo anda buscando alguna sombra para protegerse del picante sol.
Pero Sahagún también está ardiendo de política.
Pocos minutos bastan para darse cuenta de que en este municipio, a una hora de Montería, las campañas son a otro precio, y también, en otro estilo. Con una población aproximada de 140.000 habitantes y ubicado a 70 kilómetros de Montería se ha convertido en el fortín electoral de personajes como Bernardo ‘Ñoño’ Elías y Musa Besaile. Pero que también es aprovechado por políticos menores que hacen de las suyas imitando a sus mentores.
Solo entre el ‘Ñoño’ Elías y Musa Besaile sumaron 285.000 votos en las elecciones de hace cuatro años. Por eso en algunas paredes sobrevive la publicidad política de la ñoñomanía del 2014 y algunos vendedores ambulantes del centro de Sahagún conservan la sombrilla que dice “musista 100%”.
El jingle resuena por todas las calles a nombre de Joche Tous y Julio Elías. Qué viva la ñoñomanía/ esa es la fuerza/ un solo corazón por la tierra mía, se escucha de un camión con las dos caras de Tous y Elías en una pancarta publicitaria que sin pudor va recorriendo Sahagún a nombre de un movimiento bautizado por un congresista que está privado de la libertad.
El camión pasa por el parque San Roque, el estadio, el centro, el mercado. No deja llegar a los que vienen de otras ciudades porque los recibe en la terminal y a los más pobres no los deja ni tomar la siesta de la una de la tarde porque hasta los barrios más marginales llega.
Y la publicidad política no se conforma con las típicas soluciones de entregar papeles que terminarán en la basura. La ñoñomanía decora los moto taxis con su eñe imitando el símbolo de arroba: se mete en camisetas de fútbol, en bolsas para llevar el mercado y en sombrillas para los vendedores ambulantes que abundan por el centro.
Pero la gente del común ya no se emociona, exceptuando a los pocos fervientes y escandalosos seguidores que todavía creen en la ñoñomanía. Ya no hay furor por rifas de neveras y televisores que se veían en anteriores campañas. La caravana amarilla y blanca, cansada de tanta bulla, almuerza en un asadero mientras el sol se inclina un poco hasta dejar sombra para que el pueblo vuelva a tener vida.
Sahagún, aunque famoso por sus obras y por el apodo de la ciudad cultural, también tiene barrios marginados de los que no se habla, y que son vecinos de las grandes mansiones de las familias que allí se han repartido el poder.
Los apellidos Besaile, Elías y Tous han aparecido repetidas veces en la política local y nacional. Dicen con temor algunos sahagunenses que Bernardo Miguel Elías y Musa Besaile eran rivales y que no compartían ideas. Pero ambos se dieron cuenta que uniendo fuerzas serían políticamente más grandes de lo que nunca habrían imaginado. Juntos se consolidaron como los caciques electorales que se quedaron con la gobernación de Córdoba. Y también, llevan esa medalla de haber sido decisivos en la reeelección del presidente Juan Manuel Santos.
Casa de Bernardo Miguel ‘Ñoño‘ Elías.
No hay nadie que no sepa dónde quedan las casas de Musa o del Ñoño, y no es difícil reconocer ambas joyas de la arquitectura moderna que se alzan en medio de casitas usadas para el comercio. La casa del primero se asemeja más a una mansión que va de esquina a esquina, de ventanas azules con el patio para parquear las camionetas en la mitad y que funciona como base familiar. En cambio la del Ñoño tiene en su entrada esquinera dos columnas griegas de estilo dórico y dos balcones en donde se supondría que quedan las habitaciones principales.
Ambos salieron en la mañana del jueves del patio ERE SUR de la cárcel la Picota y fueron trasladados a un centro de reclusión especial en donde están totalmente incomunicados. Magistrados de la Corte Suprema de Justicia avalaron el traslado de ambos políticos con el fin de que estos entreguen información relacionada con irregularidades en la campaña de reelección.
El Ñoño Elías aceptó los delitos de cohecho y tráfico de influencias, y se someterá a juicio por lavado de activos y concierto para delinquir por los sobornos de Odebrecht en Colombia. Musa Besaile, en cambio, tiene un llamado a juicio por cohecho y peculado, por pagar 2.000’000.000 COP para detener supuestamente una orden de captura en su contra. Eso sin mencionar que también será investigado por parapolítica.
Por las calles de Sahagún anda en su camioneta Jhony Besaile, otro responsable de la contaminación visual que sufre Sahagún y quien se estaciona con frecuencia al frente de su sede de campaña llamada ‘Centro de comando’. Es curioso -y así lo corrobora un viejo aviso desteñido- que así mismo se conocía a la sede política de Zulema Jattin, la excongresista de La U que lleva siendo procesada por parapolítica más de diez años.
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El tres de junio de 2016 cuando se inauguró el estadio Armando Tuirán, Sahagún prendió la fiesta. El invitado especial era Juan Manuel Santos, quien era el encargado de patear un penalti en medio de fulgor de los tiempos prósperos. El arquero era nada más que el propio Tuirán Paternina.
Todo un logro del Ñoño que, cuando consiguió la plata para la obra insignia del pueblo, vio que le tocaba meterse en la onda de gestor deportivo. Por eso metió a su primo Julio Feris Elías (no confundir con el hermano candidato a la Cámara) como gerente de la famosa Liga Ñ, un campeonato de 20 equipos del pueblo a los que se les dotó de uniformes, guayos y balones. Y como los alcaldes en Sahagún los pone el Ñoño, los cupos para participar les quedaron a los concejales que el alcalde dijera. Les llamaban el ‘Real Madrid’, porque eran lo más caro en el concejo, y por ende, los que más votos le daban al Ñoño.
“Carlitos es un conocido que vivía aquí y como siempre ha ido en contra de los ñoños no lo dejaban jugar en el estadio”, dice un sahagunense que no da su nombre porque, como a muchos en el pueblo, a los poderosos políticos solo queda sentirles temor.
Muchos en Sahagún están cansados de que se les tilde de corruptos. “Es que cuando decimos que somos de Sahagún piensan que vamos a robar”, dice un vendedor. “Creen que todos somos corruptos”, dice una señora en una peluquería. “El país piensa que aquí todo el mundo vive bien por la corrupción y la mermelada, pero no es así”, dice el cajero de una droguería.
“No joda, estamos mamados”, remata un moto taxista, de los pocos que se resisten a pegar una publicidad en sus vehículos. Ya no abunda el dinero de la mermelada, ya no se ven los 150.000 COP que se pagaban por pegar los afiches, aunque sí se ve todavía una competencia en la que manda el poco dinero que queda.
Cerca a un tanque de agua administrado por Uniaguas, y que funciona a pocos metros del estadio, queda el barrio 3 de mayo. Un humilde conjunto de casitas con puertas abiertas y láminas de zinc en el techo, con vías sin cemento pero con tierra que se fundó en esa fecha pero de 1981 por siete familias que ocuparon esos terrenos que eran de nadie. Ahora, atraviesan por el barrial banderines de colores que se pusieron en alguna celebración. El 3 de mayo dista mucho del Sahagún de grandes mansiones.
En 2004 Uniaguas tomó las riendas para operar el servicio de alcantarillado y acueducto de Sahagún. En el pueblo muchos dicen que se trató de una obra innecesaria debido a que el problema no era captación, sino de distribución. Sin embargo los tanques se hicieron. Pero para colmo de males no abastecen a las humildes familias del barrio 3 de mayo, quienes viven a escasos 20 metros de un tanque que da agua dos veces a la semana y solamente en horas de la mañana. “Hay agua como a las dos de la mañana, es como si no quisieran que la sacáramos. Pero como ahora están en campaña vienen a repartir propaganda y a prometernos esta vida y la otra”, remata.
*Periodista de reportajes de Semana.com