SALUD

¿Las mega ciudades enloquecen?

El debate sobre si las ciudades son malas para al salud mental de sus habitantes tiene tanto de largo como de ancho. El médico psiquiatra José A. Posada Villa dice que, en muchos casos, depende más de la persona que del lugar.

24 de noviembre de 2017
| Foto: Daniel Reina

Por: José A. Posada

La ciudad no se vive racionalmente. Se vive desde el imaginario. Quizás, imitando al filósofo, poeta, físico, profesor y crítico literario francés Gastón Bachelar, podríamos afirmar que la ciudad es un cuerpo de imágenes que dan al hombre razones o ilusiones de estabilidad y que distinguir todas esas imágenes sería hablar del alma de la ciudad; sería desarrollar una verdadera psicología de la ciudad.

Las ciudades son estructuras complicadas y el cerebro humano es un órgano aún más complicado. Sin embargo, el desafío puede abordarse mediante una acción conjunta entre las ciencias médicas, las ciencias sociales, la planificación urbana, la arquitectura y la política.

En la actualidad, más del 50 por ciento de la población mundial vive en áreas urbanas y ese número está creciendo. Para 2050, se espera que más del 70 por ciento de la población mundial viva en ciudades.

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Los estudios demuestran que los cerebros de las personas que viven en las grandes ciudades reaccionan más fuertemente al estrés en comparación con otros que viven en pueblos pequeños. También nos dicen que quienes viven en grandes ciudades tienen 40% más riesgo de sufrir depresión, 20% más riesgo de sufrir ansiedad y el doble de riesgo de sufrir esquizofrenia.

Si bien se sabe que muchos trastornos mentales tienen un componente genético, el estrés puede disparar un trastorno subyacente. Y, por supuesto, las ciudades muchas veces son estresantes. A algunos les va bien en la ciudad. Otros la cambiarían encantados por una montaña remota.

Cuando algunas personas salen de la ciudad, sienten alivio, pero también hay otras que se adaptan a ella y la disfrutan. De hecho, hay personas que no vivirían en ningún otro lugar y encuentran la supuesta paz y tranquilidad del campo como estresante y monótona.

De hecho, para las personas con bajo riesgo, que son la mayoría de la población, la vida en la ciudad puede incluso ser beneficiosa para la salud mental. Existen ventajas importantes: fomenta los vínculos sociales, culturales e intelectuales, expone a diferentes tipos de personas e incluso muchas veces hace que los desplazamientos sean más fáciles que en el campo.

Depende de lo que persona es y el entorno urbano particular en el que vive. Mientras más se perciba la ciudad como una zona de conflicto, más sentirá las posibles consecuencias como la ansiedad, la depresión o el trastorno de estrés post traumático.

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Por supuesto el problema es que esos beneficios no están distribuidos de manera uniforme en la población. Los barrios no son igualmente seguros, agradables o saludables y por otra parte el campo puede tener todas las asechanzas de la violencia política y la delincuencia.

Cuatro factores básicos que contribuyen a la aparición de problemas y trastornos mentales en los entornos urbanos.

El primero, es que las personas vulnerables que tienen un riesgo elevado de sufrir problemas mentales tienden a migrar a la ciudad. Se mueven en busca de vivienda, empleo u otras oportunidades económicas, apoyo social y atención en salud, como está ocurriendo hace muchos años con las víctimas de los conflictos armados.

El segundo, es que las personas que tienen estos factores de riesgo para problemas y trastornos mentales, a menudo encuentran enormes disparidades en la ciudad. Esto lleva a sentimientos de injusticia, inferioridad social, desesperanza, prejuicio y discriminación.

El tercero, es que la ciudad puede generar estímulos abrumadores. La aglomeración, el ruido, los olores, las miradas, el desorden, la contaminación y otros factores, pueden combinarse para hacer que la gente se sienta sobrecargada. Esto puede aumentar el estrés, animar a las personas a aislarse en la casa y rechazar la interacción social que puede promover una buena salud mental.

Por último, la ciudad, con frecuencia despoja a los ciudadanos de factores de protección que ayudan a mantener una buena salud mental como son el contacto con la naturaleza (los ingleses lo denominan la vitamina G (de green – verde), el ejercicio regular y la proximidad de amigos y familiares.

La afirmación de que los habitantes de las ciudades tienen más probabilidades de sufrir trastornos mentales, debe verse en contexto.

Los estudios disponibles no están en capacidad de demostrar relaciones causales, y solo logran describir asociaciones entre diferentes factores. Además, existen amplias variaciones en las preferencias y la capacidad de las personas para hacer frente a la vida en la ciudad.

La salud mental en las ciudades está en relación con la garantía que los ciudadanos puedan desarrollar sus potencialidades, hacer frente al estrés normal de la vida, trabajar de manera productiva y fructífera y contribuir a la comunidad.

Hay que tener en cuenta los factores comunitarios, tales como la marginación o disgregación social, la escolaridad inadecuada o interrumpida, las catástrofes sociales, la falta de solidaridad social, las situaciones sociales que son vividas con incapacidad de cambiarlas, etc.

Según la definición de salud mental de la Organización Mundial de la Salud, para aprovechar plenamente el potencial y el valor de la planeación y el urbanismo en la promoción de la salud mental y el bienestar, los conocimientos disponibles deben ser apreciados y tenidos en cuenta no solo por los expertos en salud pública y urbanistas, sino también por los diseñadores de políticas, planificadores y personas responsables de la ciudad y para ello, es esencial enfocarse en el hecho que las personas son el corazón de las ciudades.

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