NACIÓN
San Carlos, el pueblo de las víctimas que dijo No
No todos los lugares que han vivido la crueldad del conflicto apoyaron los acuerdos de paz. A este municipio, que ha vivido 33 mascares, no le gusta el proceso de La Habana.
Hay flores de varios colores bien brillosos y cada uno tiene el nombre de alguien que pudo quedar en el olvido. Las blancas recuerdan a las víctimas de abuso sexual; las rojas, a los asesinados; las amarillas, a las que pisaron en falso y cayeron en una mina antipersonal; las moradas recuerdan a los desaparecidos a los que siguen esperando; las verdes oscuras como la tierra, a los desplazados, a los errantes que nunca más; las verdes claras, a los que volvieron. Cuando la guerra se vuelve atroz hay que inventarse maneras para recordar el daño, no sea que de tanta inercia, se olvide.
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San Carlos es un municipio del oriente de Antioquia bañado de ríos, charcos, quebradas, cascadas, represas, centrales de energía, caminos. Por esos caminos llegaron primero los guerrilleros de las FARC, luego los del ELN, después las Autodefensas del Magdalena Medio y por último las AUC. Cuentan que al corregimiento El Jordán llegó una vez Carlos Castaño con su baja estatura, su voz ronca y un camuflado muy bien llevado, se bajó de un helicóptero y muchos lo recibieron con vítores. El Centro Nacional de Memoria Histórica resumió a San Carlos, su historia bajo el latigazo del conflicto armado, así: 33 masacres, más de 600 homicidios, 350 desaparecidos, 170 víctimas de minas antipersonal, 20.000 desplazados.
Y entonces el domingo del plebiscito, cuando tantos esperanzados en que ganara el Sí se encontraron con la contradicción rotunda, muchos dijeron que las víctimas habían votado a favor de acabar tanta guerra de una vez, y sí, muchos pueblos respaldaron esa idea, pero San Carlos no, aunque la votación fue estrecha: 2.697 personas dijeron que No, 2.390 que Sí.
Basta ir al parque del pueblo caluroso, con su iglesia roja erguida como una señorona coqueta en la mitad de las montañas, para ver a los desmovilizados de las AUC bien empleados en restaurantes, tiendas, mototaxis, los programas de posconflicto en el municipio han sido aplaudidos por ONG internacionales: un retorno de casi el 100 % de la población, certificado de desminado en todas sus veredas, proyectos productivos que ya tienen a los campesinos empujando empresas familiares, erradicados los cultivos que alguna vez hubo a orillas del río Samaná. Así que la duda grande: ¿Por qué ganó el no?
Pastora Mira nunca se fue, aunque tiene dos hijos desaparecidos y varias amenazas. Su voz es ronca y sabia. Habla con la sabiduría de los años y de las cicatrices, y con eso encima busca a tientas las razones. Dice que la campaña del no fue eficiente, pertinaz y contundente en un pueblo mayoritariamente conservador, que un cura muy bíblico expuso que los acuerdos iban en contra de la familia y a favor de los homosexuales y la llamada ideología de género, que las iglesias cristianas hicieron lo propio, que los campesinos no viajaron al pueblo para votar y que raro, porque en las elecciones para la Alcaldía hasta los iban a buscar en bus, moto y caballo. Que, al fin de cuentas, no hubo interés.
Pero Pastora ha aprendido de la esperanza que en esos pueblos creció entre la maleza: “Pero ahora nos queda ver el vaso medio lleno, ver que el No nos trae la posibilidad de unir un país que está dividido”.
Al parecer, en San Carlos hubo una confianza excesiva, muchos creyeron que el Sí ganaría de sobra, que todos esos votos esparcidos no se necesitaban, no sumarían para una victoria contundente. La exalcaldesa de Patricia Giraldo, víctima también y promotora del retorno al municipio, cree que la desinformación sobre el contenido de los acuerdos pesó sobre los habitantes, que siempre han sido conservadores, “y el Sí estaba en manos de los campesinos, que no llegaron al pueblo a votar por falta de transporte, si uno mira la votación la diferencia fueron 300 votos, que no es mucho”. Hace dos años, San Carlos fue el único municipio del oriente donde ganó la reelección del presidente Juan Manuel Santos.
Sin embargo, entre los argumentos del No hubo uno que se esparció en el pueblo: que muchos habitantes que aún están tramitando sus indemnizaciones ante la Unidad de Víctimas no han recibido una respuesta rápida, y que con el proceso de paz con las FARC todo se haría más lento que de costumbre. Como en todo el país, no faltó la desinformación, los panfletos, las amenazas de que si llegaban desmovilizados guerrilleros, los grupos paramilitares que aún conservan mando en el Magdalena Medio llegarían para hacer una limpieza social, y en San Carlos saben bien de qué se trata una amenaza de esas.
La guerra en San Carlos, según el Centro de Memoria Histórica
*A comienzos del siglo XXI, San Carlos era un pueblo fantasma. Cerca de tres décadas de asedio, terror y muerte produjeron un éxodo casi total de los 25.000 habitantes del municipio.
*San Carlos es un municipio ubicado en un territorio estratégico de Antioquia; está sobre la zona de embalses en el oriente antioqueño, en donde se genera el 33 % de la energía del país.
*En algunas zonas de San Carlos, las FARC y el ELN fueron aliados varias veces, en otras se enfrentaron. Los paramilitares hicieron presencia primero con las autodefensas de Ramón Isaza y luego con las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá (AUCC), el Bloque Metro y el Bloque Héroes de Granada. El Ejército y la Policía también cometieron actos contra la población civil.
*En los años de injerencia del paramilitarismo fue asesinado un número de personas difícil de determinar a causa de la complejidad de los hechos: hubo por lo menos 33 masacres, se registraron 156 desapariciones forzadas y 78 personas fueron víctimas de las minas antipersonal.
*En San Carlos se evidenció una dramática degradación de la guerra e infracciones al Derecho Internacional Humanitario por parte de actores armados legales e ilegales: misiones médicas fueron atacadas, mujeres embarazadas trasladadas en ambulancia fueron objeto de acciones armadas, heridos fueron rematados en los hospitales, el personal médico fue obligado a atender o a desatender a los heridos, las escuelas fueron usurpadas.
Entre 1985 y 2010, cerca de 20.000 personas —de las 25.840 que habitaban el municipio de San Carlos— abandonaron su lugar de origen, 30 de las 76 veredas con las que cuenta el municipio fueron abandonadas en su totalidad y más de 20 lo fueron de manera parcial.