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Santa Marta se convirtió en un infierno para los animales: es la ciudad de Colombia con el mayor número de casos de maltrato
Santa Marta es un infierno para varios perros y gatos, que viven en medio de la indiferencia del ser humano y la falta de políticas de control y cuidado. Las imágenes son dignas de una película de horror.
Cerca al sector de Pescaíto en Santa Marta, Magdalena, un perro que buscaba alimento y algo de frescura por la temperatura tan alta alejaba al humano que se encontraba con cada paso que él daba.
No era solo por el olor que los espantaba, le faltaba media cabeza, pues alguien con un machete le cortó la parte superior del cráneo. El animalito deambulaba con gusanos en la herida. La imagen desgarra y es impublicable.
Sin embargo, causa más dolor la indiferencia de aquellos que no entienden que los animales son seres vivos que merecen respeto y empatía. Carolina Rodríguez vio de lejos el sufrimiento del perrito amarillo, que salió huyendo cuando un hombre de la zona le lanzó un baldado de agua. Corrió hasta el otro lado de la línea del tren al barrio San Jorge. Hasta allá llegó Carolina. La mujer, que no lo encontró de repente, vio al menos seis perros más en las mismas condiciones, todos heridos con arma blanca en la cabeza.
Algunos, sin orejas, otros, sin ojos. Al parecer, un hombre que frecuenta el lugar disfruta haciendo daño y no hay quien los defienda. Cuando por fin encontraron a “Amarillo” y fue llevado al veterinario, era demasiado tarde, la infección era tan fuerte que fue imposible salvarle la vida.
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“El Distrito no hace nada, no hay atención veterinaria ni sanción a los agresores”, dicen los animalistas de la ciudad, que han denunciado disparos contra perros y gatos, violencia sexual, entre otros vejámenes. Varias de las personas consultadas denunciaron que, si bien es cierto que la Alcaldía dispuso una patrulla de atención de emergencias para animales, esta es muy poco efectiva. El otro día reportaron a un perro con una pierna fracturada luego de ser atropellado por un carro fantasma. La patrulla llegó al punto y solo le dio un medicamento para el dolor, y este siguió en el mismo lugar.
Hace años se ha venido presentando una creciente problemática con el control animal en Santa Marta, razón por la cual el Concejo Distrital autorizó un incremento en el presupuesto para la atención de animales, pasando de 1.000 a 1.500 millones de pesos para 2023. Un porcentaje importante de esos recursos se destina a la esterilización de perros y gatos.
Según información oficial, el censo de la población felina y canina de Santa Marta se proyecta para 2023 en 79.627 perros y 37.159 gatos para un total de 116.786, incluidos los animales en situación de calle. Mientras se conocen en el país escenas macabras, como la incineración de gatos en el polideportivo de Santa Marta, la esterilización no avanza. Desde 2020 hasta la fecha se han operado 10.241.
“Pero este año no han empezado a esterilizar. Se va a iniciar la ley de garantías, lo que indicaría que solo hasta en octubre podrían adjudicar contrato”, advierte el abogado animalista Lorenzo Bonilla. Basta en promedio dos meses para que se geste un gato o un perro.
Las gatas están en celo una vez cada tres semanas, y las caninas, cada seis meses. Cada parto puede ser de cuatro a ocho crías. Así que la posibilidad de que el problema de control animal se le salga de las manos a la administración es cada vez más viable. “Además, están pagando las esterilizaciones con sobrecostos, lo que va a hacer que alcance para menos”, señala Bonilla.
Más allá del tema político y administrativo, no se entiende la cultura de aquellos que prefieren botar al río y al mar a las hembras que dan a luz con sus cachorros, sobre todo si tienen ceguera o parálisis. O cómo delante de sus hijos son capaces de enseñarles que es mejor dejar morir a sus mascotas de hambre. En lugar de llevarlas a una veterinaria, las asesinan, muchas terminan en costales. “¡Ay, lo mataron, lo mataron!, el perrito está aquí”, es el desgarrador grito que estremeció desde el barrio Jardín de Santa Marta, junto a un contenedor de basura, este lunes santo.