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Nadie se acercó a reclamar el cuerpo de Sara, la pequeña que habría sido abusada

Cerca de 2 mil personas acompañaron el sepelio en Armero Guayabal (Tolima). La niña había llegado al hospital con graves heridas, amputación de un dedo y fractura en el brazo izquierdo.

25 de abril de 2017
| Foto: Archivo Particular

Cuando el cuerpo de Sara Yolima Salazar, de tres años, estuvo dispuesto para ser entregado, ninguno de sus familiares se presentó para reclamarlo. Solo Angélica Soto, la secretaria de gobierno, y el personero municipal de Armero Guayabal, en Tolima, llegaron al edificio de Medicina Legal, en Ibagué, a preguntar por la pequeña. Y ante la ausencia de cualquier doliente, ellos asumieron el cuidado del cuerpo.

El abandono parece haber sido el rasgo que marcó la corta vida de la niña. Su madre la dejó al cuidado de la madrina de bautismo porque, ella misma cuenta, no tenía los medio económicos para responder por ella. Según las indagaciones de Andrés Páez, periodista del diario tolimense El Nuevo Día, la mujer llevaba alrededor de un año sin visitar a su hija.

El abandono es también una de las circunstancias que rodea su muerte. En un intento por salvarla, la pequeña fue remitida al hospital Federico Lleras, de Ibagué. Antes, su madrina la había llevado al centro asistencial del pueblo, el viernes en la mañana, pues la niña tenía un trauma en el cráneo porque, según la mujer, se había caído.

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Los médicos, además de la herida en su cabeza, encontraron signos de maltrato físico, desnutrición y abuso sexual. Tenía heridas en el pecho, un trauma cráneo encefálico severo, la amputación de un dedo, una fractura en el brazo izquierdo y cicatrices en las piernas.

Pero este lunes, Sara Yolima Salazar, Sarita, como ya le dicen en el pueblo, no estuvo sola. Cerca de 2.000 personas marcharon junto a su féretro, gritando su nombre con dolor, exigiendo justicia. Caminaron desde la funeraria, recorrieron varias de las calles del pueblo y, hacia las 10 de la mañana, llegaron al cementerio, donde la pequeña fue enterrada entre cientos de niños de los colegios del pueblo que este lunes no fueron a clases sino que salieron a expresar su pena por la pequeña. "No estás sola, Sarita", "Justicia, Justicia, Justicia", eran los gritos adoloridos que se escuchaban entre la multitud, según pudo presenciarlo Páez, el reportero de El Nuevo Día.

Entre la multitud, sin embargo, se notaban ausencias. Ni la madre biológica ni la madrina que la tenía a cargo, estuvieron en el sepelio. No pudieron. El pueblo no lo permitió. El coronel Marcelo Russi, comandante de la Policía de Tolima, cuenta que el domingo al atardecer, cuando el cuerpo de la pequeña regresó al pueblo desde Ibagué, y fue conducido a la iglesia para ser velado, la gente abucheó a la madre biológica y la obligó a retirarse del lugar.

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En la mañana del lunes, en la funeraria, la escena se repitió. Su madrina, quien ya ha sido interrogada por las autoridades y se mantiene en la declaración de que la pequeña sufrió una caída, tampoco se presentó. Y la casa donde vivía, a cinco minutos del casco urbano, también está vacía.

En el sepelio, en cambio, estuvieron algunos de los hermanos mayores de la niña. Su madre, antes de ella, había tenido ocho hijos con otras parejas. Una de ellas, consultada por Páez, comentó que tuvo tres hijos con la mujer y que, en algún momento, se fue y los dejó con ella. Cuando volvió, después de meses, los encontró descuidados, desnutridos, y se los llevó con él.

Antes del mediodía, el cuerpo de Sara Yolima Salazar fue enterrado en un pequeño ataúd blanco, rodeada de miles de habitantes del pueblo que la acompañaron y que, frente a su tumba, juraron que nunca la olvidarán.