POLÍTICA
“Se llenó el vaso y cuando se llena el vaso las sociedades cambian”: Sergio Fajardo
En entrevista con SEMANA, el exgobernador de Antioquia habló de sus propuestas para derrotar la corrupción, de los procesos que se han abierto en su contra y la fobia que le tiene a las tarimas.
SEMANA: ¿quién es el Sergio Fajardo de hoy?
SERGIO FAJARDO (S. F.): soy un señor que tiene 65 años, una nieta que se llama Helena y hace 22 años empecé a hacer política. Sigo siendo un profesor, un matemático y en este mundo y recorrido de la política he aprendido muchas cosas: he gobernado como alcalde de Medellín, como gobernador de Antioquia, con unos equipos extraordinarios, nos hemos destacado, hemos sacado las mejores notas, esta es la tercera oportunidad que recorro el país, formo parte de la coalición Centro Esperanza, y estoy listo para liderar a Colombia.
SEMANA: ¿cómo analiza usted el problema de la violencia en este país?
S. F.: en una descripción general de lo que está pasando en Colombia, me gusta utilizar esta expresión: se llenó el vaso, y cuando se llena el vaso las sociedades cambian.
Tres temas fundamentales asociados con un malestar generalizado en nuestro país: Colombia está molesta, está indignada, está adolorida.
Y las razones para esa circunstancia que estamos viviendo las puedo explicar de la siguiente manera: hay una conciencia generalizada acerca de ser una sociedad muy desigual: muy pocos tienen mucho y muchos tienen muy poco.
Al mismo tiempo hay una pobreza grande en nuestro país, pues cerca del 42 % de las personas en Colombia está en una condición de pobreza. Son alrededor de 21 millones de personas. Una sociedad no puede vivir con esas condiciones de pobreza tan abrumadoras como estamos viendo en nuestro país.
Colombia tiene una desconfianza muy grande en las instituciones. Ustedes ven las encuestas y en el primer lugar aparece la palabra corrupción y mucho malestar de la ciudadanía. Los partidos políticos, el Congreso de la República, los organismos de control, la Fiscalía, la Contraloría, todos tenemos que actuar.
Hay un deterioro muy grande de la institucionalidad y la palabra corrupción yo creo que es la que mejor expresa todo ese malestar. Ya no vale esa expresión que muchas veces hizo carrera en Colombia: “Que roben pero que hagan obras”, eso era lo mejor que se esperaba de los políticos. ¡Fatal! Hoy ya la gente sabe: “Nos están robando, y no nos tenemos que dejar robar”.
En tercer lugar, hoy en Colombia seguimos con una violencia de diferente naturaleza en el territorio. En el mundo urbano hay una inseguridad ciudadana grande; hay mucho malestar, miedo, Colombia tiene miedo en los centros urbanos.
En esos territorios, por fuera del mundo urbano, sigue la violencia en muchos espacios, asesinatos de líderes sociales, forma parte de una Colombia que todavía sufre con la violencia, con el miedo y la inseguridad.
Esa Colombia es la que tenemos hoy y la tenemos que cambiar. Colombia puede cambiar porque es rica, tiene una riqueza extraordinaria en nuestra geografía, en nuestra diversidad, en nuestra cultura, tantas culturas que tenemos regadas por todo el territorio, el talento de nuestra gente, la fuerza de la gente en Colombia que ha resistido tantos males, y esa es una gran riqueza que nosotros tenemos que potenciar. Sobre eso es que tenemos que trabajar.
SEMANA: ¿usted cree en la tesis de que somos históricamente violentos y que eso no va a cambiar?
S. F.: yo no creo que nosotros seamos genéticamente violentos y que estemos condenados a ser violentos. Nosotros no somos violentos, no tenemos que ser violentos, pero sí hemos tenido la violencia como una parte de nuestras vidas, con unas marcas que, pues a veces uno reflexionando sobre todo lo que nos ha pasado, lo que han sido las guerrillas durante tantos años, el mundo del narcotráfico, la violencia del narcotráfico que se expresaba también en paramilitarismo, hemos tenido la violencia como parte de nuestras vidas.
Todas las personas que estamos hoy en Colombia hemos sido parte de una sociedad que ha tenido la violencia como un componente central de lo que nosotros somos, pero al mismo tiempo es una Colombia que se repone y que siempre está luchando, que siempre está buscando y que tiene, tenemos, que pasar esa página de la violencia en nuestro país. No nos podemos quedar atrapados ahí, y eso tiene que ver con la política.
Cuando hay, por ejemplo, una política en la que la polarización se convierte en un elemento que está o que se busca, eso siempre conduce a la violencia, siempre termina inexorablemente conduciendo a la violencia.
Me explico: para mí la polarización es esa forma de la política en que a la persona que no piensa como yo se convierte en mi enemigo, entonces el mundo se divide en dos: amigos o enemigos, y cuando es ese el contexto, entonces al enemigo hay que eliminarlo, y estamos en el mundo de la guerra, y estamos en el mundo del todo vale, y se dan manifestaciones que empiezan muchas veces por el lenguaje que utilizamos, la manera como nos tratamos en espacios básicos de la sociedad, y nuestra historia siempre nos ha dicho que se puede escalar de esa condición a la violencia física y nosotros no nos podemos dar ese lujo en este país, nosotros no nos merecemos más violencia en Colombia, y la tenemos que superar, y yo tengo la convicción que se puede superar, pero nos toca hacer un esfuerzo grande.
SEMANA: haga un análisis de la pobreza. ¿Venimos de menos a más pobreza?
S. F.: sí, en este siglo algo se había avanzado con respecto a la disminución de la pobreza, pero ese avance se detuvo. La pandemia que nos puso una condición extraordinaria, nos mostró las dimensiones de las desigualdades y de la pobreza. Y esa pobreza tiene muchos rostros, tiene rostros territoriales. Por ejemplo, el Pacífico, el Caribe, la periferia de Colombia. Si miramos por la frontera del país allá hay una pobreza extraordinaria y nosotros no podemos aceptar la pobreza como una condición de nuestra vida, una sociedad justa tiene que enfrentar las desigualdades.
Dentro de todo lo que hemos visto tenemos que crear las condiciones para construir un tejido social que acompañe, que sostenga esas personas que están en la pobreza y que creemos caminos para que esa pobreza se pueda superar; eso es una obligación y requiere de una acción conjunta: entender que los que tienen más tienen que aportar más para apoyar y darles la oportunidad a muchos colombianos y colombianas que no han podido avanzar, y repito, no es por su culpa, sino por las condiciones que enfrentan, y eso es una razón crucial para que el Estado intervenga sobre esa pobreza y sobre eso tenemos que actuar todos nosotros.
SEMANA: ¿qué percepción tiene de la corrupción en Colombia y cuál la forma de erradicarla?
S. F.: para mí la corrupción está directamente relacionada con el mundo de la política, con el clientelismo, esa forma de la política en la que se dan favores para llegar al poder y después a utilizar lo público para perpetuarse en el poder. Ese clientelismo le ha hecho un daño muy grande a nuestro país, porque lo que se pierde en esas transacciones, de llegar al poder y después utilizar lo público para beneficio particular, les quitan las oportunidades a la gente, están robando a la gente, la corrupción siempre será el principal enemigo de los pobres, porque esa pobreza está directamente relacionada con esas condiciones, en que hay unos que se están beneficiando de la riqueza que tiene que ser de todos.
En Colombia hay una conciencia generalizada de que la corrupción no es como se decía: “En La Guajira roban, en el Chocó roban”, roban en todas partes, y hay una estructura del sistema político colombiano en la que hay unos que se dedican a robar y han robado, y lo hacen de manera sistemática y lo tenemos que enfrentar como sociedad, lo tenemos que enfrentar como país, lo tenemos que poner ahí enfrente, y le tenemos que poner rostro a esa corrupción que tanto daño nos hace.
SEMANA: ¿propuestas para luchar contra la violencia, la pobreza, la corrupción?
S. F.: les voy a decir unos puntitos, no se los voy a decir todos como una propuesta, todavía queda camino por recorrer y lo vamos a discutir, pero les voy a presentar algunos de sus elementos que considero centrales para lo que viene a continuación.
Para la corrupción: tenemos una cantidad inmensa de leyes. En Colombia tenemos una enfermedad y es que creemos que se hace una ley y la ley resuelve el problema, pero también dentro de nuestra cultura sabemos: “Hecha la ley, hecha la trampa”, esa frase se sabe por todo el territorio, y nosotros tenemos que acercarnos al mundo de la lucha contra la corrupción; las leyes se necesitan, no quiero despreciar las leyes, por supuesto que las tenemos que tener, pero se necesita la voluntad política de quien gobierna. Es una decisión, es una forma de acercarse al tema para liderarlo, porque cuando no hay voluntad política, no pasa nada. Hay cosas que se hacen, pero no tienen la fuerza, y voy a dar tres ejemplos solo por este momento, ya después ampliaremos en el transcurso de la campaña y los debates que vamos a tener:
Uno: tenemos que mostrar las víctimas de la corrupción a nuestro país. Ilustro con un ejemplo: todos somos conscientes del robo que hubo en el Ministerio de las TIC, se robaron la plata del internet rural en Colombia.
Aparecen figuras como Emilio Tapia, aquel señor que había robado en una oportunidad y allá está robando ahora, y hago un pequeño paréntesis: en Colombia no hay una verdadera sanción social a los corruptos, todavía están ahí y les hacen fila y se pavonean con la riqueza que consiguen, porque el corrupto actúa sobre los siguientes tres preguntas: una, ¿cuánto me gano?; dos, ¿cuál es la probabilidad de que me cojan?, y tres, ¿y si me cogen cuánto pago, cuánto me toca? Y muchos dicen: “Sigo con la corrupción”, ese es un ejemplo grande de todo esto.
Mostrar las víctimas. ¿Quiénes son las víctimas en el ejemplo que estoy ilustrando? Pues los niños y las niñas de Colombia, el mundo rural que no recibe el internet, que ya sabemos lo que pasó, la pandemia que nos mostró la dimensión de las desigualdades en Colombia, en particular las desigualdades de la educación, asociadas con la tecnología, muchas más, y estos niños, estas niñas, no sabemos dónde están ni quiénes son; aparecen en los medios los corruptos, la gente que está en la discusión, pero no aparecen los rostros para que veamos a quiénes les están robando en este país y lo que significa que una niña en Colombia, en cualquier lugar de nuestro país, en Gamarra, por ejemplo, no tenga internet.
¿Qué va significar la vida para esa niña? Eso hay que explicárselo a Colombia y es una tarea pedagógica. ¿Qué se requiere? La voluntad política del gobernante, pero una vez que vemos las víctimas, tenemos que ser capaces también de repararlas.
Si nosotros esperamos a que se recupere la plata por unos procesos judiciales no van a tener nunca internet en el mundo rural y tiene que ser el Estado el que diga: vamos a repararlos, y hay que mostrarle a Colombia lo que significa reparar esas comunidades, mostrar cómo llega el internet a todo ese territorio, que tengamos rostro.
La corrupción tiene que tener un rostro, esos son un par de elementos muy importantes para tener en cuenta en la forma de enfrentar la corrupción que no se hace en Colombia. ¿Ustedes lo han visto en alguna oportunidad? Nunca, y lo tenemos que hacer de manera sistemática.
Añado otra condición y repito, me queda otro grupo de acciones que serán en otra oportunidad. Vamos a mirar la corrupción por sectores, juiciosamente por cada sector. Me explico: ¿ustedes saben, por ejemplo, dónde hay corrupción en el mundo de la educación?, probablemente no saben, y la mayoría de la gente no sabe y muchas personas no piensan qué pasa con la educación; pueden decir, bueno, en el programa de alimentación escolar han robado.
Y de nuevo, ¿a quién le han robado? A niños y niñas que no reciben la comida que tienen que recibir para tener la nutrición adecuada para poder aprender, pero en ese mundo de la educación hay unos lugares donde se roba, los tenemos que mirar sector por sector. La educación, la salud, donde nos han robado una cantidad de plata.
Hay unos escándalos, pero tampoco vemos exactamente a quiénes les robaron y diseñar planes para cada sector. En la vivienda, por ejemplo, todos esos son elementos en los que hay corrupción, en los que nos están robando, pero queda en un mundo, en una burbuja, por allá gaseosa, en una nube, y le tenemos que poner rostro a cada uno de esos sectores. Ahí les conté tres elementos que formarán parte de nuestra propuesta de lucha contra la corrupción
SEMANA: ¿contra la violencia?
S. F.: tenemos la violencia en el territorio y hay una expresión de la violencia que es la inseguridad urbana. El hurto es un acto violento contra una persona, hemos visto muchos casos que le roban el celular, por dar un ejemplo, y es agredido y es maltratado, eso es una violencia, es una violencia que produce miedo. Entonces también solamente unas cuantas acciones. Nosotros tenemos que reconfigurar el papel de la Policía para hablar de la inseguridad urbana, sí, inseguridad ciudadana, y tenemos que avanzar en la Policía en varios temas, y señalo: uno, la política carcelaria, las universidades del delito son las cárceles y Colombia no ha sido capaz de resolver ese problema.
Allá se configura mucho de la violencia que tenemos en los territorios en general, y en particular en las ciudades porque hay unas redes criminales que tenemos que identificar y eso significa que se tiene que avanzar sensiblemente en la inteligencia, en descubrir esas redes, saber a dónde va la plata de ese celular robado, qué pasa con él después, dónde lo venden y dónde están los recursos y quiénes son los que articulan todo ese negocio; con una Policía que tiene que tener mayor capacidad para investigar desde el territorio e identificar en cada territorio cuáles son los factores asociados con esos robos, con esos hurtos, con esos delitos urbanos que son criminales como microtráfico, extorsión, un montón de elementos que les dañan la vida las a las personas y es una condición necesaria para poder ser libre.
Uno tiene que tener una sociedad en la que no tenga miedo. El miedo nos disminuye a todos, en cada pedazo del territorio tenemos que tener configurados los factores de violencia, de criminalidad y eso requiere una inteligencia muy grande, y en cada pedazo del territorio tenemos que hacer algo que no se menciona habitualmente y es: cuáles son las condiciones sociales en cada uno de sus espacios, cuáles son las condiciones de nuestros jóvenes en esas comunidades donde hay ese tipo de violencia, ese tipo de criminalidad para evitar que nuestros jóvenes entren a ese mundo. Tenemos que hacerlo para evitar que entren al mundo de la criminalidad.
Necesitamos a la Policía actuando en las formas como les he dicho, pero tenemos que evitar que los jóvenes entren a ese mundo y eso requiere otro tipo de oportunidades. Nosotros les decimos entornos protectores, eso tiene que hacerse de forma simultánea, y otro componente que haría yo hoy para solamente dar una idea, en cada uno de esos espacios debe haber programas especiales de trabajo, saber cuáles son las condiciones en que están esos jóvenes, entender las condiciones sociales y buscar espacios para la educación y la posibilidad de trabajar. Ese tipo de elementos forman parte de una política de seguridad ciudadana, seguridad urbana, que nosotros tenemos que hacer.
Otro capítulo que me queda es la transformación de la Policía. La Policía tiene que recuperar la confianza de la ciudadanía que hoy está deteriorada, ese es un componente de la violencia. Y está la violencia en los territorios que está muy asociada con la forma en que el Estado no llega a muchos territorios donde hay una criminalidad muy grande asociada por el mundo del narcotráfico y que tiene que ser el Estado el que llega a las comunidades; no solamente en una emergencia de seguridad cuando ocurren asesinatos y llega el Ejército a tratar de atenderlo, sino una presencia permanente para construir Estado en todos esos territorios, y eso tiene que ver con sustitución de cultivos, la capacidad para organizar las comunidades, para llevar otros servicios básicos de lo que significa presencia del Estado, por supuesto, la infraestructura que permita avanzar con sustitución y llevarla a los mercados, y eso requiere un esfuerzo sistemático permanente de varios componentes en forma simultánea para llevar la seguridad a los territorios.
SEMANA: ¿qué ideas tiene para contrarrestar la violencia contra la mujer?
S. F.: está bien y ese es un punto importante. Nosotros presentamos una propuesta del Ministerio de la Mujer. Hay que hacer visible el papel de la mujer en nuestra sociedad y hacer visibles las desigualdades gigantescas que tiene hoy Colombia asociada con las mujeres en nuestro territorio, y son desigualdades de múltiples formas; en particular, hay un elemento que cada vez está teniendo más visibilidad, pero todavía nos falta muchísimo y es la violencia contra las mujeres, violencia que empieza muchas veces en sus casas. Se dice que el lugar donde muchas mujeres están más inseguras es en sus hogares.
Alrededor de la familia y esta sociedad nuestra tiene que entenderlo, tiene que atenderlo, se tienen que crear los mecanismos para que esa violencia se vea, no queremos que exista la violencia, pero primero hay que verla y entenderla para poder atender a las mujeres y superar ese daño extraordinario que está asociado con el machismo y que impide el desarrollo de las mujeres y que es parte de ese miedo que impide su desarrollo; en este caso particular que es importante señalar, y eso será una de las tareas de nuestro Ministerio de la Mujer, que lucha contra la igualdad de las mujeres en Colombia.
SEMANA: ¿qué acciones contra la pobreza?
S. F.: sobre la pobreza tenemos que hacer dos intervenciones: una tiene que ver, como mencioné anteriormente, con construir una red de protección social a personas que están en condición de pobreza. Que el Estado llegue para atenderlas y para empezar a construir un camino que permita transformar esa condición de pobreza.
Por eso conceptos como la red de renta básica que se empezó a discutir en el marco de la pandemia van a ser importantes para Colombia, lo tenemos que diseñar bien, recoger una cantidad de intervenciones que están dispersas, articularlas para llegar y para que cada persona en Colombia sienta que tiene una oportunidad, que tiene un Estado que lo atiende y que va a tener un camino para transformarse. Naturalmente todo esto tiene una palabra que es crucial hoy en Colombia y es que nosotros necesitamos empleo y trabajo, porque es una de las condiciones para superar las desigualdades y la pobreza.
Que una familia sea significada por tener la capacidad de trabajar es un derecho básico de las personas y para avanzar en el trabajo también cito solamente dos intervenciones: una está asociada con el desarrollo productivo.
Nosotros tenemos que fortalecer las empresas micro, pequeñas y medianas, incorporar la tecnología, el conocimiento para fortalecerlas, incorporar la innovación como parte del proyecto del país, ampliar el espectro del emprendimiento para que tengamos mucho más empresas para que haya mucho más trabajo, muchas oportunidades de trabajo para muchas personas. Y hay un componente que quiero señalar en esta muy rápida mirada de las condiciones de nuestro país: es el desarrollo rural.
Colombia tiene una gran riqueza en el mundo rural, una riqueza que ha estado limitada por una cantidad de problemas que hemos acumulado a través de los años, en que -por ejemplo- no existe una propiedad de la tierra, la mayoría de las personas que está en los territorios tiene una informalidad en la tenencia de la tierra de cerca del 70 %. Ese mundo del desarrollo rural ha tenido las expresiones más grandes de violencia que ha impedido que esa riqueza que tiene Colombia se convierta en una riqueza productiva, empezando para el mundo rural.
La diferencia entre mundo rural y mundo urbano es gigantesca y la pobreza del mundo rural es muchísimo más alta, y si hablamos de mujeres, las mujeres en el mundo rural son las más pobres de los pobres de nuestro país, y entonces el desarrollo rural como proyecto de Colombia tiene que ver con la tierra, la propiedad de la tierra, la capacidad de la vocación de los territorios para producir, que el Estado llegue con la capacidad para educar a esas comunidades rurales, para avanzar en proyectos productivos en el mundo rural.
Hay un proyecto que después les explicaré con todo el juicio que se llama Una nueva generación campesina, y es que el campo tenga sentido para hacer un proyecto de vida y evitar ese pensamiento permanente de irse del campo a las ciudades, porque del mundo joven nadie quiere quedarse en el campo, porque quiere buscar oportunidades, todo eso lo podemos hacer nosotros.
Vamos a hablar de proyectos de seguridad alimentaria, por supuesto, llevar la educación, el conocimiento, la tecnología para ampliar nuestra capacidad exportadora como país, todos esos son elementos que tendrán que ver con producir empleos, afectar la pobreza de manera que muchas personas puedan encontrar un camino para desempeñarse en nuestra sociedad.
Muy personal
SEMANA: ¿qué enseñanzas recuerda de su papá?
S. F.: mi papá me enseñó muchas cosas en la vida. Mi papá era un ser maravilloso, como seguramente la mayoría de nosotros pensamos hacia las personas que queremos a pesar de los problemas y los defectos que tengamos. Mi papá tenía dos características: una, nunca hablaba mal de nadie. Mi papá fue un arquitecto destacado de la ciudad de Medellín, y era una persona capaz de disfrutar que a los otros les fuera bien, que es raro en este mundo, muy raro, y siempre era una persona respetuosa de los demás, y dentro de las cosas que me enseñó fue a entender, a aprender a perder, aprender a ser noble, respetuoso de los demás y disfrutar con lo que se puede hacer de manera colectiva, él fue una persona muy especial para mí con ese ejemplo.
De hecho, yo he tenido que aprender y me he tenido que transformar, todavía me falta camino por recorrer para eventualmente llegar a ser como era él, que inspiraba paz; nosotros los hijos, los nietos, las nietas, siempre queríamos estar alrededor de él porque inspiraba paz, uno estaba al lado de él y se sentía como cómodo, como aliviado.
SEMANA: ¿en qué aspectos ha podido reinventarse?
S. F.: yo he ido aprendiendo que uno enfrenta diferentes circunstancias, va conociendo personas, va viendo lo que ocurre en diferentes momentos de la vida, nos equivocamos como nos equivocamos todas las personas, pero poco a poco he ido aprendiendo a reflexionar sobre los errores, ampliar la mente, ampliar la mente para entender mejor a las personas. No quedarse muy encerrado en la visión que yo tengo sobre lo que es el mundo, sino ser capaz de entender mejor, de escuchar mejor, y en política eso me ha servido a mí porque en política una condición fundamental es aprender a escuchar y eso toma tiempo, es una práctica.
El mundo intelectual académico es un mundo arrogante en muchos sentidos, hay mucho conocimiento, inteligencia, es una comunidad muy especial, pero ser capaz de escuchar requiere un entrenamiento y una disposición y yo he aprendido a escuchar, a hablar menos, aquí estoy hablado mucho pero porque ustedes me lo están pidiendo; pero hablar menos, escuchar más, ser capaz de sacar lo mejor de las diferentes personas, armar equipos, reconocer las posibilidades de aportar de diferentes personas dentro del marco de una construcción; todo eso yo lo he venido aprendiendo y poco a poco irse limpiando el espíritu de odios, de amarguras, de resentimientos, de venganzas, de limpiarse de todos esos sentimientos negativos, he avanzado enormemente en eso.
Yo por eso digo que tengo el espíritu tranquilo, nunca me había enfrentado a las dificultades de este año, por ejemplo. Toda la confrontación política, los insultos dentro de ese mundo, la política que yo detesto, esa forma de tratar a las personas, la arremetida, la Contraloría, la Fiscalía, todo encima, todo encima y otras condiciones familiares; pero en el marco de tantas adversidades es cuando más he estado tranquilo conmigo mismo, el espíritu más tranquilo. No quiere decir que no me ofusco por momentos o me frustro, pero cada vez estoy más tranquilo en la vida, y eso requiere experiencia, sabiduría, entender mejor a las personas, moverse de una visión cerrada de los temas y ampliarlo, y entonces yo estoy cómodo, estoy tranquilo y digo todo esto porque lo que está pasando en mi vida es precisamente parte de la formación para ser presidente de Colombia.
SEMANA: ¿el sentimiento del odio no lo ha alcanzado a tocar, no le alcanza a llegar en algún momento?
S. F.: me puede pasar por el lado, me puede rozar por ahí, pero yo soy capaz de sacarlo rápido. Yo no soy una persona rencorosa, yo nunca en mi vida he dicho: yo voy a hacerle daño a esta persona, me voy a vengar. No, yo no pienso en términos vengativos. Hay momentos en los que me pasa por la mente algo y digo, esta persona lo que me ha hecho tantas veces, y hay veces que me dicen: ¿por qué te dejas hacer eso? Y digo, déjelo, tranquilidad que las cosas van pasando. Yo tengo que ser capaz de librarme de odios porque si usted se llena de odio, transmite odio; si usted se llena amargura, eventualmente va transmitir amargura; y yo me he ido limpiando el espíritu y estoy contento, me falta todavía pero yo estoy contento en la vida y tengo el espíritu tranquilo en medio de tantas dificultades.
SEMANA: ¿un matemático como usted tiene la probabilidad de equivocarse menos en la vida?
S. F.: en matemáticas, cuando uno está estudiando sabe del rigor y de lo que significan las matemáticas, que son para mí la construcción más extraordinaria de la mente humana; recuerden que matemáticas está asociado con verdad.
En las matemáticas, si usted no demuestra, no existe, entonces está asociado con el criterio más alto de verdad; pero en el mundo real, pues hay elementos que usted puede analizar, racionalizar, entender, pero hay otros factores que intervienen en nuestras vidas y que puede usted ser muy buen matemático, puede tener una capacidad de razonar muy fuerte, pero después llega la mente y no, lo llevan unas emociones y lo sacan de ese mundo racional para entender las cosas y se comporta de cualquier manera, y puede cometer muchísimos errores. Pero digamos que en matemáticas, en general, uno tiene más rigor acerca las cosas. Por eso, por ejemplo, me cuesta muchas veces en el mundo la política, que dicen cualquier cosa, porque sí, y un matemático nunca dice cosas porque sí. Hay que saberse moverse en esos mundos, pero yo espero que ser matemático me haya servido para ser un buen político.
SEMANA: ¿alguna emoción que sienta que lo saque del rigor matemático racional argumental?
S. F.: mire, en estos tiempos yo he visto que hay muchas deslealtades en la política, son contadas las personas en las que usted puede realmente confiar. Hay muchos intereses, es la lucha por el poder, y en ese mundo para muchas personas todo vale. Si usted se descuida lo clavan para utilizar una expresión bien coloquial, sí, y eso a mí no me gusta porque yo lo voy viendo y ve uno que unas personas se comportan acá de una manera, cómo mienten, cómo engañan para lograr las cosas.
Yo no creo en una expresión que toda la vida he predicado: el fin justifica los medios, es una expresión que se ha dicho muchas veces y es el todo vale con tal de lograr algo de cualquier manera. Yo creo que son los medios los que justifican el fin, la manera en que uno llega es lo que le da valor a donde llega. Yo creo en eso, en política es muy escaso.
SEMANA: nunca he conocido un político que le tenga miedo a las tarimas. ¿Usted por qué le siente cierta fobia a las tarimas?
S. F.: sí, yo nunca me he sentido cómodo en las tarimas, yo aprendí en política que soy una persona privilegiada en la sociedad. Nací en un hogar que no escogí, y por haber nacido en ese hogar, en ese lugar, tuve todas las oportunidades, todas, pero en política yo aprendí hacer política a pie, caminando. Yo no heredé nada, nosotros no heredamos nada, no nos entregaron una fortuna.
Lo que hicimos, lo hicimos nosotros, y eso a mí me da un sentido de orgullo muy grande porque con todo este trabajo que hemos hecho transformamos a Medellín, a Antioquia, la forma en que hemos hecho la política, y es una gran riqueza que hemos construido a pie; yo aprendí a dar la mano, aprendí a mirar a los ojos, aprendí a escuchar, aprendí muchas cosas que no las sabía y las aprendí en la calle, uno por uno. Yo aprecio una persona. Hay muchas veces en política que le dicen a usted: “¿Y cuántas personas van a ir a la reunión?”, X. Y dicen: “No, para qué se va a gastar el tiempo yendo reuniones tan chiquitas”. Y para mí, como le digo, aprendí de a una persona y eso me marcó en la vida en términos políticos y me sigue marcando. Entonces yo he caminado por todo Colombia repartiendo volantes, y ese hecho de subirse a una tarima con un montón de gente enfrente y empezar a hablarle a esa multitud... no me siento cómodo, yo no me reconozco ahí, como les digo, yo aprendí de a uno.
SEMANA: ¿qué hace para que no se le caiga el pelo?
S. F.: (risas). Pues nada, mi papá tenía una buena cantidad de pelo, mi mamá también; ahora, dentro de la familia de mi mamá había unos calvos, sí, pero me tocó, por lo menos por este lado, de la parte Fajardo. Fajardos calvos no hay. Pero también se me va cayendo, bueno ese es mi pelo. Además, he sido así toda la vida, pero arman unos cuentos y unas cosas tan tontas, pero bueno, eso es parte del cuento.
SEMANA: ¿y tiene el mismo peluquero de siempre?
S. F.: (risas). No, yo he vivido en muchas partes. Por mucho tiempo me lo cortaba yo mismo con unas tijeras. Ahora me lo corta una señora que es muy querida, pero pues más o menos el mismo corte toda la vida.
SEMANA: dígame la verdad: ¿está enamorado, muy enamorado?
S. F.: estoy feliz.
SEMANA: no, ¿enamorado?
S. F.: estoy feliz y eso significa que este corazón está muy, muy, pero muy lleno de amor, sí, claro que sí.
SEMANA: ¿hoy más que hace mucho tiempo?
S. F.: estoy en una etapa muy bonita de mi vida con respecto a mi corazón.
SEMANA: ¿usted es jubilado?
S. F.: soy jubilado, tengo mi pensión.
SEMANA: ¿cuánto es la mesada que le llega mensual?
S. F.: alrededor de 10.000.000 de pesos, esa es mi mesada.
SEMANA: ¿le sobra alguna platica?
S. F.: pues yo vivo bien. En adición a mi mesada como jubilado, privilegiado en Colombia, sigo siendo privilegiado porque muy pocas personas tienen la pensión que necesitamos en este país, que es una de cada cuatro personas solamente. Necesitamos que todas las personas tengan pensión, yo soy privilegiado, he trabajado toda la vida. Yo he vivido de acuerdo con mis condiciones, yo no tengo afán de riqueza, yo no tengo afán de plata; mi vida es sencilla, yo tengo una vida austera, son cosas muy básicas porque en el fondo es la forma de vida del científico, del profesor. Si uno escoge ser matemático, si uno escoge ser profesor, no es porque esté pensando en hacer plata, eso pues otras personas pensarán en esos términos, entonces yo tengo una vida cómoda y he vivido de acuerdo con mis circunstancias; y en adición a todo esto, soy profesor en el Instituto Tecnológico de Monterrey, que me paga también por ser profesor, esas son las entradas que yo tengo en la vida.
SEMANA: y gasta poquita plata en ropita, ¿no?
S. F.: (risas). Lo que pasa es que es muy parecida toda la ropa. Yo tengo blue jeans, pero tengo un montón, y camisas casi todas son azules o blancas, y cada vez me cuesta más trabajo porque siempre que voy a comprar las compro igualitas, pero no ando vistiéndome de formas estrafalarias.
SEMANA: ¿cuántos jeans se acuerda que tiene? Usables, porque uno los va desechando.
S. F.: yo le paso muchos de mis jeans viejos a mi hijo, que le gustan así viejos. Yo calculo que tengo por ahí unos diez.